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jueves, 23 de agosto de 2012

PREPARADO PARA MORIR (El desenlace)

Jueves veintitres de Agosto, no es viernes, pero este verano está visto que los viernes estoy desconectado, así que publicaré hoy, además, como el capítulo III es corto, publicaré también el IV para no dejar a los lectores una semana esperando.

La semana que viene empezaré una nueva historia y ahora:


PREPARADO PARA MORIR
Pedro Fuentes
Capítulo III

A los cinco días Ernesto, el dueño del local donde actuaba Federico con sus amigos recibió un telegrama urgente, decía: Federico muerto terribles accidente Stop Vuelvo a casa con cadáver embalsamado Stop Preparen funeral Stop I was his best friend JACK.
Al día siguiente llegó Jack con el ataúd, fue depositado en el Tanatorio. Lo primero que hizo fue pedir todos los permisos incluido el de esperar a enterrarlo seis días después, como venía embalsamado desde Francia no había problema, fue más complicado el Ayuntamiento, el entierro tenía que salir del Tanatorio, bajar una avenida hasta la iglesia a la que pertenecía Federico. El cura puso todas las pegas del mundo y decidieron que llegaría la comitiva a la plaza de delante del templo, allí el párroco saldría, diría un responso y seguiría el cortejo hasta el crematorio, que estaba en la carretera de salida de la población pero por el otro lado, por lo que había que pasar por la primera avenida, arteria principal de tráfico, suerte que había un paseo central, luego, por la calle Mayor hasta la iglesia, pasarían por la tienda de Federico y luego una calle de muchísimo tráfico hasta salir a la carretera y ya el cementerio y crematorio.

Capítulo IV

El miércoles a las dos de la tarde, de un día soleado de primavera, en la puerta del tanatorio se empezó a reunir la gente.
Jack organizaba todo, vestía de negro absoluto, con un bombín negro, gafas de sol, guantes blancos y una banda de tela negra con ribetes plateados y letras también color plata en la que se podía leer la ya famosa frase: “I was his friend best friend”. Al lado suyo a la derecha de la puerta, estaba el director de la Vieja Banda contratada para la ocasión, todos vestidos de negro, bombín, gafas de sol y guantes blancos. Llevaba el director una pequeña sombrilla negra y el borde exterior blanco. Detrás dos tubas, dos trombones de varas, cuatro trompetas, cuatro saxos y cuatro clarinetes. La percusión era portada por dos cajas, un tambor y un bombo en cuya piel se leía “Good save  Federico”.
Al otro lado de la puerta estaban los amigos de Federico vestidos de pantalón negro, camisa blanca, gorra de plato y guantes blancos con sus instrumentos de música. También estaban su ex viuda, sus seis sobrinos y primos lejanos, solamente faltaba Alfonso.
Llegó a la puerta del tanatorio un coche fúnebre descubierto, con cuatro penachos negros en los vértices del techo que en el centro lucía una peana con una bola negra encima. Dos caballos negros, con herrajes negros y con un penacho negro encima de cada testa. Dos cocheros negros, vestidos de negro y con sombrero de copa guiaban el carruaje.
La banda empezó a tocar un blues triste y melancólico, justo en ese momento aparecieron en la puerta del tanatorio ocho negros de gran altura, vestidos de negro y con camisa blanca portando el féretro, de color plata con ribetes dorados. A mitad de camino del coche,  Jack sacó de dentro de su chaqueta un silbato que llevaba colgando de un cordón plateado y pitó dos veces, el director cerró y abrió la sombrilla dos veces, uno de los trompetas dio un toque de atención y empezó a sonar una marcha alegre y llena de ritmo. Los ocho portantes del féretro levantaron la caja con una mano todos lo que pudieron, luego fueron haciendo saltar el ataúd al ritmo de la banda.
Así llegaron hasta el coche, depositaron al difunto en él y se pusieron cuatro a cada del carro.
Jack, con el director al lado empezaron a andar delante, la banda les siguió y los caballos fueron a continuación.
Después entraron en la formación dos rollizas negras, vestidas de negro, pero bastante escotadas y con faldas ligeramente cortas y marcadas, llevaba unos pañuelos blanquísimos en donde no paraban de echar sus lágrimas y suspiros. Cada una de ellas llevaba a su lado un fornido negro vestido a juego y con una sombrilla cada uno, iguales que la de Jack, con ellas daba sombra a las muchachas.
Justo detrás de las plañideras, marchaba la ex mujer de Federico de luto riguroso y unas gafas con las que intentaba taparse la cara.  Llevaba una pancarta en la que se veía una foto de medio cuerpo de Federico y debajo decía en letras doradas “I love Federico”
A continuación marchaban los familiares de luto riguroso, detrás los amigos que iban tocando piezas algo más alegres que las de la banda principal, luego iban amigos y conocidos, todos ellos bailando al son de la música cuando era animada y compungidos cuando la marcha era triste.
Detrás de los amigos se arremolinaba una inmensa cantidad de gente que se habían unido al grupo y bailaban sin saber, que iban en un entierro.
De todos lados, en las aceras salían personas con cámaras y teléfonos móviles para grabar el acontecimiento, aquello fue seguido por la televisión local e incluso apareció por allí un equipo de televisión nacional.
A medida que avanzaban, Jack abría paso andando y bailando a la vez, ahora avanzaba con el pie derecho hacia fuera, desplazando todo el cuerpo, al siguiente el izquierdo, de vez en cuando daba palmas y cuando quería cambiar el ritmo, tocaba el silbato tres veces para ir a lento y dos para rápido, entonces el director cerraba y abría la sombrilla dos o tres veces según fuese necesario, el trompeta primero hacía un toque de atención y uno de los tambores daba un redoble, el bombo golpeaba también dos o tres veces y cambiaba el ritmo, las plañideras con el ritmo lento lloraban y suspiraban a moco tendido, si cambiaba la música con más swing, cogían las sombrillas de sus acompañantes y bailaban con ellos. La ex daba varias vueltas en redondo como las muchachas que en los combates de boxeo anuncian el round.
En fin, tardaron en llegar a la iglesia una hora cuando se tardan diez minutos andando.
Llegaron a la iglesia y todo el mundo, en señal de respeto calló, salió el sacerdote con su roquete blanco y su estola negra, le acompañaba Alfonso con el isopo y el agua bendita. El sacerdote hizo una corta plegaria, bendijo el ataúd, Alfonso se santiguó cristianamente mientras un par de lágrimas rodaron por sus mejillas y entraron a la iglesia, se cerraron las puertas y entonces Jack, poniéndose al frente de la banda, sacó el silbato y pitó tres veces. Entonces todos los músicos empezaron “When the saint go marching in”, ya seguiría esta pieza hasta llegar al crematorio, mientras todo el mundo bailaba y algunos músicos hacían algún solo con alguna variación de la más pura jazz sección.
A la llegada al crematorio, los ocho acompañantes del coche de caballos vuelven a coger el féretro y lo llevan dentro bailando y haciendo bailar el ataúd, lo depositan en una mesa que hay dispuesta al fondo y la gente ahora entra en silencio y se sienta en los bancos ordenadamente, de la cortina de detrás de la caja salen un grupo de hombres y mujeres ataviados con túnicas lilas y se ponen a los lados, el director da la señal y comienzan a cantar “Swing low sweet chariot”.
Cuando terminan de cantar, la mesa va entrando lentamente por entre las cortinas mientras un bajo interpreta “Deep River”. Cuando termina, de entre las cortinas sale Jack. Se pone en el sitio donde antes había estado la mesa con el ataúd y dice:
Hermanos, nos hemos reunido hoy aquí para rendir homenaje y despedir a nuestro gran amigo Federico, muchos son los que han venido porque lo querían, otros por el interés, alguno por curiosidad y uno, no ha venido porque no quería ver a su tío envuelto en semejante jolgorio el día de su funeral. Me dirán que faltaba otra persona, para ver lo que él había creado. Cuando organizó todo este sarao me dijo:
Lástima, yo no lo podré ver. Y yo le contesté:
Yo soy tu mejor amigo, te doy mis ojos para que lo veas y mis oídos para que lo oigas, y mi nariz para que huelas y todos mis sentidos para que tengas i vivas un entierro como los de New Orleans.
La idea fue de él, pero yo la hice posible, todo por mi mejor amigo, y diciendo esto, puso las dos manos sobre sus orejas y estiró.
En la sala se oyó un grito aterrador, alguno se desmayó, Jack se sacó una careta y allí estaba Federico.
No os asustéis, no he muerto, solamente quería ver mi funeral. Gracias a todos por venir, y ahora os espero en mi casa para comer frijoles rojos y arroz al más puro estilo de New Orleans y cerveza de barril Abita recién traída de Louisiana.

FIN

 

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