EL VIAJE
La misteriosa dama de negro
Pedro Fuentes
CAPITULO V
La madrugada del día 26 avistó tierra, era
Blanes, en la Costa Brava, allí era un buen sitio para fondear. Primero se acercó
a la gasolinera del club, llenó los depósitos de agua y rellenó lo que le
faltaba de gasoil, luego se dirigió a la bahía y fondeó, bajó la balsa auxiliar
y se fue al pueblo a comprar comida y bebidas y sobre todo los periódicos.
Cuando volvió se tiró al agua, nadó un rato y
luego preparó comida y se dispuso a leer los periódicos.
No habían identificado los cuerpos de Menorca
todavía, estaban estudiando el ADN.
Por lo demás, todo seguí igual, la economía
no levantaba cabeza y los políticos habían desenterrado el hacha de guerra
porque se aproximaban las elecciones.
A la mañana siguiente, volvió a bajar a tierra
con la balsa auxiliar, hay por el lado sur de la bahía unos peñascos, a los que
llaman “La puerta de la Costa Brava” en la playa del costado, hay barcas
varadas en la playa, siempre encuentra algún pescador que le eche una ojeada a
su balsa. Luego se adentra por las calles del centro del pueblo y compra lo que
necesita.
Ese día, cuando compraba frutas y verduras en
el paseo central del pueblo, allí ponen cada día sus paradas, vio que un hombre
le miraba sin quitarle ojo, era aproximadamente de su misma edad pero algo más
grueso, y el caso es que le resultaba conocido, el hombre se acercó a él y le
dijo:
Perdone, ¿Vd. no es Ricardo?
Ricardo, con todo el estrés que llevaba encima
le contestó:
No, no soy Ricardo, me llamo Francisco y he
venido de vacaciones, Las últimas palabras no se le oyeron, asustado de que le
hubiesen identificado por todo lo pasado, dio media vuelta y salió dando
grandes y rápidos pasos, llegó a la playa, arrancó el fuera borda una vez en el
agua la balsa y se fue a su barco, una vez allí, izó la auxiliar, puso el motor
del barco en marcha, levantó el ancla y salió navegando rumbo al Sur. Cuando ya
había hecho unas cuantas millas y no se le podía ver desde tierra, izó las
velas y cambió el rumbo al N aprovechando que los vientos eran propicios, había
decidido ir a algún pueblo cercano a la frontera de Francia, donde podría
esconderse.
Llevaba ocho horas navegando cuando se serenó
y empezó a leer los periódicos que había comprado, mientras tanto no se quitaba
de la cabeza la cara del hombre barbudo.
De pronto se sobresaltó, en uno de los
periódicos leyó:
“Corren rumores de que la hija de un político
español, ha desaparecido, al parecer, por una indiscreción de uno de sus
allegados, le había dejado una nota a su padre diciéndole que quería vivir
tranquila con su novio donde nadie los conociera. Hasta la fecha no se sabía
nada de ellos. Ricardo se cogió la cabeza con las manos, se estiró del cabello
y dijo: ¡Dios! La que se ha liado o se va a liar”
.
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