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jueves, 27 de febrero de 2020

POR CULPA DE LAS REVISTAS Capítulo I






POR CULPA DE LAS REVISTAS



Pedro  Fuentes




Capítulo  I




Cuando salí de casa, el día estaba lluvioso y frío, la temperatura no llegaba a los ocho grados, pero con el aire que soplaba, la sensación era bastante más baja que la que decía el termómetro, iba al quiosco de siempre a comprar unas revistas, para mi madre, para mi hermana y para mi, de la mía no me olvidarías, pero de las otras no lo tenía tan claro, además por que no se me olvidaran, repetía los nombres mentalmente, esto me recordaba aquella canción de Carlos Mejía Godoy “Una libra de clavos y un formón”
.
Como no tenía ganas de andar hasta el quiosco de siempre, fui subiendo por la plaza yendo por debajo de los balcones para evitar el “chirimiri” que caía. El quiosco al que iba, estaba más lejos pero el camino más resguardado.

Cuando llegué al sitio, seguía con mi cancioncilla, pero al ver a la muchacha que estaba atendiendo a una señora mayor, me puse detrás esperando que terminase, cuando al fin pagó y se marchó por mi derecha, yo avancé un paso y me quedé mirando a la dependienta, de aproximadamente mi edad; de verdad era una belleza con unos ojos negros que quitaban el hipo.

Cuando me preguntó por segunda vez, ensimismado y casi atragantado le dije:

Hola, Cariño, Dígame, Algo.

La respuesta no se hizo esperar.

¡¡ IMBECIL !!

Entonces caí el la cuenta de que lo de imbécil iba por mi. ¡UY! ¡Perdón! No sé que me ha pasado, me he quedado obnubilado, quiero cuatro revistas, Hola, para mi madre, Cariño y Dígame para mi hermana y para mi la revista Algo, como temía que me olvidase, venía repitiendo el nombre de las cuatro y la verdad es que no me fijé en lo que decía, pero ahora, en pleno uso de mi razón y apechugando con todas las consecuencias, no tengo más remedio que agradecer a mi subconsciente porque es más valiente y decidido que yo, que sufro una timidez recalcitrante y sería incapaz de hilvanar cuatro sencillas palabras y nombres de revista en un deseo.

Pues le digo que la revista “Dígame” no ha salido, bueno, más bien no ha llegado y “Algo” no sale hasta los jueves y hoy es miércoles, así que tenga, esto es lo que hay “Hola” y “Cariño”

Pues deme “Cariño” y “Hola”, luego, al medio día vendré a buscar el “Dígame” y mañana volveré a por “Algo”

Cuando llegué a mi casa, me senté en la mesa de mi cuarto, delante de unos folios en blanco y escribí:

                                                                  ¡Oh ¡ Musa que te encuentro

                                                                   al albor de la mañana,

                                                                   cuando el frío invierno

                                                                    no desluce el primor de tu cara.

Mi mente vagaba entre los pensamientos de las casualidades que me hicieron cambiar el recorrido habitual por el de hoy. Muchas veces había pasado por allí y pese a mi afán por la lectura,. Nunca caí en que allí hubiese un quiosco de periódicos y revistas ni mucho menos que fuese atendido por aquella belleza.

Me di cuenta de que había pasado el tiempo velozmente, a toda prisa me puse el abrigo y salí a la calle hacia el puesto de revistas. Pero antes, al pasar por una floristería entré y compré una rosa amarilla.
Cuando llegué, para mi sorpresa descubrí que en lugar de “ella”, que me había atendido por la mañana, estaba una mujer de mediana edad.

Perdone, señora, esta mañana he venido a por unas revistas y la señorita que había aquí, me ha comunicado que faltaban dos, que una llegaría al medio día y la otra mañana.

Si, ya me lo ha contado mi hija, ella no está sino por las mañanas, se acaba de ir, pero aquí tiene la revista “Dígame” que le encargó y ya ha llegado.

¿Me haría usted el favor de darle esta pequeña muestra de mi agradecimiento por la amabilidad que me ha atendido? Le dije alargándole la rosa amarilla a la señora.

¿Sabe usted el lenguaje de las flores? Me contestó

Si señora, lo sé, por lo cual le ofrezco ésta como prueba de mi amistad mas limpia y sincera.
Muy amable, se la haré llegar a mi hija Enriqueta.

Agradecido, señora, mañana vendré a por “Algo”.

Marché hacia mi casa, el cuello del abrigo, hasta ahora levantado, me daba demasiado calor.

Cuando llegué a mi casa, mi madre estaba preparando la comida.

Estoy haciéndote unas pechugas a “la villaroy”, tu plato favorito, ¿Quieres una o dos?

No, gracias, no tengo hambre, si hay sopa de primero solamente tomaré un poco.

¿No te sientes bien? ¿No te habrás resfriado por salir desabrigado a la calle con el frío que hace?

No, estoy bien, es que se me ha quitado el apetito, me voy a escribir un poco en mi habitación.

La tarde se hizo larga y tediosa. No conseguí concentrarme en nada, la cara de Enriqueta, ahora sabía cómo se llamaba, en ningún momento se borraba de mi mente, no lograba, por más que lo buscaba, rimar ninguna palabra que me gustase, con Enriqueta.

Al fin a media tarde decidí ir al cine por despejar mi mente.

Salí a la calle y aunque no era el camino más corto, pasé cerca del quiosco, por ver si estaba allí Enriqueta. No, no estaba, había un hombre de mediana edad y la señora que vi al medio día. Supuse que era su padre con su madre.

Saqué una entrada en el cine “Conde Duque”. Ponían la película “El espíritu de la colmena” que la crítica daba por muy buena, no logré seguir el argumento, de pronto la pantalla se llenaba de “ella”

La noche fue más de lo mismo, supongo que dormí, pero varias veces estuve mirando la hora en el despertador, luego, cuando sonó a la hora de cada día, me desperté de sobresalto.


Pasó la mañana de un día de sol, a las doce menos diez salí de casa rumbo al “castillo de mi adorada”.

jueves, 20 de febrero de 2020

DEMASIADO CERCA DEL MAS ALLA Capítulo IV






DEMASIADO CERCA DEL MAS ALLA


Pedro  Fuentes



CAPITULO  IV




A las seis y media, cuando ya había oscurecido, llegó Antonio Fernández, fue a la tienda directamente, allí esperaron la llamada del doctor y quedaron en verse en el hostal
.
Cuando se encontraron, después de las presentaciones, Don Julián, el médico, sacó un sobre del bolsillo de la chaqueta y les dio a los dos:

No hay nada raro, algo bajo en hierro y vitamina C, normal en glóbulos rojos y leucocitos, pero nada importante, parece como si estuviese totalmente extenuado, ¿Saben si últimamente ha hecho más esfuerzos de lo normal o ha tenido una actividad frenética, incluso en el plano sexual? ¿Es posible que consumiese drogas o bebiese y fumase de una manera desmedida?

No, doctor, dijo Antonio, yo soy compañero de trabajo y a la vez amigo y es una persona bastante metódica e incluso se cuida físicamente, hace tenis y vamos a correr dos o tres días por semana, pero de una forma prudente.

Yo le conozco menos pero no he oído nunca nada raro de él.

Cuando llegaron a la habitación, llamaron a la puerta, como no abría avisaron a la dueña del hostal y ésta les abrió con otra llave.

Los cuatro, cuando se acostumbraron a la semi oscuridad, se quedaron atónitos, en la cama no había nadie, miraron en el cuarto de baño y tampoco estaba, Maribel, más observadora dijo: La ropa que llevaba esta mañana y que cambió por el pijama está en la silla, doblada tal como la dejó y el pijama no está por aquí. No parece faltar nada del equipaje.

No puede estar muy lejos, en pijama y con el tranquilizante que le inyecté, además de su estado, no puede estar muy lejos. Dijo D. Julián.

¿Sabes, Maribel, dónde está el coche?

Si, está en la parte de detrás del hostal, muy cerca de la tienda, de hecho hemos pasado por allí ahora cuando veníamos, pero no me he fijado.

Bajaron a la calle y fueron hasta el sitio indicado por Maribel, allí no estaba el coche.

¿Dónde está la Guardia Civil? Preguntó Antonio.

Por aquí detrás, a tres manzanas está el cuartelillo, contestó Maribel.

¡Vamos!

D.  Julián dijo
:
Vayan ustedes, ya me dirán algo.

Antonio y Maribel, a buen paso se dirigieron al cuartelillo, hablaron con el sargento y éste tomó nota, luego llamó por radio a las dos patrullas que estaban de guardia y les dio la descripción del coche y de Domingo.

Uno de los agentes contestó enseguida

Ese coche estaba detenido cerca de la carretera el otro día, al amanecer, cerca de la curva de la “dama blanca” y estaba dentro, durmiendo el sujeto que han descrito, estamos bastante cerca del sitio
.
Vayan hacia allí y vigilen los caminos que dan a la carretera norte. Dijo el sargento.

¿Qué es eso de la “dama blanca”? Dijo Antonio.

Bueno, esa es una leyenda urbana, que dice que en una curva que hay muchos accidentes se aparece una mujer con una túnica blanca avisando del peligro. Chorradas de pueblo. Sentenció el sargento.

Muchos dicen que la han visto, del pueblo y forasteros. Dijo Maribel ligeramente enfadada, es más, mi tío Anselmo dice que la vio.

Si mujer, si, como la Santa Compaña. Dijo el sargento sonriendo.

No habían pasado ni diez minutos cuando la emisora hizo un chasquido característico y se oyó la voz del agente:

Mi sargento, estamos en el sitio, el coche está aquí, totalmente  cerrado pero no hay nadie dentro ni por los alrededores.

No se muevan de ahí, vamos para allá. Dijo el sargento, dio órdenes a un agente para que se quedase en el cuartelillo y él, otro agente de conductor y Antonio y Maribel montaron en un todo terreno y salieron por la carretera del norte, llovía abundantemente.

Cuando llegaron al lugar, no pudieron ver nada, las posibles huellas habían sido borradas por la lluvia.

Dio órdenes el sargento para que la patrulla se quedase vigilando hasta que fuese otra a relevarles y ellos cuatro fueron carretera arriba, hasta el siguiente pueblo, no vieron nada, cuando llegaron eran más de las diez y no se veía un alma por la calle, solamente había luz en un bar en la plaza Mayor, entraron, en el mostrador estaba un hombre, el dueño, apoyada la barbilla y una cara de aburrimiento en una mano cuyo codo y antebrazo la sujetaban apoyado en la barra, parecía escuchar a un hombre medio borracho que sentado en la mesa más cercana, con un vaso en la mano  y que no paraba de decir, lo que el alcohol le dejaba:

Te juro que la he visto, era la Santa Compaña, pasaba cerca de la curva de la “Dama Blanca”.

Domingo no apareció hasta tres meses después, un hombre que recogía leña lo encontró en medio del bosque, vestía una túnica que en su día fue blanca, era un esqueleto con piel, a su alrededor se adivinaban gotas de cera, ni las alimañas se acercaron para comer los despojos.

FIN


jueves, 13 de febrero de 2020

DEMASIADO CERCA DEL MAS ALLA Capítulo III




DEMASIADO CERCA DEL MAS ALLA



Pedro  Fuentes




CAPITULO  III



Al amanecer un gallo le despertó con su canto. Se sentó al borde de la cama, al incorporarse para ir al baño, las piernas no resistieron, cayó de rodillas en el suelo, se encontraba totalmente agotado, ojos los tenía irritados, las ojeras parecían más grandes y negras que el día anterior, se metió en la ducha, puso el agua todo lo caliente que pudo resistir, luego cambió a lo más frío posible, repitió la operación cuatro o cinco veces, al principio se despejó algo, pero cuando bajó a desayunar parecía que se iba a caer por los escalones.

Antes de ir a la tienda de Maribel, fue hasta el estanco a comprar tabaco, para ello tuvo que pasar al lado del coche aparcado en una calle lateral de la plaza donde se encontraba el hostal, cuando lo vio, quedó sorprendido, tenía las ruedas llenas de barro y los bajos todos sucios, aunque lo había lavado el día anterior, abrió la puerta y se sentó al volante, la alfombrilla estaba manchada  de barro, el mismo barro que había en las ruedas, le pareció, no estaba muy seguro, de que el cuenta kilómetros tenía más kilómetros, daba la impresión de que alguien había utilizado el vehículo.

Salió de nuevo, se aseguró de apuntar los kilómetros y poner el contador parcial a cero, luego cerró la puerta con la llave y se marchó a por el tabaco a un bar ya que era fiesta y el estanco estaba cerrado,  también aprovechó para tomar otro café.

Cuando llegó a la tienda, Maribel estaba subiendo la persiana metálica.

¡Qué mala cara traes! ¿No has podido dormir o has estado de juerga? Le dijo
.
Domingo le contestó:

No, me acosté temprano y me dormí, no me he despertado en toda la noche y estoy cansado como si hubiese estado corriendo desde ayer.

¿No estarás malo? ¿Tienes fiebre? Aquí tenemos vigorizantes, te voy a preparar uno y el resto te lo tomas tres veces al día.

Domingo, sonriendo le dijo: ¿Ya estás intentando vender el producto sin haber inaugurado y en día de fiesta?

A la una salieron, quedaron en tomar algo y luego tomar el resto del día de fiesta.

Por todo el pueblo se veían, sobre todo mujeres con pañuelos negros y vestidos de luto con ramos de gladiolos y crisantemos que caminaban hacia el cementerio.

¡Maribel! Dijo una señora de unos cincuenta años que pasó por su lado. ¿Sabes que tío Anselmo está mucho mejor? Se ha levantado y todo, el doctor dice que no sabe qué ha pasado, que él no cree en milagros, pero lo parece. Yo pienso que lo mismo son aquel preparado que le llevaste el otro día.

No sabes cuánto me alegro, esta tarde iré a verlo.

¿Sabes, Domingo? Le di el mismo preparado que te he hecho a ti. Las brujas del lugar, que haberlas ahílas, dicen que lo tenía cogido la “Santa Compaña”, cosas de pueblo, lo que tenía era una anemia galopante, últimamente comía como un pajarito. Le preparé aquel combinado que tenemos en la tienda a base de hierro, fósforo, potasio y vitamina C y D. Lo mismo que a ti.

Bueno, bueno, parece que te podremos dejar sola, pero ojo, no te enemistes con el médico, procura darle la razón aunque solamente sea de cara a las gentes del pueblo.

Se despidieron a las dos y Domingo se fue al hostal donde comió e intentó dormir, como no pudo se puso a trabajar hasta la hora de cenar, luego bajó al restaurant y cenó copiosamente, luego se tomó la tercera toma del preparado, subió a la habitación, preparó un buen vaso de whisky y se metió en la cama, cerró los ojos y perdió la conciencia.

Al amanecer abrió los ojos y se encontró en la cama, casi no podía incorporarse, lentamente se deslizó hasta el borde de la cama y haciendo un giro sobre su costado izquierdo, sacó la pierna derecha de debajo de las sábanas, apoyó el pie en el suelo y así pudo incorporarse, le dolía todo el cuerpo, llegó hasta el cuarto de baño y se metió debajo de la ducha, primero bien fría, luego, poco a poco fue abriendo el agua caliente hasta que no pudo resistir el calor, cerró el grifo caliente y abrió de golpe el frío hasta que los huesos le dolieron, volvió al caliente y luego reguló a unos treinta grados, así estuvo un buen rato, luego salió de la ducha y fue a afeitarse, con la toalla limpió el vaho del espejo y se sobresaltó, allí apareció la cara del ser que había visto guiando la procesión de los fantasmas.

 No, ¡¡era él!! ¡Sus ojos eran dos bolas de cristal dentro de unos grandes cuencos!, con la delgadez del rostro sus orejas parecían inmensamente grandes, sus piezas dentales se marcaban debajo de la piel, luego se fijó en su cuello, largo y estrecho, sus hombros parecían una percha vacía, su pecho hundido dejaba ver el esternón como un puñal entre sus costillas.

Tan pronto como pudo vestirse, llamó a Maribel y le dijo que por favor fuese con el médico lo antes posible.

Cuando llegaron, Maribel se asustó, el médico no tanto porque no lo conocía de antes.
Maribel, al verlo, le comentó al doctor sin que Domingo se enterase:

Parece mi tío Anselmo antes de curarse.

El galeno le sacó unas muestras de sangre y luego le puso una inyección.

Hasta la tarde, a última hora no tendremos los análisis, mientras tanto, le he puesto una inyección para que duerma por lo menos hasta entonces. Sería conveniente que Maribel llame a su familia para que en el momento que puedan, mejor después de los análisis, le lleven a su casa o al Hospital General.

No tengo familia cercana, dijo Domingo, llama, por favor a la empresa y dile lo que me pasa a Antonio Fernández de mi Departamento, él vendrá a buscarme, somos buenos amigos.

En diez minutos fue perdiendo la conciencia, lo metieron en la cama, con la inyección quedó relajado y dormido, el médico le tomó el pulso, vio que era correcto, lo auscultó y todo parecía normal.

Nos podemos marchar, le dijo a Maribel, dormirá todo el día, cuando estén los análisis la llamaré y vendremos a verle, mientras tanto llame a su amigo a la empresa para que preparen el traslado, ahora, mientras más duerma más se recuperará, no sé lo que puede tener, diría que es un virus, igual que su tío Anselmo. No se han dado más casos, pero hay que estar preparados.

Marcharon y dejaron a Domingo descansando.




jueves, 6 de febrero de 2020

DEMASIADO CERCA DEL MAS ALLA Capítulo II



DEMASIADO CERCA DEL MAS ALLA


Pedro  Fuentes


CAPITULO  II



El ser que estaba a su lado le miró fijamente, sus ojos, dentro de aquellas órbitas parecían perderse, estaba tan demacrado que se adivinaban en la piel las encías con las piezas dentares. Con una voz seca y firme, pero que parecía de ultratumba dijo:

¡Pon en marcha el coche y sal a la carretera hacia la izquierda!

Como un autómata le hizo caso, se había quedado como si le hubiesen quitado el alma, era incapaz de pensar, conducía por una carretera estrecha, con muchos árboles a los lados y una niebla espesa que no dejaba ver los márgenes ni la cuneta, pero no importaba, el coche parecía seguir un camino marcado por un piloto automático.

Después de dos curvas, hay una tercera a la izquierda muy peligrosa, allí se han salido muchos coches y han muerto varias personas, tómala con sumo cuidado, luego, a la derecha hay un pequeño llano, entra en él y para el coche. Dijo aquella figura cadavérica que no sabría cómo describir
.
Paró  el coche, se apoyó en el volante y se quedó dormido.

Le despertaron unos golpes en la ventanilla, sobresaltado, dio un salto y miró fuera.

Dos hombres, con el uniforme de la Guardia Civil miraban desde el exterior, bajó la ventanilla y les dijo: ¿Sucede algo, guardia?

Eso nos lo tendrá que decir usted. Contestó el mayor de los dos detrás de un bigote negro y de grandes proporciones.

No, no sucede nada, venía desde Villadiego del Monte donde estuve trabajando y se me hizo muy tarde, tenía sueño y me paré a dar una cabezadita y veo que debí dormir más de la cuenta porque ya ha amanecido, voy para la capital. Les contestó Domingo
.
Pues va usted en dirección contraria, ha salido de Villadiego hacia el norte en lugar de al sur.

No sabía lo que le estaba pasando, no recordaba nada, las últimas imágenes de su mente eran las del cartel de final de Villadiego.

Me debí perder, gracias por haberme despertado, tengo que volver al pueblo para asearme y desayunar, luego  volveré a la capital. Siguió diciendo Domingo.

Bueno, si ya ha descansado, puede salir, pero hacia la derecha, Villadiego está en dirección contraria a la que llevaba pero a unos treinta kilómetros, y tenga cuidado, a unos ciento cincuenta metros, a la derecha, hay una curva muy mala en la que han muerto varias personas, aunque el peligro de verdad es de noche y con niebla.

Llegó a la población a las ocho y media, aparcó en la plaza, cerca de la tienda de Maribel y se fue a un hostal de la misma plaza, solicitó una habitación, quería ducharse y cambiarse, por suerte, siempre llevaba en el maletero del coche una pequeña maleta con ropa, ya que muchas veces, por su profesión, a menudo tiene que quedarse fuera de casa sin tenerlo previsto.

Desde el hostal llamó a la empresa para comunicarles que no iría o lo haría por la tarde, que había tenido problemas en la carretera la noche anterior y aprovecharía para terminar algunas cosas en la tienda de Maribel, luego la llamó a ella y quedó en la tienda a partir de las once.

Después de desayunar y ducharse, puso el despertador para las once menos cuarto y se metió en la cama. No logró dormir, intentó repasar lo ocurrido en la última noche, no hubo forma, desde que entraba en la carretera con la niebla hasta que le despertó el Guardia Civil del bigote, no recordaba nada. Era como si la niebla hubiese borrado todo.

A las diez y media, puesto que no había podido dormir, se duchó de nuevo, bajó a la calle, entró en un bar y tomó un café doble. No estaba nervioso, pero parecía que no hubiese dormido en toda la noche, pero eso no era posible, el guardia le despertó y dormía profundamente.

A las once en punto llegó a la tienda donde ya le esperaba Maribel. En lugar de saludo,  preguntó 
directamente:

¿Qué pasó? ¿Tuviste algún accidente?

Domingo le contestó:

No lo sé, salí del pueblo porque vi el cartel de final del Municipio, pero he despertado en el coche a  treinta y tantos kilómetros de aquí, pero en dirección contraria, estaba fuera de la carretera y dormido, me despertó la Guardia Civil, pero parece que no haya dormido y estoy cansado, me he metido en la cama del hostal y no he podido ni cerrar los ojos. He llamado a la empresa y les he dicho que estaba aquí, así que terminaremos lo que dejamos a medias en la tienda, de todas las formas, podré hacer mi trabajo por internet.

Si, más vale que te quedes aquí, además, recuerda que mañana es jueves y fiesta de Todos los Santos y podrás hacer puente, porque la verdad es que tienes una cara terrible.

Pasó la mañana lo mejor que pudo, se conectó a internet, resolvió los problemas que tenía en la oficina y se dedicó a terminar los asuntos de la tienda de Maribel
.
¿Quieres que vayamos a comer juntos? Me preguntó Maribel.

No, no puedo, tengo tanto sueño que voy a comer ligero y me echaré a dormir hasta las cinco, que vendré a la tienda para que organicemos los stocks y hablar con la central por si hay cosas pendientes, además, antes quiero ir a lavar el coche que huele a demonios. Dijo Domingo.

Así lo hizo, a la una fue a la gasolinera donde hay también un lavadero de coche, lo primero fue lavar el asiento del conductor, entonces vio que el olor procedía de orines, igual que pantalones y ropa interior cuando se los quitó por la mañana, pero no sabía qué había pasado, supuso que dormido en el coche y debido al frío o la postura, se le había escapado algo de orina, pero no recordaba nada.

Cuando terminó, fue al hostal y les comunicó que se quedaría hasta el domingo, luego pasó al restaurant y tomó un buen caldo bien caliente y un entrecot no muy grande, no tomó café y se fue a la habitación a dormir. Decidió ponerse el pijama y meterse en la cama con todas las luces apagadas y la persiana cerrada, puso el despertador a las cinco menos veinte, faltaban dos horas y media.

Imposible, cuando sonó el despertador, estaba en el pequeño balcón de la habitación y se había fumado medio paquete de tabaco.

El resto de la tarde, lo pasó en la tienda con el ordenador, por dos ocasiones se quedó adormilado delante del teclado, a las ocho salieron a la calle y le dijo a Maribel:

Vamos a tomar algo, pero antes quiero comprar tabaco y una botella de whisky, esta noche dormiré como sea.


Tomaron varias cervezas con unas tapas, con aquello ya no pensaba ni cenar, a las nueve y media se despidió de Maribel y fue para el hostal, subió a la habitación, se sirvió medio vaso de whisky y lo bebió mientras fumaba tres cigarrillos y se ponía el pijama, se metió en la cama, apagó la luz y los párpado cayeron sobre los ojos como pesadas persianas metálicas.