EL PRIMER VIAJE DEL "SOLITARIO"
Pedro Fuentes
CAPITULO IV
Pasó la semana como un suspiro, cuando volvimos a cala´n Pit agosto llegaba a su fin, cada día se notaba como los días se iban acortando, iban desapareciendo los agobios del turismo del verano, ahora todo era más apacible.
Llegó septiembre y ya se adivinaba el ambiente de las Fiestas de Gracia en Mao del 6 al 9. Lo mismo que pasa con las de S. Joan en Ciudadela, las de Gracia en Mao hay que vivirlas, por lo menos una vez en la vida, son inigualables.
¡Ricardo! Ya pronto tengo que empezar a ir al colegio, a partir de primeros de mes iré algún día que otro para las reuniones de preparación, luego, aunque en Alaior no son fiestas, como los maestros somos de fuera, sobre todo de Mao, los cuatro días de fiestas, los hacemos.
Bueno, estaré por aquí hasta que comiences las clases, que supongo que serán como en todos los sitios para el 15, luego pondré rumbo a Benicarló y me dedicaré a preparar viajes con las agencias, además había pensado hacer propaganda por aquí y sobre todo por Ibiza que me pilla más cerca, si la cosa no va muy bien, siempre me puedo desplazar hasta las islas.
Hay muchas personas que quieren hacer prácticas de navegación, una forma es enrolarse en un barco como el mío para hacer travesías. Eso puede ser un dinero extra, luego por aquella zona hay muchos buceadores que quieren ir a la s Islas Columbretes en fin de semana.
De todos modos, según como esté todo, lo mismo hago un pensamiento para trasladarme a Menorca, aquí hay más oportunidades pero también más competencia. Ya veremos qué hacemos.
El resto del tiempo transcurrió apaciblemente, pero Gracia y yo nos mirábamos con algo de tristeza, aquel verano tan maravilloso que el destino nos había brindado, llegaba a su fin, seguíamos con nuestra felicidad, pero en el fondo notábamos que la rutina del invierno y del trabajo nos estaba alcanzando.
Cuando Gracia empezó a ir al colegio, decidimos quedarnos en la casa de cala´n Pit, está cerca de Alaior y yo mientras me dedicaba al barco, otras veces llevaba a Gracia al colegio y luego me dedicaba a ir a Ciudadela y Mao a entrevistarme con gentes de las agencias de viajes y a dejarles propaganda.
Biel se llevó su barco a Ciudadela y Ernesto y Teresa con los hijos viajaron para Alicante, María Cinta se fue a su casa de Mao.
Cala´n Pit se iba quedando solitaria, solamente quedaban algunos turistas rezagados y personas mayores que residían allí todo el año.
Llegaron las fiestas y las vivimos con toda la intensidad que pudimos, ya se sabe que son fiestas para la gente joven, Gracia es una persona joven todavía y yo me siento rejuvenecer a su lado y no me importan los comentarios que a veces oímos por culpa de esos veintitantos años que nos separan.
Cuando terminaron las fiestas y Gracia empezó las clases, yo me preparé para marchar, había decidido hacer el viaje de una tirada, rumbo directo a Benicarló, unas ciento cincuenta millas, con buen viento unas treinta horas, aprovecharía a que las previsiones fuesen buenas.
El dieciséis de septiembre, ya comenzadas las clases Gracia me dijo:
¡Amor!, mira, el viernes que viene, por la tarde no tengo clase porque hasta octubre no empezamos todo el día, si lo deseas, podemos salir rumbo a Benicarló los dos y el domingo por la tarde vuelvo en avión, será el último viaje del verano. ¿Te parece bien?
Claro que sí, pero me sabe mal, será una paliza para ti, llegaríamos sobre las diez de la noche del sábado y al día siguiente ir a Barcelona a coger el avión, y el lunes a las clases, terminarías rendida.
¿Me has visto alguna vez cansada de navegar? Además merece la pena si estamos todo el fin de semana juntos, mañana mismo reservo el billete de avión para la tarde del domingo y seguro que Biel o mi madre me irán a recoger al aeropuerto.
Las previsiones son de levante, podremos salir sobre la una y media o las dos y si todo va bien y tenemos un buen viento quizás estemos a media tarde del sábado en Benicarló.
El viernes, a la una ya tenía el barco pertrechado y las velas preparadas para izarlas en cuanto saliésemos de las rocas de Addaia, efectivamente el viento era de levante y las previsiones eran de fuerza 4 bajando algo de cara a la noche y la mar rizada.
Perfecto, sería una buena y tranquila travesía, solamente tendríamos que vigilar a la Transmediterránea y los mercantes rumbo a las islas que sobre todo nos vendrían por estribor y cuando la noche fuese más cerrada, aunque al estar la luna en cuarto creciente y por popa tendríamos buena visión.
A la una y media llegó Gracia, saltó al barco y entonces se dio cuenta de que María Cinta había venido a despedirnos, nos dio un beso y un abrazo y saltó a tierra esperando a soltarnos las amarras de proa cuando le avisásemos.
Nos hicimos a la mar, ya fuera de la ría, izamos velas y nos dirigimos a faro Caballería, una vez a su altura pusimos rumbo al 275, conectamos el piloto automático y nos acurrucamos en la bañera el uno al lado del otro, llegamos a coger puntas de 7,5 nudos, el barco iba a todo trapo, decidimos sacar el espi y seguir así hasta que entrase la noche.
Todo salió a la perfección, el sábado a media tarde entramos en Benicarló. Llegamos a casa y ya no salimos para nada hasta el domingo a las doce, cogimos el coche y marchamos a Barcelona al aeropuerto, a las seis Gracia cogió el avión para Menorca.
Entró el otoño y siempre que podíamos o yo iba a Menorca o ella venía a Barcelona. Así pasó medio otoño. A mediados de noviembre, el día 15, a las diez de la mañana recibí una llamada de teléfono.
¡Ricardo! Soy Biel, ven a Menorca urgentemente, Gracia ha tenido esta mañana un accidente con el coche y está grave. Dime a qué hora llegas y te mandaré un coche al aeropuerto.
No pude decir sino ¡Voy! Salí corriendo. No dejé ni siquiera una nota para Hortensia, la señora que me arregla el apartamento, cogí el coche y marché a Barcelona sin importarme ni multas ni nada, dejé el coche en el aparcamiento y conseguí un billete para Mao alegando extrema gravedad.
Cuando llegué, un amigo de Biel me estaba esperando, me llevó al hospital en Mao, estaba toda la familia, María Cinta lloraba y la sujetaban sus dos hijos, al verme se abrazó a mí y me dijo:
¡Ricardo! Está muy mal, no creen que llegue hasta la noche, dada la extrema gravedad incluso nos dejan entrar, está en coma, pasa conmigo a verla.
Entré, yacía en una cama rodeada de goteros y vías, solamente se notaba que respiraba porque tenía un aparato de respiración asistida, la llamé, le hablé le dije que la quería, que no me dejase, en el fondo sabía que no me oía ni me sentía, me puse de rodillas al lado de la cama y le cogí una mano que me llevé a los labios y murmuraba, ¡Señor! ¡Qué te he hecho para que me trates así, parece que me persigas toda la vida!, ¡Llévame a mí también! ¡No puedo más! ¡Siempre te llevas a mis personas queridas!
María Cinta lloraba a mi lado e intentaba dentro de su dolor consolarme.
Falleció dos horas después, en mi cabeza martilleaba “Tristesse” de Frederick Copín, siempre que la oigo recuerdo a mis grandes amores y mi vida.
El funeral fue multitudinario, ella y su familia son muy conocidas en la isla, fue incinerada tal como quería ella.
Al día siguiente fuimos con el barco de un amigo de la familia de cala’n Pit a las rocas de Addaia y esparcimos sus cenizas en aquellas rocas y aquel mar que tanto amaba.
Pocos días después recibí otro mazazo de la vida, la autopsia reveló que estaba embarazada.
FIN
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