DEMASIADO CERCA DEL MAS ALLA
Pedro Fuentes
CAPITULO IV
A las seis y media, cuando ya
había oscurecido, llegó Antonio Fernández, fue a la tienda directamente, allí
esperaron la llamada del doctor y quedaron en verse en el hostal
.
Cuando se encontraron, después de
las presentaciones, Don Julián, el médico, sacó un sobre del bolsillo de la
chaqueta y les dio a los dos:
No hay nada raro, algo bajo en
hierro y vitamina C, normal en glóbulos rojos y leucocitos, pero nada
importante, parece como si estuviese totalmente extenuado, ¿Saben si
últimamente ha hecho más esfuerzos de lo normal o ha tenido una actividad
frenética, incluso en el plano sexual? ¿Es posible que consumiese drogas o
bebiese y fumase de una manera desmedida?
No, doctor, dijo Antonio, yo soy
compañero de trabajo y a la vez amigo y es una persona bastante metódica e
incluso se cuida físicamente, hace tenis y vamos a correr dos o tres días por
semana, pero de una forma prudente.
Yo le conozco menos pero no he
oído nunca nada raro de él.
Cuando llegaron a la habitación,
llamaron a la puerta, como no abría avisaron a la dueña del hostal y ésta les
abrió con otra llave.
Los cuatro, cuando se
acostumbraron a la semi oscuridad, se quedaron atónitos, en la cama no había
nadie, miraron en el cuarto de baño y tampoco estaba, Maribel, más observadora
dijo: La ropa que llevaba esta mañana y que cambió por el pijama está en la
silla, doblada tal como la dejó y el pijama no está por aquí. No parece faltar
nada del equipaje.
No puede estar muy lejos, en
pijama y con el tranquilizante que le inyecté, además de su estado, no puede
estar muy lejos. Dijo D. Julián.
¿Sabes, Maribel, dónde está el
coche?
Si, está en la parte de detrás
del hostal, muy cerca de la tienda, de hecho hemos pasado por allí ahora cuando
veníamos, pero no me he fijado.
Bajaron a la calle y fueron hasta
el sitio indicado por Maribel, allí no estaba el coche.
¿Dónde está la Guardia Civil?
Preguntó Antonio.
Por aquí detrás, a tres manzanas
está el cuartelillo, contestó Maribel.
¡Vamos!
D. Julián dijo
:
Vayan ustedes, ya me dirán algo.
Antonio y Maribel, a buen paso se
dirigieron al cuartelillo, hablaron con el sargento y éste tomó nota, luego
llamó por radio a las dos patrullas que estaban de guardia y les dio la
descripción del coche y de Domingo.
Uno de los agentes contestó
enseguida
Ese coche estaba detenido cerca
de la carretera el otro día, al amanecer, cerca de la curva de la “dama blanca”
y estaba dentro, durmiendo el sujeto que han descrito, estamos bastante cerca del
sitio
.
Vayan hacia allí y vigilen los
caminos que dan a la carretera norte. Dijo el sargento.
¿Qué es eso de la “dama blanca”?
Dijo Antonio.
Bueno, esa es una leyenda urbana,
que dice que en una curva que hay muchos accidentes se aparece una mujer con una
túnica blanca avisando del peligro. Chorradas de pueblo. Sentenció el sargento.
Muchos dicen que la han visto,
del pueblo y forasteros. Dijo Maribel ligeramente enfadada, es más, mi tío
Anselmo dice que la vio.
Si mujer, si, como la Santa
Compaña. Dijo el sargento sonriendo.
No habían pasado ni diez minutos
cuando la emisora hizo un chasquido característico y se oyó la voz del agente:
Mi sargento, estamos en el sitio,
el coche está aquí, totalmente cerrado
pero no hay nadie dentro ni por los alrededores.
No se muevan de ahí, vamos para
allá. Dijo el sargento, dio órdenes a un agente para que se quedase en el
cuartelillo y él, otro agente de conductor y Antonio y Maribel montaron en un
todo terreno y salieron por la carretera del norte, llovía abundantemente.
Cuando llegaron al lugar, no
pudieron ver nada, las posibles huellas habían sido borradas por la lluvia.
Dio órdenes el sargento para que
la patrulla se quedase vigilando hasta que fuese otra a relevarles y ellos
cuatro fueron carretera arriba, hasta el siguiente pueblo, no vieron nada,
cuando llegaron eran más de las diez y no se veía un alma por la calle,
solamente había luz en un bar en la plaza Mayor, entraron, en el mostrador
estaba un hombre, el dueño, apoyada la barbilla y una cara de aburrimiento en
una mano cuyo codo y antebrazo la sujetaban apoyado en la barra, parecía
escuchar a un hombre medio borracho que sentado en la mesa más cercana, con un
vaso en la mano y que no paraba de
decir, lo que el alcohol le dejaba:
Te juro que la he visto, era la
Santa Compaña, pasaba cerca de la curva de la “Dama Blanca”.
Domingo no apareció hasta tres
meses después, un hombre que recogía leña lo encontró en medio del bosque,
vestía una túnica que en su día fue blanca, era un esqueleto con piel, a su
alrededor se adivinaban gotas de cera, ni las alimañas se acercaron para comer
los despojos.
FIN
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