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jueves, 12 de octubre de 2023

LA BARBERIA (Capítulo VI)

 

 

La Barbería

 

Pedro  Fuentes

 

Capítulo VI

Al día siguiente, a las siete entré en el comedor a desayunar, tomé un par de tostadas con aceite de oliva, una de las maravillas de Andalucía, luego cogí el coche, un Mini color naranja y negro y marché hacía Madrid, solamente una cosa me preocupaba, pasar Despeñaperros los antes posible y sin camiones.

Llegué a Madrid, aparqué cerca de mi casa, en el barrio de Argüelles y me fui al apartamento, lo primero que hice fue consultar la guía telefónica de calles, efectivamente en Sainz de Baranda había un Carretero García, A. Fui al teléfono y marqué.

¿Don Alfredo Carretero?

Sí, yo soy, ¿Quién llama?

Soy Fuentes, Pedro Fuentes y soy amigo de Rosario de Andalucía.

Sí, sí, ¡dígame! ¿Le pasa algo?

No, por Dios, se encuentra perfectamente, lo que pasa es que estoy intentando averiguar cosas sobre Rafael.

¿No le parece que es un asunto muy antiguo?

No crea, creo que he descubierto algunas cosas bastante importantes y tengo unas teorías que quisiese confirmar para solucionar el caso.

¿Es usted policía o investigador?

No, soy escritor aficionado y vengo siguiendo este caso desde 1959, ahora, después de tantos años he descubierto alguna cosa que usted creo que sabe y junto con otros detalles pudiesen resolver el misterio de la desaparición de Rafael.

¡Dígame! ¿Está usted en Madrid o en Andalucía?

No hace ni media hora que he llegado de allí, ayer estuve con Rosario que me ha dado para usted y su hermana un fuerte abrazo.

¿Cuándo nos podemos ver?

Después de tres horas, donde usted quiera, si desea los visitaré en su casa, cogeré el 61 y me deja cerca de su casa.

¿Le parece a partir de la seis y media en mi casa? ¿Sabe la dirección?

Creo que sí, en Sainz de Baranda, el tercer piso.

Si, efectivamente, tercero A al lado del cine.

Estaré ahí sobre las seis y media o siete menos cuarto.

Me preparé un bocadillo y una cerveza y después de una ducha me acosté a dormir la siesta hasta las cinco.

Me levanté, después de una refrescante ducha, me arreglé, cogí mi bloc de notas y marché a tomar el 61 rumbo a Narváez esquina a Sainz de Baranda, allí bajé, crucé la calle y ya enfrente del número que buscaba, al ver que no era la hora todavía, entré en un pequeño bar casi enfrente del cine y pedí un café solo.

Llegué a la casa justo a las seis y media, en el portal una mujer, la portera me cerró el paso, simplemente le dije:

Voy a casa de D. Alfredo Carretero.

Tercero A, me contestó.

Gracias, ya lo sé, me está esperando.

Cogí el ascensor, un antiguo aparato de madera rodeado de una especie de jaula metálica.

Cuando llegué al piso, llamé al timbre y enseguida me abrió una señora de unos sesenta años, su pelo era blanco totalmente y lo llevaba recogido en un perfecto moño en la nuca.

Usted debe de ser Paloma, la vi en una foto que me enseñó Rosario.

Pase, mi hermano le está esperando.

La casa estaba perfectamente amueblada con muebles color caoba, antiquísimos pero brillantes y relucientes.

Pase, mi hermano le espera en la biblioteca.

Era esta sala una habitación no muy grande o más bien lo parecía porque todas las paredes, salvo la de la ventana, que estaba llena de fotos, todo eran libros de diferentes tipos y tamaños, aquello era el santuario de un gran lector. Entre las fotos descubrí varias copias de las vistas en casa de Miguel. Al pie y de espaldas a la ventana se encontraba Alfredo, de unos sesenta y cinco años, arreglado y con una chaqueta cruzada, llevaba una barba perfectamente recortada y blanca como sus cabellos. Por el bigote y alrededores de su boca más amarillos, deduje que era fumador empedernido.

Al verme en la puerta se levantó ágilmente y se dirigió a buen paso para darme la mano. Era una mano muy cuidada y arreglada, huesuda pero fuerte.

Don Alfredo, soy Pedro Fuentes y estoy encantadísimo de conocerle, a usted y a su hermana.

En el lado derecho de la habitación había cuatro sillones y una mesa pequeña en medio, en el rincón una lámpara de pie daba luz suficiente para poder leer en cualquiera de los sillones.

¿Le apetece un brandy? Me dijo Alfredo.

Asentí y Paloma enseguida trajo tres copas, luego de un pequeño mueble bar sacó dos botellas, el brandy y dijo yo prefiero anisete.

Me indicó con un gesto que me sentara y así lo hice, ellos dos se sentaron en sendos sillones frente a mí.

Usted dirá, me dijo D. Alfredo.

Bueno, primero les explicaré cómo he llegado hasta aquí, todo empezó cuando tenía nueve años y estando de visita en Andalucía, al pasar por la peluquería, mi tía que es de allí me contó una historia que en la que decían que allí se había cometido un terrible asesinato.

Seguí cronológicamente con la historia hasta que llegué al relato de mi visita a Rosario el día anterior por la mañana.

No sé si ustedes sospechan lo que les voy a decir, pero no creo que Rafael desapareciera por sí mismo, creo que fue asesinado. Porque ni ustedes ni Rosario saben nada y él no habría marchado sin su adorada Rosario ni sus amigos.

Don Alfredo se quitó las gafas que llevaba, cogió la copa y tomó un trago, luego dijo:

Sí, no ha descubierto nada, estamos seguros de que fue asesinado pero no sabemos dónde pueden estar sus restos, Rafael no se habría marchado sin mí, yo era su amor, si, no se equivoca, Rafael y yo éramos pareja desde el primer día que nos conocimos en el cuartel de Guardias de Asalto.

Entonces……., dije mientras pensaba lo que iba a decir, entonces, si Rosario no era el gran amor de Rafael, era……. La hermana por parte de padre de Rafael. ¿Ustedes los sabían?

Si, también lo sabíamos, pero lo manteníamos en secreto, en aquellos tiempos estas historias de amor se mantenían en secreto, primero con la República, luego con la Guerra Civil y después con la dictadura había que silenciar muchas cosas por miedo a chantajes y represalias.

El cuerpo de Rafael desapareció y nadie sabe dónde está. Esa sería la primera cuestión a descubrir y usted no creo que sepa nada.

Sí, lo sé, o más bien lo sospecho, ¿Estarían ustedes dispuestos a venir a Andalucía conmigo? Tengo amistad con un policía aquí en Madrid que nos puede poner en contacto con compañeros suyos en Andalucía y que nos puedan ayudar.

Mi coche es muy pequeño para desplazarnos tres personas, pero podríamos alquilar uno o coger el tren.

Yo conduzco, dijo Alfredo y tengo un Seat 1500 muy cuidado y en buen uso.

Yo cuando voy allí, me hospedo en un pequeño hotel en el centro, muy limpio y agradable, si quieren nos alojaremos allí. Yo esta tarde llamaré a mi amigo y que prepare las cosas para mañana y nosotros podemos salir temprano. Además llamaré a Rosario para avisarles de nuestra visita y para que no hable ni comente nada con nadie, si es lo que yo pienso, podría correr peligro.

Puede llamarla desde aquí dijo Alfredo y me indicó el teléfono en la mesa del despacho.

Cogí el aparato y después de marcar, a las tres señales de llamada contestó una voz de hombre. Colgué rápidamente. Era la hora en que Miguel ya había vuelto del colegio, volveré a llamar a las dos horas dije en voz alta.

Le conté a los hermanos lo que había quedado con Rosario y quedé en llamar luego, a las dos horas.

Ahora me marcho porque quiero localizar a mi amigo el policía, ¿A qué hora podemos quedar para llegar antes de la hora de comer?

Por nosotros, si quiere, podemos pasar a buscarlo a las siete, ¿Dónde vive?

En Argüelles, en Gaztambide. Les di las señas completas y quedamos a las siete en la puerta de casa.

Salí a la calle y en la primera cabina que vi llamé a mi amigo el subinspector, ya había salido, repetí la llamada a su casa y no estaba, sabía por dónde iba normalmente a tomar una copa después del trabajo, así que me dirigí allí, una cafetería al lado de mi casa, ya que él también vivía por allí, efectivamente lo encontré en “Emperador”, estaba haciendo barra junto con una rubia teñida despampanante.

¡Paco! Necesito que me hagas un favor.

Dime, contestó el policía.

Lo separé de la barra y le dije lo que quería, lo llamaría al día siguiente al medio día para saber dónde tenía que ir.

No será fácil, me dijo Paco, es un caso que está cerrado hace mucho tiempo y no sé si alguien se querrá mojar, aunque estoy pensando que tengo un amigo de promoción y está loco por destacar para conseguir un destino mejor, lo llamaré esta noche, porque tengo sus señas en casa.

Pero tienes que Ir por tu casa, así que más te vale que vayas por allí y dejes a la rubia para otro día.

Tranquilo, esto es un ligero pasatiempo, te conseguiré lo que quieres.

A propósito, qué ganas tú con esto, me dijo.

Nada, solamente resolver una historia que me trae de cabeza desde que tenía nueve años.

Bueno, mañana me llamas y te diré a quién tienes que ir a ver, ahora ven conmigo y te invito a una copa con la rubia.

Me cogió del brazo me llevó tras de sí.

Mira, rubia, te presento a mi amigo Pedro. Es escritor y detective en los ratos libres.

La rubia se acercó a mí y me plantó dos besos con olor a perfume barato.

No me llamo así, soy Coby.

¿Coby? Dije yo.

Si, de Covadonga.

Ah sí, como la de Asturias, contesté.

Pedí un whisky con hielo y seguimos la banal charla hasta que se terminó, entonces me despedí y marché, al llegar a la puerta, cuando ya no me veían, me limpié con la mano las mejillas por si quedaba en mi cara restos de lápiz de labios.

Llegué a casa y llamé a Rosario otra vez, al primer toque de llamada me respondió la misma voz de hombre, que suponía de Miguel. Me quedé bastante preocupado, ya que no era lo normal. Cené y me fui a dormir, mañana había que madrugar.

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