EL VIAJE II
En busca de la puerta del infierno
Pedro Fuentes
CAPITULO VI
A los cinco días, cuando solo faltaban tres días y horas, recibió Ricardo la llamada del sacerdote, le citaba en el convento para preparar todo para el día 18.
En cuanto recibió la llamada, cogió el coche y salió para el convento, al perro lo dejó en el apartamento, ya que el sacerdote le había dicho que no era conveniente llevarlo as u presencia antes de la hora señalada, que sería el día 19 a las 04:44 horas, esa era una buena hora, ya que por esas fechas amanece muy temprano, por lo que las horas de peligro eran pocas.
Una vez en el convento, nuevamente en el claustro, hablaron largamente sobre la estrategia a seguir, se desarrollaría todo en exorcismo en el mismo claustro, alrededor del pozo, allí se prepararía todo, Ricardo tendría que llegar como muy pronto a las tres horas, tendría una puerta para llegar al claustro, allí, fuera de la vista estaría el p. Lázaro, con todo preparado, éste daría la orden y todo se pondría en marcha, solamente ellos dos quedarían allí, ante el peligro, sería a vida o muerte, si fallaba el exorcismo, lo más probable es que no sobreviviesen.
Planearon todo minuciosamente, luego Ricardo marchó a Valencia a comprar una serie de cosas que necesitarían, una vez con ellas marchó a su casa, hizo unos montajes y pasó el resto del día leyendo y buscando informaciones por internet.
A la mañana siguiente volvió al convento y con el sacerdote pasaron todo el día arreglando cosas y preparándose espiritualmente contra el maligno.
El día 18 a las 15:00 horas dejaron todo preparado para esa noche, Ricardo cogió el coche y se marchó a su casa, comió y se metió en la cama hasta las 24 horas.
Luego cogió a Trouvé, lo puso en el trasportín y se dirigió al convento, eran las tres de la madrugada cuando llegó, antes de entrar sacó al perro con la cadena no fuese a irse y perderse, lo paseó para que hiciese sus necesidades, le puso agua y no quiso beber, ya empezaba a esta algo raro, gruñía y estaba nervioso como el día que le atacó en el barco.
A las 04:30 horas entró en el claustro y cerró la puerta con la llave que había preparada, el p. Lázaro no estaba allí todavía, entraría en el último minuto por la puerta del refectorio, el resto de los frailes estarían en la capilla contigua al refectorio en oración por el buen hacer del exorcismo.
Una vez dentro, Ricardo se dirigió al brocal del pozo que estaba tapado con una madera a manera de trampilla, una cadena de un buen grosor rodeaba el pozo y pasaba por la polea, en el extremo había unos grilletes que sujetarían al perro por el cuello, el pecho y anterior a los cuartos traseros.
Una vez atado el animal, Ricardo se situó al lado de la puerta del refectorio por donde entraría el sacerdote, allí habían instalado un cuadro de mandos y varios artilugios, necesarios para cada momento.
Eran las cuatro y cuarenta horas cuando el P. Lázaro vestido con una casulla blanca, la estola del mismo color, en una mano el acetre con agua bendita y el hisopo, en la otra mano el libro de los exorcismos señalados los puntos correspondientes con cintas de varios colores.
Una vez dentro pasó el acetre a Ricardo y cerró la puerta. Ricardo se acercó con él y puso el recipiente en un taburete al lado del sacerdote y volvió rápidamente a la puerta, ya de reojo vio como el animal se iba transformando en Cancerbero, cuando llegó a la puerta cerrada, lo que vio le hizo temblar.
El perro rugía, ladraba, mordía la cadena, rascaba la trampilla del pozo.
El sacerdote, que parecía rejuvenecido y poseído por una fuerza sobrehumana, abrió el libro y empezó a decirle, más que decirle, le lanzaba oraciones, Ricardo no entendía nada, de vez en cuando entendía palabras como Satanás, espíritu maligno, va de retro, vuelve a las tinieblas, el resto eran palabras en latín que salían de su boca como flechas hacia el demonio, éste parecía enfurecerse cada vez más, estaba casi a punto de deshacerse de las cadenas cuando Ricardo recibió la señal del sacerdote, tiró de una palanca y la trampilla del pozo de abrió y el maligno cayó hacia dentro unos cinco metros como habían calculado, la respuesta fue que una nube y un rayo de fuego salieron por la boca del pozo, a continuación como una transformación de entre el fuego y el humo apareció una figura humana, envuelta en una capa y de unos dos metros de alto que quedó flotando encima del pozo con el humo tapándole los pies, la cara estaba desprovista de piel , era una faz totalmente muscular. Con una voz gutural, que más bien parecía sacada del pozo gritó:
¡Nos volvemos a ver!, mi estratagema ha sido buena, sabía que él te traería a mí, esta vez no te me escaparás, te llevaré al averno, cinco veces me dejaste en ridículo, pero ahora serás mío por toda la eternidad.
No son cinco, serán seis porque el Señor es mi pastor y nada puedes contra El ni contra nuestra Fe, le contestó el sacerdote, y haciendo una señal a Ricardo, éste encendió cuatro focos situados en cada uno de los cedros y el centro del pozo quedó convertido en una cruz luminosa en el centro del haz Ricardo, con una cruz de tea ardiendo, apareció camino del pozo y Lázaro, abriendo el libro empezó a lanzarle exorcismos.
Satán tapó su cara con la capa dijo:
¡No!, ¡más no!, ¡no puedo seguir!, ¡me marcho pero volveré!.
¡No!, no volverás hasta que el Señor nuestro Dios te llame el día del Juicio Final para entregarte a aquellos que no tienen la señal del Padre como rezan los Libros Sagrados.
El diablo desapareció en el pozo y se hizo el silencio, en medio de aquel silencio de pronto se oyó el gemir delicado de Trouvé dentro del pozo, se acercaron a la boca del pozo, Ricardo cogió uno de los focos, iluminó dentro y allí estaba el perrillo mirando angustiado como si no hubiese pasado nada, recogió Ricardo la cadena, cogió al animal con las dos manos y lo levantó hasta ponerlo delante de la luna llena y no pasó nada.
Bueno, si pasó salieron los siete frailes del convento y cogidos de la mano como si fueran unos chiquillos se pusieron a dar vueltas al pozo riendo y cantando.
Ricardo, al lado del Padre Lázaro le dijo: ¡Padre Lázaro!, ¿Esto será definitivo?
El padre Lázaro le miró y le dijo: Hombre de poca fe, ¿Acaso dudas del poder del Todopoderoso?
FIN
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