EL VIAJE I
http://www.bubok.es/libros/243574/La-misteriosa-dama-de-negro-y-13-relatos-mas
EL VIAJE II
http//www.bubok.es/libros/246379/En-busca-de-la-puerta-del-infierno-El-viaje-II
Y ahora, después de la publicidad, otro capítulo de "Microrrelatos braves".
Un cachete en el culete
Ya he dicho que Esteban, mi compañero de trabajo, era un
bromista de tomo y lomo, como tal se debe tomar esta anécdota, no hubo ni mala
intención ni desprecio a la mujer, simplemente fue una broma que el
protagonista no calibró hasta sus últimas consecuencias.
En el edificio había unos grandes ascensores, que
normalmente, a las horas punta iban llenos con unas quince personas, a cargo de
estos ascensores había una ascensorista que solía ser una viuda de un empleado.
Esto merece una explicación, cuando una empleada contraía
matrimonio, la empresa le daba el despido más una dote y dejaba el empleo, eran
otros tiempos y otras leyes, si esta ex empleada quedaba viuda, si pedía el
reingreso, se le concedía en un puesto adecuado a su anterior empleo y al
tiempo transcurrido desde la baja, ya que después de unos cuantos años fuera de
la vida laboral, los conocimientos de las personas, habían perdido, en algunos
casos, la experiencia que sus antiguos puestos de trabajo, ahora requería.
Cuando yo entré, ya se había cambiado la norma y las mujeres cuando se casaban
podían seguir trabajando.
Una vez hecha esta aclaración, añado que la ascensorista de
aquel turno era una mujer de unos cuarenta y pico de años, alta, más de un
metro setenta y tres y peso adecuado a su tamaño, se podía observar en ella que
de joven había sido guapa y seguía manteniendo unos encantos pese a su edad. Yo
iba en un rincón a la izquierda de la puerta, delante de mí iba Esteban, más a
su derecha se encontraba una compañera, creo que era Mary Luz, a su derecha
estaba la ascensorista, frente al lado derecho de la puerta y delante del
cuadro de mandos, detrás de ella estaba un compañero que tenía cierta fama de
que no le gustaba el sexo opuesto.
Esteban me hizo una seña
en la que yo no vi ninguna intención, pasó una mano por delante de Mary
Luz, que tampoco se enteró de nada y le dio un cachete en la nalga derecha a la
ascensorista, ésta, al recibir el roce, se volvió y no se encomendó a ningún
santo, le soltó dos sonoras bofetadas al que tenía detrás de ella, que con una
voz baja y potente que hacía creer lo que no era, con respecto a sus gustos y
dijo:
¿Por qué mepegas?
Por lo que tú sabes, le contestó la mujer.
Pero si yo no he hecho nada.
Por si acaso, y cállate no sea que cobres de nuevo. Y si no
has sido tú dáselas a quien haya sido.
El cachondeo que se organizó en el ascensor fue de órdago,
pero llegamos a la cuarta planta y el aparato se vació. Al pasar Esteban por el
lado de la ascensorista, ésta le dijo:
Tenía que haber mirado dónde estabas tú.
Esteban y la muchacha se conocían desde hacía muchos años y
la sangre no llegó al río.
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