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lunes, 28 de septiembre de 2015

sábado, 26 de septiembre de 2015

¡ISABEL! (Me llama María)

Bueno, otra vez en casa, aunque por poco tiempo y quizás me marche para no volver, no estoy dispuesto a vivir en una Cataluña independientes, soy español y como tal me siento. Han sido muchos años los que he vivido por aquí, vine hace muchos años porque esto me gustaba, pero ahora todo ha cambiado, ya no se vive aquí tranquilo, mucha gente tiene miedo a hablar por la calle o incluso dentro de casa.

Hoy publico otro capítulo de YO CONFIESO, "Me llama María, espero que os guste.

Me llama María

Historia real, el “Ricardo” era yo y Enriqueta, Isabel, fue mi gran y verdadero Primer Amor. Si, con mayúsculas.

Estábamos un domingo en casa de Vicente, íbamos a celebrar un “guateque”, era creo que 1964 habían venido muchos amigos y pocas amigas, para solucionarlo, Paco y Joaquín, dos guaperas y yo, decidimos bajar a una cafetería que había al lado de la casa y donde se reunía mucha gente joven, en una mesa estaban Isabel y dos chicas más, Como mis amigos eran unos “guaperas” pero yo era el “enrollado” me dirigí a ellas y las convencí para que viniesen con nosotros. Aquella tarde decidí que Isabel era para mí y ella debió pensar algo parecido, no paramos de bailar en toda la tarde, puse el disco de Charles Aznavour “Isabelle” dos o tres veces y la cosa siguió a partir de entonces. Todo lo demás, es cierto de “Pe” a “Pa” muchas veces lo recuerdo todo con gusto y satisfacción. Si mis lectores se fijan, verán en muchos relatos la figura de una maestra o Isabel.

ME LLAMA MARIA
Pedro Fuentes


Ricardo tenía unos 16 años cuando conoció a su primer amor, se llamaba Enriqueta y  había terminado el bachillerato elemental. Estaba preparando el ingreso en la Escuela de Magisterio. En los años sesenta ese era el proceder. Después tres años de carrera y si  eras aplicado podías salir de maestro a los dieciocho años, luego no hacía falta oposición, si querías ejercer como Maestro Nacional entrabas en la bolsa de trabajo y según puntuación, solicitabas una plaza de las que quedaban vacantes en el territorio nacional.
Se conocieron de casualidad en un “guateque” en casa de un amigo de Ricardo. Desde el primer momento se gustaron.
Al salir de la casa, ya a las nueve de la noche, en una noche fría del invierno de Madrid, Ricardo le dijo a Enriqueta si le podía acompañar, ella asintió y se dirigieron andando desde la plaza del Conde del Valle de Suchil, donde vivía el amigo.
Subieron a Fernando el Católico y salieron a S. Bernardo y luego a la Glorieta de Quevedo para luego subir por la calle Eloy Gonzalo hasta Juan de Austria, donde vivía Enriqueta, al lado de Hermandades del Trabajo y muy cerca del Mercado de Olavide.
A los cuatro o cinco días de salir con los amigos y asistir a algún “guateque” más, se separaron un poco del grupo y empezaron a verse entre semana algún rato, cuando los estudios se lo permitían, ella con Magisterio, en la calle Ríos Rosas y él con el selectivo de Peritaje Industrial, en Embajadores.
Pronto empezaron también a reunirse para estudiar juntos. Allí se vio la vocación de Enriqueta, con sus métodos de estudio y su disciplina obligaba a Ricardo, que se veía acabando la carrera antes por la obligación de estudiar a la que era sometido.
Al poco tiempo descubrieron algo extraño, entre los dos parecían los polos positivo y negativo de una energía extraña.
Cuando estaban juntos, vieron que tenían un enorme poder, oían conversaciones, adivinaban el pensamiento de las personas que estaban a su alrededor, veían imágenes de cosas que luego ocurrían, se empezaron a dar cuenta de que algunas veces las personas de la cafetería donde se reunían a estudiar, en la glorieta de Iglesias , les contaban y decían cosas que “ya sabían”, era un poder extraño que al principio les hizo gracia y aprovecharon sin darse cuenta de que no debían hacerlo, pero el caso era que luego, por separado no ocurría nada de todo esto.
En aquellos tiempos la juventud no tenía gran poder económico. Cuando no había sino lo justo para pagarse unos cafés, sin saber cómo llegaba el dueño de la cafetería o algún cliente habitual y los invitaba, incluso a chocolate con churros, especialidad de la casa.
 En la cafetería de al lado, más lujosa, había un señor mayor, que vendía tabaco, cerillas, fichas para el teléfono público, etc.. ellos, le compraban el tabaco  y cuando económicamente andaban mal, tres pesetas de “Bisonte”, cinco cigarrillos que se repartían, si la situación era peor, compraban 2 pesetas de “Antillana”, también cinco cigarrillos pero negro y sin filtro. Bueno, pues en esos malos momentos económicos de la pareja, Rosendo, el cerillero les llegó a regalar hasta un paquete de “Chester”.
Ricardo vivía en casa de su hermana que lo había recogido cuando llegó a Madrid para  estudiar,  no tenía más familia, ella estaba casada con un buen hombre que se pasaba la vida trabajando, no tenían hijos y se ocuparon de Ricardo, le dieron casa, estudios y familia. No iban sobrados, tampoco pasaban estrecheces, pero Ricardo era prudente en ese sentido y muchas veces por no pedir dinero hacía algún trabajo esporádico o se pegaba largas caminatas para ahorrar el dinero que le daban para transporte.
Enriqueta no conocía a su madre, había muerto cuando tenía dos años y su hermana mayor, Luisa, cuatro, su padre se había vuelto a casar y las niñas, entonces de 3 y 5, no se llevaban bien con la madrastra ni ella con las niñas.
Para su padre eran dos ángeles, pero era un industrial que trabajaba más de dieciséis horas al día y rara vez veía a sus hijas salvo el domingo.
En aquellos tiempos, Ricardo estaba bastante interesado por todo lo esotérico, no es que fuese un ferviente seguidor, pero había leído mucho sobre el tema y últimamente leía a Lobsang Rampa, hasta entonces Lama y luego al parecer un fraude para vender libros.
A Ricardo le subyugó el tema de los viajes astrales y juntamente con Enriqueta trataban de aprender las técnicas.
 D. Ramón, el padre de Enriqueta, decían que tenía poderes extra sensoriales y se le conocían algunos hechos de predicciones, Ricardo, que trabó amistad con él, había sido testigo en la pequeña fábrica de piezas de automóvil de su propiedad.
Una vez incluso mandó a una operaria a su casa para que se preparase porque le tendrían que operar.
A las 8 horas era internada en un hospital con un ataque de apendicitis.
Una noche, Ricardo en su casa, ya en la cama se dedicó a sus ejercicios de relajación y concentración, intentando poner en práctica los “viajes astrales”, tanto por lo que había leído en algunas publicaciones, difíciles de encontrar en aquellos tiempos en España, así como lo que explicaba Logsam Rampa en su libro “El cordón de plata”
. La fórmula era la siguientes: Acostado encima de la cama, con los pies unidos por el interior, los brazos pegados al cuerpo hasta los codos, los antebrazos sobre el cuerpo hasta unir la punta de todos los dedos de una mano con su par de la otra, inspirar profundamente por la nariz soltando el aire lentamente por la boca intentando vaciar al máximo los pulmones.
Estos ejercicios respiratorios hay que repetirlos durante todo el tiempo, luego, imaginarse que estamos situados en medio de la frente, a la altura del entrecejo, donde está situado el “tercer ojo”.
Mirando hacia abajo, “ver” los dedos de los pies e ir subiendo hacia arriba, notando como las sensaciones van desapareciendo y van desconectando, hasta llegar a la frente, dejando al cuerpo insensible y totalmente desconectando, entonces se produce el despegue y vemos cómo flotamos y el cuerpo se queda inerte encima de la cama, y lo “vemos” entonces nos vamos desplazando por la habitación.
Cuando tenemos una cierta práctica, salimos por el resto de la casa, luego, con la experiencia, saldremos de la casa e iremos recorriendo los alrededores, reconociendo muy bien el camino para poder volver siguiendo el “cordón de plata” que nos une al cuerpo yacente. 
Estaba ya Ricardo “viajando” en dirección a casa a de Enriqueta, con la que había “quedado” en el recorrido para ver si era posible, cuando se dio cuenta de que no podía seguir, que alguna fuerza extraña tiraba desde atrás por el “cordón”, y por más fuerza que hacía, la resistencia era mayor, hasta tal punto que decidió abandonarse y dejarse guiar.
Al fin llegó a un parque, le pareció que pasaba por encima del Estanque del Retiro, pero lo vio en blanco y negro, como en tiempos pasados, luego, después de pasar algunos parterres, entró en una glorieta bordeada por unos bancos antiguos, en uno de ellos había una señora joven, extremadamente delgada, vestida con un camisón, blanco con puntillas en el cuello y en las mangas, su cara era cadavérica y las cuencas de los ojos parecían vacías, con unas grandes ojeras, lo llamó con la mano y le dijo:
Ricardo, ven y siéntate a mi lado.
¿Quién eres? Le preguntó Ricardo.
Me llamo María y soy la madre de Enriqueta, he venido a avisarte, no podéis usar los poderes que tenéis para vuestro provecho, ahora sois jóvenes y no lo comprendéis, de todas formas, los dos unidos podéis ser muy peligrosos, podríais sin querer destruiros, ahora vete y dile a Ramón que tenga cuidado, que ahora su fábrica va bien pero las gentes para las que trabaja se van a hundir y pueden arrastrarlo a él, ahora vete y cuéntaselo a Enriqueta.
Ricardo se dejó arrastrar por el “cordón de plata” y despertó en su cama recordándolo todo perfectamente.
La tarde siguiente, Ricardo fue a recoger a Enriqueta a la Escuela de Magisterio porque tenía clase por la tarde, decidieron ir andando, salieron a Cea Bermúdez y subieron por allí hasta Bravo Murillo, por donde bajaron hasta la glorieta de Iglesias, una vez allí entraron en la cafetería churrería a tomar un café y charlar un rato. Ricardo le contó a Enriqueta lo de la noche anterior, ésta, sorprendida le dijo. ¿Sabes que yo solamente he visto una foto de mi madre?.  Era en el Retiro, ya cuando estaba muy enferma, pero era con un vestido y una rebeca, pero ya estaba muy delgada, se la descubrí a mi padre en la mesa del despacho que tiene en casa, se dejó la llave de los cajones puesta y le estuve revolviendo, luego, cuando vayamos a casa, subes y mientras yo entretengo a Adela, tú le explicas lo que te pasó a mi padre.
Así lo hicieron. Cuando Ricardo le explicó todo al padre de Enriqueta, éste se quedó lívido, abrió un cajón, sacó una foto y se la entregó a Ricardo, la miró y dijo:
Si, es ella, pero vestía un camisón blanco con encajes.
Ese camisón que tú dices, se lo compré un mes antes de morir y le gustó mucho, me hizo prometer que la enterraría con él.
En cuanto al trabajo, es correcto, la cosa no anda nada bien, la fábrica matriz está al borde de la suspensión de pago, si cae, me deben tantos pedidos que me dejarán en la ruina y ellos son los principales clientes, para reconvertirlo todo, hace falta tanto dinero que tememos que sería la ruina no solo para mí sino para muchos del sector, pero te pido por favor que no comentes esto con las niñas ni con  Adela.
Quince días después, D. Ramón se arruinó, mal vendió lo que pudo salvar y con algo de dinero que tenía ahorrado se dedicó a otros negocios y salió adelante.
Enriqueta y Ricardo se fueron dando cuenta de que cada vez se adentraban más y más en un mundo lleno de sensaciones desconocidas, se les hacía muy grande conocer los hechos antes de que ocurrieran, además, cada vez terminaban más agotados por el esfuerzo mental que realizaban.
Acudieron a un jesuita antiguo profesor de Ricardo, el padre Lázaro. Este, gran aficionado y estudioso del tema, les aconsejó que como ya se acercaba el verano y Enriqueta se iba fuera a hacer el Servicio Social, aprovecharan para no verse ni estar en contacto para estudiar qué pasaba.
Al regreso del verano, se encontraron de nuevo, habían pasado todo el verano sin agobios ni premoniciones, de mutuo acuerdo decidieron seguir cada uno por su lado.
Muchos años después, se encontraron por casualidad, hablaron de sus vidas y del pasado, no tuvieron ninguna sensación extraña ni la habían tenido desde que se separaron.
Se despidieron como amigos.
                                                                                   
                                                                                    FIN 

jueves, 17 de septiembre de 2015

ADIOS PC

Mi portatil ha fallecido, supomgo que estará en el cielo de los PC´s. Fue un buen aparato y buen amigo. Como estoy por el mundo, hasta que vuelva no podré publicar, espero no tardar.
Hasta la vuelta, a partir el 24/09/2015.
Un abrazo,

jueves, 10 de septiembre de 2015

EL VIAJE III (Yo confieso)

Continua “EL VIAJE”, ¿Hay quizás una cuarta parte? Eso con el tiempo se verá, mientras tanto, después de éste relato, vendrán otros de las aventuras de Ricardo, de las que yo soy una pequeña parte en algunos de los casos y a la vez biógrafo de él.


Y ahora………….


¿Pero qué he hecho yo?

Tercera parte de la trilogía “El viaje” Básicamente puedo decir que algo ocurrió, pero hay un secreto del “sumario”.  No sé por qué y  yo no voy a desvelarlo, porque entre otras cosas no los conozco ni al 50%, realidad y ficción se entremezclan ¿qué es verdad o mentira? Eso depende del color del cristal con que se mira.
EL VIAJE  III

PERO ¿QUE HE HECHO YO?

Pedro Fuentes

CAPITULO I

Después de aquella horrible noche, Ricardo se quedó una semana en el convento con el padre Lázaro por varias razones, la primera fue el descansar y olvidar la pesadilla, la segunda por hacerle compañía al sacerdote y la tercera por ver el comportamiento de Trouvé que desde aquella noche era un perro cariñoso y alegre, pese a que todavía seguía la luna llena.

Los paseos por los alrededores eran relajantes y el cura, pese a lo avanzado de su edad, había rejuvenecido física y mentalmente.

Llegó el momento de la despedida y Ricardo y el perro se marcharon, estuvo a punto de regalarle el animal al padre Lázaro, pero éste le insinuó que él no podría atenderlo como era debido, y en el convento no querían que un perro les desconcentrara de sus reglas y normas.

Cuando llegó a casa, tenía una nota de la Sra. Herminia de que dos hombres, altos y fuertes, bien vestidos y de aspecto árabe le estaban intentando localizar.

En el puerto, cuando fue al barco, la secretaria del club, le informó que dos Srs., de las mismas características le andaban buscando.

Ricardo empezó a preocuparse, no sabía qué podía ser, pero que fuesen árabes, le recordó al novio de la “dama de negro”, pero él ni lo había visto, no tenía ni idea de quien era. Por si acaso, se preparó una coartada, así que llevó el perro a casa de la Sra. Herminia y le pidió que se lo guardase unos días sin dejarse ver mucho. Luego se fue al barco, sacó de allí todo el dinero que había ocultado en las sentinas y lo llevó a su banco, donde solicitó una caja de seguridad, lo metió dentro de un par de libros y cuatro cosas de valor que tenía que le había legado su hermana cuando murió, recuerdos de su madre y lo depositó todo allí. Luego se fue al barco y esperó en él mientras ponía las cosas en orden por si llegaban otra vez.

Al día siguiente, como si lo estuviesen vigilando, llegaron los dos hombres. Se dirigieron a él con toda la cortesía del mundo, le enseñaron una foto de un muchacho árabe y le preguntaron: 

¿Conoce a este joven?

No, no lo había visto antes, ¿Quién es?

 Este joven estuvo de pasajero suyo en este barco y queremos saber a dónde fue.

 No, no lo conozco ni ha viajado conmigo, ¿Cuándo dice que fue eso?

 En junio, dijo el árabe hablador, porque el otro, el más bajo no había abierto la boca todavía.
 Imposible, lo hubiese reconocido, además, este verano ha sido fatal y solamente he tenido dos viajes con este barco y un transporte de otro que tuve que llevar, sin tripulantes a Italia.

¿Con quien viajó en los otros dos viajes? En este punto, el más bajo, que le sacaba una cabeza a Ricardo, se le acercó más y poniéndole el dedo índice en el pecho le dijo con mucho acento: 

Rápido y sin mentir, porque solamente nos vale la verdad y a ti también si quiere conservar la salud.

Le digo que solamente he tenido dos viajes este verano, uno a Ciudadela en Menorca para S. Juan, que por cierto me dejó tirado allí a mitad del viaje  y otro a continuación por la parte norte de la Costa Brava, por aquí tengo las facturas de los puertos, en el primero llevé a una chica joven que me dijo que íbamos a Menorca y allí recogeríamos a su novio. Como eran fiestas, quedamos que yo me iría dos días con unos amigos y les dejaría el barco, en el puerto, para estar en él, luego, según me dijo, haríamos otro viaje a otro destino, de unos cinco días.

Cuando volví al barco me encontré con que no había nadie, ni equipajes ni  nada, solamente una nota en la que me decía que no seguirían viaje y me pagaba el resto de los cinco días, busqué por el camarote, que era éste y no dejaron nada, así que marché otra vez para la península, no sé nada del novio de la chica, ni siquiera si existía o si estuvo en el barco, ella traía un baúl bastante grande y pesado, yo tuve que embarcarlo y a duras penas pudimos entre los dos, así que supongo que alguien debió ayudarla a descargar y a transportarlo, eso es todo, si quieren comprobarlo les buscaré los justificantes de todo, lo único que sé es que aquella mujer no me gustó, parecía una niña mal educada e imprevisible, además vestía de una manera que parecía mucho mayor de lo que realmente era, y en cuanto a documentación, no se suele pedir salvo que se vaya al extranjero que hay que llevar el pasaporte y visado si hace falta, pero hoy en día, si es un puerto de la Unión Europea no hace falta sino el DNI, así que no lo pedí.

El segundo viaje fue cuando volví a la península, un grupo de tres parejas me alquilaron para ir al norte de Cataluña, un viaje normal, mucha playa, baños, algo de submarinismo y buenas comidas, pero todos ellos eran bastante mayores, ellas más jóvenes no parecían sus esposas, pero no soy yo nadie para juzgar.

Pagaron bien y no dieron guerra, no querían que se les viese mucho, pero desde luego ninguno de ellos se parecía ni por asomo al chico de la fotografía.

El otro viaje fue con otro barco, el dueño quería que se lo llevase a Cerdeña, quedaron en llamarme al final de vacaciones para volver a traer el barco. No me han llamado por ahora y la travesía de ida la hice en solitario y a la vuelta, como tenía tiempo, me fui por Niza en avión, aproveché para saludar a una vieja amiga, luego regresé a Barcelona y de allí a casa, como no tenía más reservas y con los tres viajes tenía bien cubierto el año me dediqué a viajar un poco, me fui a Madrid a buscar a un viejo amigo, que por cierto es sacerdote. Anoche llegué y eso es todo bueno, todo no, les juro que no he visto a ese chico ¿Quién  es? 

Eso no le importa, dijo el más bajo, comprobaremos todo, y si nos ha mentido verá las consecuencias. Por cierto, ¿Nos puede describir a la chica?

Si, era más bien rubia pero teñida de negro, pero muy negro, pelo largo, unos dieciocho o diecinueve años pero parecía querer aparentar más, un metro setenta aproximadamente, melena muy larga y suelta y vestida absolutamente de negro con un vestido largo para ser verano, luego se puso un chándal azul para la navegación, incluso le di una gorra para cubrirse del sol, los ojos muy pintados, parecía una de esas “gores” que andan por ahí y bastante mal criada, parecía una nueva rica.

Bueno, dijo el más alto, espero que no tengamos que volvernos a ver.

Ricardo respiró tranquilo cuando se fueron, la historia que medio se había inventado había dado su resultado, además, todo se podía comprobar, lo único que tendría que cubrir era lo del perro, pero mientras no lo mentaran, mejor ni nombrarlo, luego siempre sería correcto definir la última procedencia.

CAPITULO  II

Dos días después, en el barco, aparecieron otros dos hombres, esta vez  españoles, se identificaron como policías, también traían una foto, esta vez si la reconoció Ricardo, era Lara.

 Si, esta chica estuvo en este barco, me contrató para ir a Menorca, por S. Juan, pero iba teñida de negro y muy maquillada, parecía mayor, me dijo que en Ciudadela recogeríamos a su novio.

Allí teníamos que estar dos días, así que quedé con la chica que me dijo que se llamaba Lara que el tiempo en Ciudadela, como eran fiestas yo me iría con unos amigos, y quedamos para el 23 de junio para volver al barco y partir donde ellos dijeran, no llegué a conocer al chico, cuando volví al barco no estaban, se habían llevado el equipaje, me dejaron el dinero que le había dicho que le cobraría por cinco días más y una buena gratificación.

La chica trajo también un perrillo, me lo dejó con una nota diciendo que me lo podía quedar que no se lo podían llevar.

Supuse que se irían en avión por lo del perro, yo se lo dejé a una amiga mía francesa, que vive en Niza, me lo devolvió porque no se le adaptaba a vivir con sus perros, así que lo tengo yo, Lèonore, mi amiga se lo llevó y lo legalizó, porque no tenía papeles, ahora se llama Trouvé  y  está conmigo, es un perro alegre y feliz.

Por cierto, anteayer vinieron dos tipos creo que árabes a preguntarme por un chico, me enseñaron la foto, también parecía árabe, pero vestido a la europea. Les dije que no lo conocía y les conté lo mismo que les he dicho, salvo lo del perro. Se fueron y me amenazaron por si no les había dicho la verdad.

¿No sabe quien era la chica?

No, no tengo ni idea, además, no me cayó simpática en ningún momento y no me fijé en ella ni siquiera con las horas que pasó en el barco navegando, creo que estuvo más tiempo durmiendo que despierta.

¿De verdad no la conoció?

No, no soy muy fisonomista, pero diría que no la había visto jamás.

Es la hija de una persona muy importante y ha desaparecido, lo último que se sabe es que viajó con usted y porque se lo dijo a los árabes del servicio secreto.

Por el bien de usted, esperamos que lo contado sea verdad. Por cierto, no debe salir de esta población por si le necesitamos.

Mire, dijo Ricardo, yo vivo como ya sabrán de los charter que hago con el barco, por ahora no tengo nada previsto y este verano está bastante flojo, pero si me sale algo tengo que aprovecharlo porque luego el invierno es muy largo, así que si me dejan ustedes el teléfono, si me sale algo los llamaré para estar localizado, no tengo ningún problema y colaboraré con ustedes en todo lo que pueda, pero lo que ya les he dicho es todo lo que sé y así se lo dije a los árabes sin saber ni quienes era , no tengo nada que ocultar.

Bueno, le dejo mi tarjeta, aquí hay siempre alguien, solamente tiene que dar su nombre y pedir hablar conmigo, dijo el agente que había hablado siempre, el otro le miró de reojo y se marcharon los dos.

CAPITULO  III

Ricardo no sabía qué había pasado, pero comprendía que la cosa parecía ser muy gorda, ¿Quién sería la tal Lara? Y ¿El árabe? ¿A qué se dedicaban? Ricardo pensó en hablarles de las horribles muertes de Ciudadela, pero ¿Cómo explicaría lo del baúl? Lo ideal era que creyesen que se habían ido definitivamente del barco antes de los sucesos.

Había hecho muy bien en trasladar los sobres al banco aunque esperaba que no supiesen de la caja del banco, así que decidió que habría que hacer algo lógico, quizás hacer desaparecer la llave, o guardar el dinero en otro sitio más seguro, pero ¿Dónde? No podía comprometer a nadie. Luego pensó que seguramente estarían siguiéndole, así que pensó que si se marchaba a otro sitio, teniéndolos informados, se dedicarían a seguirlo y se liarían pensando que hacía algún movimiento “sospechoso” 

El tiempo era bueno todavía y podría salirle algún viaje, pero era muy difícil, normalmente estos charter se organizaban con tiempo. Podría marchar sin motivo aparente, pero se vería demasiado.
Bueno, voy a Peñíscola a comprar tomates pensó.

 Hacía mucho tiempo que tenía por costumbre irse a Peñíscola por la tarde a pasear por allí, se relajaba, luego echaba una primitiva para la semana y después, subiendo al casco antiguo había encontrado una casa que vendían unos tomates de cosecha propia que llamaban “cor de bou” (corazón de buey en valenciano) tenían la forma de un corazón y eran sabrosísimos.

En verano, y para andar por aquellas poblaciones utilizaba una pequeña moto de 49 c.c., así que la cogió y se fue por la carretera de la costa, en mal estado pero más corta y no tan peligrosa como la Nacional 340. Supuso que para aquello no necesitaría comunicarlo, además le interesaba saber si lo seguían, por eso eligió los caminos menos transitados.

Peñíscola estaba como siempre en verano, aunque éste ya empezaba a declinar, ríos de gente hacia todas las direcciones, siempre que pasaba por el paseo, rodeado de tanta gente de todas partes pensaba ¿Será posible que con toda la gente que hay por aquí y no me encuentre con nadie conocido?

No lograba quitarse de la cabeza la foto que le habían enseñado de Lara, alguna vez, pensando en ella le recordaba a alguien conocida, pero no de rubia, sino como la conoció, de negro y repintada al estilo “gore”. Habían dicho que era la hija de alguien importante, pero él ni miraba ni leía revistas del corazón y de televisión poca.

Llegó a la casa de los tomates, compró unos kilos, charló un rato con la señora, marchó a por la moto  y se fue directamente a su apartamento. Allí estaba Trouvé dando saltos de alegría, lo cogió en brazos, le puso la cadena y se fue con él a la calle a pasearlo.

Por más vueltas que le daba a la cabeza, no lograba imaginar qué pasaba, ¿Quiénes eran los jóvenes desaparecidos? De ella le dijeron que era la hija de alguien importante, de él no le dijeron nada, pero los servicios secretos de un país árabe estaban detrás del asunto, ¿Y los pasaportes que había en el baúl que tenían fecha de entrada en Túnez para  cuatro días después de la fecha, cuando aun estaban en Menorca? Ricardo ya no sabía a qué atenerse.

Dos días después, estando en el barco, aparecieron por allí los árabes, cuando se acercaron a el “Solitario” Trouvé salió hasta la proa ladrándoles. Ricardo se acercó a ver qué pasaba y al verlos les preguntó:

¿Quieren subir a bordo? ¿Necesitan alguna cosa?

Solamente queríamos preguntarle una cosa, ¿No llevaba la chica un perro? Dijo el más alto.
Si, era éste, cuando me dejó la nota de dijo que ya que se llevaba tan bien conmigo y que se había olvidado los papeles en casa, que me lo dejaba. Yo luego supuse que iban a algún sitio donde llevar un perro era un problema, así que me lo quedé.

Cuando llevé el barco a Italia fue conmigo, luego fui a Francia a ver a una amiga que tiene varios y no se llevaba bien con ellos, así que le saqué documentación nueva, la verdad es que para ello hubo que hacer una pequeña trampa y cambiarle el chip y ya, con la nueva documentación me lo traje para casa.

¿Qué hizo con el chip?

Lo tiré a una papelera cuando iba hacia el aeropuerto.

¿Por qué no nos dijo nada de él la vez anterior?

No me di cuenta, como para ustedes el único interés era el chico y yo no lo llegué ni a conocer.
Sin embargo, cuando vinieron los dos policías españoles, preguntando por la chica si que se lo dije.
Por cierto, esos chicos ¿En qué lio se han metido que hay tanta gente detrás de ellos? El no lo sé, pero a ella yo la buscaría a partir de Menorca, que fue donde abandonó el barco, aunque había tanta gente y tan diferente en Ciudadela en aquellas fechas. Y barcos de recreo había de todo el Mediterráneo, además de las líneas regulares de ferry.

De todas formas, si abandonaron al perro, supongo que querrían viajar en algún transporte público, sobre todo en España, es un problema viajar con un animal de compañía y raro es el hotel que los admiten.

En el náutico de Ciudadela no vieron a nadie de esas características ni con un baúl de grandes dimensiones, dijo el árabe alto.

Si preguntaron por mi barco, supongo que les habrán informado de mi llegada y estancia allí, estaba en el  contra muelle y allí entran y salen coches de todo tipo, además de que allí amarra el ferry de Alcudia y en fiestas hay muchísimo tráfico, de todas formas, y, cuando rellené la hoja de llegada, ya anoté que viajaba con una pasajera y a la hora de irme, también declaré que partía solo.

No se quien era Lara ni si llegó a presentarse el amigo, novio o lo que fuese, lo único que se es que les he dicho toda la verdad, he pensado mucho sobre el hecho por si me acordaba de algo y lo mismo que les he dicho a ustedes es lo que le dije a los dos policías españoles a los que por cierto también hablé de ustedes.

No sé ni quienes son ni tan siquiera la nacionalidad, supongo que su presencia aquí y su interrogatorio no  es del todo legal cuando hay unos policías españoles por medio, pero prueba de mi buena voluntad es que a unos y otros les he dicho la verdad.

Bueno, dijo el alto, no le molestamos más, es de vital importancia que encontremos al chico porque es el hijo de una familia muy influyente y a ella porque también lo es, le damos las gracias por su colaboración y esperamos que si nos surge alguna duda nos pueda ayudar.

De todas las formas, la policía española sabe de nuestras gestiones y compartimos toda la información. Agradecidos esperamos que no le tengamos que molestar.
El más bajo, que hacía las veces de interrogador malo, miró a Ricardo como si le perdonase la vida y se despidió sin decir palabra, solamente levantó la mano derecha con su dedo índice levantado y el resto recogidos.

El día siguiente, cuando llegó al barco, se encontró con  que lo habían abierto y registrado hasta el último rincón, incluidas las sentinas donde había estado el dinero, en algunos rincones se veían señales de polvo blanco, de los utilizados para buscar huellas dactilares. No había desaparecido nada, los equipos de navegación y el ordenador portátil habían sido conectados y revisadas las memorias.

Cuando Ricardo vio aquello, no supo si era obra de árabes o de la policía, así que después de revisar todo y comprobar que no faltaba ni roto nada, cerró el barco, se fue al contramaestre del puerto y denunció el hecho, luego a la Guardia Civil e hizo lo mismo.

Ya eran casi las cuatro de la tarde cuando se dirigió a su casa, había pasado lo mismo, también le habían abierto la puerta y revisado todo, ahora no tenía duda, sabían que estaría en el barco y no lo esperaban en el piso. O quizás se repartieron la labor.

Otra vez le tocó revisarlo todo e ir a denunciarlo, el agente que lo recibió, el mismo de por la mañana, extrañado le preguntó por qué lo buscaban.

Ricardo le contó la misma historia que sabían árabes y policía. Le pidió al policía que hiciese constar sus sospechas en las denuncias y que no  tenía  nada más que decir.

A partir de ese momento se dedicó a revisar las hemerotecas a través de internet para intentar enterarse  de quién era Lara. Le costó muy poco encontrarla, después de varias preguntas a Google le puso “fotos de hijas de personas importantes” Lara estaba allí.

¡Dios! En menudo lio me he metido sin comerlo ni beberlo, espero salir de esta lo antes posible, pero ahora nada tiene vuelta atrás, y hacia delante la bola se irá haciendo cada vez más gorda.

CAPITULO IV

Sospechando lo que sospechaba, el pensamiento primero de Ricardo fue que le convenía desaparecer por una temporada, pero eso era reconocer que había hecho algo en la desaparición de las dos personas, pero de eso era completamente inocente y nadie se iba a creer lo de Cervero, además, si indagaban, podrían enterarse de que también había estado en Porto Pino, más tarde de la muerte de la pareja, pero solamente él  lo sabía, aunque para eso tenía los billetes de avión y el alquiler del coche.

Al día siguiente aparecieron por el barco los policías, Ricardo estaba dándole una mano de aceite de teka a las maderas de la cubierta.

¿Qué desean? ¿No tienen bastante con desmontarme barco y apartamento? ¿O me van a decir que ustedes no fueron?

O ustedes o los árabes, pero me parecen que juegan juntos en el mismo equipo.

Todo lo que les dije a ustedes y a los otros es la pura verdad, y si quieren algo más de  mí, después de todo lo ocurrido, me parece que van a tener que traerme una orden judicial.

No, venimos para informarle que se han descubierto, según las pruebas de ADN los restos de la pareja en Menorca. Vd.  ¿No sabía nada?
 
Nada ¿de qué?

De la horrible muerte de la pareja, la misma noche que usted pasó en Menorca. Nos dijo la primera vez que había estado el día y medio con sus amigos. ¿Pueden ellos confirmarlo?

Si, claro, éramos un pequeño grupo y pasamos las fiestas  juntos, eran los familiares de una novia mía que murió, no sé si ustedes conocen las fiestas, son multitudinarias, todo el mundo está en las calles, las noches se pasan en vela y de día se duerme un poco allí donde se puede. Pero dicen que tuvieron que reconocerlos por el ADN, ¿Tan grave fue la cosa? ¿O murieron quemados o algo así?
Murieron despedazados por alguna o algunas fieras, se habla de perros salvajes o incluso lobos, parece ser que fue más de uno.

Pero, yo no he oído nunca que allí pudiese haber lobos o animales salvajes.

O eso o un rito satánico.

¡Dios mío! ¿Pero eso existe?

No sabemos nada más que eso, ¿Usted no supo nada de las muertes? Cuando salió de Ciudadela ya se sabía todo eso y la gente estaba horrorizada.

Cuando fui a Capitanía del puerto a pagar y marcharme las chicas de la oficina estaban hablando de algo que había pasado, la verdad es que ni pregunté que yo recuerde, aunque si, quiero recordar que pregunté algo, pero pensé que era cuestión de peleas o algo así en medio de la algarabía de las fiestas.

Lo que extraña ahora es el baúl, de éste no se sabe nada, con ellos no estaba, y usted dice que en el barco tampoco. ¿Tiene la nota que dijo que le dejaron?

No, no le di la mayor importancia, como cobré el viaje más una gratificación me marché para ver si aprovechaba el viaje y podía hacer otro charter y cuando hice que me limpiaran el barco como hago siempre que termino un viaje supongo que terminaría con el resto de las basuras.

Bueno, venimos a informarle que habían aparecido los cuerpos y ya lo hemos hecho ¿Ha averiguado quienes eran?

Me metí en internet y al final tengo la sospecha bastante clara de quién era ella, la verdad es que no me lo hubiese imaginado nunca, pero a él les juro que ni se quien era ni lo he visto jamás.
Cuando se fueron sin decir nada, y ella me había dicho que no le interesaba que lo vieran, fue cuando le ofrecí a Lara quedarse solos en el barco hasta que zarpásemos, luego cuando desaparecieron y me dejaron todo pagado e incluso una indemnización por no seguir el viaje pensé que querían ocultarse más o tenían planeado cambiar de barco, que sigo pensando que es lo que debieron hacer o facturaron el baúl o lo sustituyeron por algo más cómodo y manejable, yo lo subí al barco y me las vi y me las deseé, pero llegué a sospechar que él estaba metido en algo gordo, drogas o algo así, claro que tampoco conocía a ella en aquellos momentos, luego aparecieron los dos gorilas árabes y ya no sé qué pensar, aunque en internet decían que era de gente de mucho dinero. Por cierto, colaboro con ustedes todo lo que haga falta, pero les rogaría que los apartaran de mi, me han llegado a amenazar veladamente, sobre todo el más bajito, que parece un orangután y no creo que aquí, en España tengan ningún derecho ni autoridad.

Bueno, se hará lo que se pueda. Ahora nos vamos.

Esperen, quiero comentarles algo, pronto serán las fiestas de Mahón y se suelen hacer charter y cruceros, a Menorca, tengo unos posibles clientes para un viaje, si me sale, ya los avisaré de las fechas y por donde estaré.

Cuando se fueron los policías, Ricardo se quedó más tranquilo, les había hablado muy bien y además quizás le quitasen a los árabes de encima. Lo del supuesto viaje a Menorca era una forma de desaparecer unos días, ahora habría que hacer algo para conseguirlo, aunque fuese un crucero sin ganancias.


CAPITULO  V

Cuando terminó aquella tarde de trabajar en el barco hizo lo que tenía por costumbre, irse a Peñíscola a pasear por allí. Había ido por primera vez en el 67, cuando era un pueblecito, unos años después, 11, desde que Berlanga rodó Calabuch y 6 desde el rodaje de El Cid, de Charlton Heston y Sofía Loren, ambas películas en el castillo y la playa norte. Pues bien, en 1967 Peñícola empezaba a despuntar en el turismo.

Le gustaba ver como las gentes se arreglaban para salir a pasear y lucir el bronceado  que había cogido durante el día, mientras se tomaban unos helados antes de la cena.

Llegó hasta el centro mismo y allí dejo la moto, subió al paseo y no había andado ni diez pasos vio a alguien conocido. Lo había visto en Blanes cuando hizo escala allí llegando de Menorca, en Junio, después de los macabros hechos sucedidos allí.

¡Pedro!, ¡Pedro!, gritó.

Un hombre de su edad aproximadamente, con barba y gafas y acompañado de una mujer, algo más joven y vestidos los dos de esport  y muy morenos por el sol, se dio la vuelta y miró durante unos segundo a Ricardo, luego, más bien recordando al hombre de Blanes que a otra persona, se dirigió hacia él y le dijo:

Perdone, ¿Le conozco de algo?

¿No eres Pedro? ¿El amigo de Vicente y mío de Madrid?

Yo soy un turista y estoy aquí de paso y me llamo Luis.

Perdone, lo siento, pensé que era otra persona, dijo Ricardo y empezó a retirarse.
¡Ricardo! Hermano de los caracoles (*), que no aguantas ni una broma, coño. Dijo Pedro cuando ya se iba éste.

Fueron el uno hacia el otro y se fundieron en un abrazo.

¡Jo! Ya no me acordaba de los caracoles.

Yo sí, siempre tuve cargo de conciencia por lo que hicimos, pero ¿Te fue bien, verdad?
Nunca más he sufrido del estómago.

Bueno, espera, te presento a mi mujer, Azucena.

Así que tú eres Ricardo, a ver si algún día conozco a Vicente, solamente oigo a Pedro hablar de vuestras aventuras.

¿Por qué no te diste a conocer en Blanes?

Es una larga historia, ya os contaré. ¿Estáis aquí de vacaciones?

No, en Vinaroz, tenemos un barco allí y pasamos todo el verano en él. ¿Y tú?

No, tampoco, vivo en Benicarló y también tengo un barco allí, con el que me dedico a hacer charter y vivir de ello.

¿Estabais en Blanes con el barco?

No, parte del invierno lo pasamos allí, así estamos cerca de los hijos, que viven por allí.
¿Y tú?, ¿Tienes hijos?, ¿Te casaste?

No a la primera y no a la segunda, la verdad es que estuve a punto pero todo fue mal, ya iremos hablando de todo ello.

Se sentaron en una terraza, a tomarse unas cervezas y contarse de sus vidas, luego se fueron a  cenar y seguir charlando.

Quedaron para el día siguiente salir a navegar con el barco de Pedro, querían hablar de todo lo ocurrido sin que pudiesen ser espiados por nadie.
Al día siguiente Ricardo fue temprano a Vinaroz, dejó la moto fuera del Náutico, un poco para despistar, entró en un bar a tomar café y luego, al ver que nadie le seguía entró en el club, Pedro estaba esperando con los motores en marcha y las amarras a punto para ser soltadas.

Salieron a navegar con el trawler, un barco clásico que Pedro y su mujer habían restaurado.

Salieron del puerto y prepararon las cañas para pescar al “curry”. Pasaron el día pescando, a medio día fondearon al sur de Peñíscola y se bañaron, hablaron de todo lo pasado en esos caminos separados que habían emprendido hacía ya tanto tiempo.

Eran ya las últimas horas de la tarde cuando llegaron a puerto, amarraron, tomaron una cerveza para refrescarse y se despidieron hasta otro día.

Ricardo les habló de una pequeña parte de lo ocurrido por no complicar a sus amigos con sus problemas.

(*)Ver “Los caracoles” del mismo autor


CAPITULO VI

A los pocos días Ricardo tuvo que hacer unas reparaciones en el casco del barco, cuestiones de fibra y recordó que Pedro le había comentado de un chico tunecino que le había trabajado en  su barco, así que le pidió el teléfono y le llamó. El mismo día por la tarde vino Habel a hablar con él.
El tal Habel, de rasgos árabes, era muy delgado, pero fibroso, se le notaba fuerte pese a su aspecto y cojo de la pierna derecha, luego supo que había tenido una operación de rodilla para corregir una parálisis ocasionada por una poliomielitis y tenía la movilidad reducida.

Le enseñó lo que había que hacer. En una maniobra al ir a amarrar, había golpeado la amura de estribor  y se produjo un desconchón y un desplazamiento del candelero que podría producir una entrada de agua entre las capas de fibra.

Habel  hizo un presupuesto y quedó con Ricardo para a la mañana siguiente ir a comprar los materiales necesarios, la obra no era costosa, pero había que realizarla en varios días seguidos para permitir que los materiales secasen lo mejor posible.

Durante varios días Habel estuvo trabajando en el barco, el primer día, cuando ya llevaba tres horas trabajando, Ricardo le dijo a Habel:

¿Quieres beber algo? Yo me voy a tomar una cerveza.

Si, yo también.

A partir de ese momento, Ricardo estuvo hablando con él durante bastante rato cuando hacían un descanso o después de terminar la jornada.

Habel llevaba veintitantos años en España, su padre había venido a trabajar, cuando ya estaba establecido aquí, se trajo a toda su familia, su mujer y tres hijos, lo que le hizo tomar esa decisión fue el precario estado de salud de su mujer y la poliomielitis del niño. La madre fue sometida a varias operaciones, la última del corazón y seguía viviendo, ahora en casa de la hija desde la muerte del padre.

Cuando tuvo una edad suficiente, a Habel lo casaron con una tunecina y se la trajo también. El había trabajado en aquella zona y su hermano menor, ebanista, ahora ambos en el paro, sobrevivían de las ayudas y los trabajos que iban haciendo. En realidad eran buenos profesionales.
Se las daba Habel de medio español, pero en el fondo seguía amarrado a las raíces árabes.

Ricardo, al que le gustaba saber de las gentes y de otras culturas, lo interrogaba muy sutilmente sobre religión y costumbres.

Un día, ya próximo a acabar el trabajo, cuando ya se había ido Habel hasta el día siguiente, Ricardo se fue a sentar en una terraza del puerto, después de pasear a Trouvé, mientras esperaba a Pedro para tomar unas cervezas, en la mesa de al lado había dos chicos de unos treinta años y con aspecto de estar de vacaciones.

Al poco rato le pidieron fuego, Ricardo se lo dio y encendió un cigarrillo que le ofrecieron.

Uno de los muchachos le preguntó:

¿Conoce a ese árabe que venía con usted cuando salió a pasear al perro?

Si, Me está haciendo un pequeño arreglo en el barco, poca cosa, me lo recomendó un amigo y así le echamos una mano ya que tiene familia a su cargo y está en el paro, pero solamente le conozco de eso.

Ricardo, después de varias preguntas más, notó que le estaban interrogando, pero no por lo que había ocurrido con la pareja de Menorca, era algo diferente, sobre islamistas, querían saber algo sobre Habel. ¿Estarían buscando trabajadores ilegales?

Cuando llegó Pedro, saludó a Ricardo, cogió a Trouvé en brazos y le hizo cuatro carantoñas, luego se sentó y pidió una cerveza.

Ricardo le dijo:

Estos dos chicos me preguntan si conozco a Habel, les he dicho que me lo había recomendado un amigo, ¿Te hizo algo a ti?

Si, me estuvo arreglando la cubierta, pero no lo conozco sino de eso, nos lo hemos recomendado unos a otros, a mi no recuerdo bien quién lo hizo, alguien del club de Vinaroz, supongo que otro socio, es un chico que trabaja bien y barato, yo lo tuve durante dos semanas e incluso le comenté que por qué no se establecía con su hermano que es ebanista y por cierto muy bueno, y tendrían bastante futuro en los barcos de recreo. Luego estuvieron trabajando para otros.

¿Hablaron de cuestiones religiosas?

No, pero ya sabéis que clase de gente es, te hacen creer que  son muy liberales, muy europeos, pero luego los ves por ahí y llevan a las mujeres tapadas hasta las cejas y dominadas totalmente, muchas sonrisas y buena cara pero luego te la clavan por menos de nada.

Ricardo, viendo el cariz que tomaba aquello, que era un interrogatorio solapado, les dijo: Bueno, ya está bien, ¿Para quién va el interrogatorio y qué queréis saber? ¿Quiénes sois? ¿A qué venís?

Mira, dijo el más hablador de los dos sacando una chapa de la policía. Somos policías y no traemos ninguna orden ni nada parecido, no somos de por aquí, venimos de Madrid y ni los propios policías de la zona o trabajando por aquí nos conocen, estamos investigando y buscando células islamistas, pertenecemos directamente a las más altas esferas de Interior y estamos investigando células islamistas, pero nadie os  va a creer y nadie nos va a reconocer, así que si queréis contestarnos nos haréis un favor.

Os voy a contar una cosa, ya que sois, creo, sinceros. A mí me está pasando algo que os voy a explicar, todo empezó porque alquilé mi barco a una chica que iba a hacer un crucero con su novio o llevarlos a algún sitio que no me dijeron, a él no lo vi en ningún momento. Ricardo les contó con pelos y señales todo lo que ya le había contado a los otros policías y a los árabes.

¿Y esos árabes dices que están también en contacto con los nuestros? Dijo el más callado.

Eso dijeron. Contestó Ricardo.

El más hablador se separó unos quince metros del grupo y se puso a hablar por el móvil, estuvo así durante unos quince minutos, luego colgó y se aproximó al grupo, siguieron hablando sobre el asunto y al cabo de diez minutos sonó el teléfono del policía “hablador” y éste contesto:

Así que va por ahí la cosa, bueno, nosotros creemos que este señor está colaborando y los “moros” buscan algo más, miraremos de identificarlos.

Si aparecen por aquí de nuevo, tenga esta tarjeta y llámenos. Y se despidieron.

Cuando  marcharon, Ricardo y  Pedro se miraron. El primero en hablar fue Pedro.

Menuda se está montando, aquí hay cuatro grupos distintos o no tan distintos, por lo que he llegado a entender, parece como si lo de la muerte de esa pobre chica y su novio, no tuviesen nada que ver o ha sido el desencadenante de algo muy gordo, y tú estás metido hasta las cachas y de rebote voy yo. ¿Averiguaste quien era el chico árabe que murió con la chica? ¿Era el novio o alguien que se metió por medio?

Mira, Pedro, tienes razón, la cosa está muy negra y yo estoy en medio, y por cómo se está desarrollando todo, te pido, por favor, que ahora que puedes, que no te han implicado en nada, sino por haberme recomendado a Habel, haz el favor de apartarte, mientras esto dure, sepárate de mí, pero no te alejes mucho, tú eres más cerebral que yo, siempre lo has sido, vamos a estar en contacto, si quieres, pero solamente a escondidas, cuando queramos vernos, por algo importante nos llamaremos a preguntar cualquier tontería de navegación o del tiempo, y quedamos para comer o cenar en algún sitio más bien solitario que podamos controlar a las personas de alrededor.

 Mientras tanto mejor que no te acerques, piensa en lo sucedido y a ver qué se te ocurre.

CAPITULO VII

Habían pasado tres días cuando Pedro llamó a Ricardo:

Ricardo, tengo un pequeño problema con el cargador de baterías del barco, hay una cosa que no veo claro, a veces, la batería de servicio, pese a estar conectada al cargador, se descarga, cambio de posición el distribuidor de baterías y vuelvo a la primera y me marca como si hubiese cargado sola.
Mira, ahí tienes por algún lado un contacto que te la descarga, te doy un teléfono de un técnico que me hace algunas cosas, es de confianza y no es caro. A propósito, ¿Qué haces? Tengo que ir a San Carlos a tratar con una agencia para hacer unos charters, como me pilla de camino, ¿Te paso a buscar y charlamos?

Si, aparca tu coche en el club e iremos con el mío, que está bajo de batería y necesita andar un poco. Te esperaré en la puerta del club para abrirte.

A los diez minutos los dos amigos partían en el coche de Pedro, dieron un par de vueltas por el pueblo para controlar si alguien los seguía y salieron a la carretera. Durante el camino hablaron de banalidades, llegaron a S Carlos y aparcaron.

Ya en la calle Pedro le dijo a Ricardo: ¿Sabes que vi ayer a Habel y a su hermano sentados en el paseo, al lado de dos tipos árabes, bien arreglados? Estuvieron allí mas de tres cuartos de hora y hablaban pero hacían ver que leían un periódico, luego se fueron, los árabes metieron algo entre las páginas, se levantaron dejando el periódico en el banco, Habel lo recogió rápidamente y se lo pasó a su hermano, esperaron diez minutos y se fueron cada uno por su lado, les hice una foto de espaldas con el móvil para que tú los vieses, porque yo solo conozco a los árabes por la descripción que me diste. Sacó el móvil y se lo enseñó.

Si, son ellos, no hay duda. Aquí hay gato encerrado. Ahora mismo voy a llamar a los polis de ayer, me parece que estos van a ser los más de fiar.

Ricardo buscó un teléfono público y llamó al número que figuraba en la tarjeta. ¿Oiga? Quiero hablar con José Miguel. ¿Eres tú? Vale, soy Ricardo, que hablamos el otro día, es para indicarte que mi amigo ha visto  una cosa que me ha contado y me ha extrañado mucho, ayer, por la tarde. Estaban los dos hermanos sentados en un banco y…….

Si que es extraño, ¿Y dices que dejaron un periódico con algo dentro y el cojo lo cogió? ¿Era grueso o delgado?

Si, era algo delgado, yo diría que eran unos papeles.

¿Estáis seguros de que eran ellos los árabes ricos?

Sin lugar a dudas, mi amigo hizo una foto de espaldas pero yo los he identificado sin duda.
Hazme un favor, envíamela al correo electrónico que te voy a dar, cuando te confirma la recepción destrúyela, si alguno de ellos la descubre podéis correr un grave peligro.

A los diez minutos  llegó la confirmación, Pedro borró todas las fotos que tenía almacenadas e incluso sacó la memoria del móvil. Los dos amigos temblaban y se fueron a tomar una copa para reaccionar.

CAPITULO VIII


A los tres días, Ricardo recibió una llamada de José Miguel, fue muy escueta. Ricardo, esta noche, a las nueve reúnete con Pedro a ver el telediario.

Llamó a Pedro y le dijo: Pedro, vente con tu mujer a mi casa, he recibido una llamada de teléfono para que veamos el telediario juntos, cenaremos aquí, ¡venid pronto!

A las ocho y media llegaron Pedro y su mujer al apartamento de Benicarló.

Ricardo había preparado los dos televisores que tenía en casa y el del barco, porque no sabía qué canal tenía que poner. Además colocó una cinta de vídeo para gravar en el fijo.

Abrió el telediario de la 1 con un:

¡Noticia de última hora!

 Hace escasamente media hora, ha sido desarticulado un comando islamista al parecer de Al Qaeda, han fallecido cuatro árabes de diferentes nacionalidades, en el momento de la detención, al parecer estaban preparando un gran atentado para el once de septiembre. Conectamos con el Ministerio del Interior en el que ahora mismo se están ofreciendo unas declaraciones del ministro.

Esta tarde, en la zona de Levante, ha habido un enfrentamiento entre varios árabes y  una dotación de los GEO, en una casa se encontraban dos árabes que se hacían pasar por obreros en paro y que se dedicaban a hacer trabajos esporádicos en fibra de vidrio y ebanistería. Se les incautaron documentaciones falsas y doscientos mil €. Se dedicaban a comprar teléfonos  de previo pago y diferentes materiales, altamente inflamables,  que se utilizan para arreglo de embarcaciones.

En otro puerto se localizaron al mismo tiempo dos agentes también árabes que vivían con gran lujo y poseían dos embarcaciones de gran velocidad, una, para cometer un tremendo atentado y la otra para facilitarles la huida por mar.

Los citados comandos eran seguidos desde la muerte de un agente terrorista que murió junto con su novia en extrañas circunstancias.

Se está investigando unas muertes parecidas ocurridas por las mismas fechas y similares circunstancias en Italia.

La localización de los citados individuos se produjo en una población costera gracias a la foto que un turista hizo casualmente.

En los enfrentamientos con los terroristas, se produjeron diversos disparos, siendo abatidos los cuatro árabes.

Dos policías resultaron heridos levemente.

Hasta aquí la rueda de prensa, por ahora no se permiten preguntas, este ministerio enviará en su momento una nota de prensa en la que se darán más detalle.

Ricardo y Pedro se miraron y ambos estaban temblando, la mujer de Pedro lloraba asustada.
Ricardo se levantó, sacó una botella de whisky,  tres vasos y se sirvieron abundantemente.

A los dos días apareció por el barco “El solitario” José Miguel con otra botella debajo del brazo y encontró a los dos amigos terminando de arreglar lo que Habel dejó a medias.

¿Puedo subir a bordo?

Adelante, dijo Ricardo mientras los dos amigos se limpiaron las manos y se la extendieron al policía.
Cuándo dijeron lo de los dos policías heridos, temimos que fuerais vosotros, dijo Ricardo.

No, fueron los dos policías que “investigaban” la desaparición de la pareja en  Menorca, los encontramos con los agentes ricos con los que parece ser que “colaboraban”.

La pareja que murió en Menorca, al parecer simularon un rito  satánico, dijo José Luis. Ricardo fue a por hielo y vasos y entre los tres terminaron con la botella mientras el policía les terminó de contar los detalles, pidiéndoles por favor que no desvelaran la identidad de “La misteriosa dama de negro”.

FIN


jueves, 3 de septiembre de 2015

EN BUSCA DE LA PUERTA DEL INFIERNO (Yo confieso)

Un día más para este blog, hoy con la segunda parte de "El viaje" espero que os guste y os haga pensar un poco sobre muchos de los misterios de este mundo.

Y ahora..........


En busca de la puerta del infierno

Segunda parte de “La misteriosa dama de negro” La realidad y la fantasía se unen en este relato lleno de emoción, el viaje existió, parece ser que algo hubo y que por miedo a espantar al turismo se tapó bastante el asunto, Trouvè, el pinscher enano, al que yo le llamo el “Dóberman enano”, ahora de tan buena pasta, también existe. No sé nada de su pasado canino, Ricardo se lo encontró en su barco, abandonado por una cliente, “la misteriosa dama de negro”. Lo volvió a reencontrar en Niza. Ahora vive con Ricardo en su barco y es un perro feliz y tranquilo.

EL VIAJE II

En busca de la puerta del infierno

Pedro Fuentes

CAPITULO l

Ricardo quedó anonadado después de leer la noticia de lo ocurrido en Porto Pino, Cerdeña.

Lo primero que hizo fue buscar un periódico italiano. Encontró el Corriere della Sera del día 26, lo repasó todo, no vio sino lo que había encontrado en el diario español, una pequeña reseña sobre el macabro hallazgo, comentaba que era una pareja joven que habría buscado la intimidad de la noche en una playa al norte de Porto Pino, habían dejado el coche cerca, por lo que esperaban fuese más fácil la identificación, pensaban que podría tratarse de perros asilvestrados que merodean por los bosques cercanos.
Ricardo estaba realmente asustado, no terminaba de creerse que fuese Cerbero, lo había arrojado al mar a más de cien millas marinas de allí, claro que después de ver la transformación que tuvo en el barco cuando le atacó a él, pensó que aquello había ocurrido por una fuerza sobrenatural.

Cuando recordaba el aspecto de la fiera, se le erizaban los cabellos, le venía a la memoria grabados que había visto sobre la mitología griega, era igual que el guardián del infierno.

Ahora no sabía qué hacer, el único que conocía el misterio era él, y si la bestia había escapado del mar, volvería a matar.

Tomó una decisión, él lo conocía, también sabía el mal que encerraba, ya llevaba bastante tiempo fuera y nadie le había relacionado con los hechos, bajaría el barco a su puerto base, la Marina de Benicarló y marcharía a buscar una pista para localizar a Cervero, no creía que en su estado de pinscher  pudiese sobrevivir solo, alguien lo habría recogido.

Como las previsiones eran de tramontana fuerte, no se podía poner a pasar el cabo de Creus, en dos días iba a cambiar la cosa, así que mientras tanto, mañana a lo mejor los periódicos ampliaban algo.

A los dos días la tramontana calmó y salió de LLansá, pasó el cabo de Creus con un ligero Levante, una vez allí puso rumbo a la punta del delta del Ebro y decidió hacerlo en las menos etapas posibles, incluso si no se terciaba el viento en una sola, aproximadamente día y medio, así que puso el piloto automático y se dedicó a relajarse y preparar un plan de ataque.

Cuando llevaba unas diez horas navegando desde el cabo de Creus y estaba a la altura de S. Feliu de Guixols y Blanes, apareció por el horizonte, por proa la patrullera de la Guardia Civil, no supo qué hacer, en principio no había ninguna evidencia de que lo buscasen, además, todos sus papeles estaban en regla, los barcos dedicados a alquiler, estaban bastante controlados, sobre todo desde el terrible accidente del lago de Bañolas, con el barco que se hundió lleno de jubilados franceses.

Cuando vio que el rumbo era coincidente y que la patrullera no bajaba de velocidad, quitó el piloto automático y siguió pendiente de las velas. Al aproximarse y hacerle señas, puso el barco proa al viento  y amoyó el génova y la mayor, para que el  barco se detuviese. Cuando estuvieron a su altura, le lanzaron un cabo para que se abarloase.

Ricardo contuvo los nervios y lo más sereno posible dijo:

Buenas tardes, ¿Ocurre algo?

No, le contestó un guardia que se aproximó a la borda con un salabre en las manos y siguió solamente comprobamos los permisos de navegación.

Ricardo suspiró y le dijo:

Los tengo en la mesa de cartas, ¿me permite bajar?

Bajó, cogió la cartera de los documentos y se los puso dentro del salabre diciendo:

Aquí está todo, Permiso de Navegación con la última Inspección Técnica, permisos  míos y de radio,  seguro y todo lo necesario.

El  guardia lo recogió todo, se metió en la cabina, donde tienen los ordenadores, a los cinco minutos salió y preguntó:

¿El equipo de salvamento está tal como dice el  Certificado?

Si, contestó Ricardo, si quieren subir a bordo no hay ningún problema.

No, ¿Va usted  solo o lleva pasajeros?

No, voy solo, no es un buen año estoy haciendo algo de turismo, ahora voy para casa, en Benicarló, si sigue el tiempo así sin escalas, me están esperando para llevar un barco a Italia.

 Vale, puede seguir, y que tenga buena navegación le dijo el guardia devolviéndole la documentación.

Gracias, igualmente, hasta la próxima, le contestó Ricardo.

Ese encuentro, al final, había sido lo mejor que le podía ocurrir, era la prueba de que nadie le buscaba.

Treinta horas después llegaba a Benicarló, allí comentó que iba a llevar una embarcación a Italia y podía ser que lo necesitaran durante algún tiempo.

No tocó nada del dinero, allí estaba seguro y no le interesaba ponerlo en circulación por si acaso alguien esperaba eso.

Durmió durante 18 horas seguidas en su casa, habló con la gente del puerto, más que nada por ver si alguien había preguntado por él, ante la negativa, comentó con los conocidos que iba a Barcelona a recoger un barco para llevarlo a Italia y que luego era posible que lo necesitaran de patrón para hacer un crucero por allí.

Ricardo marchó a Barcelona, pero una vez allí, se dirigió al aeropuerto del Prat y cogió  un avión para el que ya tenía reserva, rumbo a Cagliari, Cerdeña.

Al llegar allí fue a una agencia de coches de alquiler y marchó a Porto Pino que en realidad es el puerto y playas de Sant´Anna Arresi. En Porto Pino hay unas bellísimas playas de arena fina y unas dunas casi blancas que llegan hasta unos extensos pinares que las bordean, en una de estas hermosas playas fue donde apareció la pareja totalmente mutilada, según se supo luego, gracias al coche que dejaron aparcado y a las autopsias vieron que eran dos jóvenes novios de Sant´Anna Arresi.

Se alojó en un pequeño hotel cerca de la ría que hace de puerto, tuvo suerte porque era temporada alta de turismo y en esas fechas Cerdeña estaba llena de turistas, aunque por lo general la gente va más al norte porque está más preparada, a él personalmente le gustaban más las playas salvajes del sur y los grandes acantilados. Porto Pino es un lugar delicioso por su tranquilidad y sus grandes bosques de pinos.

Cuando llegó, después de tomar posesión de la habitación, pequeña pero cómoda y limpia se fue a vagabundear por el puerto, éste es una ría natural con embarcaciones amarradas a ambas orillas.

Encontró un barco pesquero, arrastrero, el más grande que había, de unos 18 metros de eslora como habla bastante bien el italiano, se dirigió a unos marineros que andaban remendando las redes al lado del barco, esperando que no le respondiesen en sardo. Les preguntó qué se sabía de las personas atacadas por los perros salvajes y si se había dado el caso por allí de más ataques.

Le respondieron que ya sabían quienes eran los jóvenes, que eran dos chicos de Cagliari que estaban pasando unos días por allí y que nunca se había dado el caso de esos ataques, que en verano con tanto turismo, los perros abandonados comían regularmente y que se habían hecho batidas por los bosques cercanos y no se encontraros ni perros ni allí había lobos.

Las mujeres ancianas del lugar dicen que fue un ataque de Baal Zebub para llamar a las moscas, porque los restos estaban cubiertos por miles de moscas dándose un festín, incluso muchas de ellas habían depositado miles de huevos en los restos.

Ricardo se mantuvo totalmente serio y en el fondo muy asustado, aquello y lo que él sabía le ponían los pelos de punta, efectivamente parecía obra del diablo.

El invierno pasado, había leído mucho, él pensaba que quizás la generación de nuestros hijos no lo verían, pero que ya estábamos en el tiempo del principio del fin.

No se atrevió a preguntarles a los pescadores por el perro, porque no relacionasen nada, pero se fue más lejos y a un grupo de mujeres mayores sentadas delante de una casa, en una pequeña plaza y mostrando una foto de un pinscher enano que había sacado de internet se la enseñó y les dijo que unos amigos suyos lo habían perdido por la zona pero se le acabaron las vacaciones y se tuvieron que ir.
Ahora si que le hablaron en una mezcla de sardo con italiano, le pareció entender que hacía dos días una turista francesa que había en un hotel llevaba uno muy parecido. Les preguntó el hotel y se lo indicaron. Se fue hacía allí, tuvo suerte porque era un pequeño hotel familiar.

 Entró y a un señor de unos cincuenta años que había en recepción le hizo la misma pregunta.

 Si, si he visto un perrillo así, lo compró una señora de mediana edad a unos chicos que andaban jugando con él y que decían se lo habían encontrado en una playa cercana.

 Preguntó a la policía si alguien lo había denunciado y le dijeron que no y que no tenía chip, así que se lo quedó, dijo el recepcionista.

¿Y dónde está? Preguntó Ricardo.

En su país supongo, marchó anteayer a Marsella en avión, menudo jaleo tuvo para podérselo llevar en el avión, al final “pago” a alguien y lo metieron en una maleta de perros y lo subió al avión.
Ricardo le pidió la dirección de la francesa y después de sacar un billete de cincuenta €. La dirección era de Niza.

CAPITULO II

Según sus cálculos quedaban 23 días para que Cancerbero volviese a atacar, tenía tiempo suficiente para ir a Niza e intentar acabar con el perro, pero eso no sabía como hacerlo, tenía la vaga sospecha de que el animal no era normal, era un ser sobrenatural.

Por lo que había visto, la transformación que había sufrido en el barco, parecía poseído por el mismísimo demonio, parecía un licántropo, pero éstos eran hombres que se convertían en lobos y Cervero era un perro que se convertía en Cancerbero el portero de los infiernos.

Los pescadores lo habían definido como Baal Zebub, o sea como Belcebú, el príncipe de los infiernos.

¿Sería posible que existiesen los infiernos?, ¿se estaría cumpliendo ya el Apocalipsis, cuando habla de los siete sellos y cuenta que se abrirán los infiernos y aparecerán seres monstruosos que acabarán con parte de la humanidad?

De pronto recordó que en su juventud en Madrid, había conocido a un jesuita que le habló de endemoniados  y exorcismos. Había sido su profesor de latín y consejero espiritual.  ¿Dónde estará ahora? En aquellos tiempos daba clase en su colegio, en el que había estudiado el bachillerato, en Argüelles.

Tenía 23 días para localizar a la Sra. que se llevó el perro y al padre Lázaro, primero iría a Niza, tenía la dirección y el nombre de la turista, se cercioraría de que el perro estaba allí y era el mismo, luego intentaría encontrar al jesuita.

Se dirigió al hotel, allí pidió que le preparasen la cuenta que se iría a la mañana siguiente, luego pidió por si tenían periódicos atrasados, sobre las fechas que habían  pasado las muertes en la playa y subió a su habitación a leerlos. No sacó nada que no supiese, la policía había hecho batidas por el bosque cercano y no encontraron nada, ni huellas ni restos ni perros sueltos, los forenses habían dicho que eran desgarros producidos por unos dientes muy  grandes, tan grandes  como los de cocodrilo y parecía que fuesen  varios animales y por la colocación de las piezas parecían cánidos.

A la mañana siguiente dejó el  hotel  y se dirigió al aeropuerto de Cagliari, una vez allí sacó un billete para el primer vuelo que salía hacia Niza, tuvo suerte, al ser temporada de verano los vuelos a Niza y Francia en general, habían aumentado, solamente tendría que esperar unas tres horas y llegaría a Niza a primera hora de la tarde.

Devolvió el coche de alquiler, no sabía todavía qué haría si encontraba a Cervero o si lo reconocería ni qué le diría a la dueña, podría decirle que lo había perdido él, pero no tenía nada que demostrase que el can era suyo y no sabía si le podría contar a Madame Léonore Chèvas,  que así se llamaba la actual propietaria, toda la historia, cosa que dudaba creyese la buena Sra.
Decidió dejar las escusas para cuando estuviese allí.

Aprovechó la espera para comer algo, luego buscó periódicos españoles por ver si salía algo de lo de Menorca, así pasó el tiempo hasta que llamaron para su vuelo.

Tardó una hora desde que embarcó hasta que bajó del avión en Niza,  era uno de los pocos aviones que no hacían escalas para llegar a aquel destino.

Una vez en la Terminal del Aeropuerto, alquiló un coche y pidió un plano y unas indicaciones, tenía que dirigirse a la Av. des Mimosas, a las afueras de Niza, hacia el norte, era una zona residencial al norte del  club de tenis, cuando llegó a las señas indicadas, aparcó el coche y  estuvo observando las mansiones que allí había, encontró el número que buscaba, una bonita casa, no tan grande como las de alrededor, pero rodeada de unos grandes jardines.

Cuando se acercó, varios perros de diferentes razas y tamaños fueron hacia la puerta, llamó al timbre y los perros empezaron a ladrar, solamente uno permaneció callado y distante, era un pinscher enano.

Vino hacia la puerta una señora que correspondía a las señas de Madame Léonore y le preguntó:
Que voulez-vouz?

Perdone, pero no entiendo muy bien el francés, soy español y hablo el italiano y algo de inglés, pero el francés a duras penas lo entiendo, respondió Ricardo.

Yo hablo algo de italiano, dijo la Sra.

Me llamo Ricardo y vengo de Porto Pino, vengo buscando un pinscher enano que unos clientes míos perdieron cuando navegaban por las costas de Cerdeña, cerca de Porto Pino, le he seguido las pistas hasta aquí, voy de paso y no llevo ninguna documentación encima. Madame Chèvas les dio una voz a los perros que se separaron de la puerta y franqueó el paso a Ricardo, éste entró y dejó que los perros se acercaran y lo oliesen.

Cuando los perros dejaron de mostrar interés por él, se agachó y gritó ¡Cerbero! En ese momento el pinscher corrió y se arrojó a sus brazos, Ricardo lo acarició deseando que Cerbero no se acordase de que lo había tirado por la borda, pero los animales no son rencorosos.
La Sra. Léonore  se quedó sorprendida y le dijo:

Verdaderamente el animalito lo ha reconocido, aunque no traiga documentación, sospecho que todo lo que me ha dicho es verdad, le haría traer toda la documentación, pero le diré una cosa, tengo muchos perros, los recojo por ahí cuando los encuentro abandonados, y trato de colocarlos entre los conocidos, a éste lo recogí porque unos niños lo habían encontrado y no me pareció que estuviese en buenas manos, lo traje aquí y no se ha adaptado para nada, es más, los demás perros parece que le tengan miedo, no comen si no ha comido él, su sitio es el mejor cojín, hasta ese dóberman de ahí lo respeta.

Lo llevé al veterinario y lo han vacunado de todo, tiene documentación nueva, incluso me dijo el veterinario que había tenido un chip y que alguien se lo había quitado, la única vez que lo he visto alegre y contento ha sido con usted, puede llevárselo, lo registré como “Trouvé”  y ni hace caso ni obedece, parece un espíritu libre.

Usted ha tenido muchos gastos con el animal, dígame qué le debo y se lo reembolsaré, dijo Ricardo.

Nada, nada, hago lo mismo con los qué me encuentro, además, he tenido cientos de perros y me da la sensación de que me he quitado un gran peso de encima.

Espere que le traiga la documentación ¿Cómo va para España?

En avión le contestó.

Bueno, entonces le daré también el trasportín para que pueda viajar.

Entró en la casa y mientras tanto Trouvé se echó en el suelo y se dejó acariciar por su nuevo dueño, Ricardo lo hizo, pero en el fondo sabía que le quedaban 20 días para ser  “la bestia” de la que hablaban hasta en el Apocalipsis.

Salió la Sra.  Chèvas  con todo, Ricardo se lo agradeció y marchó al aeropuerto, entregó el coche de alquiler y sacó un billete para el primer avión para Barcelona, tuvo suerte nuevamente, cogió el último de la tarde.

Pagó un suplemento por Trouvé que viajaba en cabina por tener solamente cuatro kilos.

CAPITULO  III

Era de noche cuando aterrizó en Barcelona, difícilmente iba a encontrar hotel para dormir yendo con perro, así que se dirigió a la estación de Sanz para esperar al primer tren para Vinaroz o Benicarló.

Una vez en la estación dio agua y comida al perro, se fue a una cafetería de la estación abierta y pidió un bocadillo y una cerveza, luego se fue a una máquina expendedora de billetes y sacó  uno para un media distancia que salía a las ocho y media de la mañana, luego buscó un banco cerca de las entradas a los andenes y echó una cabezadita hasta la hora de salir.

A su hora cogió el Alaris.

Ya en Benicarló se dirigió primero a su casa donde se duchó, comió algo, miró la correspondencia  y se fue al puerto acompañado de su perro Trouvé, la historia era que se lo habían regalado unos franceses en Italia porque se iban a vivir a Inglaterra y tenían verdaderos problemas para llevar al animal por los controles que hay en las islas para introducir perros.

Una vez en el barco vio que todo estaba en regla, preguntó al contramaestre y no había habido nada raro mientras su ausencia.

Luego se conectó a internet e intentó localizar el colegio donde conoció al padre Lázaro.

 Cuando localizó el teléfono y la dirección, no eran las mejores fechas, en pleno verano, llamó y al fin le contestaron, con mucha cortesía le dijeron que por teléfono no le podían informar, que conocían al padre Lázaro, que no estaba en el colegio porque ya era muy mayor, pero no le podían dar las señas salvo expreso deseo de él, por lo cual tenía que hacer la solicitud y el Padre Superior le contestaría después de consultar al p. Lázaro. Ricardo preguntó si lo podría hacer por internet y le contestaron que en principio si pero que hiciese constar todos sus datos y el motivo de la entrevista.

Inmediatamente se puso a ello y envió el correo esa misma mañana.

La semana siguiente se dedicó al mantenimiento del barco, dar grandes paseos con su perro y consultar en correo electrónico por si había contestación y consultar las noticias sobre los muertos en las dos noches de luna llena y buscar si eran las primeras o había habido ataques anteriores, según lo consultado no, algún caso algo semejante pero localizadas las bestias que los produjeron.
Cuando faltaban 14 días para la próxima luna llena llegó el correo esperado, lo citaban en Madrid en la dirección del colegio, el director era precisamente un sacerdote que había sido su profesor de inglés cuando él estudiaba y tenían un buen recuerdo mutuo, llamó para confirmar la cita para dentro de dos días.

No sabía qué hacer con Trouvé, la Sra. Herminia le dio la solución, lo podía dejar en el apartamento que ella iría varias veces al día a pasearlo, además, como uno de los dos días tenía que limpiar le haría compañía. A Ricardo se le erizaron los cabellos pensando que podría pasar algo, pero el animalito se llevaba bien con ella y faltarían once días cuando él volviese.

Como la cita era por la mañana del segundo día, por la tarde, después de comer se fue con su coche hasta Valencia y cogió el último Ave para Madrid, no sabía dónde iba a estar el padre Lázaro, pero esperó que sería en Madrid o en ciudad cercana.

Se alojó en Madrid muy cerca del centro y aprovechó para ir aquella noche al teatro,  vio una obra de Jardiel Poncela, se acordó de aquel amigo de la juventud que le preguntó en Blanes si era Ricardo, qué pequeño es el mundo, Pedro le había aficionado al teatro, qué mala suerte haberse comportado como lo hizo en Blanes, a veces la realidad era más fuerte que la ficción, ¡Qué grupo tan bueno tenía! ¿Qué será de ellos? ¡Cuánto tiempo!  Si salía del lío en que estaba metido podría intentar encontrarlos.


CAPITULO IV

A las ocho cincuenta y cinco de la mañana entró por la puerta principal del colegio donde pasó parte de su infancia y juventud. Llegó hasta el portero y le dijo:

El padre Hidalgo me está esperando.

Sí, ya me lo ha dicho, sígame, por favor, le contestó. Y lo llevó hasta el despacho del director, que era el mismo de siempre, ahora le parecía viejísimo el colegio, pero bien conservado, unos techos altísimos y arcos que acortaban visualmente el pasillo, pasaron por la puerta de sala de profesores, sala de estudio, capilla, enfermería y al fondo, a la derecha el despacho, con el nombre en la puerta, P. Hidalgo –DIRECTOR-.

El portero llamó dos veces con los nudillos y empezó a abrir mientras le decían desde dentro:
 ¡Adelante!

Al tiempo que entraba Ricardo, el p. Hidalgo se levantó, le alargó la mano y con la mano izquierda de cogió el brazo derecho a Ricardo
.
¡Muchacho, Ricardo! ¡Cuánto tiempo! Me alegro de verte.

Ricardo lo miró y vio que tenía la misma cara, alto, fuerte, y con aquellas gafas oscuras de concha que no se quitaba nunca y que los muchachos  habían imaginado miles de historias de porqué las llevaba, desde que eran para esconderse hasta que servían para vigilar sin ser visto en los exámenes.

Ricardo no sabía qué hacer, qué pretexto darle, al final decidió contarle parte de la realidad, que tenía un sueño que se repetía casi cada noche y era la aparición de Cancerbero que le atacaba y se despertaba asustado envuelto en sudor frío y a veces con fiebre, luego le venía a la mente la imagen del p. Lázaro y las conversaciones que tenía con él cuando era su confesor y pensaba que querría verlo y charlar con él.

Bueno, el p. Lázaro ya sabes que era un sacerdote que estuvo autorizado por los obispos para hacer exorcismos y de hecho hizo varios y siempre con gran éxito, al final, creemos que por culpa de la tensión cayó en una profunda depresión, decía que Satán había jurado vengarse de él  por las veces que lo había ridiculizado, que tenía que esconderse de él, como no tenía más familia que nosotros y quería volver por su tierra, acepto de muy buen agrado retirarse a vivir sus últimos días en un convento en la parte de Valencia. Y allí está con sus ochenta y cinco años, paseando, rezando y preparándose para cuando Dios lo llame. Cuando recibí tu correo, lo consulté con el psiquiatra que lo llevó aquí y me dijo que no sabía, pero que si la persona que lo iba a ver era de su confianza, que lo mismo le hacía un bien, así que decidí darte la dirección, pero antes, ¡cuéntame! ¿Qué es de tu vida?

Según me explicaste en el correo vives en un barco y te dedicas a llevar turistas, bueno, si es lo que te gusta y disfrutas con ello, adelante.

¿Te casaste? ¿Tienes hijos?

No, padre, sigo soltero y sin compromiso, una vez estuve a punto de casarme pero ella murió,  además, acuérdese que cuando vine a este colegio me mandó mi hermana que era mi única familia y como no tenía hijos me trató como tal, pero yo ya era monaguillo en mi pueblo y mi vida ha ido bastante encarrilada al lado de la Iglesia, luego hubo un tiempo que sufrí una grave crisis cuando murió ni novia y ahora soy un católico poco practicante.

Quizás ahora el padre Lázaro me arregle un poco.

La charla duró casi media mañana, luego el sacerdote le dio la dirección del convento y le escribió una nota de su puño y letra para el superior de la orden del convento y para el padre Lázaro.

Salió Ricardo del colegio y se dirigió la  estación del Ave, cerró el billete de vuelta, comió algo mientras esperaba la salida, llamó a Herminia que le dijo que todo iba bien y que Trouvé era un encanto, que se lo quedaría para siempre.

Montó en el primer AVE  que salía para Valencia, se puso los cascos, eligió música clásica, puso el respaldo inclinado y durmió hasta casi su destino.

Quedaban once días.

CAPITULO V

Ya en el apartamento, se dedicó a buscar la dirección del convento donde estaba el p. Lázaro, era un antiguo monasterio, en el que había una pequeña representación de monjes de clausura, no se encontraba lejos de allí, así que decidió, al día siguiente marchar hasta allí para localizar al sacerdote y ver qué se podría hacer el caso que le ocupaba.

Quedaban diez días para la luna llena, cogió el coche y se dirigió al convento. Llegó a él y llamó a la puerta.

Salió a recibirle un hermano de unos sesenta años, de baja estatura, pelo blanco, abundante y bien cortado.

Buenos días, vengo buscando al padre Lázaro, traigo esta carta para él y otra para el superior, mire, son éstas, tenga y por favor, se las entrega al superior.

Mientras me dan contestación, le esperaré aquí, si no le importa, dijo Ricardo.

El hermano cogió las dos cartas y sin mediar palabra cerró la puerta dejando fuera al visitante y se le oyó como sus pasos se perdían en el interior.

Al cabo de media hora apareció de nuevo el hermano y le dijo que pasase al día siguiente, ya que el superior tendría que preparar al sacerdote para la visita.

Ricardo, contrariado marchó hacia el coche, el miedo se apoderó de él al pensar que ya solamente quedarían nueve días.

Al día siguiente, a primera hora de la mañana volvió al convento, el hermano le franqueó la puerta y lo llevó a presencia del superior.

Buenos días, ya he leído la carta y también la del p. Lázaro, he hablado con él y le ha reconocido por el nombre, le ha alegrado la futura visita, así que le está esperando, creo que un buen sitio para que puedan charlar tranquilamente es el claustro, así que lo llamaré y lo llevaré allí, antes le acompañaré a usted allí para que lo espere.

Ricardo pasó al claustro, éste era muy amplio, rodeado de arcos apuntados, gótico, del siglo XIV, con un pozo de extraordinaria belleza en el centro y rodeado por cuatro cipreses que indicaban los puntos cardinales y unos cuidados jardines con césped y parterres de flores  y un seto de boj alrededor y haciendo cuatro círculos entre los cedros y equidistantes entre el seto principal y la línea imaginaria que unía los cedros.

 El día era claro y caluroso pero allí dentro estaba fresco y se respiraba esa paz que se siente solamente en los cementerios y los conventos.

El padre Lázaro apareció por la puerta que conducía al refectorio acompañado por el superior, se acercaron y se dieron la mano con fuerza y cariño.

El p. Lázaro, pese a sus ochenta y tantos años, seguía siendo una persona fuerte, algo más delgado pero erguido y en su cara no se veían arrugas profundas, era una faz relajada, ojos grandes y nariz puntiaguda.
Se fue el superior y al quedarse solos los dos, se sonrieron y el sacerdote dijo:
Bien, hijo, ya he leído la carta del padre Hidalgo, lo que tú sientes en esas pesadillas, ¿No será que te has alejado de Dios y ves el gran peligro que corres?
No, padre, he tenido que decir alguna pequeña mentira para poder venir, el problema es más grave que todo eso, es una larga historia.
Ricardo le contó con pelos y señales todo lo ocurrido desde que Lara llegó al barco.
El cura cambió la expresión de su cara, ya no era ni relajada ni sonriente, parecía que le hubiesen echado diez años encima.

Cuando Ricardo terminó la historia el padre le dijo:

¿Sabes qué es todo esto? El maléfico te ha elegido para conducirte a mí, Satán es más listo de lo que parece, tiene unos poderes extraordinarios, no me ha podido localizar porque no he vuelto a pensar en él, y mi estado ha sido de gracia desde que vine aquí, pero la última vez que lo eché de un ser humano, juró vengarse y llevarme con él, ahora sabe donde estoy y para librarme de él, tengo que acabar enviándolo al infierno, así que necesito unos días para prepararme, además, no puedo hacer un exorcismo sin permiso de mis superiores y no sé si me lo van a dar porque en el fondo piensan que estoy loco, dame tu teléfono y te llamaré, tú también tienes que colaborar.
Tenemos que aprovechar la luna llena, tiene que actuar a través del perro y será en la primera luna llena. Mientras tanto, tú tienes que estar también en estado de gracia, así que tendrás que volver al redil y arrepentirte de todos tus actos antes del día.

Si, padre, así será, pero hay una cosa, solamente quedan ocho días y doce horas para la luna llena.


CAPITULO VI

A los cinco días, cuando solo faltaban  tres días y horas, recibió Ricardo la llamada del sacerdote, le citaba en el convento  para preparar todo para el día 18.

En cuanto recibió la llamada, cogió el coche y salió para el convento, al perro lo dejó en el apartamento, ya que el sacerdote le había dicho que no era conveniente llevarlo as u presencia antes de la hora señalada, que sería el día 19 a las  04:44 horas, esa era una buena hora, ya que por esas fechas amanece muy temprano, por lo que las horas de peligro eran pocas.

Una vez en el convento, nuevamente en el claustro, hablaron largamente sobre la estrategia a seguir, se desarrollaría todo el exorcismo en el mismo claustro, alrededor del pozo, allí se prepararía todo, Ricardo tendría que llegar como muy pronto a las tres horas, tendría una puerta para llegar al claustro, allí, fuera de la vista estaría el p. Lázaro, con todo preparado, éste daría la orden y todo se pondría en marcha, solamente  ellos dos quedarían allí, ante el peligro, sería a vida o muerte, si fallaba el exorcismo, lo más probable es que no sobreviviesen y se condenasen por toda la eternidad.

Planearon todo minuciosamente, luego Ricardo marchó a Valencia a comprar una serie de cosas que necesitarían, una vez con ellas marchó a su casa, hizo unos montajes y pasó el resto del día leyendo y buscando informaciones por internet.

A la mañana siguiente volvió al convento y con el sacerdote pasaron todo el día arreglando cosas  y preparándose espiritualmente contra el maligno.

El día 18 a las 15:00 horas dejaron todo preparado para esa noche, Ricardo cogió el coche y se marchó a su casa, comió y se metió en la cama hasta las 24 horas.

Luego  cogió a Trouvé, lo puso en el trasportín y se dirigió al convento, eran  las  tres  de la madrugada cuando llegó, antes de entrar sacó al perro con la cadena no fuese a irse y perderse, lo paseó para que hiciese sus necesidades, le puso agua y no quiso beber, ya empezaba a esta algo raro, gruñía y estaba nervioso como el día que le atacó en el barco.

A las 04:30 horas entró en el claustro y cerró la puerta con la llave que había preparada, el p. Lázaro no estaba allí todavía, entraría en el último minuto por la puerta del refectorio, el resto de los frailes estarían en la capilla contigua al refectorio en oración por el buen hacer del exorcismo.

Una vez dentro, Ricardo se dirigió al brocal del pozo que estaba tapado con una madera a manera de trampilla, una cadena de un buen grosor  rodeaba el pozo y pasaba por la polea, en el extremo había unos grilletes que sujetarían al perro por el cuello, el pecho y anterior a los cuartos traseros.
Una vez atado el animal, Ricardo se situó al lado de la puerta del refectorio por donde entraría el sacerdote, allí habían instalado un cuadro de mandos y varios artilugios, necesarios para cada momento.

Eran las cuatro y cuarenta horas cuando el P. Lázaro vestido con una casulla blanca, la estola del  mismo color, en una mano el acetre con agua bendita y el  hisopo, en la otra mano el libro de los exorcismos señalados los puntos correspondientes con cintas de varios colores.

Una vez dentro pasó el acetre a Ricardo y cerró la puerta. Ricardo se acercó con él y puso el recipiente en un taburete al lado del sacerdote y volvió rápidamente a la puerta, ya de reojo vio como el animal se iba transformando en Cancerbero, cuando llegó a la puerta cerrada, lo que vio le hizo temblar.

El perro rugía, ladraba, mordía la cadena, rascaba la trampilla del pozo.

El sacerdote, que parecía rejuvenecido y poseído por una fuerza sobrehumana, abrió el libro y empezó a decirle, más que decirle, le lanzaba oraciones, Ricardo no entendía nada, de vez en cuando entendía palabras como Satanás, espíritu maligno, va de retro, vuelve a las tinieblas, el resto eran palabras en latín que salían de su boca como flechas hacia el demonio, éste parecía enfurecerse cada vez más, estaba casi a punto de deshacerse de las cadenas cuando Ricardo recibió la señal del sacerdote, tiró de una palanca y la trampilla del pozo de abrió y el maligno cayó hacia dentro unos cinco metros como habían calculado, la respuesta fue que una nube y un rayo de fuego salieron por la boca del pozo, a continuación como una transformación de entre el fuego y el humo apareció una figura humana, envuelta en una capa y de unos dos metros de alto que quedó flotando encima del pozo con el humo tapándole los pies, la cara estaba desprovista de piel , era una faz totalmente muscular. Con una voz gutural, que más bien parecía sacada del pozo gritó:

¡Nos volvemos a ver!, mi estratagema ha sido buena, sabía que él te traería a mí, esta vez no te me escaparás, te llevaré al averno, cinco veces me dejaste en ridículo, pero ahora serás mío por toda la eternidad.

No son cinco, serán seis porque el Señor es mi pastor y nada puedes contra El ni contra nuestra Fe,  le contestó el sacerdote, y haciendo una señal a Ricardo, éste encendió cuatro focos situados en cada uno de los cedros y el centro del pozo quedó convertido en una cruz luminosa  en el centro del haz.  Ricardo, con una cruz de tea ardiendo, apareció camino del pozo y Lázaro, abriendo el libro empezó a lanzarle exorcismos.

Satán tapó su cara con la capa dijo:

¡No!, ¡más no!, ¡no puedo seguir!, ¡me marcho pero volveré!.

¡No!, no volverás hasta que el Señor nuestro Dios te llame el día del Juicio Final para entregarte a aquellos que no tienen la señal del Padre como rezan los Libros Sagrados.

El diablo desapareció en el pozo y se hizo el silencio, en medio de aquel silencio de pronto se oyó el gemir delicado de Trouvé dentro del pozo, se acercaron a la boca del pozo, Ricardo cogió uno de los focos, iluminó dentro y allí estaba el perrillo mirando angustiado como si no hubiese pasado nada, recogió Ricardo la cadena, cogió al animal con las dos manos y lo levantó hasta ponerlo delante de la luna llena y no pasó nada.

Bueno, si pasó, salieron los siete frailes del convento y cogidos de la mano como si fueran unos chiquillos se pusieron  a dar vueltas al pozo riendo y cantando.

Ricardo, al lado del Padre Lázaro le dijo: ¡Padre Lázaro!, ¿Esto será definitivo?

El padre Lázaro le miró y le dijo: Hombre de poca fe, ¿Acaso  dudas del poder del Todopoderoso?

FIN