Y ahora..............................
LA BARBERIA
Pedro
Fuentes
Capítulo VII
Don Alfredo se quitó las gafas que llevaba,
cogió la copa y tomó un trago, luego dijo:
Sí, no ha descubierto nada, estamos seguros de
que fue asesinado pero no sabemos dónde pueden estar sus restos, Rafael no se
habría marchado sin mí, yo era su amor, si, no se equivoca, Rafael y yo éramos
pareja desde el primer día que nos conocimos en el cuartel de Guardias de
Asalto.
Entonces……., dije mientras pensaba lo que iba
a decir, entonces, si Rosario no era el gran amor de Rafael, era……. La hermana
por parte de padre de Rafael. ¿Ustedes los sabían?
Si, también lo sabíamos, pero lo manteníamos
en secreto, en aquellos tiempos estas historias de amor se mantenían en
secreto, primero con la República, luego con la Guerra Civil y después con la
dictadura había que silenciar muchas cosas por miedo a chantajes y represalias.
El cuerpo de Rafael desapareció y nadie sabe
dónde está. Esa sería la primera cuestión a descubrir y usted no creo que sepa
nada.
Sí, lo sé, o más bien lo sospecho, ¿Estarían
ustedes dispuestos a venir a Andalucía conmigo? Tengo amistad con un policía
aquí en Madrid que nos puede poner en contacto con compañeros suyos en Andalucía
y que nos puedan ayudar.
Mi coche es muy pequeño para desplazarnos tres
personas, pero podríamos alquilar uno o coger el tren.
Yo conduzco, dijo Alfredo y tengo un Seat 1500
muy cuidado y en buen uso.
Yo cuando voy allí, me hospedo en un pequeño
hotel en el centro, muy limpio y agradable, si quieren nos alojaremos allí. Yo
esta tarde llamaré a mi amigo y que prepare las cosas para mañana y nosotros
podemos salir temprano. Además llamaré a Rosario para avisarles de nuestra
visita y para que no hable ni comente nada con nadie, si es lo que yo pienso,
podría correr peligro.
Puede llamarla desde aquí dijo Alfredo y me
indicó el teléfono en la mesa del despacho.
Cogí el aparato y después de marcar, a las
tres señales de llamada contestó una voz de hombre. Colgué rápidamente. Era la
hora en que Miguel ya había vuelto del colegio, volveré a llamar a las dos
horas dije en voz alta.
Le conté a los hermanos lo que había quedado
con Rosario y quedé en llamar luego, a las dos horas.
Ahora me marcho porque quiero localizar a mi
amigo el policía, ¿A qué hora podemos quedar para llegar antes de la hora de
comer?
Por nosotros, si quiere, podemos pasar a
buscarlo a las siete, ¿Dónde vive?
En Argüelles, en Gaztambide. Les di las señas
completas y quedamos a las siete en la puerta de casa.
Salí a la calle y en la primera cabina que vi
llamé a mi amigo el subinspector, ya había salido, repetí la llamada a su casa
y no estaba, sabía por dónde iba normalmente a tomar una copa después del
trabajo, así que me dirigí allí, una cafetería al lado de mi casa, ya que él
también vivía por allí, efectivamente lo encontré en “Emperador”, estaba
haciendo barra junto con una rubia teñida despampanante.
¡Paco! Necesito que me hagas un favor.
Dime, contestó el policía.
Lo separé de la barra y le dije lo que quería,
lo llamaría al día siguiente al medio día para saber dónde tenía que ir.
No será fácil, me dijo Paco, es un caso que
está cerrado hace mucho tiempo y no sé si alguien se querrá mojar, aunque estoy
pensando que tengo un amigo de promoción y está loco por destacar para
conseguir un destino mejor, lo llamaré esta noche, porque tengo sus señas en
casa.
Pero tienes que Ir por tu casa, así que más te
vale que vayas por allí y dejes a la rubia para otro día.
Tranquilo, esto es un ligero pasatiempo, te
conseguiré lo que quieres.
A propósito, qué ganas tú con esto, me dijo.
Nada, solamente resolver una historia que me
trae de cabeza desde que tenía nueve años.
Bueno, mañana me llamas y te diré a quién
tienes que ir a ver, ahora ven conmigo y te invito a una copa con la rubia.
Me cogió del brazo me llevó tras de sí.
Mira, rubia, te presento a mi amigo Pedro. Es
escritor y detective en los ratos libres.
La rubia se acercó a mí y me plantó dos besos
con olor a perfume barato.
No me llamo así, soy Coby.
¿Coby? Dije yo.
Si, de Covadonga.
Ah sí, como la de Asturias, contesté.
Pedí un whisky con hielo y seguimos la banal
charla hasta que se terminó, entonces me despedí y marché, al llegar a la
puerta, cuando ya no me veían, me limpié con la mano las mejillas por si
quedaba en mi cara restos de lápiz de labios.
Llegué a casa y llamé a Rosario otra vez, al
primer toque de llamada me respondió la misma voz de hombre, que suponía de
Miguel. Me quedé bastante preocupado, ya que no era lo normal. Cené y me fui a
dormir, mañana había que madrugar.
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