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jueves, 10 de febrero de 2022

DEMASIADO CERCA DEL MAS ALLA (Capítulo IV)

 

DEMASIADO CERCA DEL MAS ALLA

 

Pedro  Fuentes

 

CAPITULO IV

 

A las seis y media, cuando ya había oscurecido, llegó Antonio Fernández, fue a la tienda directamente, allí esperaron la llamada del doctor y quedaron en verse en el hostal.

Cuando se encontraron, después de las presentaciones, Don Julián, el médico, sacó un sobre del bolsillo de la chaqueta y les dio a los dos:

No hay nada raro, algo bajo en hierro y vitamina C, normal en glóbulos rojos y leucocitos, pero nada importante, parece como si estuviese totalmente extenuado, ¿Saben si últimamente ha hecho más esfuerzos de lo normal o ha tenido una actividad frenética, incluso en el plano sexual? ¿Es posible que consumiese drogas o bebiese y fumase de una manera desmedida?

No, doctor, dijo Antonio, yo soy compañero de trabajo y a la vez amigo y es una persona bastante metódica e incluso se cuida físicamente, hace tenis y vamos a correr dos o tres días por semana, pero de una forma prudente.

Yo le conozco menos pero no he oído nunca nada raro de él.

Cuando llegaron a la habitación, llamaron a la puerta, como no abría avisaron a la dueña del hostal y ésta les abrió con otra llave.

Los cuatro, cuando se acostumbraron a la semi oscuridad, se quedaron atónitos, en la cama no había nadie, miraron en el cuarto de baño y tampoco estaba, Maribel, más observadora dijo: La ropa que llevaba esta mañana y que cambió por el pijama está en la silla, doblada tal como la dejó y el pijama no está por aquí. No parece faltar nada del equipaje.

No puede estar muy lejos, en pijama y con el tranquilizante que le inyecté, además de su estado, no puede estar muy lejos. Dijo D. Julián.

¿Sabes, Maribel, dónde está el coche?

Si, está en la parte de detrás del hostal, muy cerca de la tienda, de hecho hemos pasado por allí ahora cuando veníamos, pero no me he fijado.

Bajaron a la calle y fueron hasta el sitio indicado por Maribel, allí no estaba el coche.

¿Dónde está la Guardia Civil? Preguntó Antonio.

Por aquí detrás, a tres manzanas está el cuartelillo, contestó Maribel.

¡Vamos!

D. Julián dijo:

Vayan ustedes, ya me dirán algo.

Antonio y Maribel, a buen paso se dirigieron al cuartelillo, hablaron con el sargento y éste tomó nota, luego llamó por radio a las dos patrullas que estaban de guardia y les dio la descripción del coche y de Domingo.

Uno de los agentes contestó enseguida

Ese coche estaba detenido cerca de la carretera el otro día, al amanecer, cerca de la curva de la “dama blanca” y estaba dentro, durmiendo el sujeto que han descrito, estamos bastante cerca del sitio.

Vayan hacia allí y vigilen los caminos que dan a la carretera norte. Dijo el sargento.

¿Qué es eso de la “dama blanca”? Dijo Antonio.

Bueno, esa es una leyenda urbana, que dice que en una curva que hay muchos accidentes se aparece una mujer con una túnica blanca avisando del peligro. Chorradas de pueblo. Sentenció el sargento.

Muchos dicen que la han visto, del pueblo y forasteros. Dijo Maribel ligeramente enfadada, es más, mi tío Anselmo dice que la vio.

Si mujer, si, como la Santa Compaña. Dijo el sargento sonriendo.

No habían pasado ni diez minutos cuando la emisora hizo un chasquido característico y se oyó la voz del agente:

Mi sargento, estamos en el sitio, el coche está aquí, totalmente cerrado pero no hay nadie dentro ni por los alrededores.

No se muevan de ahí, vamos para allá. Dijo el sargento, dio órdenes a un agente para que se quedase en el cuartelillo y él, otro agente de conductor y Antonio y Maribel montaron en un todo terreno y salieron por la carretera del norte, llovía abundantemente.

Cuando llegaron al lugar, no pudieron ver nada, las posibles huellas habían sido borradas por la lluvia.

Dio órdenes el sargento para que la patrulla se quedase vigilando hasta que fuese otra a relevarles y ellos cuatro fueron carretera arriba, hasta el siguiente pueblo, no vieron nada, cuando llegaron eran más de las diez y no se veía un alma por la calle, solamente había luz en un bar en la plaza Mayor, entraron, en el mostrador estaba un hombre, el dueño, apoyada la barbilla y una cara de aburrimiento en una mano cuyo codo y antebrazo la sujetaban apoyado en la barra, parecía escuchar a un hombre medio borracho que sentado en la mesa más cercana, con un vaso en la mano y que no paraba de decir, lo que el alcohol le dejaba:

Te juro que la he visto, era la Santa Compaña, pasaba cerca de la curva de la “Dama Blanca”.

Domingo no apareció hasta tres meses después, un hombre que recogía leña lo encontró en medio del bosque, vestía una túnica que en su día fue blanca, era un esqueleto con piel, a su alrededor se adivinaban gotas de cera, ni las alimañas se acercaron para comer los despojos.



FIN



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