¿Existe vida después de la vida? Este relato está basado en hechos reales, no todo es verdad ni fantasía, es una historia novelada sobre un caso real, la historia de Gertrudis es real, por ella me fue contada cuando después del coma, al cabo del tiempo relató lo que sintió y vivió en aquel mundo oscuro en el que nadie creía que sintiese ni oyese. En varias ocasiones me he encontrado con personas en coma, las que han tenido una segunda oportunidad, me han comentado que efectivamente oían, sentían y sufrieron.
Si alguno de vosotros ha tenido relación con casos similares, os ruego que me hagais llegar vuestras experiencias a este blog.
Y ahora ............
Y NO ESTABA MUERTA
Pedro Fuentes
Capítulo I
Cuando Gertrudis cayó por aquellas escaleras de su casa,
pensé que se había matado, rodó desde el piso por la escalera de caracol que
tan poco le gustaba, siempre decía:
Esta escalera tan retorcida y con medios escalones me va a
matar, pánico le tengo cada vez que la tengo que bajar.
Yo estaba en el porche de la casa, arreglando unas plantas,
la puerta estaba abierta como casi siempre y oí un gran ruido y entré
corriendo, la escalera está a la izquierda de la entrada y la puerta si no está
cerrada no te deja ver el resto del recibidor ni la entrada del salón cuya puerta
queda a la izquierda de la escalera, por lo que tardé un momento en ver nada
hasta que cerré la puerta. Al ver a mi mujer en el suelo y con el cuerpo
retorcido, el brazo derecho hacia atrás dislocado del hombro, el izquierdo le
había quedado debajo del cuerpo y ambos pies mirando hacia el mismo lado igual
que las rodillas. Un hilo de sangre manaba de la sien derecha y toda ella
inmóvil.
Corrí a su lado y le
tomé el pulso, noté unos leves latidos
en mis dedos índice y corazón, vi también que su labio inferior temblaba
ligeramente, no me atreví a moverla, corrí al teléfono situado en el otro lado
del recibidor y llamé al primer número que se me ocurrió, el 091, me contestó
la policía y se hicieron cargo de todo, la verdad es que con lo largo que se me
hizo el tiempo, solamente pasaros 5 minutos en los que yo me acerqué a
Gertrudis, le levanté ligeramente la cabeza con mi palma derecha y le puse un
pequeño cojín de la silla que hay enfrente de la mesita que hace de recibidor,
me senté en el suelo a su lado y le cogí la mano mientras le decía:
¡Cariño! Ya he avisado, enseguida vendrán, tranquila, verás
como no ha sido nada, te pondrás bien, ya verás.
Por un momento me pareció que abría el ojo derecho y me
miraba.
Cuando llegó la ambulancia, el médico que venía con ellos,
tomó el pulso de nuevo, midió la presión sanguínea, le miró la pupila, le
pusieron una mascarilla, un par de inyecciones, no sé de qué, le inmovilizaron
el cuello con una especie de collarín y la tendieron en la camilla con sumo
cuidado, a la orden de tres, izaron la camilla, de la que salieron unas patas y
delicadamente pero sin pausa, la trasladaron a la ambulancia, me invitaron a
acompañarla y nos fuimos para el hospital con las sirenas a toda marcha.
Mientras íbamos, el médico y la enfermera hacían pruebas a
Gertrudis, yo observaba sus caras y no me daban buena impresión, además, hacían
entre ellos algún comentario en voz baja y lo único que capté fue que no
respondía a ningún estímulo. Por un par de veces le inyectaron algo en el
gotero y en el monitor que llevaba parecía como si las pulsaciones y el ritmo
cardiaco aumentara.
Llegamos al hospital y lo único que me dijeron fue que me
acercara al mostrador de recepción para hacer el ingreso.
Estaba sentado en la
sala de espera cuando me llamaron por el altavoz, acudí al mostrador y me
indicaron un despacho para que entrase. Abrí la puerta y allí había, al frente
una mesa en la que detrás, sentada había una mujer con una chaquetilla blanca y
el anagrama del hospital en el lado superior izquierda de ésta. Me indicó con
un gesto que me sentara y así lo hice, inmediatamente me dijo:
Cuénteme detalladamente qué pasó.
No lo sé, vivimos en una casa de dos plantas, yo estaba
fuera, en el porche arreglando unos tiestos cuando oí un fuerte ruido, entré y
me encontré a mi mujer tendida en el suelo. Como estaba arriba arreglando la
habitación, supuse que se había caído por las escaleras. Corrí a atenderla, al
ver en qué estado se encontraba, no quise tocar nada y llamé pidiendo ayuda.
¿Por qué llamó a la policía?
Porque fue el primer número que me vino a la cabeza, con
tanto, que hay, me hice un lío, que si policía local, que si bomberos, que si
112, que si para el maltrato, etc, el primero que me vino fue el 091.
¿No sería el subconsciente que le hizo creer que era un
delito?
No, señora, la cosa estaba clarísima.
¿En la casa hay más puertas, por detrás?
Si, en la cocina hay una que da al jardín trasero y al
garaje.
¿Estaba usted solo en la casa?
Si, además de mi esposa.
¿Pudo salir alguien por detrás?
Un momento, señora, dije algo enfadado, ¿Quién es usted para
someterme a este interrogatorio?
Soy la responsable de
discernir en este hospital si hay o ha habido maltratos a la mujer o a los
niños.
Pues miré, señora, estoy aturdido por lo que le ha pasado a
mi mujer y esperando a que me digan algo, así que déjeme en paz, coño, y si
quieren interrogarme, llamen a la policía, que usted no es nadie para machacar
a la gente por el mero hecho de tener un familiar herido. Me levanté y salí de
la habitación.
Una hora después me volvieron a llamar, pero esta vez era el
doctor que había atendido a la mujer.
Sr. Ramón, su mujer ha sufrido un muy grave accidente, la
tenemos en coma inducido hasta que podamos determinar el verdadero estado de
todo, tiene dos vértebras lumbares rotas y afectada la médula, además con no
tanta importancia tiene la clavícula y la pelvis rota, el húmero del brazo
izquierdo, un poco más arriba del codo también está roto y una fisura de cráneo
que estamos evaluando. No sabemos todavía qué secuelas pueden acarrear estas lesiones,
en principio, una vez la saquemos del coma inducido, puede que no llegue a
despertar y siga en un coma que puede ser irreversible, pero eso son
suposiciones, lo que si creemos es que quedará inválida, la lesión de la médula
es muy grave, es posible que pierda la movilidad de uno o dos brazos, en cuanto
a la fractura de cráneo, es limpia y no ha perdido masa encefálica, quizás haya
perdido la visión de un ojo, pero todavía no se puede asegurar nada, hasta que
no pasen 48 horas no podemos hacer ni asegurar nada, dentro de una media hora
le avisaremos para que pueda entrar un momento a verla en la Unidad de
Vigilancia Intensiva, luego tendrá que salir y no podrá verla hasta mañana otro
momento, así que después de la visita de hoy puede marcharse a casa, que si
hubiese alguna evolución, tanto positiva como negativa, le llamaremos a su
móvil.
Aquello me dejó anonadado, no sabía qué hacer ni qué pensar.
Al poco rato aparecieron por la sala de espera dos vecinos que se habían
enterado y venían a saber algo.
Al cabo de una hora
me avisaron para poder pasar a ver a Gertrudis, me llevaron a un cuarto anterior
a la UVI, allí me hicieron descalzar, ponerme una funda en los pies, una bata
verde un gorro del mismo color y una mascarilla, me hicieron lavar las manos
con un desinfectante y me acompañaron por entre varias camas en las que había
pacientes acostados, inmóviles y conectados a diferentes aparatos, así llegamos
a la que estaba mi mujer, la pude reconocer porque me lo dijo la enfermera,
además de llevar casi toda la cabeza vendada, tenía puesta una mascarilla de
oxígeno y un color amoratado cubría casi toda su cara.
Acaricié sus dedos de la mano derecha con sumo cuidado ya
que del dorso de ésta le salía un
catéter.
Gertrudis, estoy aquí contigo, me han dicho que no me oyes,
pero yo creo que sí, solamente puedo estar un ratito contigo, luego tengo que salir,
pero ellos te cuidarán, no te preocupes por nada, verás cómo te curarás pronto
y todo pasará.
Cuando vino la enfermera a avisarme que tenía que marchar,
le di un beso a través de la mascarilla en su mejilla y le dije: Te quiero.
Capítulo II
¿Qué ha pasado? No recuerdo nada, de pronto he sentido como
un gran golpe que me nubla la vista, estoy como flotando, no me duele nada,
pero pienso que no debo moverme, solamente siento que estoy inmóvil, boca
abajo, del lateral derecho de mi cabeza noto como un líquido viscoso y caliente
me inunda un ojo.
Me quedo totalmente inmóvil, quiero analizar qué me pasa,
todo es una nube negra que no me deja ni ver ni sentir, pero allá, en algún
lado de la lejanía veo un pequeño punto blanco, como a veces se ve en el centro
de la pantalla del televisor cuando lo apagas, pero éste al contrario, va
creciendo, se acerca a mí, lo inunda todo, no es un punto, es como un tubo que
se ensancha, es como un túnel que me absorbe, que me atrae hacia el fondo,
donde hay un gran resplandor blanco, voy
flotando hacia él, pero ya no siento sino una paz, una tranquilidad, me viene a
la memoria cuando me operaron, al principio tenía frío e incluso pedí una
manta, luego notaba como no podía decir nada e incluso los números que iba
contando como me dijeron, se alejaban de mí y cada vez me costaba más decirlos,
pero entonces no ví ni la luz ni el túnel, ahora flotaba, era como una nube que
La Luz aspiraba.
De pronto me encontré parada por algo, noté que alguien me
sujetaba por la mano derecha, más bien por la muñeca, el resplandor pereció un
poco más sombrío.
Algo me sujetó con más fuerza, noté que me abrían un ojo, me
pincharon unas cuantas veces, mi cuerpo empezaba a dolerme terriblemente, el
hombro, la cabeza, la cadera, sin embargo las
piernas no las sentía, me pusieron algo en la cara de lo que
salía un aire fresco que me entraba por la boca y la nariz y hacía fuerza para
llegar hasta mis pulmones.
Otra vez empezaba a sentir calma, poco a poco notaba que me
dormía en un agradable sueño reparador, caí en un sopor en el que ya no recordaba nada, me dormí como
cuando era niña y mi madre me contaba cuentos, quería oírlos pero la voz
desaparecía.
No recuerdo nada de lo que pasó, al cabo de un rato, para mí
un suspiro, empecé a oír voces a mi alrededor, eran voces extrañas que hablaban
de vendas, gasas, goteros, todo palabras de hospital y de médicos, una vez oí a
una mujer que decía:
Pobrecilla, ¿Qué le ha pasado?
Ha tenido un accidente doméstico o su marido que la ha
querido matar.
Por favor, no digas esas cosas, que te puede oír.
No, qué va, está en coma, suerte tendrá si se salva.
Aquellas frases me martilleaban en la cabeza, de pronto
empecé a tener un vago recuerdo de lo pasado, estaba arreglando una habitación
cuando sonó el teléfono, le grité a mi marido:
¡Ramón! ¡El teléfono!
Pero nadie contestó,
salí de la habitación para bajar hasta el recibidor y coger la llamada.
Tropecé con algo, quizás una alfombra, caí de bruces sobre
la barandilla, reboté y caí sobre el hombro contra el primer escalón, intenté
agarrarme a la barandilla y rodé de espaldas con la cabeza para abajo, fue un
golpe seco y muy fuerte, giré sobre mi cabeza y di una vuelta de campana, y
otra, y otra y llegué al suelo del recibidor.
Ahora me encontraba inmóvil en una cama, no veía nada,
intenté abrir los ojos y no pude, quise mover un dedo, tampoco lo logré.
Noté como alguien acariciaba mis dedos, era la misma voz que
me había retenido cuando marchaba hacia La Luz. Me decía que me curaría, quise
sonreírle, pero tampoco pude. Noté el roce de algo sobre mi mejilla y después
nuevamente el silencio salvo aquellas voces lejanas que a veces se acercaban y
tocaban algo a mi alrededor.
En medio de esos recuerdos y hechos, dormía o no sentía nada
en absoluto.
De vez en cuando venía la voz del hombre que me acariciaba
la mano y me decía cosas bonitas.
Quería agradecerlas abriendo un ojo, o una sonrisa, o
simplemente mover un dedo, pero no podía.
A veces sentía cómo los médicos se acercaban y decían cosas
que no entendía. Venían y me cogían los brazos y las piernas uno a uno,
levantaban mis miembros y los dejaban caer, otros me pinchaban en la planta de
los pies, también golpeaban suavemente codos y rodillas, yo quería moverme,
decirles que sí sentía, pero no podía, luego, a veces, cerca de mí comentaban
que no tenía movilidad, que no había ningún síntoma de nada, otras veces
hablaban cuando se alejaban, alguna vez me abrían el ojo, enfocaban con una
linterna y me hablaban:
¡Gertrudis!,
¡Gertrudis!, ¿Nos oyes? ¡Abre un ojo!, ¡Mueve un dedo!, ¡Respira más fuerte!,
¿Puedes llorar?
Yo intentaba todo, les hubiese dicho que sí sentía, que les
oía, que lloraría aunque fuese porque no sabía qué me pasaba.
Cuando sentía algún comentario de ellos, todos eran del
mismo estilo:
No siente nada, no oye, no responde a los estímulos.
Y yo quería gritar, llorar, patalear, cualquier cosa que
dijese que solamente dormía. En mi interior habitaba la locura, notaba como si
a veces mi boca se llenase de un líquido salado, luego me parecía que lloraba,
pero ellos no sentían.
De vez en cuando venía la voz que me acariciaba, empezó a
contarme cosas que yo recordaba vagamente, me hablaba de sitios que yo creía
haber visto, de barcos, de aviones, de bodas, de él y de mí, pero no podía
responder.
Después de varias visitas comprendí que era Ramón, mi
marido, pero una vez alguien a mi lado había dicho que quizás intentó matarme,
eso me machacaba en el cerebro, pero Ramón no haría eso, él me quería y yo a él.
No sé cómo pasaba el tiempo, de pronto no oía nada o me
notaba con gente a mi alrededor hablaba, pero era incapaz de saber qué pasaba
entre ruidos y conversación y otros, el tiempo parecía no existir, todo parecía
suceder en el mismo espacio y cada cosa encadenada a lo anterior, no parecía
dormir, no soñaba, solamente me agolpaban en la cabeza palabras, recuerdos de
los que me hablaba Ramón, pero todo sin sentido ni orden.
Una vez oí que me trasladarían a planta y ver si
evolucionaba, que las heridas cicatrizaban bien.
Me habían operado de todo lo operable y no había ninguna
causa para que siguiese sin responder a los estímulos.
Capítulo III
A la mañana siguiente del accidente, estaba en casa, recién
levantado preparándome para ir al hospital cuando llamaron a la puerta, abrí y
se presentaron dos hombres que me enseñaron unas placas y me dijeron que eran
policías.
Les dije que pasaran y me dijo uno de ellos:
Hemos recibido una denuncia del Servicio Social referente al
accidente de su esposa que dice que no quiso responder a sus preguntas.
¡Eso no es cierto! Esa señora, justo cuando estaba esperando
que saliese un médico de atender a mi esposa, me hizo pasar a un despacho y
poco menos que me acusó de violencia de género e intento de asesinato de mi mujer.
El trámite, dijo otra vez el policía, es que hay que
analizar los hechos para localizar posibles delitos.
Repito, esa señora me empezó a interrogar como si yo fuese
culpable y no tuvo ninguna consideración conmigo, como pese a mis
contestaciones quiso empezar hasta con preguntas personales, le dije que no admitía que nadie
me interrogase sin ser policía o un profesional serio.
Esa señora está capacitada y titulada para hacer las
preguntas que crea pertinentes si sospecha
que se ha cometido un delito, pero bueno, nosotros hemos venido a investigar el
lugar de los hechos e interrogarle ya que existe una denuncia por parte de los
Servicios Sociales.
Mire usted, estamos en un estado de derecho, les he dejado
pasar para dialogar y responderles a las preguntas que buenamente me quieran
hacer, pero como también ustedes actúan con animadversión contra mí, quiero
hacerles saber que si lo que quieren es interrogarme, primero, tengo derecho a
solicitar a mi abogado y la orden correspondiente para entrar en mi casa. Ahora
bien, si lo que quieren es que les cuenten lo que pasó, con mucho gusto, pero
no crean que no conozco mis derechos y que me voy a dejar intimidar ni por
esa…señora ni por un par de policías dispuestos a creer que están juntamente
con la señora o señorita en posesión de la verdad, así que harían ustedes muy
bien en pedirme las cosas con otras palabras y pensando en lo que yo estoy
pasando por tener a mi esposa tan mal
Que los médicos dicen que lo mejor que puede pasar es que
quede casi como un vegetal.
Y tal como dije en el hospital, estaba en el porche
arreglando unas plantas, que por cierto las dejé a medias y allí están todavía.
No sé si algún vecino me vio, yo si vi personas que pasaron por la calle pero
absorto en lo que hacía, no vi ni quienes eran.
De pronto sentí un gran golpe dentro de la casa, fue un
golpe largo, tardó varios segundos, dejé lo que hacía y entré corriendo, de
hecho en el porche está todo todavía en medio salvo una pala pequeña que se
quedó allí y cuando llegué ayer del hospital le di una patada porque tropecé
con ella y por poco me caigo, pero como ya he dicho, corrí a dentro y al
principio no la vi porque la puerta de la calle la tapaba.
¿Cuándo usted entró estaba la puerta abierta o la tuvo que
abrir?
Normalmente, cuando estamos los dos en casa o estamos
haciendo algo en el jardín, incluso hay una pieza para sujetarla, ésta que ven
allí, dije señalando detrás de la puerta, para evitar que con la corriente se
cierre. Ayer estaba abierta y sujeta, y la de la cocina también, ya que allí
tengo un lugar para guardar las cosas de jardinería y estuve entrando y
saliendo.
Pero como les digo, entré y me la encontré allí tendida, no
la moví para nada, solamente le cogí el pulso y llamé pidiendo ayuda.
¿Por qué llamó a la policía?
De pronto me vinieron a la cabeza un montón de teléfonos,
que si bomberos, protección civil, policía local, maltratos….. El único que
estaba seguro era el 091 de toda la vida, la cuestión era no perder tiempo.
Luego le fuse un pequeño cojín debajo de la cabeza.
¿Llamó primero o le buscó el pulso?
No lo sé, no puedo
recordarlo, le miré el pulso y le miré el blanco del ojo, esto último no
sé por qué lo hice, quizás porque lo he visto hacer.
Cuando llegamos al hospital con la ambulancia, me enviaron a rellenar formularios y luego me
dijeron que fuese a la sala de espera que me llamarían.
Cuando me vinieron a buscar, me pareció que era muy pronto y
me dio un vuelco el corazón, aquella mujer, por cierto muy desagradable se puso
en plan inquisidor y sencillamente la mandé a paseo por no enviarla a otro
sitio, me considero una persona agradable, educada y simpática, pero hay cosas
por las que no paso, y una de ellas es esa falta de consideración con las
personas y ese querer parecer que se está por encima de todo sin pensar entre
otras cosas que la persona que tienen enfrente están sufriendo.
Bueno, creo que ya está todo, ¿Nos dejaría que viésemos la
escalera por donde cayó?
¿Ha tocado algo?
No, solamente la señora de la limpieza que vino ayer, quitó
la mancha de sangre, lo demás está igual. Miren, esta es la escalera y supongo
que rodó desde arriba, no lo vi, he mirado si pudo tropezar con la alfombra que
hay en el descansillo de arriba.
¿Tienen algún animal doméstico? ¿Perro o gato con el que
pudiese tropezar?
No, no tenemos, ni críos que pudiesen dejar juguetes por
medio. Estamos los dos solos.
Los dos policías subieron las escaleras, miraron y midieron
todo y bajaron de nuevo.
Bueno, no le molestamos más, creemos que todo está claro,
cuando su esposa despierte le pediremos que nos explique qué le pasó, mientras
tanto le deseamos que se cure cuanto antes y todo quede en un susto.
No es eso lo que dicen los médicos, parece ser que ha
perdido la movilidad por lo menos de cintura para abajo.
Salieron los policías y a continuación lo hice yo para ir al
hospital
Cuando llegué al hospital, antes de entrar a ver a Gertrudis
me llamó a una pequeña sala en neurólogo que atendía a mi esposa.
Mire, señor Ramón, el estado de su esposa está estable, no
parece haber mejoras ni tampoco mayor gravedad, le hemos hecho muchísimas
pruebas y no responde a nada, pero sin embargo, la lesión de la columna
vertebral, que es grave, porque ha perdido totalmente le movilidad de las
piernas no es razón para otras muchas cosas, el golpe y rotura del cráneo no
parece afectar ni a la vista ni al habla, todavía persiste la inflamación y hay
que esperar a que remita, pero no hay derrames ni daños importantes, además la
fisura es limpia y no ha habido desplazamiento del hueso ni pérdida de masa encefálica.
Pero no responde a los estímulos, se le han hecho encefalogramas, TAC y demás
pruebas. Seguiremos teniéndola en observación en la UVI mínimo unas setenta y
dos horas más, pero si persiste la tendremos que enviar a planta para poderle
hacer la mayor rehabilitación posible, aquí se le hace algo, todo a base de
moverle las articulaciones, pero allí le podremos hacer más cosas. Pero lo
interesante sería que recobrara el conocimiento.
¿Puede pasar mucho tiempo para eso?
Es impredecible, porque es que no hay causa aparente.
Primero le quitaremos el oxígeno y la respiración asistida para ver cómo
reacciona. Luego veremos qué podemos hacer.
Capítulo IV
Otra vez han venido varios médicos, he notado que me movían,
a veces me cogen brazos y piernas y me los doblan durante varias veces, también
me dan como friegas, en las piernas no noto nada, pero en brazos y resto del
cuerpo siento el líquido frio.
Hay una mujer que ha venido varias veces, se acerca a mí y
la oigo rezar, luego me hace la señal de la cruz y me dice cosas como que Dios
está conmigo y no me abandonará, que ofrezca mis dolores por la salvación de
las almas, pero yo no siento dolores. No he sido una persona muy religiosa,
pero aquí rezo y me acuerdo de toda mi vida, me arrepiento de muchas cosas,
sobre todo cuando he tratado a las personas de alrededor con desprecio.
Lo que oí de mi marido, no puede ser verdad, me da vueltas a
la cabeza, pero él me ha querido siempre y no haría una cosa así, pero estando
como estaba en el porche tenía el teléfono más cerca que yo y supongo que lo
oiría mejor, tampoco sé con qué tropecé, los escalones son peligrosos, pero no
había llegado ni siquiera al primer escalón.
Ramón ha llegado, me coge la mano y me besa en la mejilla,
me gustaría decirle o hacerle saber que si me entero y que se lo agradezco, no
creo que me haya querido matar, eso son cosas de malas personas, es bueno y me
trata con cariño, me habla, me cuenta qué día hace, hoy hay sol y una
temperatura agradable, luego, cuando salga del hospital irá andando hacia casa,
dando un paseo, ha venido en autobús porque por aquí no hay quien aparque.
Quisiera decirle las pruebas que me han hecho, he oído a los
médicos diciendo que no tengo nada para estar totalmente paralizada, yo no sé
cómo decirles que no, que no puedo moverme pero que los oigo y siento, hasta
alguna vez cuando me pinchan en los pies y siempre que me lo hacen en los dedos
de las manos, incluso cuando me dan golpecitos con algo como un martillo en los
codos, en las rodillas no, ni en los tobillos. Cuando estiran de los párpados
para verme los ojos, quisiera moverlos para que me vean, pero no veo nada, todo
es oscuridad.
Ya no he vuelto a ver aquella luz dentro del túnel, ahora
todo es negro, alguna vez, cuando están los doctores y me estiran de las
pupilas, veo como un pequeño reflejo de luz, pero desaparece enseguida, luego
oigo: Nada, no ve nada ni siente, entonces quisiera llorar, mover las pupilas,
sonreír, cualquier cosa que les diga que oigo y siento, pero no puedo, entonces
ellos
se marchan y a veces no dicen nada agradable, oigo que dicen
que soy un vegetal, que en cuanto me saquen la respiración asistida moriré y
que es lo mejor que me podría pasar, ya sé que no les puedo hacer señales, pero
son muy crueles y pienso que no son buenos médicos, que tratan a los pacientes
como trozos de carne, solamente está la mujer que viene a rezar a mi lado, ella
si cree que le escucho y que dentro de mi hay una vida que siente, que sufre,
que padece. Ahora sé que hay alguien más allá que vela por mí, que me tiene así
para que purgue mis pecados en la tierra para entrar más limpia en su casa.
Ramón ya se ha ido, hoy le he oído llorar, ha disimulado,
pero le he oído llorar, él también cree que le oigo.
Como me han quitado la mascarilla y solamente tengo dos
tubitos en la nariz, de vez en cuando me moja los labios resecos con agua.
Como quisiera agradecérselo aunque me haya querido matar.
Oigo continuamente como las enfermeras, supongo, pasan cerca
de mi, hacen algo, alguna vez entre ellas dicen que hay que cambiarme un
gotero, también me pinchan en el estómago, hay una enfermera que cuando me hace
algo me lo dice, sé que el pinchazo en el estómago es para que la sangre
circule mejor y no se coagule y me produzca un trombo, esta enfermera cuando
llega a mi lado me roza la mano y me dice:
Gertrudis, vengo a cambiarte el gotero para que comas por la
vena, éste de hoy te va a gustar, es de cocido, pero no engorda, de camino te
mediré la temperatura y luego vendré a darte crema para que no te salgan
llagas, además hay que cambiarte los pañales, pero tú tranquila, ya lo haremos
todo nosotras.
Tiene una voz que parece de jovencita, es la única que me
habla además de la que viene a rezar.
Cuando se ha ido mi marido, ha venido y me ha dicho, tienes
que ponerte buena, aunque sea por tu marido que lo está pasando mal, tendrás
que decirle algo porque él siempre te habla y te pregunta cosas.
Han dicho los médicos que mañana quizás me envíen a planta,
cuando sepan los resultados de las últimas pruebas, hablaban entre ellos, pero
yo no sé cuando es hoy o mañana, no tengo noción del tiempo, duermo mucho y
cuando despierto desconozco cuanto tiempo he estado dormida, si no hay nadie
cerca solamente se oye un pitido continuo, un pi, pi, pi, uniforme, es algo que tengo cerca, muchas veces me pongo a
contarlos pero me duermo enseguida.
Toda mi vida pasa continuamente por mi cabeza, es curioso,
tengo recuerdos de los que nunca me había acordado, incluso de mi más tierna
infancia, a veces me parece recordar que estoy
en el cuco, de bebé y llegan a casa personas que me miran y
me hacen tonterías, quieren que ría pero a veces me asustan porque hacen ruidos
raros y con un dedo me tocan la barbilla y yo los veo feos y lloro, mientras
ellos se ríen, así consigo que mi mamá me coja y arrulle, otros me gustan,
porque me hablan con ternura y yo río.
Recuerdo cómo voy creciendo, cómo me separan de mi mamá y me
llevan al colegio, yo entonces no sabía que era un colegio, pensaba que era
como una prisión de niños en la que había que estar sentada durante mucho rato,
había otras niñas que me pegaban y arañaban, otras jugaban conmigo, y así me
iba haciendo mayor, recuerdo mis primeras salidas sin mis padres y a salíamos
con chicos, y mi primer amor, mi primer beso entre bromas y juegos y luego
conocí a Ramón y mi vida cambió él me trataba muy bien, me decía que me quería,
yo también lo quería a él.
Nos casamos y creo que hemos sido felices, aunque quizás él
no y por eso me ha querido matar. ¿Será porque no le he dado un hijo como él
quería? Al principio fuimos a médicos e incluso pensamos en la adopción, luego
nos fuimos acostumbrando y vimos que también el no tener hijos nos permitía
entrar y salir cuando nos daba la gana, viajar, en fin gozábamos de toda la
libertad del mundo, veíamos a nuestros amigos que muchas veces no podían salir
ni viajar, siempre pendientes de que no enfermasen, siempre protegiéndolos se
olvidaban de ellos mismos. Nosotros nos acostumbramos a viajar y salir solos
los dos y la verdad es que lo pasábamos bien.
Ya oigo a los médicos que vienen otra vez, ahora me harán
todas las revisiones, me pincharán y darán con el martillo, me estirarán de los
párpados.
Hoy hay uno nuevo, se ha puesto a mi lado, me coge la mano y
me dice:
Bueno, Gertru, no tienes nada que te obligue a estar dormida
y sin moverte, ya es hora de que dejes de hacer el vago, tenemos que hacerte
mucha rehabilitación y así no podemos, además, en planta estarás mejor y tu marido
podrá estar contigo más horas.
Qué voz más bonita tiene, es una voz grave, muy grave y muy
agradable, me recuerda aquella voz de los narradores de las novelas de la radio
en los años sesenta, presiento que su físico tiene que estar de acorde con su
voz, tengo que verlo.
¡Mirad! Dijo una voz femenina ¡Ha abierto los párpados
ligeramente!
¡Veo! Algo borroso pero veo claros y oscuros.
¡Dios mío! ¡Lo veo! Es guapísimo y muy alto.
El murmullo de los médicos se convirtió en voces excitadas,
el doctor de la voz me ha dicho:
¡Gertru! Ya vemos que has despertado, ¿Puedes hablar?
Intento responderle pero no puedo, él se da cuenta y me
dice:
No te preocupes, si me oyes, abre y cierra los ojos una vez.
¡Lo he hecho! ¡He podido!
Muy bien, lo has conseguido, ahora si no puedes hablar abre
y cierra los ojos dos veces.
Es muy fácil responderle, es un juego entretenido.
Me hace un montón de pruebas y yo le respondo si o no, pero
a veces se equivoca y me hace preguntas que la respuesta no es ni si ni no,
entonces abro y cierro los ojos varias veces y él se da cuenta y rectifica.
Capítulo V
Cuando me llamaron no lo podía creer, me comunicaron que
había abierto los ojos pero que eso podía ser un síntoma muy bueno pero también
el principio de una larga y penosa rehabilitación.
Dejé todo lo que estaba haciendo y salí rápidamente para el
hospital, entré a la UVI pese a que no era hora de visita, estuve con mi mujer,
le dije que estaba allí, que me dijera si me oía y me respondió con un abrir y
cerrar de ojos afirmativo, le comuniqué que no podía permanecer allí más rato y
que iba a hablar con el doctor, que luego, a la hora de visitas volvería y que
además le tenían que hacer muchas pruebas.
Salí y una enfermera me comunicó que el doctor me estaba
esperando.
Entré en su despacho y se levantó de la mesa para darme la
mano y felicitarme.
Bueno, su esposa ha dado un paso muy importante, pero hay un
problema, después de todos los exámenes realizados, no hay ninguna razón para
la pérdida total de movilidad, salvo la de las extremidades inferiores que hoy
por hoy la medicina no tiene solución para ella, hay una rotura de dos
vértebras y la médula espinar que le ocasiona una invalidez total en las
piernas, el resto del cuerpo, no hay causa ninguna para que esté paralizada, su
cerebro aparentemente no está dañado físicamente, pero es un campo muy
desconocido su interior, así que podemos pasar mucho tiempo sin mejoras, puede
recuperar alguna movilidad y algún sentido, como ha recuperado la vista, el
movimiento de párpados y ojos y el raciocinio, le hemos hecho pruebas, todavía
solamente una parte y su cabeza responde correctamente, tiene una lógica
correcta y unos reflejos mentales de una
persona normal. Por eso puede ser problemática la recuperación, porque no hay
causa física para la inmovilidad. Quizás se recupere poco a poco o se cierre y
quede dormida para el resto de su vida o pasen años, cuanto más años pasen peor
será, porque sus músculos y nervios se irán agarrotando.
Mañana le pasaremos a planta y la someteremos a una rehabilitación
total, así que hoy ya no podrá pasar a verla, cuando venga mañana a primera
hora la llevaremos a planta y queremos que usted esté presente, es posible que
en esa rehabilitación, sobre todo la psíquica porque no conocemos qué le hace
seguir así y quizás nos pueda dar la clave.
Nos tendrá que rellenar un cuestionario para que sepamos qué
preguntas hacerle, son cosas sobre todo de la vida de ella y ustedes antes del
accidente, por ejemplo si trabajaba y en qué como fue su vida en común,
relaciones, si tienen más familia, qué hobbies tienen, si hablaba otro idioma,
afición a la lectura, etc. Ahora cuando salga, mi enfermera se lo dará y le
señalará un despacho donde pueda rellenarlo.
El doctor llamó a su enfermera y ésta entró, recibió las
instrucciones e hizo que le siguiese, me acomodó en un pequeño despacho sala de
estar y me entregó un cuadernillo y un lápiz.
Cuando termine, yo estaré aquí fuera, tómese el tiempo que
necesita.
Estuve hora y media para responder a todo tipo de cuestiones
incluidas de nuestra vida sexual en común.
Después de terminar, salí, le di el cuadernillo a la
enfermera y quedé en volver al día siguiente a las nueve y media.
El resto de la mañana lo pasé llevando el parte de baja a la
empresa donde trabaja la mujer, una multinacional en la que ejercía de
administrativa, estuve hablando con su jefe de relaciones laborales y le
expliqué la situación, le indiqué que en principio había que esperar pero que
salvo un milagro, habría que solicitar la inutilidad total, en este caso, la
empresa tiene un seguro colectivo y un plan de pensiones del que se podrá
disponer su fuese necesario y la Seguridad Social empezaría a pagarle como
pensionista, que gracias al tiempo cotizado y a los años, sería una cantidad
bastante importancia.
Todo esto permitiría abordar unos gastos de rehabilitación
que podían ser muy costosos.
Hablé con sus compañeros que no se imaginaban lo grave del
accidente, una de sus compañeras quedó en recoger los efectos personales de
Gertrudis para guardarlos hasta que yo le llamase para entregármelos.
A la mañana siguiente, cuando volví al hospital me indicaron
que una vez retirados los respiradores, oxígeno y demás ayudas, había
reaccionado bien y no parecía tener ningún problema, sus constantes vitales
eran las correctas y el hematoma del cerebro había remitido pero seguía con la
inmovilidad más absoluta salvo el parpadeo y movimiento de los ojos.
El doctor me hizo pasar para que hablase con ella con
cuidado de que le hiciese preguntas sencillas a las que me pudiese responder con
el movimiento de los párpados pero que intentase que moviese los dedos, en
éstos habían hecho pruebas y no los movía, pero no los tenía agarrotados, en
fin, seguíamos en las mismas, no había razón para que no se moviese salvo las
piernas que no parecían tener solución, todo parecía efectos de un shock del
que no se sabía cuando se recuperaría.
A medio día fue trasladada a planta, seguía con la
alimentación por goteo y estaba conectada a un monitor que informaba y vigilaba
de todas sus constantes vitales.
Me entregaron unas cuartillas con los horarios y el tipo de
rehabilitación y me pidieron que estuviese presente en muchas de ellas porque a
veces sicológicamente un familiar cercano podía ser positivo.
A los quince días se había avanzado algo, con la ayuda de
una enfermera empezó a comer alimentos más o menos sólidos, había que abrirle
la boca para introducírselos, pero luego los tragaba, movía la cabeza
lateralmente y los dedos de ambas manos los abría y cerraba. Le quitaron el
monitor y el gotero, y pasaba la mayor parte del día sentada en una silla de
ruedas, por lo cual la llevaba a pasear por los pasillos de la planta, luego me
dieron permiso para sacare al jardín del hospital. La vista estaba recuperada e
incluso veía la televisión y entendía todo lo que oía.
Una semana después tenía movilidad reducida en el brazo
sano, las radiografías del fracturado junto con la clavícula daban buen aspecto
y pronto le quitarían la escayola.
Ya abría la boca por ella sola y podía comer alimentos más
sólidos puesto que podía masticar. Controlaba bastante los esfínteres y avisaba
según un código inventado moviendo el pulgar hacia abajo. Incluso sonreía
cuando se lo pedíamos y lloraba, muchas veces, cuando no la veía nadie lloraba.
Vino por la habitación la enfermera que rezaba a su lado
cuando estaba en coma y se habituó a venir antes de entrar o al salir del turno
si la hora no era intempestiva.
El doctor que la había despertado, la visitaba junto con
otros doctores cada día y me decía que era muy bueno que hiciese progresos
aunque fuesen pequeños, porque esto era la puerta que se abría a otros mayores.
Me comunicó que en cuanto se le quitasen las escayolas, la
mandarían a casa y que tendría que seguir con la rehabilitación, también me
envió a un fisioterapeuta para que me indicase qué tenía que hacer para
conseguir la mayor movilidad posible en casa.
En la casa lo teníamos bastante bien, es un chalet, no muy
grande pero tiene una planta baja bastante amplia, con un salón comedor, la
cocina, un cuarto de baño, al que habrá que sacarle la bañera y poner solo
ducha, una sala de estar y un pequeño
despacho, la sala de estar se puede reconvertir en habitación y el recibidor,
por la cocina se puede salir a un patio trasero y por delante la puerta de la
calle que lleva a un porche y el jardín que separa la casa de la calle. Los
únicos escalones son del porche al jardín, pero hay espacio suficiente como
para hacer una rampa por la que pueda subir y bajar una silla de ruedas.
En la parte alta, en el piso hay tres habitaciones y un baño,
además del descansillo que da a las escaleras, alrededor del cual están las
habitaciones. En el techo del descansillo hay una trampilla que se baja y sale
una escalera que lleva a la buhardilla, que no se usa sino para guardar
trastos.
La solución será que Gertrudis disponga de la planta baja y
yo me quedaré en la habitación de matrimonio, ya que en la de abajo no cabe una
cama de matrimonio, una silla de ruedas y una pequeña grúa elevadora para
trasladar a Gertrudis de un lado al otro e incluso a la ducha y a la taza del wc que también hay que
cambiarlo.
Capítulo VI
Ya me siento mejor, por lo menos ahora ya saben que estoy
viva, que oigo todo y puedo responder.
La rehabilitación va muy bien, según los médicos, ya sé que
no podré andar nunca más, pero eso no sería lo peor de todo, lo peor es no
sentir, el sentirse como una planta, ahora ya puedo mover los brazos, bueno, de
momento el que no tengo escayolado, pero dicen que cuando me quiten el yeso,
podré y cada día mejor. El habla no lo he conseguido, pero por lo menos puedo
comer y tragar por mi misma, además, lo más importante, puedo controlar los
esfínteres.
Tengo ganas de llegar a casa, me han dicho que será pronto,
Ramón me ha explicado que van a hacer unas reformas para que pueda moverme con
la silla por mi misma en la planta baja y que me arreglará la sala de estar
como habitación, podré salir al jardín y al patio trasero, también me ha
hablado de que sería interesante, mientras recupero la movilidad de los brazos
y pueda valerme sola, ponerme una
persona que me ayude y haga las labores de la casa, dice que pondrá un anuncio
y miraremos quién viene por el empleo.
Cada día en la rehabilitación descubro algo nuevo, hoy puedo
mover mejor los dedos y los brazos, esto abre un montón de posibilidades, creo
que podré utilizar un PC, esto me facilitará la comunicación y me abre la gran
puerta de Internet, ya utilizaba el ordenador como uno de mis entretenimientos, además de que en
mi trabajo era la primera herramienta, estoy acostumbrada a las hojas de
cálculo y procesadores de texto, además comparto con mucha gente cadenas
sociales y recibo informaciones de todo el mundo, dentro del mal que me ha
pasado, no ha sido lo peor, Dios cuando te cierra una puerta, te abre otras.
Va pasando el tiempo y ya pronto me quitarán la escayola de
la clavícula y el brazo, la de la pelvis durará un poco más, pero debido a la
inmovilidad de las piernas, dice el traumatólogo que no hay mucho peligro de
movimientos bruscos, la verdad es que semejante comentario me ha parecido un
poco de mal gusto en el fondo, pero me lo he tomado a risa.
Está visto que el
psicólogo que me trata está haciendo un buen trabajo, es un hombre de mi edad y
me comenta que lo mejor que hago por mi bienestar es el tomarme la vida con ese
ánimo, cualquier persona que haya pasado por algo similar a lo mío, estaría
hundido en una fuerte depresión.
Todas mis conversaciones son a base del si y el no de mis
párpados y algún truco más que hemos inventado, guiñar el ojo derecho o
izquierdo para respuestas no tan tajantes como afirmar o negar, tres cierres
lentos de párpados cambiar la pregunta por tener dudas y lo más, desde que
puedo mover las manos y los dedos, estoy aprendiendo un lenguaje de signos a
base de las letras del abecedario. Cuando llega Ramón y nos oye reír, casi se
enfada pensando cómo podemos hacerlo en mi estado.
Ramón siempre ha sido una persona bastante inestable e
incapaz de aceptar los golpes de la vida. Se ha pasado gran parte de su vida
escondiendo sus alegrías y frustraciones en el fútbol, capaz de llorar por la
pérdida de un partido pero incapaz de hacerlo por una película sensiblera.
Es un hombre bueno, honesto y honrado, pero si no fuese
porque yo le he empujado a hacer las cosas en esta vida, no sé a donde habría
llegado, pero creo que no muy lejos, laboralmente está muy bien considerado, la
prueba está en que ahora que hemos tenido este problema, le han dicho que se
tome el tiempo que necesita y va a ratos a trabajar o lo hace por Internet
desde casa, es Informático en una gran empresa y tiene un buen equipo humano al
que sabe dirigir con mano izquierda pero con firmeza, la que no tiene para el
resto de los mortales.
La enfermera que rezaba a mi lado cuando estaba en coma,
viene a visitarme siempre que puede, al ver mis progresos se ha alegrado
muchísimo y me ha dicho que si quiero le puede decir al capellán que pasa por
el hospital que me puede visitar, le he dicho que sí, que puede pasar cuando
quiera.
La tarde siguiente ha pasado el sacerdote, cuando he oído su
voz la he reconocido, él también estuvo a mi lado cuando estaba en coma, me
cogió la mano derecha, me la apretó y me dijo algo así como:
Valor, hija, Dios no
te abandonará.
Me ha preguntado si era Católica, le he contestado que sí,
pero que últimamente me encontraba un poco alejada de la Iglesia. Entonces me
ha ofrecido la Sagrada Comunión, le he dicho que sí.
Después de una breve charla me ha dado la absolución y
sacando una cajita que llevaba en el maletín que le acompañaba, me ha dado la
Comunión.
Cuando ha llegado Ramón me ha comunicado que ya han empezado
las obras para adaptar el cuarto de baño, así como la sala de estar, ha
retirado todos los muebles, salvo un par de sillones, va a poner una cama
regulable eléctricamente, la pequeña grúa es eléctrica y en principio, si
mejora algo mi movilidad, la podré usar yo sola, ya que además se puede
desplazar en recorridos cortos, en el despacho ha sacado todo su equipo
informático, mesa, sillones articulados, ha mandado hacer otra instalación en
una de las habitaciones de la planta superior y allí montará su despacho, en el
de abajo pondrá una mesa a la medida de una silla de ruedas y todos los
archivadores y una pequeña biblioteca a baja altura, que se pueda utilizar
desde la silla.
Dice Ramón que va a poner el anuncio de que necesitamos una
persona para hacerme compañía y trabajos de casa, que en principio cree que la
necesitaremos las veinticuatro horas del día, luego, según mi recuperación
podríamos reducir el tiempo y dejarla solamente para mañana y tarde, ya que él tiene
que empezar a ir al trabajo.
Me parece bien, le he hecho saber que le preguntaremos a la
enfermera que viene a rezar y quizás sepa de alguien.
Ha dicho Beatriz, la enfermera, que abajo, en recepción hay
una lista de personas que cuidan enfermos y disminuidos físicos, que tienen
mucho cuidado de a quién incluyen en la lista y piden muchas referencias.
Hoy la rehabilitación ha sido muy dura, a veces termino
llorando de dolor y frustración, pero hoy ha sido demasiado, los estiramientos
que tengo que hacer me cuestan mucho, además ya he empezado a hacer pesas para
fortalecer las manos y los brazos, incluso el escayolado, según el fisio, estos
tienen que ser mis brazos y mis pies para el futuro, luego me hace
estiramientos y masajes en las piernas, dice que hay que seguir haciéndolos
para que la sangre corra por ellas y que no se queden en tejido muerto, que
siempre queda la esperanza de que con el tiempo se descubra algo que pudiese
solucionarme la movilidad, que hoy por hoy no existe, pero la medicina es una
ciencia que cada día está avanzando.
Jesús, el psicólogo, ha venido, viene dos veces por semana y
a partir de hoy pasará a una vez. Cuando me manden a casa tendrán que llevarme
a su consulta hasta que estime necesario, lo mismo que la rehabilitación, que
será diaria y me tienen que traer.
Le he dicho a Jesús que no quiero que me lleven a casa
todavía, que aquí estoy acompañada y allí lo mismo se me cae la casa encima.
Decirle todo esto, por señas y con el alfabeto para sordos de las manos, es un
gran trabajo, pero Jesús me hace que cada vez mis frases sean lo más largas
posibles, además, muchas veces me dice que no me entiende, yo creo que lo hace
a propósito para obligarme a trabajar.
Hoy, entre el fisio y Jesús, he terminado llorando, este
último, que no demuestra lástima en ningún momento me dice que es que va a
cambiar el tiempo y que además quiero la vida cómoda del hospital, que ya va
siendo hora de enfrentarme a la rudeza de la vida y que veré cuando esté en
casa que me podré valer por mi misma para hacer muchas cosas, que podré salir y
entrar cuando sepa moverme con la silla de ruedas y que seré libre.
Esta mañana han venido a buscarme a primera hora, para
levantarme tengo un artilugio, como una pequeña grúa que me colocan y luego
giran para sentarme en la silla de ruedas, dice Ramón que en casa me van a
poner una más pequeña y eléctrica, que con el tiempo esa operación la podré
hacer yo sola.
Me han hecho unas radiografías e inmediatamente ha venido el
trauma y me ha dicho que me quita la escayola del húmero y la clavícula, que la
de la pelvis me la dejará algún tiempo más.
Ha venido Ramón y me ha comunicado que los arreglos de casa
ya están hechos, hemos comprado una furgoneta adaptada, pero todavía no se la
han entregado, mientras tanto los desplazamientos hasta el hospital, cuando nos
vayamos a casa, como no está muy lejos los haremos con la silla de ruedas o en
ambulancia.
Dice Ramón que cree que ya tenemos cuidadora, que vendrá
esta tarde para conocerme y que yo dé el visto bueno.
Después de comer, a primera hora de la tarde, ha venido la
aspirante a cuidadora, ha llamado y Ramón le ha abierto la puerta, ha entrado y mi marido me la ha presentado,
es una mujer de unos treinta y tantos años, alta y elegante, no parece que sea
una cuidadora.
Ha presentado un curriculum muy bueno, hasta hace unas
semanas estaba en una casa de un matrimonio de ancianos, él estaba muy mal,
ella, algo más joven y se conservaba mejor, el anciano murió y ella se fue al
extranjero a vivir con una hija, antes de irse le escribió unas referencias muy
buenas a Fina, que así se llama.
Ramón le hizo saber cuales serían sus obligaciones, eran
aproximadamente lo que hacía con los ancianos, a mi me pareció bien salvo que
parecía más la señora de una casa que la cuidadora.
El sueldo le pareció correcto pero quería estar asegurada,
Le tomamos el número de teléfono y le comunicamos que le
diríamos algo en un par de días.
Cuando marchó, Ramón me preguntó qué me parecía.
Como pude le dije que las manos las tenía muy arregladas
para estar tanto tiempo en la casa de los ancianos.
Ramón me contestó que según había hablado con ella, con el
anciano no tenía mucho trabajo, porque en la casa además tenían una asistenta y
ella lo único que hacía era leerle el periódico, hacerle compañía y sacarlo a pasear. Además la candidata era
auxiliar de geriatría y enfermería con un curso de quiromasaje, había trabajado
también, antes de con el anciano en un geriátrico, pero le daba más el trabajar
en una casa, lo único que quería eran dos tardes libres a la semana que ya
verían cómo lo combinaría, aunque al principio comprendía que no podría ser ya
que mi movilidad era muy reducida y dependía de alguien, aunque él, Ramón
también se podría hacer cargo.
A los dos días Ramón la llamó y le dijo que quedaba contratada,
entonces estuvo viniendo al hospital para aprender los cuidados que me tenía que
hacer, tanto de rehabilitación como de enfermería.
La verdad es que Fina parecía muy competente y aprendía
rápido. Es muy agradable en el trato y perece tener una buena cultura.
Capítulo VII
Al fin ya estamos en casa, Gertrudis parece estar contenta
de haber salido del hospital, aunque ahora le esperan mayores sacrificios para
salir adelante.
Bueno, ya estoy aquí, la rampa y la habitación ha quedado
bien, el despacho ha quedado solamente con mi PC y el resto del equipo
informático, el cuarto de baño ha quedado bien y en el salón al lado del sofá
Ramón ha hecho poner un sofá-cama bastante cómodo para que duerma Fina.
Eran las diez de la mañana cuando a 500 kilómetros sonó el
teléfono móvil de un viejo conocido.
¿Si, dígame?
¡Ricardo! ¡Hola!, ¿Me conoces?
Si, claro, ahora si, José Miguel, ¿Has vuelto a la costa?
No, no, estoy en Madrid, te llamo por dos razones, la
primera es saber cómo estáis tú y Pedro, y la segunda es porque quería
consultarte algo.
Si, estamos bien, con Pedro de vez en cuando vamos a pescar
y está bien ¿Y tú qué tal andas?
Bien, con mucho trabajo pero bien, de eso quería hablarte,
tengo un asunto sobre la mesa del despacho que no tiene mucha importancia, se
trata de un posible accidente, pero es tan claro, tan perfecto, tan limpio que
antes de darle carpetazo y cerrarlo quería comentártelo.
José Miguel le explicó a su amigo el caso de Gertrudis y
luego le dijo:
¿Por qué no te vienes a Madrid y vamos a hacer una última
inspección del caso?
Bueno, en realidad ahora no hago nada y no me vendría mal un
paseo por la capital.
Coméntaselo a Pedro y os venís los dos y así de camino nos
vemos y pasamos unos días juntos.
Bueno, te diré algo sobre Pedro y si dice que sí marchamos
mañana mismo. Ahora con el AVE es un paseo.
Ricardo habló con Pedro y asintió rápidamente, aquella misma
tarde, después de avisar al comisario se fueron a Valencia y desde allí
cogieron el tren hasta Madrid.
Llegaron y José Miguel les estaba esperando para irse a
cenar.
Bueno, José Miguel, dijo Ricardo, dices que en la casa la
mujer oyó una llamada de teléfonos y al correr tropezó y cayó por las
escaleras, ¿Desde dónde llamaron?
Desde un móvil de prepago, ya sabéis, estos teléfonos en
principio tienen que estar identificados, pero hay varias trampas para ponerlos
a nombre falso y éste es uno de ellos.
Esa es una de las causas que hay para sospechar, ¿Se habían
recibido más llamadas de este número? Preguntó Ricardo
Si, algunas pero siempre sin ser contestadas, pudiese ser de
esos teléfonos que últimamente todo el mundo recibe llamadas, no hay denuncias,
pero a veces pasa.
Después de cenar los tres amigos aprovecharon para irse al
teatro y luego Ricardo y Pedro se fueron al hotel y quedaron en que a las 10
los recogería José Miguel con el coche e irían a visitar la casa del accidente.
A las diez en punto de la mañana siguiente José Miguel entró
en el hotel a recoger a sus amigos cuando estos estaban dejando las llaves en
recepción.
Buenos días, dijo el comisario, el coche nos espera.
Subieron al coche y marcharon hacia Chamartin, al barrio de
Ciudad Jardín-Prosperidad, localizaron el chalet, una casa ya antigua pero bien
cuidada con un jardín muy arreglado. En el porche una mujer, en una silla de
ruedas eléctrica tomaba el sol.
Llamaron al timbre y del interior, cuya puerta estaba
abierta salió una mujer de unos treinta y pocos años, alta y esbelta.
¿Qué desean? Dijo la mujer a dos metros de la puerta de
hierro forjado donde estaban parados los tres amigos.
José Miguel sacó su placa y se la enseñó mientras decía: Soy
el comisario José Miguel Martínez y venimos a terminar un formulismo sobre el
accidente que sufrió la señora Gertrudis.
Fina miró a Gertrudis y ésta asintió con la mirada para que
abriese la puerta.
Una vez en el jardín se dirigió a Gertrudis y le preguntó si
era ella, Fina intervino y le dijo:
No habla, solamente le puede responder por señas, moviendo
los párpados, una vez para decir si, dos para no, varias veces para decirle que
no sabe o no comprende. Si conoce el alfabeto para sordos con las manos también
le puede decir alguna cosa corta.
Bien, gracias, intentaremos entendernos, suponemos que usted
es la señorita de compañía, ¿Vivía en la casa cuando ocurrió el accidente?
No, yo fui contratada después, cuando salió del hospital.
¿Está el marido de la señora?
No, está trabajando, no vendrá hasta la tarde.
Bueno, puede retirarse, luego querremos hacerle unas
preguntas a usted, ¿La señora nos entiende bien?
Si, contestó Fina a la vez que Gertrudis parpadeó una vez.
Fina se alejó hacia el interior y los tres amigos se
sentaron en unas sillas que movieron hasta ponerlas enfrente de la silla de
ruedas.
¿Se llama usted Gertrudis?
Esta asintió
Según el informe, usted se encontraba en el piso superior de
la casa cuando sonó un teléfono en el recibidor, llamó a su marido que estaba
aquí en el porche y no le oyó, quiso bajar por las escaleras y tropezó con algo
y cayó por las escaleras.
Gertrudis iba afirmando mientras José Miguel leía el
informe.
¿Sonaba el teléfono más veces así?
Si.
¿Cuándo contestaban decían algo?
No.
¿Respondía también el teléfono su marido? Preguntó Ricardo.
Si.
¿A él le decían algo?
La mujer parpadeó una vez, hizo una pausa y parpadeó dos
veces mientras que abriendo la mano derecha movió los dedos pulgar y meñique
arriba y abajo.
¿Quiere decir que a veces si y a veces no?
Si.
¿Cuándo cogía el teléfono su marido se equivocaban?
Parpadeó una sola vez mientras volvía a mover la mano.
¿Tiene usted teléfono móvil? Preguntó Pedro mientras iba
anotando cosas en una libreta
No.
¿Y su marido?
Si.
¿Habla mucho por él?
Si.
¿Más que por el fijo?
Si.
¿Perdió el conocimiento cuando cayó?
La mujer expresó duda.
¿Oía algo?
Si.
¿Vio algo?
Si.
Empleando el abecedario para sordos dijo:
L U Z - T U N E L.
¿Quiere decir que vio un túnel en el que al fondo se veía
una luz blanca y cegadora? Preguntó Pedro.
Si, si, si.
¿Cuándo dejó de verla?
La mujer dudó, luego otra vez con las manos dijo:
A M B U L A N C I A.
¿Le importaría que viésemos la escalera? Dijo José Miguel.
La mujer, con un movimiento de las manos hizo girar la silla
sobre sí misma y recorrió el espacio hacia la puerta.
Los tres amigos la siguieron. Una vez en el recibidor vieron
el teléfono, la puerta como quedaba abierta, subieron por la escalera, en el
descansillo de arriba, cubierto por moqueta, Ricardo recorrió el espacio entre
la habitación de matrimonio y la escalera, comprobó que la moqueta estaba bien
sujeta, pegada al suelo, luego recorrió todos los bordes de ésta.
Ricardo le dijo algo a Pedro y éste bajó hasta el porche,
sonó el teléfono fijo y Fina salió de la cocina a descolgarlo.
¡Diga! ¡Dígame! ¿Quién es? Nada, no responde nadie. Dijo
Fina y colgó de nuevo.
Pedro entró en la casa y cerrando la mano derecha, dejó el
dedo pulgar hacia arriba, José Miguel sonrió y empezó a bajar por las escaleras
seguido de Ricardo.
Abajo les esperaba Gertrudis.
Por la puerta de la calle apareció un hombre de estatura
media, delgado, con gafas y una barba espesa pero arreglada.
¿Se puede pasar? Preguntó.
Ricardo le preguntó:
¿Es usted el esposo de la señora Gertrudis?
No, no, soy el psicólogo y vengo una o dos veces por semana,
hoy no tocaba venir, pero he ido a un recado aquí cerca y me he acercado pero
solamente de visita.
Soy el comisario y hemos venido a hacer una visita rutinaria
para poder cerrar el caso, pero ya que está usted aquí, me interesaría
consultarle unas cosillas, ¿Le importa que salgamos al jardín y hablemos un
momento?
En absoluto, estoy a su disposición.
Y salieron los dos. Ricardo le preguntó a Fina:
¿A qué hora suele venir el esposo?
Depende, normalmente sobre las cuatro o cinco de la tarde,
pero a veces viene más tarde pero suele avisar, cuando ha sonado el teléfono
pensé que sería él.
Entró José Miguel por la puerta de la calle y dirigiéndose a
Gertrudis le dijo:
Bueno, señora, por ahora hemos terminado, pero tenemos que
hablar con su marido, así que esta tarde volveremos sobre las cinco y media,
díganle que nos espere, que solamente nos falta hablar con él para cerrar el
caso. Puso su mano sobre la mano derecha de Gertrudis y se despidió de ella:
Encantado de conocerla, lamento que sea en estas circunstancias, pero veo que
usted es muy fuerte y sabrá salir adelante.
Los tres amigos se marcharon.
Vamos a la comisaría, tenemos que hacer un poco de trabajo y
luego nos vamos a comer ¿De acuerdo?
Ricardo y Pedro asintieron.
Pasaron el resto de la mañana haciendo averiguaciones y
comentado varias cosas, Pedro cogió todo el expediente y lo leyó de arriba
abajo, algunas veces preguntaba algo a José Miguel y otras recalcaba otras en
las que no parecía haber caído Ricardo.
Ricardo y Pedro, como ya sabemos todos por otros casos,
habían sido nombrados colaboradores de la policía, bueno, Pedro siempre decía
que Ricardo era el colaborador, que él era solamente su biógrafo.
Cuando terminaron las averiguaciones que estaban haciendo,
se marcharon a comer cerca de la comisaría, luego volvieron, dieron un nuevo
repaso a los papeles y marcharon al chalet de Ramón y Gertrudis. Llegaron a las
cinco y veinte, llamaron a la puerta y Fina les abrió, entraron en el salón y
allí estaban Ramón y Gertrudis, Fina se marchaba cuando José Miguel le dijo que
se quedase.
Bueno, estamos aquí porque tenemos que charlar con ustedes
para poder cerrar este caso, dijo José Miguel, a continuación mi compañero dará
lectura al expediente, e hizo una seña a Pedro que comenzó la lectura. Cuando
llegó a la llamada de teléfono paró.
Ricardo le dijo a Ramón: Usted dice que no escuchó el
timbre, sin embargo cuando declaró por primera vez dijo que estaba en el porche
y con la puerta abierta, ¿Se ratifica en lo dicho entonces?
Si, no oí nada, quizás estaba muy concentrado en lo que
hacía o en la calle pasó alguna moto y no escuché nada.
Sin embargo nosotros hemos hecho la prueba esta mañana y el
timbre se oía perfectamente desde el porche, más que desde la habitación de
matrimonio donde estaba su esposa, tampoco oyó la voz de su mujer llamándole
desde arriba, pero bueno, quizás usted sea más duro de oído que todos nosotros,
pero la verdad es que el teléfono suena una barbaridad. Usted, señorita Fina
¿Tiene aquí un móvil para llamar al teléfono fijo y probarlo?
Fina sacó un móvil del bolsillo del vestido y marcó. El
teléfono sonó fuerte. Vale, puede colgar, dijo José Miguel y preguntó a Ramón
¿Lo ha oído bien?
Si, señor comisario, fuerte y claro.
Y usted, Srta. Fina, ¿Tiene otro móvil?
No, ninguno más.
Pedro sacó un teléfono y marcó un número.
Dentro de un bolso en la mesita de al lado del sofá cama
sonó débilmente un teléfono.
Nadie se movió, Fina miró extrañada, José Miguel preguntó ¿De quién es ese teléfono?
Fina respondió, es de una amiga mía que de dijo que se lo
guardase.
Es curioso, dijo Ricardo, ese teléfono de tarjeta prepago
está a nombre de un hombre que murió hace tres años y es desde ese mismo
teléfono desde donde se realizó la llamada del día del accidente.
Eso no prueba nada, dijo Ramón.
Ya, ya lo sabemos, pero desde ese teléfono se llamaba muy a
menudo a su casa y a su teléfono y al teléfono de su despacho.
Sigue sin probar nada.
Si, ya lo sabemos, pero si ese teléfono está en poder de la Srta.
Fina y además recibe llamadas de su móvil algo pasa, si además el curriculum de
la citada señorita Fina es totalmente falso, tampoco es auxiliar de geriatría,
es más trabajó de camarera hasta hace dos años que conoció a Ramón y desde
entonces mantiene una relación con él. Esto tampoco prueba nada, pero las
evidencias se van multiplicando.
En ese momento llamaron a la puerta y Pedro fue a abrir, era
Jesús, el psicólogo, entró, se sentó al lado de Gertrudis y le cogió la mano,
de los ojos de ella brotaron dos lágrimas.
Pedro siguió leyendo, ahora relataba cómo Gertrudis salió al
descansillo superior y llamaba a Ramón.
Gertrudis, en muy pocos momentos has perdido el
conocimiento, por lo que hemos hablado contigo y con tu psicólogo, ¿Recuerdas
haber tropezado con algo? Preguntó Ricardo.
Gertrudis hizo señas a Jesús y éste dijo:
Dice que no había nada en el suelo, sin embargo siempre tuvo
la impresión de haber tropezado.
Cuando volví a casa del hospital, revisé todo y no había
nada en el suelo ni nada había rodado por la escalera con mi mujer.
Ricardo le preguntó a boca de jarro: ¿Colocó bien la
alfombra?
Si, pero no tenía ninguna arruga.
Ese si parece que le delata bastante, dijo José Miguel.
No tienen ninguna prueba, solamente suposiciones, ningún
juez me condenaría por tener una aventura extramatrimonial.
Pedro sacó de entre los papeles una fotografía y se la dio a
Ricardo, éste se la enseñó a Ramón ¿Qué ve aquí?
Una alfombra, la de arriba.
¿Y no ve nada?
No
Si se fija, hay una marca, es la marca que dejó la pata del
mueble que hay pegado a la pared, usted levantó el mueble y atrapó la alfombra
para que formase una arruga, ésta es la marca de la pata del mueble y esta otra
raya es la que quedó en la alfombra al doblarse.
No pueden probar nada.
¿Está seguro? Dijo José Miguel: señorita Fina, usted puede
ser acusada de cómplice o solamente de engaño manifiesto al falsear los papeles
y poco más, si colabora con la policía.
Yo no hice nada, es más, siempre me dijo que conseguiría
traerme a casa hasta que se solucionase lo de la petición de divorcio,
solamente me pidió que llamase por teléfono el día señalado a la hora indicada,
para eso me dio el teléfono de tarjeta, además lo usaba para llamarme, cuando
yo llamaba a la casa si cogía su mujer el teléfono colgaba, si lo cogía él, se
iba al despacho y lo llamaba al móvil. No me dijo nunca lo que iba a hacer,
solamente que preparaba algo importante, incluso le había hecho un seguro de
vida a su mujer. El curriculum y el resto de papeles me los dio él.
¡Calla! No digas nada, ¿Noves que no tienen pruebas?
¡Ramón! Queda detenido por intento de asesinato de su mujer.
Dijo José Miguel, hizo una seña por la ventana y entraron dos policías
uniformados que esposaron a Ramón y a Fina y se los llevaron.
Gertrudis lloraba a lágrima viva, hizo un esfuerzo y
apretando la mano de Jesús abrió la boca y dijo:
Algo sospechaba. Hacía un par de años que no era el mismo.
Los tres amigos se despidieron de Gertrudis y de Jesús y
salieron de la casa.
Epílogo
Ramón fue juzgado por intento de asesinato en primer grado y
al pago de una fuerte indemnización a su esposa por el que fue condenado a 18
años de prisión.
Fina consiguió un trato con la justicia por colaborar con la
fiscalía, fue condenada a 4 años pero no llegó a entrar en prisión al no tener
antecedentes.
José Miguel, Ricardo y Pedro después de irse a cenar para
celebrarlo, quedaron en verse más a menudo pero sin investigaciones por medio,
cosa que duda el policía porque allá donde van parece que llaman al delito y
terminan envueltos en algún caso, cosa que Pedro agradece porque así puede
seguir escribiendo, que es lo que le gusta, ya lo dice él: Yo solo soy el
biógrafo de Ricardo, que lleva toda la vida metiéndose en jaleos.
Jesús se convirtió en inseparable de Gertrudis, que no
volvió a andar pero recuperó la movilidad de los miembros superiores y puede hablar. Al cabo de un año se convirtieron en
marido y mujer, cuando le fue conseguida la anulación.
FIN