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miércoles, 14 de octubre de 2020

BALADA TRISTE (Capítulo II)





BALADA  TRISTE



Pedro  Fuentes



Capítulo  II


A las siete menos diez estaba Angel sentado en la misma mesa de la mañana y seguía peleándose con el guión, era lo peor de su vida, captaba el personaje, era frío y sabía como hacer creer al público que su personaje era real, tenía la teoría de que no había que meterse a sufrir dentro del personaje, lo suyo, como actor era engañar al público y hacerles ver lo que él quería que viesen, pero memorizar un guión era lo peor que le podía pasar, había tenido verdaderas broncas con los directores, tenía un conocido, actor también, que era casi analfabeto, un amigo suyo le leía la obra un par o tres de veces y el primer día de ensayo se la sabía de “P a PA” incluso lo había visto hasta con obras en verso.

A las siete y diez llegó Lucía, traía una cara sonriente se le notaba ligeramente maquillada, su media melena rubia la llevaba recogida en una cola de caballo.

¡Hola! Dijo Angel mientras se levantaba y le estrechaba la mano, ¿Qué tal el examen?

Bien, estaba inspirada y me salió bien, además, aunque no se note soy una empollona.

¡Qué suerte! Yo dejaría el teatro por no aprenderme los papeles.

A ver, déjame que lea algo, te la leeré en voz alta y me dirás si se te queda mejor.

Angel le alargó los folios, Lucía los miró y leyó el título “Balada triste” ¿De qué va? ¿De ovejas o de música?

De música, pero está escrita como para dormir a las ovejas.

¿Qué papel haces tú?

Gustavo, el trompetista.

A caray, el papel principal. Vamos que eres todo un actor y no uno de reparto, dijo Lucía mientras se le escapó una risita complacida.

A las nueve y media se dieron cuenta de la hora que era y Lucía dijo: ¡Dios! Se me ha hecho tardísimo y se levantó se puso el abrigo y dijo:

No me acompañes, si te va bien mañana a las siete aquí mismo; y trae el guión.



 

jueves, 8 de octubre de 2020

BALADA TRISTE (Capítulo I)

 




BALADA  TRISTE


Pedro  Fuentes 


Capítulo  I


Era un otoño con todo su esplendor en parque del Retiro de Madrid, la mañana no era fría, pero sí algo húmeda y había una insinuante neblina, Rodrigo y Carmela estaban sentados en un banco, por entre los árboles de detrás de ellos, ya sin hojas se filtraban unos tímidos rayos de sol que realzaban las pequeñas gotas de agua que contenía el ambiente.

Rodrigo pasó de estar sentado a poner una rodilla en tierra delante de Carmela y cogiéndole la mano derecha le dijo:

Te quiero, Carmela, te he querido desde el primer día que te vi aquella mañana cuando nos cruzamos en la calle Eduardo Dato, desde entonces no he podido dormir sin pensar en ti, Carmela. ¿Quieres casarte conmigo? Y llevándose su mano a los labios, deposito un tierno beso en ella.

Carmela, mientras se levantaba le dijo:

Si, Rodrigo, yo también te he querido siempre, por ti cambié mi vida y por ti viviré el resto.

Se fundieron en un abrazo y sus labios sellaron aquel momento mientras la cámara retrocedía lentamente y el director gritó: ¡Corten! ¡Fin del rodaje! Mañana a las ocho, en el estudio repetiremos una escena que no me gusta como quedó.

Mientras se dirigían a la roulotte para desmaquillarse y cambiarse Angel (Rodrigo) le dijo a Susana (Carmela):

No me esperes a comer, he quedado con Felipe para leer aquella obra de teatro que me dijo que a lo mejor montábamos.

Bueno, vale, así aprovecharé para ir a ver a Mercedes que creo que va a hacer algo y necesita gente.

Angel y Susana llevaban tres años compartiendo sus vidas y su profesión de actores, las cosas hasta ahora no habían sido nada fáciles, mucho sacrificio, algo de teatro en papeles secundarios, publicidad algún papel de figurante en películas.

Esta película que terminando de rodar, “El amor siempre llega” era el primer papel serio de Angel, un actor que ya había cumplido los treinta y dos. Susana había trabajado más, tenía una bonita voz y bailaba muy bien, por lo que había participado en varios musicales. Angel era más bien de teatro, pero salvo las obras que interpretaba en provincias con compañías semi amateurs poca cosa más hacia. Ahora parecía que la cosa iría mejor.

Cuando ya marchaba, Mateo el director le salió al paso y le dijo:

Angel, quisiera comentarte una cosa que me he dado cuenta, y como te conozco desde hace algún tiempo y te considero amigo, me veo autorizado para decírtelo.

Dispara, comentó Angel.

La última escena ha quedado muy bien, ha convencido y luego, con el decorado, que nos ha favorecido, el travelling final ha sido perfecto, pero, ¿Por qué simulaste el beso en la mano y el final con tu mujer?

Chapó, por eso eres director. Pues mira, la cosa no va muy bien.

Pero ¿Ha pasado algo?

No, en realidad nada, a veces sin querer y sin ningún problema la cosa se enfría y es lo peor que puede pasar, porque si hay una causa siempre se puede arreglar, pero cuando el amor se muere es peor.

Angel se dirigió a Argüelles, a la calle Galileo, a una cafetería en la esquina con Joaquín Mª López, un poco más abajo del cine Galileo, entonces de “Arte y Ensayo”.

Cuando llegó, como era cliente habitual, el camarero le dijo:

Ha estado su amigo Felipe y me ha dado este paquete y dice que no podía quedarse, que le llamará.

Abrió el sobre que le dio Román, el camarero y sacó el guión que había en su interior, era un dramón de dos actos, el autor era un antiguo actor que se había dedicado a escribir alguna cosa entre actuaciones en el teatro, ahora se había metido con esa obra y Felipe la iba a dirigir en un café-teatro, el último invento para intentar resucitar ese teatro que todo el mundo dice que está muerto desde que se comercializó la televisión, era un drama llevado en forma de comedia, un trompetista de prestigio tiene un accidente y se destroza el labio y tiene que intentar rehabilitarse para intentar seguir con su profesión.

Angel tenía sus dudas en hacerla, pero, claro, si salía bien, le habían prometido un “Estudio 1” y ese podría ser su lanzamiento definitivo, ya que la audiencia y popularidad que da ese medio era a corto plazo y por ahí podrían venir cosas mejores.

Cuando empezó a leer los folios mecanografiados se encontró con una de esas comedias agridulce de las que Jack Lemmon había hecho en el cine.

Llevaba ya como cosa de una hora leyendo cuando alzó su mirada, para descansar la vista y la mente, en la mesa de enfrente había una jovencita de unos veinte años, que leía un grueso volumen mientras fumaba y tomaba café, en aquel momento también levantó la mirada y coincidió con la de Angel, ambos sonrieron y volvieron a sus quehaceres.

A los pocos minutos, al querer fumar, Angel sacó el mechero y no le encendió, se había quedado sin gasolina.

Se levantó y se acercó a Lucía para pedirle fuego, ésta se lo dio pero a la vez se sonrojó, su tez pálida se puso rojo carmín, cogió una caja de cerillas que reposaba encima de un paquete de cigarrillos y se la acercó a Angel, que después de encender el cigarrillo le preguntó:

¿Estudiando?

Si, la Filosofía, esta tarde tengo examen y es un tocho.

¿Estudias por aquí?

Si, en la Normal de Magisterio, en Ríos Rosas.

¿Y tú?

No, yo estaba leyendo un guión que me tendré que aprender, pero solamente lo estaba ojeando, además, no me gusta mucho y lo hago con desgana.

Por cierto, me llamo Angel y se supone que soy actor, ¿Me puedo sentar mientras me fumo el cigarrillo para que luego puedas seguir estudiando?

Yo Lucía y estoy estudiando Magisterio, si todo va bien, este curso habré acabado y luego haré la oposición. Pero, parece que no estés muy de acuerdo con lo de ser actor.

No lo tengo nada claro.

No he hecho otra cosa en mi vida, hoy he terminado de rodar el mejor papel de mi vida, me han dado un guión para una obra de teatro y un posible Estudio 1 de televisión y no sé lo que voy a hacer de mi vida, no me gusta lo que tengo que hacer, este guión es una mierda, encima hoy, cuando terminaba el rodaje me he dado cuenta de que la mujer con la que llevo conviviendo los últimos tres años, no es nada para mí, no he sido capaz ni de rodar con ella la escena de un beso.

Nos hemos habituado tanto el uno al otro que ya no somos nada como pareja.

¿Se lo has dicho?

No, todavía no y no sé cómo hacerlo, pero lo haré, no quiero que pierda el tiempo conmigo.

¿También trabaja en el cine?

Si, ella más que yo, canta muy bien y ha hecho varias comedias musicales.

Pero no quiero molestarte más, tienes que estudiar, aunque sea un tocho.

Sí, pero me gustaría seguir hablando contigo.

De acuerdo, pero no hoy, tienes un examen.

Sí, pero salgo a las seis. Si quieres nos vemos aquí a las siete.

De acuerdo, ahora cojo mi maldito guión y me marcho.

Diciendo esto, Angel apagó el cigarrillo, recogió sus cosas, pagó las consumiciones y se marchó.

¡Hasta las siete!

¡Adiós!



 

jueves, 1 de octubre de 2020

ASALTO AL CAMION (Capítulo II)

 



ASALTO AL CAMION



Pedro  Fuentes




Capítulo  II


El día 27, al medio día, Eulogio llamó por teléfono a sus compinches “A” y “B”, quedaron para el día siguiente a las cuatro de la madrugada en dos puntos donde los recogería. 

Pasó con un pequeño utilitario blanco que había alquilado una semana antes con nombre falso por quince días.

Una vez recogidos a los colaboradores, le dio un mono azul a cada uno, igual al que él llevaba, también unas caretas iguales, las cuales llevaban una A y una B en la frente.

Recorridos unos 2 kilómetros, paró el coche e hizo bajar a “A”, le dio un sobre y unas llaves de una tractora que había aparcada en un parquin de camiones, solamente le dijo:

“A”, coge este camión y trasládalo al sitio de reunión que te indicará el GPS que llevas en el sobre, cuando llegues, verás un pajar abandonado, déjalo detrás. 

Espéranos allí unas dos horas, si pasase algo, o te llamaré al móvil que va en el sobre o si es imposible, a las tres horas y media desapareces después de incendiar el camión y todo lo del sobre, careta y mono con la garrafa que llevas en la caja de herramientas de la tractora, coges una bicicleta que hay en el pajar y te vas tranquilamente hasta el pueblo más cercano, allí coges el tren y no te dejas ver en quince días.

Una vez hecho esto, cogió el coche y junto con “B” marcharos, por el retrovisor vio como salía el camión del aparcamiento.

Se dirigieron al primer pueblo donde llegaría el camión de reparto, aparcaron lejos de donde aparcaría el camión, en una calle que se podía aparcar sin levantar sospechas y marcharon a pie.

Se pararon en la acera como quien está esperando que vengan a recogerlos  para marchar a trabajar, cosa que parecía que hiciesen cada día por las manchas de los monos.

Cuando llegó el camión, el chofer y el operario bajaron y abrieron el portón trasero, en ese momento “B” y “C” se pusieron las caretas y “C” con la pistola de fogueo encañonó a los hombres y los hicieron subir a la caja.

“C” sacó un estuche del bolsillo y mientras “B” les ponía unas esposas y  cinta americana en la boca.

Del estuche sacó dos jeringuillas y pausadamente les dijo, os voy a poner una inyección para que durmáis unas horas, así no os pasará nada y podréis conservar la vida.

Mientras “C” hacía esto, “B” entró en la cabina, enchufó un GPS que llevaba en otro sobre como el de “A”, luego conectó un des inhibidor para el GPS localizador que llevaba el camión y se puso en marcha. 

No habían pasado ni dos minutos.

Tres cuartos de hora después, el camión llegó al pajar abandonado, en cuestión de minutos cambiaron la tractora, mientras “A” y “C” hacían el cambio, “B” cambió las matrículas y puso a la caja las mismas falsas que a la tractora que les esperaba.

Los tres en colaboración, cogieron el royo de plástico adhesivo que llevaban en el que había un anuncio de transportista y los pegaron en la caja, en los laterales. 

Trasladaron a los dos hombres dormidos a la tractora de reparto y metieron ésta en el pajar. “C” les volvió a pinchar para que durmiesen cinco o seis horas más y en menos de 15 minutos desaparecieron en el camión después retirar y destruirlos GPS, móviles, caretas, monos e instrucciones con el ácido que llevaba “C” en la caja de herramientas del camión.

Salieron a la carretera y marcharon rumbo al puerto que distaba a unos 40 kilómetros viendo de no pasar nunca de las velocidades marcadas y cumpliendo escrupulosamente el código de la circulación. 

Al entrar en la gran ciudad, dio órdenes de que “A” bajase en un semáforo, tres paradas después dio la orden a “B”.

 “C” siguió veinte minutos más, en un polígono anexo al puerto, alguien le abrió el portón de un local y entró con el  camión, bajó de la cabina y casi sin decir ni adiós marchó rumbo a la estación.

Volvió a la población donde había dejado el coche de alquiler, lo cogió y marchó hasta el aeropuerto donde lo devolvió alegando que tenía que volar al extranjero.

Por las noticias de la noche, supo que los repartidores habían despertado bien, al cabo de seis horas, salvo tremendos dolores de cabeza.

 Se deshicieron de la cinta americana de la boca, ya que una vez dormidos les habían sacado las esposas. 

No pudieron usar los teléfonos móviles porque le habían quitado las baterías, encontraron las llaves de la tractora y la pusieron en marcha y salieron hacia el primer pueblo donde dieron la voz de alarma, llegó la policía, no encontró huellas por ningún lado, el camión junto con el cargamento de tabaco había desaparecido.

A los diez días una llamada le comunicó que tenía el dinero en la consigna de la estación de ferrocarril de una gran ciudad, la llave se la habían dejado en un sobre en el buzón de su casa.

Al día siguiente, en su coche marchó hasta la capital donde recogió el dinero, en una caja de seguridad que había alquilado hacía varios meses, depositó todo el dinero salvo los dos paquetes de 400.000 € para sus colaboradores.

Marchó al aeropuerto más cercano y depositó las cantidades es sendas cajas de consigna, de la misma forma que a él le hicieron llamó a “A” y “B” y les dio instrucciones para que recogieran los paquetes en diferentes días y les volvió a hacer la recomendación de dejar pasar mínimo seis meses y no sacar el dinero de golpe.

A los cinco días, a Eulogio se le terminaron las vacaciones, volvió al trabajo a la mañana siguiente. Cuando entró en el trabajo, en la puerta le saludaron.

Buenos días, señor comisario,  ¿Otra vez al trabajo?


FIN


jueves, 24 de septiembre de 2020

ASALTO AL CAMION (Capítulo I)




 ASALTO AL CAMION


Pedro Fuentes


CAPITULO  I



Eulogio  caminaba por una calle de una pequeña capital de provincias cuando se paró en un semáforo en rojo. 

Al otro lado de la calle aparcado había un camión de gran tamaño con cabeza tractora. 

Paró un momento con el pretexto de encender un cigarrillo y mientras tanto observaba como dos personas, el conductor y otro hombre descargaban cajas  y las ponían en sendos carros de mano, luego, entornando la portezuela del camión, con las carretillas se dirigieron a la acera de enfrente donde le estaba esperando un hombre, dueño de un estanco, descargaron y volvieron para hacer dos viajes más, Eulogio se dio cuenta de que el camión iba hasta los topes.

Como vivía cerca de allí, se dedicó a vigilar, una vez por semana, siempre los lunes, aparecía el vehículo, cuando ya controló eso, un lunes se preparó y siguiendo al camión hizo toda la ruta y terminaron en el local de destino, cuando tuvo todo, calculó la hora de salida y se dedicó a esperar al camión a las horas de salida del local de distribución de la empresa tabacalera.

Vio que allí llegaban martes y jueves grandes camiones cargados de cajas, luego, de lunes a viernes salía el otro camión y hacía cada día una ruta diferente. Los lunes pasaba por su población y repartía en todos los estancos, luego iba a otras diez poblaciones más y hacía la misma operación, pero invariablemente empezaba enfrente de su casa.

Eulogio midió el camión, midió las cajas, sabía lo que medían los cartones y los paquetes, un camión de aquellos podía rendir neto, a mitad de precio, 1,8 millones de €. 

Una vez planeado todo hasta el último detalle, se decidió a llamar a los que serían sus colaboradores, dos, Fermín y Gaspar, que no se conocían entre sí,  dos individuos que andaban siempre a salto de mata, vividores a base de chanchullos y pequeños hurtos y fraudes, pero poco conocidos y no fichados, obedientes y buenos “trabajadores” pero que necesitaban alguien que les mandasen.

Bueno, les dijo cuando los reunió en otra provincia, el un hostal de carretera a donde fueron llegando los tres por separados y se inscribieron con nombres  falsos.

A partir de ahora somos “A”, tu,  “B”, tu, y yo “C”. Os voy a explicar la operación, pero paso por paso, hasta no haber realizado una parte no sabréis la segunda y así hasta terminar. 

Vais a recibir 800.000 € para los dos, yo me encargaré de los gastos y la distribución del producto, de hecho ya está apalabrado. Cobrareis dos semanas después de la operación, no hay armas, solamente tres pistolas, una de fogueo y dos de imitación, no tiene que haber violencia de ningún tipo.

El golpe se realizará el lunes 28, para lo cual, el domingo por la tarde estaréis concentrados en vuestras casas, a las doce de la noche os llamaré por teléfono y os diré: 

Dentro de media hora en tal sitio, tendréis tiempo de llegar, iremos “B” y “C” en un coche, tú, “A” tendrás que llevar una tractora,  donde te diga y esperarás allí a nuestra llegada en un camión, desengancharemos la caja y nos iremos con la tractora y el botín, en el camión llevaremos a dos rehenes a los que dormiremos y dejaremos en su tractora durante tres o cuatro horas drogados, cuando despierten habremos desaparecido del todo. 

Los detalles los iréis conociendo en su momento. 

Cualquier cosa que digamos será escueta y sin identificarnos, en el momento oportuno os daré una careta a cada uno. 

Ahora marcharemos cada uno por su lado hasta la llamada el domingo 27. Mientras tanto, nada de meteros en jaleos ni comentar nada con nadie, ni con vuestras parejas, procurad que no se os vea.

Y recordad que por nuestra seguridad, lo mejor que puede pasar es que no nos conozcamos entre nosotros y que nadie nos relacione juntos, las caretas llevarán en la frente una gran letra que nos indicarán quienes somos.

Ahora marchemos cada uno a su lado y no nos veremos hasta el momento que os avise, ya sabéis que no me conocéis sino de vista, pero si queremos que salga perfecto todo, tenemos que confiar en nosotros mismos, de la misma forma, cuando repartamos los beneficios, os aconsejo que no hagáis ningún gasto hasta pasado por lo menos seis meses y luego ir sacando el dinero poco a poco. Por ahí es por donde suelen caer todos, así que si queremos dar el golpe de nuestras vidas, tenemos que ser prudentes.


jueves, 17 de septiembre de 2020

EL ENTIERRO (Capítulo I)




EL ENTIERRO



Pedro Fuentes



CAPITULO I



Hace ya bastantes años, en el pueblo donde vivía, para ir al cementerio, había que pasar por delante de mi casa.

Entonces  un entierro era un acontecimiento social.

A veces, por los acompañantes, sabías quién se había muerto, otras veías con quién se hablaba o no el muerto, alguna vez vi a la viuda enlutada y llorosa siguiendo al coche fúnebre y al final, medio a escondidas veías a “otra viuda” que confirmaba el “vox pópuli”.

Otras te dabas cuenta de que a partir de la tercera o cuarta fila, se contaban chistes, si había sobrinos lejanos, llorando había herencia por medio, en fin, el balcón de mi casa era toda una cátedra de observación y psicología del género humano
.
La calle empezaba una pequeña cuesta a partir de mi casa, con lo que teniendo en cuenta que hasta el Camposanto había todavía unos 2.500 metros, era parada obligada para coger aire y poder llegar arriba sin asfixiarse.

En aquellos tiempos, había muy pocos coches, además era costumbre  llevar el féretro en un coche fúnebre más o menos elegante según el poderío económico y aparente de la familia.

Delante iba un sacerdote, todos lo llevaban, hasta los ateos más recalcitrantes, acompañado por un par de monaguillos, a veces más y si era un entierro de postín llevaba tres curas, varios sacristanes y media docena de monaguillos.

Inmediatamente detrás iba el coche, a continuación la viuda o el viudo, de estos hay menos normalmente, y luego los familiares, por orden de mayor a menor grado, luego los amigos o amigas y detrás los conocidos, empleados, sirvientes y ya los curiosos y los “amigos de los entierros” u otros “familiares no reconocidos”

Yo era entonces un crío, uno de esos críos callados, de mirada lánguida que parecía no fijarse en nada, pero que oía y procesaba todo lo que entraba en su cerebro.

Muchas veces, ahora, con mi madre, y mis hermanos mayores, soy yo el que se acuerda de esos pequeños detalle e incluso, a mis años, he reconocido trastadas que quedaron impunes por falta de culpable.

 Con esto quiero decir lo que ya he dicho, un entierro era un acontecimiento social digno de estudio.pero nada tan importante como el entierro que os voy a contar.

 Viví de pequeño la primera parte, la más importante, pero años más tarde, por mi manía de coleccionar historias, para estar más documentado y ceñirme a los hechos, contacté uno de los protagonistas principales y me contó su historia.

Cuando el sacerdote y los dos monaguillos, pararon delante del balcón en el que yo estaba, todo hacía presagiar un entierro normal, el sacerdote, como tenía por costumbre, hacía la paradita para respirar y coger fuerzas para la cuesta, pero aprovechaba el momento para pedirle a los monaguillos el acetre y el hisopo.

 Con ellos se puso al lado derecho del coche fúnebre, una plataforma con cuatro columnas que sujetaban el techo, que terminaba a cuatro vientos y en el vértice central una especie de jarrón con un penacho negro.

Mojó el hisopo en el acetre del agua bendita y mientras recitaba un responso bendecía el ataúd negro azabache.

Desde la posición que yo estaba pensé que el coche se había calado, porque todo él tembló en el momento que el cura lanzaba agua con el hisopo en todas las direcciones.

Para mi gran fantasía, luego, cuando vi el humo en el tubo de escape, pensé: “La caja se ha movido”.

El sacerdote se colocó delante del coche y siguió la marcha, detrás, la viuda, de unos cuarenta y tantos años y de buen ver, acompañada de unas amigas, no tenía más familia, suspiró y sollozó detrás de unas gafas negras y emprendieron la marcha.

Cuando la cuesta empezó a ser más fuerte, lo vi claro, la caja se volvió a mover. Cuando lo dije en voz alta, alguien por detrás me dio un capón de campeonato y me dijo:

 ¡Calla, coño! que no dices sino tonterías.

jueves, 10 de septiembre de 2020

¿DONDE ESTAS, AMOR? Capítulo IV)



¿DONDE ESTAS, AMOR?


Pedro  Fuentes


Capítulo IV


El martes, que por casualidad era además trece, a las cuatro y media de la tarde se reunieron las cuatro amigas en casa de Carmiña, primero tomaron café y luego pasaron a una habitación pequeña, oscura, iluminada por una docena de velas, en medio una mesa redonda, tipo camilla y encima el tablero de la “ouija”, al lado un vaso pequeño, de los usados para ron en los bares.

En el techo, encima de la mesa un espejo circular reflejaba las luces de las velas. En una especie de trinchante que había en la pared del fondo se encontraba extendida la camiseta de Canillo, el delantero centro del Mensajero, alrededor varias imágenes y un cuadro con una foto del difunto Federico flanqueada por dos velas rojas.

Entraron las cuatro amigas y se sentaron alrededor de la mesa en cuatro sillas que a tal fin se encontraban allí.

Mientras os acostumbráis a la penumbra, os vuelvo a repetir que todas las preguntas las haré yo, ya las tengo preparadas para que sean breves y concisas.

No os asustéis, no pasa nada, no habléis ni gritéis porque podemos enfadar a los espíritus y entonces la podrían tomar con nosotras y castigarnos.

Tú, Aurora te sentarás a mi derecha, pondremos el dedo índice de la mano derecha encima del vaso invertido, tocando cada una con la punta el culo del vaso.

Con la mano izquierda, abierta tocareis con los dedos índice y corazón el tablero hacia el centro de la mesa procurando que no se mueva
.
 Este tablero lo conseguí en Galicia, perteneció a una buena mujer que murió quemada en la hoguera porque la acusaron de bruja. Dijo Carmiña y continuó:

Si no hay ninguna duda poned vuestras manos como os he dicho y empezaremos.

¿Estamos todas tranquilas?

Las cuatro asintieron con la cabeza.

¿Estamos relajadas?

Nuevamente asintieron.

Sabéis que estamos aquí para invocar el espíritu de Federico o de algún amigo que nos pueda informar.
¡Yo te invoco Federico para que te acerques!

¡Federico! ¿Estás aquí?

Nada pasó, Aurora repitió por tres veces la pregunta y no pasó nada.

¡Yo te invoco a ti, espíritu desconocido para que me informes de Federico!

La llama de varias velas se movieron impulsadas por una corriente de aire frío que giró en redondo sobre las cabezas de las cuatro mujeres.

¿Hay alguien aquí? Preguntó Carmiña.

El vaso movido como por un resorte se desplazó hacia el ángulo superior derecho donde podía leerse
“SI”

¿Eres amigo?

El vaso giró sobre sí mismo sin moverse del “SI”

¿Eres Federico?

Ahora el vaso se desplazó al extremo inferior izquierdo donde ponía “NO”
¿Conoces a Federico?

El vaso volvió al “SI”

¿Lo has visto recientemente?

“SI”

¿Está cerca?

“SI”

¿Podrá venir?

“NO”

¿Podremos verlo pronto?

“SI”

¿Dónde?

El vaso pareció volverse loco yendo de letra en letra:  C I R C O  D E  M A R T E  R I Ñ A  D E   G A  L  L O S

¿Cuando?

Nuevamente el vaso empezó el baile:  D O M I N G O  1 8  T A R D E

¿Cómo lo veremos?

E L  O S  V E R A. Comunicó el vaso y siguió: L L E V A  C A M I S E T A  C A N I L L O.

Carmiña le preguntó nuevamente. ¿Está bien?

El vaso ya no se movió.

¿Te has marchado?

Nada, ningún movimiento del vaso.

¡Chicas! Esto se ha terminado.

Se levantaron de la mesa y salieron de la habitación, Aurora lloraba sobre la camiseta de Canillo.
Carmiña sirvió agua fría para todas y se pusieron a organizar el domingo y a pensar qué le dirían al marido las dos casadas.

Las cuatro mujeres llegaron al Circo de Marte el domingo a las cuatro de la tarde, todas llevaban gafas de sol y procuraban pasar desapercibidas y que nadie las conociese. Pidieron un palco y allí medio se escondieron, pusieron a Aurora delante con su camiseta de Canillo y esperaron.

Empezaron las peleas, nadie parecía mirar a los palcos, en esto la puerta se abrió y asomó un hombre que se le notaba algo bebido.

Perdón, me he equivocado, buscaba el lavabo.

En ese momento ya empezaba la quinta riña, pesaron a los gallos, les echaron unas gotas de limón en los laterales de los picos, los azuzaron el uno contra el otro y a la señal del árbitro los soltaron, el uno blanco y de nombre Tenisqueño, el otro colorado y por nombre Brutus
.
Al primer picotazo de Brutus, Tenisqueño debió pensar que más valía vivir sin honra que morir desangrado y pegó un salto y un revoloteo y fue a caer en la falda de Aurora.

Aurora gritó: ¡Federico, amor mío, has vuelto!

FIN

jueves, 3 de septiembre de 2020

¿DONDE ESTAS., AMOR? (Capítulo III)




¿DONDE ESTAS, AMOR?



Pedro  Fuentes



Capítulo III



Al año siguiente, cuando amanecía la primavera, Aurora comenzó a ponerse ropa de alivio, los amigos se habían portado muy bien con ella, vinieron sus hijos y ella se fue luego a Madrid donde pasó un mes, luego tuvo que hacerse cargo de la agencia y del resto de las cosas, había trabajado en una oficina cuando era soltera, pero ahora todo era distinto, Rogelio le ayudó muchísimo, le buscó una persona de confianza para que la pusiese al día mientras le llevaba la agencia.

 Carmiña estuvo siempre a su lado.

Sus hijos le llamaban y viajaban a La Palma siempre que podían, la Navidad de aquel año la pasó en Madrid en casa de su hijo y en compañía de la hija que también llegó.

Aquella Navidad fue muy triste salvo dos noticias, su nuera estaba embarazada del que sería su primer nieto y su hija les había anunciado que para el verano siguiente en septiembre, se casaría con Otto, un novio alemán que tenía; y se casarían en La Palma, en la Basílica de la Virgen de Las Nieves.

Con lo de la boda de María Fernanda se abrió un mundo nuevo para Aurora, ella era la encargada de prepararlo todo, luego, para septiembre llegarían la niña y su novio, para terminar de montarlo todo, en los últimos quince días, una semana antes empezaban a llegar los familiares del novio y varios amigos, de estos las invitaciones las mandarían desde Alemania, el resto le dejaron la lista de invitados a Aurora, más los que ella añadiera.

Además, para finales de junio nacería el niño de Eloy y Enriqueta, Aurora quería estar en Madrid por esas fechas
.
Los acontecimientos más importantes de su vida actual y Federico no estaba para disfrutarlos junto a ella.

Cuando llegaba la noche, cuando dejaba la rutina y el trabajo cotidiano empezaba a sentir la soledad y a llorar a su amado esposo, era como era, pero ella lo quería.

Una tarde que había invitado a Carmiña a su casa para merendar, llegó ésta más sonriente  que nunca.

Nada más entrar le dijo:

Aurora, ¿Sabes que Amanda ha encontrado los sellos?

¿Si? ¿Dónde estaban?

Hicimos una “ouija” y logramos que apareciera el espíritu de su marido, le preguntamos varias cosas, no tenía ninguna amiga, los sellos estaban en un cajón secreto que tenía la mesa de su despacho.

Menos mal, quería tirarla porque era muy vieja y tenía carcoma.

Creo que es el momento de hacer la “ouija” para ver si tu marido aparece.

 ¿No querías saber si se ha reencarnado?

No sé, me da miedo jugar con esas cosas, total, ya descansa en paz y hay que dejar que los muertos reposen.

No pasa nada, lo hemos hecho muchas veces, incluso a Rosario ahora le encanta y si vieras las preguntas que hace, se dedica a cotillear haciendo preguntas indiscretas.

La haremos en casa, que tengo una salita ya preparada donde no cuesta nada relajarse y concentrarse, pero tenemos que esperar que mi marido tenga que ir a Tenerife, porque no le gusta que haga eso.

Pasaron tres semanas en las que las dos amigas se dedicaron a elegir ropas y complementos para la boda de María Fernanda, incluso prepararon un viaje relámpago a Tenerife para ver cosas, luego las invitaciones, lo tenían todo controlado.

Rogelio volvió un día del banco y le dijo a Carmiña: El martes tengo que irme a una reunión a Tenerife, bueno, más que una reunión, estaré tres días fuera.

Carmiña llamó a Aurora y le dijo:

Aurora, prepárate, el martes a las cinco de la tarde haremos la reunión seremos Amanda, Rosario, tú y yo, Amanda y Rosario ya han hecho varias y saben estar y concentrase.

Yo te iré explicando lo que haremos durante estos días y así el martes iremos al grano.

Solamente trataremos de lo tuyo, sería conveniente que trajeses alguna cosa que fuese de él exclusivamente, algo a lo que tuviese un cariño especial ¿Hay algo?

Si, ya sé, la camiseta de Canillo, que marcó el gol de ascenso a tercera división, firmada por todo el equipo del Mensajero.