EL AFILADOR
Pedro Fuentes
CAPITULO XIX
El día siguiente, a las ocho de la mañana salía Ricardo con Trouvé a su paseo mañanero, no sabía bien hacia dónde se encontraría a Rodolfo con su mastín Pibe, decidió ir dirección al puerto y de camino echarle una ojeada al barco.
A los doscientos metros del paseo se encontró con Rodolfo y Pibe.
Hola, Ricardo, ¿Qué tal? ¿Cómo vamos?
Bien, estamos bien, un poco liado, con mis dos amigos aquí, no paro, además, como me ha pedido el comisario que colabore con él, pues bueno, entretenido, es algo que me gusta.
¿Lo conoces desde hace mucho tiempo?
Si, un poco, a Pedro desde casi la infancia, al policía de menos, pero no sé si te acordaras que hace algún tiempo hubo por aquí la detención de un comando terrorista que quería cometer un atentado en nombre de Al Qaeda, José Miguel y su equipo fueron los que descubrieron y detuvieron al comando, unos de los cabecillas alquilaron mi barco para un viaje y Pedro y yo nos vimos envueltos y a raíz de eso hicimos una buena amistad.
Por cierto, dijo Rodolfo, ¿Es verdad que han intentado asesinar a otra mujer?
¿Quién te ha dicho eso? Respondió Ricardo.
Resulta que la mujer, Elisabeth, inglesa es conocida de mi mujer y mía y ayer me llamó nerviosa para contárnoslo, como mi mujer había ido a Valencia a casa del hijo, que está con gripe yo quedé con ella y me lo contó, por lo visto fuiste tú el que la salvó.
Bueno, yo estaba por allí paseando a Trouvé y al oír los gritos de ella corrí y el individuo salió huyendo.
Es curioso, dijo Rodolfo, parece extraño que volviese al mismo cuando no lo había hecho nunca, y más al último, que se supone estás más vigilado.
Ricardo no quiso seguir hablando del tema, ya que no le podía dar ninguna pista de lo que pensaba la policía, así que procuró el cambio de tema, pero no había forma, Rodolfo volvía al mismo tema, quería conocer cualquier detalle por insignificante que fuese, por lo que recurrió a que tenía mucha prisa porque le esperaban en el barco y adelantando el paso se distanció del argentino.
Todo estaba bien en “El Solitario” su velero, Trouvé corría por cubierta contento, se debió imaginar que iban a salir a navegar, luego, cuando Ricardo puso el motor en marcha para cargar baterías y a la vez que circulase el aceite por el motor y el agua por los circuitos de refrigeración, se fue rápidamente a las amarras de popa porque sabía que eran las primeras en soltar, la verdad es que entre unas cosas y otras, últimamente no salían a navegar sino lo indispensable y en invierno no solían alquilar el barco muy a menudo, pero pronto vendría el buen tiempo y ya tenía comprometidos varios viajes a Columbretes de fin de semana, a Ibiza por lo menos cuatro de semana y dos pasando por Columbretes, Ibiza, Formentera, Mallorca, Menorca y luego vuelta directos. El que menos le gustaba era el de Ciudadela por San Juan, ese le traía los malos recuerdos de los sucesos ocurridos con los árabes.
Una vez comprobado todo, se sentó un rato en cubierta a fumar un cigarrillo y esperar que los motores funcionaran un rato más. Trouvé se estiró a sus pies como en las largas travesías, parecía mentira que no recordase su terrible vida anterior.
Cuando faltaba una hora para reunirse con sus amigos, recogió y salió para casa, allí dejó a Trouvé que se puso a dar saltos de alegría cuando vio que estaba allí Hortensia, la señora de la limpieza.
¡Hortensia! Por favor, cuando termines ¿Le podrías dar una vuelta a Trouvé y ponerle la comida? Tengo que salir y no sé a qué hora volveré.
De acuerdo, y si ves que no llegas hasta tarde, avísame y vendré a sacarlo a las ocho, no hay ningún problema.
No sé que haríamos Trouvé y yo sin ti.
Ya sabes que el animalito es mi perro preferido.
Ricardo salió de nuevo ahora ya con el tiempo justo para llegar a la hora fijada.
En la entrada de la comisaría habilitada en el ayuntamiento se encontró con Pedro que iba con el tiempo justo también.
José Miguel les estaba esperando.
He hecho llamar al afilador, más que nada para ponerlo un poco nervioso, le he mandado el recado de venir a medio día para que no pierda trabajo.
También le he puesto vigilancia a Dominic. ¿Tú has hablado con el porteño?
Si, dijo Ricardo, dijo que se había visto con Elisabeth de “motu proprio” pero además ha intentado interrogarme, al final le he dicho que tenía prisa, pero no le he confirmado nada ni como sucedió todo, claro que la inglesa se lo habrá explicado. De todas formas me parece que está aprovechando que la mujer está fuera para echa una cana al aire. Quizás habría que hacerle un sutil chantaje para ver si canta algo nuevo o un tango.
Ya me han avisado de que en Sitges tienen localizado al amigo del camarero, todavía no hay nada, hace su vida normal y la casa está igual de cerrada que siempre, he pedido una orden judicial para pincharle el teléfono, también a Dominic, pero ahora con los móviles es más difícil.
Bueno, y ahora nos vamos a ir al piso de la tercera víctima, ya tengo la orden judicial para inspeccionar aquello, quizás encontremos algo que nos sirva.
Salieron los tres amigos y cuatro agentes. Llegaron hasta el piso, allí les esperaba el ex marido que había sido avisado por José Miguel para que estuviese presente.
Todo parecía estar en su sitio, se de dedicaron a recoger alguna colilla de los ceniceros, revisaron la bolsa de basuras, ésta estaba vacía, parecía que a la hora de salir a correr se la había llevado para tirar, pero un par de ceniceros tenían colilla sin limpiar, se apreciaban dos marcas diferentes de tabaco, del cuarto de baño se recogieron varios cabellos, se buscaron direcciones, números de teléfono y no parecía que hubiese nada sospechoso, de todas formas, se recogió todo para investigar.
Ricardo miraba una serie de fotos encima de una repisa y de pronto dijo:
¡Mirad! ¡Mirad lo que he encontrado! Mostró una foto enmarcada a los dos amigos y les dijo:
¿Qué veis?
A la víctima con un perro. Contestó José Miguel.
Buena vista, comentó Ricardo. ¿Nada más?
Pues no, dijo Pedro
Este perro es el de Rodolfo, Pibe.
Todos los perros son iguales, dijo el policía.
No, yo entiendo de perros y son diferentes, los chinos parecen todos iguales y no lo son.
Esto quiere decir que Rodolfo conocía a la muerta y más de lo que él ha confesado, ahora me empieza a cuadrar todo, solamente necesito un par de cosas para poder acusar a alguien, necesito algo más que indicios razonables.
Desde la cocina uno de los agentes llamó:
Comisario, venga, por favor.
Cuando llegó le enseñó un cuchillo de grandes proporciones. Lo enfocó con la linterna de rayos ultravioletas y estos delataron manchas de sangre en exceso.
Pueden ser de animal, pero si el cuchillo se afiló aquel mismo día, como dijo el afilador, no creo que tuviese tanta sangre.
Nos lo llevaremos para hacerle pruebas.
Ricardo le dijo al agente:
Supongo que no tiene huellas dactilares.
No, no las tiene.
Muy raro, por lo menos tendría que tener las del afilador y la muerta.
Se supone que aunque lo hubiesen lavado, tendría los de la dueña.
Bueno, ha aparecido el arma del crimen pero ¿Por qué aquí? Dijo Pedro
Elemental, querido Watson. Fue la última víctima.
¿Y el intento de asesinato posterior?
Eso fue puro teatro, me quisieron engañar y me montaron una escena de crimen sangriento. Pero ya lo tengo bastante claro, hay que encontrar al camarero, pero supongo que lo pillaremos pronto. Hay que saber también de dónde viene Dominic/Domingo.
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