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jueves, 18 de julio de 2019

jueves, 11 de julio de 2019

AMOR VERDADERO Capítulo III



AMOR  VERDADERO


Pedro  Fuentes



CAPITULO  III

Ya está terminando el invierno, la primavera se empieza a notar en las plantas, pequeños brotes salen en los árboles, cuando vamos al Retiro, que así llaman al gran parque que vamos, le explico a Elisenda cosas sobre los árboles y la naturaleza, le enseño que hay pájaros muy peligrosos porque comen toda clase de insectos, entre ellos pulgas.

Al principio Elisenda no distingue un animal de otro, ella solamente conoce a los perros y sabe que hay grandes y pequeños, de mucho pelo y de poco pelo. De los árboles y plantas no sabe nada, no conoce, porque nunca se ha fijado, la hermosura de las flores y lo embriagador de los olores, es más, no conoce ni otro tipo de insectos, una vez que estuvimos de visita en otro perro, le enseñé una garrapata, cuando le dije que era una especie, prima lejana nuestra, no se lo creía.

Las ovejas ya deben de pasar pronto, Charo se lo ha dicho a Paco, su amigo, y como los dos son de campo, han dicho que irían a verlas, como el pretexto es pasear a Tobi, podremos ir con ellos.

El nerviosismo se respiraba en el ambiente, Elisenda no las tenía todas consigo, lo de abandonar la ciudad no era para ella, veía que iba a perder toda la vida de lujo y farándula que había llevado hasta aquel momento, no entendía el campo, no veía que pueda ser bonito el verde de los prados, el color de las rosas, ¿Cómo podía oler bien la hierva después de la lluvia? Las ovejas, el pelo de las ovejas olía que apestaba cuando estaba mojado y tener que vivir allí soportando la humedad, no había saboreado la sangre del pastor, pero si era más fuerte incluso que la de aquel amigo de Charo, que sí la había probado, no podía ser más desagradable, alguna vez, después de picar a Paco tuvo que devolver, yo le decía que era debido a que estaba a punto de poner huevos, pero yo sabía que no.

¡Rodolfo! Por favor, no vayamos al campo, es más divertida la vida en la ciudad, me decía.

No, Elisenda, la vida en el campo es más libre, toda está llena de olores, sabores, colores, aventuras, la alimentación es más sana, la sangre no te hace emborrachar. Le contestaba yo.

Las discusiones entre nosotros eran cada vez mayores, ella gritaba y lloraba por cualquier cosa, yo no podía seguir en la ciudad, mi vida en la ciudad era monótona, además siempre terminaba yendo a picar a aquellos que más parecía que sabían a alcohol, incluso una vez piqué a uno que olía raro, era algo que me hacía sentir exultante, lleno de vida, más ágil que nunca, luego caía en la cuenta de que a la persona que picaba le pasaba lo mismo y luego tenía tanto él como yo volver a saborear aquella sustancia, cada vez necesitaba picar más veces y cada vez la resaca era peor.

Decididamente volvería al campo, no quería que la ciudad me devorase.

Aquella mañana supe que era el día, Charo cantaba, se arregló, peinó a Tobi con más esmero que nunca con el consiguiente peligro para Elisenda y yo, oí a la vedette como le daba permiso para estar todo el día fuera, pero tenía que sacar a Tobi toda la mañana para que luego estuviese tranquilo el resto del día.

Paco le vino a buscar y nos fuimos con Tobi, miré a la casa por última vez y se me alegró el corazón. 

Noté que Elisenda lloraba por dentro.

Llegamos a una calle muy ancha, al lado del jardín donde solíamos ir a pasear,



 nos pusimos en un sitio donde se estrechaba el paso y estaríamos más cerca del ganado, al fondo, por arriba veíamos una puerta muy ancha,




de piedra, con unos arcos y unos jardines alrededor protegido con vallas para que el ganado no entrase, al otro lado, más abajo estaba la señora de piedra con el carro de piedra y los leones de piedra donde salté por primera vez sobre Tobi.




Cogí a Elisenda de una pata y le dije:

Ven, Elisenda, saltaremos sobre las primeras, son las más fuertes, las que mandan, además si no nos gustan, podremos bajar y dejar que pasen hasta encontrar alguna que nos guste.

No, Rodolfo, no saltaré, lo he pensado mucho, yo no podré vivir sin mis comodidades, vete tú, yo comprendo que la ciudad te está matando. Me dijo

No, Elisenda, sin ti no podré vivir. Le contesté

Y conmigo te estás matando. ¡Vete! ¡Vete y que seas feliz!

No, no puedo así, ¿Qué será de mi vida?

Encontrarás una pulga de campo y serás feliz, yo me moriría allí, ¡Vete! ¡Te juro que no te olvidaré!
De pronto sentí un empujón, corregí el salto en el aire y caí sobre una mullida lana de una oveja merina.

Miré hacia detrás y ya no vi ni a Elisenda, ni a Tobi ni a Charo ni a su Paco, dos lágrimas cayeron de mis ojos, me acurruque en la lana y dormí, cuando desperté ya salíamos de la ciudad y un inmenso campo invadía todo el horizonte.



 La oveja en la que cabalgaba corría perseguida por un perro pastor porque nos estábamos separando del rebaño.


FIN

jueves, 4 de julio de 2019

AMOR VERDADERO Capítulo II




AMOR VERDADERO


Pedro  Fuentes


CAPITULO  II


El invierno fue muy duro para Rodolfo, si no hubiese sido porque amaba locamente a Elisenda, se hubiese marchado a su tierra aunque fuese a lomos de un jabalí.

Tobi era un desastre, se pasaba el día en la casa corriendo detrás de una pelota y ladrando siempre que oía el más mínimo ruido.

Tres veces al día, la chica de servicio que tenía la dueña de Tobi lo sacaba a la calle, entonces se pasaba todo el rato yendo de árbol a farola y a cualquier cosa vertical marcando el terreno, una vez estuvieron a punto de partirle el lomo pese a que iba atado, porque la muchacha se despistó y el animal vio la escoba de un barrendero y no se lo pensó dos veces, le marcó la escoba y el buen señor se puso hecho una furia. Suerte que Charo, la chica estiró de la correa y lo subió a sus brazos con el peligro que tuvimos Elisenda y yo de caer al vacío.

Lo único bueno del día es cuando vamos al teatro de revistas, la dueña de Tobi lo arregla, le pone sus mejores ropas y lo lleva donde actúa ella, por lo visto es una gran vedette, aunque a mi no me gusta, prefiero el canto de los grillos y las cigarras en el campo, luego, cuando llegamos hay entre los pasillos y escaleras del teatro muchas personas muy raras, todas vestidas o más bien desvestidas con cuatro plumas, parecen disfrazadas de gallinas y los hombres, con unas medias ajustadísimas y hablan muy raro, no como los hombres que pastorean a las ovejas y si te subes a sus brazos tienes que tener mucho cuidado para no caerte, porque los mueven mucho, luego, a veces no sabes a quién picas, porque estás tan tranquilo pegándote un lingotazo de sangre y de pronto se ha arrimado otro y sin querer te vas con el nuevo, luego están los que beben algo que si los sorbes mucho te entra alegría y luego mucho sueño.

Una vez, mes estaba poniendo morado de sangre con coñac y restos de un perfumen que llamaban “nosequé 5” y después de ponerme a bailar, me caí borracho como una cuba y me dormí, cuando desperté había pasado un día y estaba entre unas plumas.

Elisenda se puso hecha una furia, pensó que la había abandonado, me chilló, y chilló, y chilló y a mi me dolía todo el cuerpo. Cuando volví a Tobi se puso a llorar como una loca y me dijo que me había echado mucho de menos y pensó hasta no volver a Tobi, pero luego se arrepintió y volvió a casa con él.

Desde entonces voy con mucho cuidado con lo que libo, no sea que me siente mal, pero si no fuese por esos ratos y otros mejores en compañía de Elisenda no podría resistir hasta la primavera.

Elisenda ya ha puesto algunos huevos en el teatro, porque dice que quisiera que nuestros descendientes fueran artistas como toda su familia, pero yo quisiera que fuesen pulgas campestres como yo, así que en cuanto pasen por aquí las ovejas camino de la Sierra de Gredos, nos iremos con ellas y luego, después del verano iremos a Extremadura para llenar, junto con otras congéneres los establos.

El invierno se hace cada vez más largo, mirándolo fríamente, no se puede vivir mucho tiempo a ese ritmo, he conocido a muchos congéneres en el teatro y en un parque muy grande al que vamos a pasear con Tobi, gracias a nuestros enormes saltos, si andas con cuidado puedes apearte de tu guarida y pasear por la arena y otros perros, hay algún conocido que se ha atrevido a montarse en una paloma y ha volado, dice que es fabuloso, pero yo no me atrevo, si no tuviese una familia a lo mejor lo haría e iría a correr aventuras, pero perdería a Elisenda, además, aunque las pulgas cuando ponen los huevos se desentienden de ellos, te gusta que tus descendientes estén poblando sitios cerca de ti.

Ahora salimos más veces a pasear con Charo, porque ésta ha conocido a un humano, es joven como ella y viste de una forma muy rara y lleva botas y gorro. Como a veces se sientan los dos muy juntos, bajé de Tobi y me acerqué a él, tuve que dar un gran salto para evitar las botas, pero luego, cuando le piqué saboreé la sangre, es parecida a las de los humanos que llevan el ganado, fuerte, espesa y de sabor más natural.

Se enfadó mucho el humano cuando le piqué, dio un manotazo y por poco me pilla, pero no le echó la culpa a Tobi sino al sitio donde se aloja, me pareció entender que decía “cuartel”.

Ahora no subo a él si no está con las manos ocupadas con las de Charo o en cualquier otro sitio.
Elisenda dice que prefiere chupar la sangre de Charo, que sabe como a desinfectante pero con buen olor y no hace daño.


Lo peor son los días que llueve, entonces no nos sacan de casa y si tenemos hambre tenemos que chupar a Tobi y se pone como una fiera a dar patadas por la zona de picada, por lo que Elisenda y yo nos ponemos cada uno a un lado para que no sepa donde rascarse. Tenemos que hacerlo cuando no hay humanos porque si no, dicen que el chucho ha cogido bichos y le ponen una colonia que te deja casi para morir.