Nuevo capítulo de Lucía, la historia de "La muchacha de...." relato recogido en este mismo blogg, los principios de su vida y la continuación de su historia.
LUCÍA
Pedro Fuentes
Capítulo XXI
Lucía pasó el resto de la tarde
arreglando y preparando cosas, ya que era el domingo el día que aprovechaba para
hacer y recoger lo que no había hecho durante los días anteriores al tener a su
madre en el hospital.
A media tarde su madre se
despertó de la siesta y ya no pudo hacer nada más, ya que su madre acaparaba
toda su atención, incluso quiso salir a la calle a dar un pequeño paseo, cosa
no muy recomendable, ya que la tarde era fría, pero al fin, Lucía accedió a dar
una vuelta a la manzana, cosa que hicieron
casi a paso rápido.
Mientras estaban cenando, sonó
el teléfono, era Ricardo.
¡Hola! Lucía, ya estoy libre,
¿Quieres que nos veamos?
¡Hola!, Ricardo, va a ser muy
difícil, porque mi madre está aquí y estamos cenando, no tengo ninguna excusa,
nos veremos mañana en el bar y luego podremos estar un rato juntos, pero hoy me
temo que es imposible.
Bueno, de acuerdo, mañana por
la noche me pasaré por el bar.
Vale, pero que sea casi a la
hora de cerrar, no sea que haya trabajo y no pueda estar por ti.
Nos veremos entonces mañana.
Lucía colgó y una lágrima
corrió por su mejilla derecha, hubiese podido dar cualquier excusa para salir,
pero no quería tampoco que Ricardo pensase que ella estaba allí para satisfacer
sus caprichos, y más sabiendo que habría pasado toda la tarde con su novia.
Todo el día siguiente Lucía lo
pasó pensando en qué se pondría para ir al bar. Cuando llegó la hora, fue a
casa de la vecina y le comentó que le dejaba a su madre todo preparado y que
ella se iba a trabajar y que quizás tardaría un poco más de lo habitual.
Le dijo a su madre que en caso
de cualquier necesidad, que llamase a la vecina, la dejó viendo la televisión y
salió de casa, hacía un frío atroz, con un día así, habría pocos clientes,
quizás así cerrarían un poco antes.
Ya en el bar, sus compañeras y
Pepe celebraron volverla a ver, antes de abrir se tomaron unos cafés y charlaron
un rato, luego entraron los primeros clientes, los de cada día, los cuatro
compañeros de la imprenta de al lado, saludaron a Lucía y se alegraron de verla
allí de nuevo.
Eran cerca d las diez cuando se
abrió la puerta y entró Ricardo, cuando Lucía lo vio, estuvo a punto de salir
de la barra a abrazarlo, pero luego, viendo que había muchos clientes, se
contuvo y cuando llegó a su altura, le besó suavemente en los labios y se
saludaron como si acabasen de verse.
¡Hola!, cariño, ¿Qué quieres
tomar?
Ponme un Dic con hielo, y
tómate tú lo que quieras.
Lucía le puso el whisky y luego
le añadió el hielo, tal como a él le gustaba.
Ricardo le pagó la consumición,
para que nadie pudiese decir nada y dijo:
Voy a jugar un rato a la
máquina para hacer tiempo, no quiero que Pepe crea que te estoy entreteniendo.
Se fue hacia una de las máquinas y echó unas monedas, encendió un
cigarrillo, tomó un trago y se puso a
jugar a la máquina. La bola saltaba impulsada por los mandos y sonaba, Ricardo
se movía a compasadamente, haciendo que la bola fuese lo más cerca posible de
lo que él quería.
Cuando se cansó de jugar,
habían pasado tres cuartos de hora y aprovechando que Pepe estaba sentado al
lado de la caja y no había nadie a su alrededor, se fue a hablar con él.
Hola, Pepe, ya ves, todo se
acaba, ya he terminado la mili, parecía que no terminaría nunca.
Si, desde luego, se hace muy
larga, pero tú no parece que lo hayas pasado del todo mal.
No, lo único que he estado toda
la mili en el campamento, pero por lo demás no ha estado mal.
¿Qué planes tienes ahora?
Bueno,
la semana que viene me tengo que incorporar a la empresa, pero en Barcelona,
así que el domingo me voy y no sé por cuanto tiempo, porque me han propuesto
para un cargo y la verdad, en estos casos, tienes que estar a disposición de la
empresa las veinticuatro horas del día.
Eran
casi las doce y el bar estaba vacío, los lunes no venían clientes hasta altas
horas, así que Pepe dio la orden de cerrar, Lucía entonces salió deprisa a
cambiarse y en cinco minutos estaba ya en la puerta, Se volvió y dijo:
Adiós a
todos, hasta mañana.
Salió a
la calle, cogió a Ricardo del brazo y se dirigieron a la calle Galileo, la
noche era fría pero ninguno de los dos sintió que estaba empezando a helar.
Llegaron
al piso de Ricardo y en segundo estaban tumbados encima de la cama desnudándose
el uno al otro apasionadamente, tanto que algún botón saltó descosido por
resistirse a los nerviosos y ansiosos dedos, sabían que ya no quedaban sino
cinco días para decirse adiós.
Cuando
sonaron las cuatro en un reloj de alguna casa cercana, Lucía se levantó, fue al
baño, se vistió y luego, ya una vez arreglada, se acercó a la cama y despertó a
Ricardo con un beso.
Adiós,
amor, hasta mañana que nos volveremos a ver.
Salió
procurando no hacer ruido y bajó hasta la calle, el frío era tremendo, levantó
el cuello de su abrigo, se tapó la cara con la bufanda y marchó hasta su casa.
Cuando llegó allí se descalzó al llegar a su piso y entró sin hacer ruido, se
metió en la cama y se arropó embriagada con el olor que todavía perduraba en su
cuerpo de la unión del sudor de los dos amantes.
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