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jueves, 3 de diciembre de 2020

LA MUJER DE NEGRO (Capítulo I)

EL VIAJE

La misteriosa dama de negro


Pedro Fuentes


CAPITULO I


Cuando Ricardo se decidió a vivir en la mar y con la mar, se pasó mucho tiempo buscando lo que sería su hogar, al fin, después de varios años encontró el barco que le pareció ideal, un ketch* de 14 metros de eslora, dos palos, mayor* y mesana*. Un salón bastante espacioso, en el que hay una cocina, un comedor y un puesto de gobierno, además del existente en popa en la bañera. Equipado con velas mayor, mesana, génova y foque, bastante cómodo para navegar incluso en solitario.

La idea de Ricardo es vivir en el barco y ganarse la vida realizando algún que otro charter por el Mediterráneo, su puerto base está en la provincia de Castellón, un pequeño puerto, seguro y muy marinero.

El año no estaba siendo muy bueno, había hecho el mantenimiento y pintura de su barco “El Solitario” en Mayo y ahora, a primeros de Junio, no tenía ninguna reserva hasta el día 20 que iría a Menorca.  

Suponía que a Ciudadela a las fiestas de S. Juan y luego la vuelta a la isla. Sabía que traían un perro, un pinscher enano de unos 4 quilos. Al principio dijo que el perro no, que la travesía duraba más de 20 horas y el perro tendría que hacer sus necesidades. La persona que le llamó para alquilar el barco le dijo que no era problema, que el animalito estaba acostumbrado a una caja de gatos y que hacía sus cosas allí.

Hasta la fecha solamente salían alguna excursión de fin de semana, pero este año, que el tiempo tampoco era muy estable, no  tenía nada, por lo que había aceptado aquel viaje, de una mujer sola y su perro, claro que estaba bien pagado y por adelantado. 

Mientras llegaba la fecha, dedicaba su tiempo en pequeñas mejoras, leer y pasear por los alrededores del puerto. 

El día 19, por la tarde, a última hora, llegó al puerto en un taxi una chica muy joven, era Lara, llevaba el pelo, teñido de negro y suelto sobre los hombros y hasta media espalda, muy liso le, tapaba las orejas, además, el flequillo, muy largo le cubría las cejas y parte de los párpados, lucía un vestido negro, con falda tres cuartos y un cinturón, también negro y con una gran hebilla plateada. 

El conductor del taxi bajó del maletero un gran baúl de cuero negro y cerrado con dos grandes bandas de cuero, también del mismo color y cerrados con un par de candados de unos ocho centímetros. En los brazos llevaba un pequeño perro, un pinscher enano negro, con la pechera roja color fuego. Ricardo, al que siempre le habían gustado los perros y durante su vida había tenido varios, lo encontró precioso, le acercó la mano y el animal, después de olerla, sacó la lengua y se le lamió, luego se dejó acariciar, levantando la cabeza, ofreciéndole el cuello para que le rascara, así sellaron una amistad duradera.

Ricardo se presentó y le dijo a Lara que el baúl era un inconveniente en las estrechuras de un barco, pero ésta le contestó que habían cambiado de planes y después de llegar a Menorca, no querían volver, sino trasladarse a Alicante, dentro del plazo de la reserva, y que le pagaría un suplemento por las molestias.

Con gran trabajo lograron embarcar el equipaje. Ricardo le ofreció cenar algo, para luego ir a dormir. 

Las previsiones del tiempo eran buenas y tendrían que salir a primera hora de la mañana para llegar a Ciudadela al amanecer del siguiente día. 

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