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jueves, 22 de junio de 2023

LA HIGUERA (Capítulo II)

 

 

LA  HIGUERA 

 

Pedro  Fuentes

CAPITULO II



El domingo siguiente en la misa de 12 había algo más de gente que lo normal, no tanta como el día de la patrona, Santa Marina, el 18 de Julio, pero una cantidad apreciable de fieles.

D. Florián le había comentado la charla con el secretario al sacristán, Rosendo, hombre bastante leído y piadoso y que pese a su edad, 53 años, es pensionista ya que tiene un grave problema del corazón y dedica su tiempo libre, que es bastante, a la parroquia y al jardín que hay en su casa. Está casado con Angustias, y tienen un hijo estudiando magisterio en Madrid.



Rosendo, que no podía ver las malas jugadas del alcalde contra el cura y la Iglesia; por su cuenta, decidió comentarlo con Angustias, su mujer, que cosía en el ropero parroquial y ésta lo comentó allí; donde estaban entre otras, Isabel, la maestra, Martina, la esposa del médico, Lolita, la mujer del farmacéutico, doña Ursula, viuda de un terrateniente del pueblo, mujer muy piadosa y de buen ver, y que tiene una hija, Julita, que habla y bastante en serio con Manolo, el alcalde, pero ésta, también muy piadosa y miembro, Presidenta, de la Hermandad de Santa Marina, lo plantó porque él no quiere boda por la Iglesia a lo que Julita, le contestó:



Sin Iglesia no es boda ni nada, y me importa un pimiento lo que digan los amiguetes del partido y si no te gusta, deja el partido y si no aceptas mis condiciones, ni boda, ni noviazgo ni nada.

Enteradas por Rosendo del suceso del campanario, decidieron movilizarse y comentaron el problema con sus allegados y vecinos.

La que peor lo tuvo fue Lolita, ella tenía dos frentes, uno, el alcalde y otro su marido, Servando “el boticario” dispuesto al laicismo más recalcitrante.

La misa de doce del domingo comenzó normalmente.



En el aire se respiraba un cierto ánimo de lucha, pero de ello, Don Florián no sabía nada, porque nadie le había comentado nada, así que cuando se dirigió al micrófono para la homilía del domingo, no llevaba ninguna intención de exacerbar a sus parroquianos, además siempre había dicho que se conseguía más con buenas palabras que con discusiones, así pues cuando en el sermón dijo que había un pequeño problema en la torre del campanario, que habría que solucionar, no fue en ningún momento con ánimo de levantar el hacha de guerra, ya que lo único que dijo fue que si alguien tenía alguna idea de cómo arreglarlo que se lo comentara y a ver si entre todos encontrábamos la solución.



Fueron varias las interpretaciones de sus palabras, entre ellas, alguien vio un arma para atacar al ayuntamiento.



El médico tiene una hija, Mª Carmen, casada con el hijo de D. Ceferino un terrateniente del pueblo de al lado, Fernando, su hijo, es agricultor y trabaja en las tierras de su padre, tienen buena fortuna y no muchas ganas de trabajar, pero que animado por su progenitor y por su suegro, teniendo como tiene mucha labia y simpatía, se ha afiliado a un partido de centro derecha y es la oposición a Manolo, o sea al alcalde.



Fernando, pronto vio que era el campo abonado para interpelar al alcalde en el próximo pleno.



Las Hermanas de Santa Marina, capitaneadas por Julita, la presidenta, dispuesta a lucirse ante “su” Manolo, las señoras del ropero, cuyo estandarte llevaba Rodrigo y su mujer Amparo, el médico, y varias personas importantes del pueblo siguieron a Fernando, el jefe de la oposición. Por el otro bando no existían todavía fuerzas vivas porque entre otras cosas no iban a misa de doce y no les quitaba el sueño que una higuera hubiese invadido el campanario.

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