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jueves, 14 de noviembre de 2024

LA HIGUERA (Capítulo II)

 

 

 

 

 

LA  HIGUERA  

 

Pedro  Fuentes

 

 CAPITULO II




               El domingo siguiente en la misa de 12 había algo más de gente que lo normal, no tanta como el día de la patrona, Santa Marina, el 18 de Julio, pero una cantidad apreciable de fieles.

               D. Florián le había comentado la charla con el secretario al sacristán, Rosendo, hombre bastante leído y piadoso y que pese a su edad, 53 años, es pensionista ya que tiene un grave problema del corazón y dedica su tiempo libre, que es bastante, a la parroquia y al jardín que hay en su casa. Está casado con Angustias, y tienen un hijo estudiando magisterio en Madrid.



               Rosendo, que no podía ver las malas jugadas del alcalde contra el cura y la Iglesia; por su cuenta, decidió comentarlo con Angustias, su mujer, que cosía en el ropero parroquial y ésta lo comentó allí; donde estaban entre otras, Isabel, la maestra, Martina, la esposa del médico, Lolita, la mujer del farmacéutico, doña Ursula, viuda de un terrateniente del pueblo, mujer muy piadosa y de buen ver, y que tiene una hija, Julita, que habla y bastante en serio con Manolo, el alcalde, pero ésta, también muy piadosa y miembro, Presidenta, de la Hermandad de Santa Marina, lo plantó porque él no quiere boda por la Iglesia a lo que Julita, le contestó:



               Sin Iglesia no es boda ni nada, y me importa un pimiento lo que digan los amiguetes del partido y si no te gusta, deja el partido y si no aceptas mis condiciones, ni boda, ni noviazgo ni nada.

               Enteradas por Rosendo del suceso del campanario, decidieron movilizarse y comentaron el problema con sus allegados y vecinos.

               La que peor lo tuvo fue Lolita, ella tenía dos frentes, uno, el alcalde y otro su marido, Servando “el boticario” dispuesto al laicismo más recalcitrante.

               La misa de doce del domingo comenzó normalmente.



               En el aire se respiraba un cierto ánimo de lucha, pero de ello, Don Florián no sabía nada, porque nadie le había comentado nada, así que cuando se dirigió al micrófono para la homilía del domingo, no llevaba ninguna intención de exacerbar a sus parroquianos, además siempre había dicho que se conseguía más con buenas palabras que con discusiones, así pues cuando en el sermón dijo que había un pequeño problema en la torre del campanario, que habría que solucionar, no fue en ningún momento con ánimo de levantar el hacha de guerra, ya que lo único que dijo fue que si alguien tenía alguna idea de cómo arreglarlo que se lo comentara y a ver si entre todos encontrábamos la solución.



               Fueron varias las interpretaciones de sus palabras, entre ellas, alguien vio un arma para atacar al ayuntamiento.



               El médico tiene una hija, Mª Carmen, casada con el hijo de D. Ceferino un terrateniente del pueblo de al lado, Fernando, su hijo, es agricultor y trabaja en las tierras de su padre, tienen buena fortuna y no muchas ganas de trabajar, pero que animado por su progenitor y por su suegro, teniendo como tiene mucha labia y simpatía, se ha afiliado a un partido de centro derecha y es la oposición a Manolo, o sea al alcalde.



               Fernando, pronto vio que era el campo abonado para interpelar al alcalde en el próximo pleno.



               Las Hermanas de Santa Marina, capitaneadas por Julita, la presidenta, dispuesta a lucirse ante “su” Manolo, las señoras del ropero, cuyo estandarte llevaba Rodrigo y su mujer Amparo, el médico, y varias personas importantes del pueblo siguieron a Fernando, el jefe de la oposición. Por el otro bando no existían todavía fuerzas vivas porque entre otras cosas no iban a misa de doce y no les quitaba el sueño que una higuera hubiese invadido el campanario.




viernes, 8 de noviembre de 2024

LA HIGUERA (Capítulo I)

  Todo ha ido bien, vuelvo a empezar.

 

LA HIGUERA

Pedro Fuentes



PROTAGONISTAS DEL RELATO POR ORDEN DE APARICION



Florián: Cura párroco.

Servando: Farmacéutico.

Amadeo: Cartero y alguacil.

Luis: Secretario del Ayuntamiento.

Manolo: Alcalde electo del pueblo.

Rosendo: Sacristán.

Angustias: Esposa de Rosendo.

Isabel: Maestra del pueblo 

 Martina: Esposa del médico (Ceferino)

Lolita: Mujer del farmacéutico (Servando).

Ursula: Viuda de un terrateniente, madre de Julita.

Julita: Hija de Ursula y “novia” de Manolo. Presidenta de la Hermandad de Santa Marina.

M.ª Carmen: Hija del médico (Melquiades) . Casada con el hijo de Ceferino (Fernando) .

Ceferino: Terrateniente del pueblo de al lado. Padre de Fernando. Suegro de M.ª Carmen

Fernando: Hijo de Ceferino y esposo de M.ª Carmen. Jefe de la oposición en el Ayuntamiento.

Rodrigo y Amparo: Miembros de la Hermandad de Santa Marina.

Melquiades: Padre de M.ª Carmen. Suegro y protector político de Fernando.

Timoteo (Tim): Miembro del partido Izquierda-Los verdes. Socio de gobierno en el Ayuntamiento y concejal de urbanismo.

Ricardo: Amigo de Isabel. Corresponsal del periódico La Provincia.

Efraín: Primo de Tim.

Evaristo: El gitano.

Rosita: La cabra

CAPITULO I

 

               Don Florián era el cura párroco de aquel pequeño pueblo de la sierra, un bonito pueblo al que todavía no se le habían adosado urbanizaciones de veraneantes.

               La vida allí era apacible, no estaba cerca de ninguna carretera importante y ni siquiera tenía estación de tren, que se hallaba en el pueblo vecino, a doce kilómetros.

               Ya llevaba el párroco 10 años en el pueblo y anteriormente había estado destinado en una parroquia de la capital durante 2 décadas más, pero por motivos de su delicada salud, lo enviaron a la sierra, donde el aire y la vida eran más sanos.

               Una tarde del final de la primavera, cuando salía de tomarse un café en el bar de la plaza, mientras jugaba unas partidas de dominó con don Servando el boticario, Amadeo el cartero y alguacil, y don Luis, el secretario del ayuntamiento; alzó la mirada hacia el reloj del campanario que en ese momento marcaba las seis menos 2 minutos y aligeró el paso porque las señoras del ropero estarían al llegar a la sacristía; pero luego se paró en seco y se dio cuenta de que en la torre, a media altura, equidistante del suelo y de la ventana de la campana, había un par de tórtolas posadas, ese no era el problema, era peor, una planta, al parecer una higuera, había nacido allí y por la actitud de las tórtolas y su monótono canto, solamente faltaba que hiciesen nido en el campanario.

               Dio don Florián media vuelta y volvió sobre sus pasos hasta el bar, abrió las tiras de la cortina de metal de la puerta y asomando medio cuerpo llamó al alguacil y al secretario, indicándoles con la mano que le siguiesen, cosa que hicieron ellos dos y don Servando que gozaba de una curiosidad innata.

               Cuando los tres estaban fuera, al costado del párroco, éste, señalando la torre del campanario les preguntó:

               ¿Qué ven ustedes?

               El primero que habló fue Amadeo, que dijo:

               El campanario.

               El secretario, Luis, que gozaba con la caza dijo:

               Dos tórtolas.

               El boticario, Servando, más observador, temiendo que don Florián lo apartase, por su conocido laicismo, indicándole que él no lo había llamado, dijo:

               Dos tórtolas posadas en una rama de la higuera que sale del campanario.

               Ahí quería llegar, de la pared del campanario sale una higuera que por el poco tiempo que tiene parece ser de grandes proporciones, dijo el cura.

               Amadeo, el cartero, que de naturaleza sabía, porque se había criado en ella toda la vida, comentó que las higueras salían muchas veces en lugares insospechados porque la semilla venía en las heces de algún pajarillo que antes había comido higos y claro, la semilla, debidamente abonada y con algo de lluvia germinaba.

               El boticario, estuvo a punto de hacer una broma de mal gusto sobre la defecación y el lugar de la misma, pero al mirar al cura, se sonrojó porque éste pareció adivinarle el pensamiento, y cambiando de tema dijo, también con bastante mala idea:

               Pues torres muy altas han caído por culpa de una higuera nacida en mal lugar.

                El secretario, como cazador comentó:

               Esas tórtolas parecen estar preparando nido, no es un sitio muy habitual, pero como nadie las molesta; como secretario; pensó en voz alta:

                Esto no se arregla fácilmente, porque está a una considerable altura, desde el campanario no se puede llegar a ella y poner un andamio puede salir muy caro y peligroso.

               Hay que sacarla cuanto antes, además, llevamos mucho tiempo detrás de arreglar la iglesia y solo faltaba que ahora tengamos que ir al obispado con otra cosa, pensó don Florián. Luego dijo al secretario:

               Hable con el alcalde y mire usted qué se puede hacer, pero tendrá que ser con la máxima urgencia.

               El boticario medró y comentó que claro, eso era algo que no correspondía al ayuntamiento sino a la iglesia y a sus fieles.

               Ya se habían reunido allí varias personas que miraban el campanario, escuchaban a las personas que hablaban y había una pequeña polémica entre las gentes del pueblo por culpa de la higuera.

               A la mañana siguiente el secretario, en cuanto el alcalde electo, llegó al ayuntamiento, se acercó a él y le comentó la reunión de la tarde anterior.

                Manolo, el alcalde, personaje que la mayor parte de su vida, tenía ahora 38 años, se la había pasado en Madrid, matriculado en varias carreras, no todas a la vez, sino de una en una, porque según él no terminaba de encontrar su vocación.

*               Metido en todos los follones posibles, porque además de no gustarle estudiar, se había reunido con un grupo bastante “progre”.

               A la muerte de Franco y con la llegada de la Democracia, se había vuelto al pueblo viendo su gran oportunidad en la política.

-               De padres agricultores y llenos de fe en la inteligencia de su hijo único, al fin y al cabo, los años que vivió en la capital, estudiando, de algo le habría servido, ante la posibilidad de ser los padres del alcalde les llenaba de ilusión.

               A la explicación de los hechos que sucintamente le hizo Luis, Manolo sacó un paquete de tabaco rubio, le ofreció un cigarrillo al secretario, que lo aceptó, se puso otro en la boca y esperó a que su subordinado le diese fuego, era esta una de sus tácticas favoritas para crear un clima de interés y a la vez poder pensar lo que iba a decir y dijo:

               Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios, y aspiró el humo del cigarro y soltándolo voluptuosamente pensó:

               “Ya me he quitado el problema de encima” y luego sentenció en voz alta:

                La iglesia es de Dios pues que la paguen los curas. Así dejó por zanjado el problema el alcalde, pero solamente fue el comienzo de lo que tenía que ocurrir posteriormente.

               D. Florián, ya conocía las salidas de tiesto que se jugaba Manolo, no se extrañó cuando, el secretario, a la tarde siguiente durante la partida de dominó; porque el alcalde le dijo que así lo hiciese para no darle carácter oficial a la negativa y de camino no tener que dar la cara él ante el cura, le comunicó extraoficialmente que el ayuntamiento no se podía hacer cargo, así que sin demostrar la mínima contrariedad, dijo:

               Dios pone a cada uno donde le corresponde.



 

 



domingo, 27 de octubre de 2024

jueves, 26 de septiembre de 2024

EL TI0VIVO

 


EL  TIOVIVO



Pedro Fuentes



Esta historia ocurrió allá por mediados de los 50, en un pueblo de unos 1.800 habitantes y que en aquellos tiempos vivía mayoritariamente de la agricultura.

Se encontraba situado a unos 18 km de una capital de provincias pequeña, omito el nombre para que no sirva de escarnio entre las poblaciones cercanas.

El protagonista de este relato, se llama Anselmo, hijo de un agricultor, sus ideas no eran seguir viviendo toda su existencia de un trabajo tan duro y sacrificado, por lo cual por su mente discurrían ideas para montar algún negocio.

Ocurrió que siendo las fiestas de la capital de la provincia, fue allí para divertirse.

Dando vueltas por la feria, se paró delante de un tiovivo no muy grande, con sus caballitos que giraban y subían y bajaban al compás de una música llamativa y monótona pero alegre.
Anselmo vio que subían muchas personas, padres con niños, parejas y algún grupo de chicos y chicas.

Casi cada vez el lleno era absoluto, miró el precio, lo multiplicó por las personas que subían, vio que muchos repetían, calculó lo que podían gastar de luz, en fin, preguntó, se informó del fabricante e incluso supo de alguno que se vendía de segunda mano.

Como tenía algunos ahorros pensó que con una financiación, al fin y al cabo, tenía tierras para poder ofrecer garantías, lo consultó con su padre, a éste no le supo muy bien, pero, Anselmo era su único hijo, él ya era mayor y pensó que mejor eso a que cansado del trabajo de agricultor, se marchase, además, si salía mal, quizás el dinero perdido le haría afianzarse más en el trabajo de la tierra.

Anselmo tenía hasta el sitio perfecto, casi al lado de la plaza Mayor, su abuelo les había dejado una casa ruinosa y que tenía el solar lo suficientemente grande para montar su feria particular, tiró lo que quedaba de ruinas, acondicionó el terreno, pidió los permisos y empezó los trámites de la compra del tiovivo, empezaría por uno de segunda mano, que le daban garantías y luego, según cómo fuese, quizás hasta podría ampliar el negocio.

La inauguración iba a ser a principios de Junio y como aquello, para el pueblo era un acontecimiento, Anselmo invitó a  todas “las fuerzas vivas” del lugar, allí estaba el alcalde, el cabo de la guardia civil, el cura, el médico,  la maestra, la hija del farmacéutico, ya que éste está muy mayor y su hija ya ha acabado la carrera y le va a sustituir al mando de la farmacia.

Eran las cinco de la tarde de un día muy caluroso para el tiempo que estaban, cuando todos ellos se reunieron en el solar que ya no aparecía yermo, una valla verde de madera lo rodeaba, una parte estaba plantada de césped y alrededor, por dentro de la valla, la madre de Anselmo había puesto su toque femenino plantando unas flores.
 
Se había acercado al evento casi todo el pueblo, incluso algún vecino del pueblo de al lado, más pequeño, pero que tenía una central  eléctrica que daba luz a  varios pueblos del contorno  y del cual dependían para la energía.

Para la inauguración, el alcalde, D. José diría primero unas palabras, luego pasaría D. Francisco el cura a bendecir las instalaciones, después todas las  autoridades subirían a los caballitos y darían unas vueltas, para finalmente el público en general podría subir previo pago de la entrada correspondiente.

Los caballitos tenían alrededor un toldo que bajaba y cubría todo el tiovivo y lo protegía de las inclemencias del tiempo y que estaba echada hasta el discurso del Sr. Alcalde, éste, dirigiéndose a la concurrencia les habló de los años de progreso que esperaban a todas las poblaciones de España, gracias al  Caudillo que dirigía los destinos del país.

Alabó  la actitud emprendedora que había llevado a Anselmo a ser precursor de la industria del pueblo y había abierto la puerta del turismo en aquella magnífica villa que él tenía el placer de dirigir.

Al grito de Viva Franco y arriba España, Anselmo que sujetaba las cuerdas del toldo, tiró de ellas y  lo subió, dejando al descubierto el tiovivo resplandeciente, con unas barras que brillaban con el sol de la tarde y unos caballos de todos los colores.




El señor cura, un orondo personaje de unos cincuenta y cinco años de edad, se acercó al tiovivo, le hizo señas aun monaguillo escuálido de unos 13 años y éste le acercó la estola que se puso encima del alba que ya llevaba, el monaguillo sujetó el acetre con su mano izquierda y le acercó a D. Francisco el hisopo, éste lo cogió, lo introdujo en el recipiente y sacudiéndolo sobre los caballitos dijo: In nomine patri et fili……   cuando hubo terminado, Anselmo pidió a los presentes que se subiesen para dar una vuelta de honor.

D. José, el alcalde, con buen criterio dijo a Anselmo y a los demás invitados:

Yo creo que no es conveniente que subamos, delante de todo el pueblo, me parece que seremos pasto de las risotadas del personal.

Todos asintieron menos el monaguillo que se aferraba al cura y que estaba viendo que iba a perderse lo mejor.

Anselmo, hombre de negocios y de mundo, viendo que se le terminaría el acto en un momento contestó:

No, Sr Alcalde, está todo previsto, como han visto Uds. Hay un  toldo que cubre todo el artilugio, así que cuando ustedes estén en la plataforma, yo bajaré el toldo, suben a los caballitos y cuando hayan dado unas vueltas, cuando bajen, subiremos de nuevo el toldo y haremos que la gente aplauda.

Bueno, si es así, sea por el progreso, dijo el Alcalde y todos asintieron, menos el monaguillo que quería pasar lo más desapercibido posible no fuese a quedarse en tierra.
Todos subieron a la plataforma, bajó el toldo y se subieron a los caballitos, primero el alcalde, luego el sacerdote, a continuación el cabo de la guardia civil; la farmacéutica, a quien gustaba el médico, joven, recién llegado al pueblo, se subió delante de él tomando pose de experta amazona, después se montó la joven maestra, también recién llegada y en su primer año en el cargo, subió luego el monaguillo, con los bártulos de la bendición y procurando que no se le viese.

A la voz de adelante, dicha por el cabo, que ya había visto al monaguillo y al que estuvo a punto de descabalgar pero no le dio tiempo, el tiovivo se puso en marcha.

Había dado el artilugio siete vueltas, cuando Anselmo oyó la débil voz del alcalde que decía:

 ¡Anselmo!, ¡ya vale!  

Anselmo, presto a obedecer la orden, se acercó a la palanca del freno, quizás por los nervios, a lo peor por una mala instalación, se quedó con el hierro en las manos y aquello no frenó, se dirigió a donde estaba el interruptor general y no lo encontró, eso fue porque con las prisas del montaje y por falta de luz habían hecho un tendido provisional y directo.

Nadie había para dar órdenes, las personas que lo habrían podido hacer estaban todas atrapadas en un aparato que a falta de freno, la inercia iba acelerando.

Ya llevaban como unas treinta vueltas cuando se oyó al cura que gritaba “¡por Dios!, ¡que paren esto!”.  A la vuelta cuarenta el Guardia Civil gritó:

¡¡Paren esto o fusilo a alguien!!.

Anselmo, desesperado, sudando, manchado de grasa, no sabía qué hacer, a punto del llanto oyó a su padre que le dijo:

 Coge el Land Rover y vete a la central y que corten la luz.

Anselmo una vez más se tuvo que rendir a la sabiduría de su padre. Cogió el coche  y salió a lo que daba de sí. Pasaban de las cien vueltas cuando llegó a dar la orden de corte de energía eléctrica, luego, a la misma velocidad, bajó para poder subir la lona.

Cuando al fin izó el toldo, el espectáculo fue dantesco.

 El Sr. Alcalde estaba a los pies de su caballito vomitando
.
El cura se encontraba arrodillado sobre los talones, detrás de su caballo, rezando y llorando.

El cabo se mantenía erguido sujetándose a la barra de su caballo, en sus pantalones se notaba que sus esfínteres no le obedecían.

El médico, bastante desmejorado,  arrodillado al lado de la farmacéutica, que estaba tendida y desmayada, le daba aire.

La maestra, fiel a su magisterio, se había abrazado al  caballo, estaba medio inconsciente, pero enseñando todo su muslamen, por cierto digno de ver.

 El único jinete que se encontraba erguido era Ricardito el monaguillo que se estaba echando un trago largo de agua bendita.

El pueblo, pese a los años pasados sigue riendo. Anselmo no ha vuelto de Alemania ni de vacaciones, la farmacéutica se casó con el médico, al cura lo enviaron a otro pueblo, el cabo solicitó traslado, el alcalde se retiró de la política y vive de las rentas, la maestra se casó con un rico terrateniente del pueblo de al lado. Ricardito se fue a Madrid a estudiar y no se sabe gran cosa de él.                                                       


FIN

jueves, 19 de septiembre de 2024

TARAZONA (TARDE DE TOROS) (Capítulo IV)

 


TARDE DE TOROS

 

(TARAZONA)

 

              Pedro  Fuentes


                        CAPITULO IV

              Cuando Paco D. es trasladado a Zaragoza, llega semi inconsciente por los tranquilizantes administrados para el viaje, al mismo tiempo llegan su mujer y el amigo con el coche, acompañado por su mujer lo llevan directamente a una habitación, su amigo se encarga del papeleo en Recepción.

              Paco Camino, después de la operación practicada de urgencia, es trasladado a Madrid donde empezó su recuperación.

              A Paco D. se le complica un poco la cogida con una infección de algún punto, por lo que su estancia en el hospital de Zaragoza se alarga, mientras tanto, la mujer de Paco D., que no se separa de su cama, así como Paco, son tratados exquisitamente e incluso es visitado por casi todo el cuerpo médico del hospital e incluso en su habitación siempre hay flores.

              Al cabo de tres días, en los que Paco y su esposa son agasajados, un domingo, en el que pasa a visitarlo un médico de guardia, al aproximarse a la cama exclama:

              Pero usted no es Paco Camino.

              Claro que no, yo soy Paco Duato ¿Por qué me llama Paco Camino?

              La verdad es que guarda un cierto parecido, los dos más o menos de la misma edad, los dos con el mismo peso aproximado, los dos morenos y el pelo rizado y los dos heridos por asta de toros y en el mismo sitio.

              A mí me gustan mucho los toros y soy gran seguidor de Paco Camino, pero yo soy Paco D. y no soy de Camas sino de Grañén, Huesca y ni siquiera sabía que Paco Camino estuviese herido.

              Cuando usted ingresó, la persona que rellenó los formularios, dijo que en base a ser quien era, rogaba que no se diese mucha publicidad, claro que jamás dijo que fuese usted Paco el torero, solamente dijo: Paco, al que cogió el toro.

              Después de una carcajada que por poco le salta algún punto Paco dijo:

              No, a mi me cogió una vaquilla en Benicarló y mi amigo que es un bromista, les ha gastado una broma, sin mi consentimiento.

              A partir de entonces Paco Duato dejó de recibir flores y visitas, fue tratado como un paciente más, sin tantos halagos.

              Paco Camino, con esa gran pasta de la que están hechos los toreros, se recuperó rápidamente y volvió a sus fabulosas tardes de toros.

              Paco Duato volvió a sus obligaciones y a sorprender a las gentes con su magia, puesto que es un gran mago.

              Paco Duato. y yo seguimos compartiendo la afición por los toros y de vez en cuando nos reímos de la confusión organizada por su amigo.

FIN



jueves, 12 de septiembre de 2024

TARAZONA TARDE DE T0ROS (Capítulo III)

 

 TARDE DE TOR0S


Pedro  Fuentes 

 

CAPITULO III



              El día 28 de Agosto de 1970 se celebró una magnífica corrida con cinco toros de Luis Albarrán de Badajoz y uno de Martínez Elizondo de Tudela para los diestros Paco Camino, Manolo Cortés Y José Luis Paradas.

              La plaza de toros estaba a rebosar, los tendidos añadidos, de madera, lucían un colorido extraordinario, la tarde de aquel 28 de Agosto era luminosa, con algunas nubes por el horizonte pero que no hacía peligrar la primera corrida de ferias ni tormentas que pudiesen estropear la buena cosecha de uva que se esperaba en la próxima vendimia. El vino de ese año en el campo de Borja sería de una buena calidad.

              Los balcones-palcos lucían bonitos mantones bordados y banderas españolas, había venido gente desde Zaragoza, Logroño y Pamplona además de los pueblos cercanos, el cartel de la corrida era excelente y todos querían ver a Paco Camino.

              Salió el primero de la tarde, un bonito toro de Luis Albarrán, negro bragado, de cuernos grandes y separados.

              Recibe al astado el diestro con una suaves verónicas que sujetan al animal, una vez picado el bicho, con dos puyazos muy bien colocados, se pasa al tercio de banderillas, el primer par en todo lo alto, en el segundo un extraño del toro hace que el banderillero coloque un solo palo, el tercero no fue mejor una de las banderillas quedó descolgada y la otra quedó mal prendida y terminó en la arena.

              Se dirige el diestro hacia el centro de la plaza y desde allí, montera en mano saluda al público y le brida la muerte del toro, luego se dirige al toro y le da unos pases de trinchera hasta dirigirlo al tendido de sombra, ya colocado el toro, le da unos naturales, rematando con el de pecho, luego, después de unas manoletinas, repite los naturales ahora con la mano izquierda, remata con el de pecho, unas chicuelinas, otra serie de naturales, el de pecho y varios adornos, el toro pierde algo de arrancada, además le hace un extraño por el cuerno izquierdo, Paco se dirige a la barrera donde bebe un vaso de agua y se enjuaga la boca, su mozo de espadas le da el estoque de matar y el diestro, sujetando la muleta con la punta del estoque se dirige al morlaco, después de asentar al toro y colocarlo en posición, “a la contra”, entra a matar y consigue un pinchazo, de nuevo se sitúa en posición de entrar a matar, esta vez al natural y se coloca delante del cuerno derecho, como tiene por costumbre cuando quiere arriesgar y dar una estocada definitiva, coloca una perfecta estocada pero el animal, en un último esfuerzo de defensa, logra enganchar a Paco por el interior del muslo derecho, ocasionándole una grave cogida.

              El parte médico dice:

               “Herida por asta de toro en el tercio superior de la cara interna del muslo derecho, con una trayectoria de veinte centímetros de longitud, con dislaceración del vasto interno y contusión sin herida en el paquete vascular femoral. Se le ha practicado un tratamiento quirúrgico definitivo. Pronóstico grave”. Doctor Vázquez.



jueves, 5 de septiembre de 2024

TARDE DE TOROS (Capítulo II)

 

TARDE DE TOROS

Pedro Fuentes


CAPITULO II

              27 de Agosto en Tarazona de Zaragoza Fiestas Patronales en honor de San Atilano, a las doce del medio día, al tañir las campañas que señalan la hora, se abren las puertas del Ayuntamiento, de donde sale el Cipotegato. Se trata de un personaje disfrazado de arlequín de la baraja, pantalón y chaqueta acolchados con anchas franjas horizontales rojas, verdes y amarillas y la cara cubierta con una máscara.

              Durante siglos el Cipotegato era un empleado del Cabildo que salía a la calle para ahuyentar a los críos para que dejen libre el camino de las procesiones que se celebrarán a continuación.

              Los chiquillos le respondían tirándole las verduras sobrantes y en mal estado del mercado.

A              hora es esperado por miles de personas, concentradas en la plaza de España, éstas, al grito de “Cipote, Cipote”, comienzan a lanzarle tomates. Lo que empieza siendo un ataque al “Cipotegato” se convierte en una verdadera batalla campal entre todos los congregados allí.

              El “Cipotegato” comienza una carrera vertiginosa por todo el pueblo, en un recorrido secreto. De vuelta a la plaza, es izado hasta el monumento al “Cipotegato” que hay allí, siendo vitoreado por toda la población y llevado a hombros hasta el Ayuntamiento.

              Parece ser que la tradición del “Cipotegato” existe desde el siglo XVI o XVII.

              Así comienzan las fiestas en honor al patrono de Tarazona de San Atilano, Obispo de Zamora nacido en Tarazona hacia el año 850.

              A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, las corridas de toros empezaron a tener un auge importante y en 1752 la Corporación Municipal, así como el Gremio de Agricultores y Ganaderos de Tarazona empezaron a tratar de construir un recinto para la celebración de corridas de toros.

              Hasta enero de 1789, no surgió el intento definitivo, ocho personas de elevado poder adquisitivo, presentaron ante la Corporación Municipal, un proyecto para la construcción de una plaza de toros, prometiendo hacerse cargo de todos los gastos si les era donado el terreno en el Prado de la Virgen del Río, al lado de la iglesia del mismo nombre.

              El proyecto era de una plaza octogonal, rodeada de tres viviendas por segmento y compuestas de planta baja y tres pisos, con la entrada por el interior y cuatro grandes entradas a la plaza que a los cuatro puntos cardinales siendo la del sur la puerta de cuadrillas, norte desolladeros, oeste la de toriles y este la del público. Los grandes balcones de las plantas primera a tercera eran unos perfectos palcos. En la planta baja y hasta la altura del suelo del primer piso se instalaban unos tendidos y barrera de madera y desmontables para los días de corrida. La Casa de la Presidencia fue cedida gratuitamente al Hospital de Tarazona.

              Una vez aprobado el proyecto, se empezó a construir en 1790 siendo terminada en 1792.

              Ese mismo año, el Corregidor de Tarazona se dirigió al Ayuntamiento para solicitar que se pudiese celebrar una novillada para celebrar las próximas fiestas de Santo Patrón, San Atilano.

              Ese 5 de Octubre de 1792, coincidiendo con la fecha del nacimiento de San Atilano se inauguró la plaza de toros de Tarazona.

              Desde el año 2001, esta majestuosa plaza posee el título de “Bien de interés Cultural”