Además publico como repetición un pequeño relato que un día me contó Ricardo y que es totalmente cierto, Salvo los nombres de los protagonistas.
CITA EN EL RETIRO
Pedro Fuentes
Capítulo II
Las clases ya habían empezado, yo aquel año había comenzado Filosofía y Letras en la Complutense de Madrid, en la Ciudad Universitaria, ya desde el primer día de clase se empezaba a rumorear que ese año habría muy pocas clases, el ambiente se estaba caldeando, empezábamos a tener noticias de la crisis económica que empezó en Francia a principios del 67, luego ocurrió que las colonias de los grandes estado, recientemente independientes, se negaban en algunos casos a aceptar el “proteccionismo” americano.
En Cuba había triunfado la revolución, Estados Unidos se comprometía de lleno en la guerra de Vietnam, el movimiento hippy empezaba sus campañas de “Haz el amor y no la guerra”.
Pero el disparo de salida de todo lo que se avecinaba fue el encierro de estudiantes en la Universidad de Nanterre en Francia y sobre todo el enfrentamiento verbal entre el <ministro de La Juventud y el Deporte François Missoffe y Coh-Bendit luego conocido como “Dani el Rojo” cabecilla y fundador del movimiento revolucionario “22 de Marzo”.
En España, en esas fechas de 1967 se vivía un gran momento económico, los Planes de Desarrollo estaban creando empresas y puestos de trabajo, La postguerra había terminado, el gobierno franquista había depositado mucha confianza en Cataluña y Vascongadas apoyando la creación de industria y por tanto puestos de trabajo cubiertos por españoles de Andalucía, Aragón y Extremadura sobre todo.
En el año 66 se aprobó la nueva Ley de Prensa conocida también como la “Ley de Fraga” y en la que se aparentaba una libertad mayor que la real, en el 67 se desarrolló la Ley de Libertad Religiosa, que no realizó Fraga, pero se le achacó por los más adictos al régimen, no siendo del agrado de Carrero Blanco, Fraga pagó los platos rotos y fue considerado un “liberal”.
Pese a la nombrada ley de prensa muchos periódicos y revistas fueron “secuestrados” en alguna ocasión como el ABC, La Codorniz. El diario Madrid que fue cerrado definitivamente.
Todo ello fue el caldo de cultivo para que el curso 67/68 en España y sobre todo en la universidad fuese un curso muy conflictivo.
Yo estaba a mis anchas en aquel ambiente revolucionario. Entre que Filosofía y Letras y Derecho llevaban la voz cantante de todo el follón en la “Universitaria” y además en el mundillo del teatro que empezaba con el teatro de protesta y luego en la música comenzaba la canción protesta, sobre todo en Barcelona.
Para Matilde, con sus dieciséis años recién cumplidos era todo un dios, era el héroe revolucionario, a cada momento me pedía que le contase qué pasaba en la Universidad.
Luego, cuando salíamos por ahí, le llevaba a los sitios más bohemios y progres de Madrid.
Las cuevas de Sésamo era cita obligada para tomar una copa después del teatro, en la Cervecería Alemana en la plaza de Santa Ana.
Se maravillaba cuando en alguno de esos sitios nos encontrábamos con algún actor ya conocido y nos saludábamos. Alguna noche aparecíamos por Parnaso, en la calle Viriato, cerca de la glorieta de Iglesias.
Muchas mañana de domingo le llevaba al Rastro, allí le hacía fotografías reflejando su belleza en aquel ambiente y cada vez que las miraba me recordaban a la actriz francesa Marlene Jobert en la película “El arte de vivir…pero bien” de Yves Robert.
Yo vivía independiente en Madrid, con unos amigos compartíamos un piso y allí, en mi habitación había instalado mi pequeño estudio fotográfico. Ahora, en aquel pequeño espacio seguía haciendo fotografías a Matilde, le hice un gran book de fotografías.
Por aquel tiempo ya estaba lo bastante liado para estudiar, iba a la Universidad en función de los jaleos que se pudiesen liar, en el teatro hacía alguna cosilla, sin importancia, lo importante era estar en todos los sitios posibles, trabajaba esporádicamente en alguna cosa, pero seguía recibiendo de mi familia a final de mes la transferencia correspondiente, no sé si porque pensaban que seguía estudiando o porque así permanecía alejado de casa.
Gracias a mis fotografías y al book Matilde empezó a pasar modelos para una casa de costura que la contrató, a partir de entonces nuestros encuentros eran cada vez más lejanos, ella fue conociendo otro mundo y yo empezaba a pasar un poco de ella ya que mi vida iba por otros derroteros y vivía en un mundo de bohemia y revolución.
EL HIPOCONDRIACO (R)
Pedro Fuentes
Esta historia está basada en hechos reales, por lo cual los nombres de sus personajes han sido modificados para conservar la privacidad de los mismos.
Alfredo estaba jubilado cuando Ricardo lo conoció, por la gran afición de los dos por la náutica y la pintura, pronto congeniaron, además tenían el barco en el mismo puerto y muy cerca el uno del otro.
Alfredo era el mayor hipocondríaco del mundo, su médico de cabecera no sabía qué recetarle, ya le había dado todos los placebos existentes. Era tan hipocondríaco que creía tener todas las enfermedades menos las que en realidad tenía, su mujer era una enciclopedia médica, conocía más enfermedades y medicinas que un vademécum, su marido lo tenía todo y más fuerte que nadie, si le dolía la cabeza, o era un derrame cerebral o una embolia, si le dolía el pecho, bueno, eso era gravísimo, un cáncer, una tuberculosis, un ataque cardíaco, en el estómago podría ser cualquier cosa menos que se había pasado comiendo, porque eso sí, era un comedor compulsivo, sus males no se curaban comiendo, pero, se aliviaban bastante. Cuando le dolían las articulaciones, era reuma o artrosis seguro, según él, la espalda, la tenía totalmente rota, además, se auto-medicaba, Ricardo no le podía hablar de nada que fuese relacionado con la salud o la enfermedad, tampoco del hijo de Alfredo, que por cierto era médico forense.
Cómo sería Alfredo que una vez le contaba a Ricardo que había llegado a su casa de noche con su mujer, tenía muchísimas ganas de orinar, según él por culpa de los problemas de próstata que llevaba desde hacía años y no se explicaba como el PSA no detectaba nada anormal, el caso es que con las prisas llegó al baño sin encender la luz, medio desabrochado el cinturón. Con una mano se bajó la cremallera del pantalón y con la otra buscó entre la ropa, con las prisas cogió la punta del cinturón, la enfocó hacia donde creía adivinar el wáter y se puso a hacer pis, de pronto notó varias sensaciones, una que se estaba orinando encima y otra sensación fue que aquello que tenía entre la mano, era totalmente plano e inerte, se llevó tal susto que pensándose lo peor del mundo y tan mal se sintió que se escaparon dos lágrimas y gritó a su esposa: ¡¡Inés!! Mira lo que me ha pasado. Inés corrió al cuarto de baño, encendió la luz y viendo el espectáculo soltó una carcajada. Alfredo al fin, armado de valor se miró entre las manos y un suspiro de alivio le recorrió, ya no le importaba ni haberse orinado encima ni las lágrimas escapadas.
Anselmo tuvo un final feliz para su hipocondría, una tarde de principio de verano, cuando todavía no apretaba el calor, fue a hacer un recado con el coche, era de esas personas que exasperan por llevar una velocidad por lo menos treinta quilómetros por debajo de la permitida, frenaba en casi cada curva, el caso es que en un tramo de recta y en el que no había ni cuneta, tuvo un desmayo, se salió de la vía y se fue parando poco a poco, ya que no ejerció ninguna presión sobre los pedales, al fin, se acabó el recorrido contra un pequeño árbol que ni siquiera se partió. Las personas de un coche que iba detrás, vieron lo ocurrido, corrieron a socorrerlo, cuando llegaron vieron que estaba muerto sobre el volante.
Después de los trámites oportunos, le hicieron la autopsia, su hijo, que el forense quiso saber lo que le ocurrió y estuvo presente, el informe fue tajante, parada cardiaca sin motivo aparente, tenía un cáncer que se le había ramificado por todo el cuerpo, no había sufrido hasta ahora las consecuencias ni los dolores, no le quedaban ni seis meses de vida y una muerte muy dolorosa, un final espantoso, él que creyó tenerlo todo, murió sin tener nunca la certeza de que no era hipocondriaco sino un enfermo real.
FIN
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