PREPARADO PARA MORIR
Pedro Fuentes
Capítulo I
Federico era una persona previsora y quería tener siempre todas las situaciones controladas. A sus 55 años, separado de su primera y única mujer, vivía una existencia tranquila y feliz, tenía una tienda de música en la que vendía de todo, instrumentos, discos de baquelita, CD, partituras, equipos de música para profesionales. En fin, vivía de la música y para la música, tocaba el piano, la guitarra, el saxo y el clarinete. No como profesional, pero si para reunirse un día por semana hacer jazz, en un viejo local que a duras penas ganaba para subsistir, esa era su pasión junto con los espirituales, el blues, el big bang, había viajado varias veces a New Orleans a ver y participar en los carnavales, conocía los famosos entierros a base de espirituales y blues y había entrado en todos los antros de jazz a los que un blanco pudiese entrar.
Una vez, en una de su jazz sección, con sus amigos, en una pausa, mientras se refrescaban y curaban los labios con whisky, se puso muy serio y dijo:
¡Escuchad! Como sabéis acabo de volver de New Orleans y he decidido que el día que me muera, quiero que me incineren, pero que me lleven a la iglesia con una banda de jazz, tocando y cantando espirituales, en una carroza con penachos negros, tirada por dos caballos negros y detrás unas plañideras negras, de redondas curvas, totalmente enlutadas, luego la banda, de riguroso negro y con bombín y detrás los familiares, amigos y curiosos que no tengan vergüenza de asistir, de la iglesia al crematorio lo mismo y luego mis cenizas las lleven a New Orleans.
¿Sabes cuánto te va a costar eso? Dijo el dueño del local que tocaba el bangio.
Ni me importa, tengo lo suficiente, no tengo hijos ni familiares directos y encima mi ex mujer va a cobrar una pensión vitalicia por haber estado casada conmigo, hay cuatro sobrinos lejanos. Si queda algo, que si quedará, se reunirán como cuervos a ver lo que pillan.
Todo lo que nos digas no vale de nada si no haces oficial la petición.
En eso estoy, ya tengo medio redactadas las últimas voluntades e irá a la vez que el testamento, una ligada con el otro, si no se cumplen las voluntades, el testamento será otro, lo que si os voy a pedir es que si me sobrevivís, acatéis lo que espero de vosotros, que os lo hará saber mi amigo Jack, el de New Orleans.
Bueno, ahora ya se ha terminado el descanso, ¿Seguimos tocando media hora más?
Todos asintieron, cogieron sus instrumentos y siguieron ensayando. No se volvió a hablar del funeral, se fue olvidando porque Federico no lo volvió a nombrar.
Siguieron con sus ensayos y sus vidas, de vez en cuando los llamaban para actuar en algún sitio no profesional y se divertían haciéndolo.
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