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miércoles, 6 de mayo de 2015

¿VIVIMOS ENTRE FANTASMAS?

Hola, amigos, he vuelto después de este mes dedicado a vacaciones y recopilación de datos necesarios para poder terminar unos relatos basados en hechos reales,pero antes de poder publicarlos, os cuento el primer capítulo de esta historia que un día me pasaron en un manuscrito anónimo, he buscado e indagado si es real o no, pero no he podido llegar a la verdad, quizás algún lector pueda tener noticias y aclarar mis dudas.

Y ahora...............

ENTRE FANTASMAS

Pedro Fuentes

Capítulo I


Era una noche sofocante de un dieciséis de agosto.
De pronto sentí un chorro de aire frío sobre mi nuca, hombros y parte superior de la espalda, noté una tenue caricia sobre el brazo derecho, algo tan suave como una pluma se deslizó en contacto con mi piel, rápidamente me volví, ante mí, había algo plano, traslúcido y etéreo.
Dado mi escepticismo pronto empecé a dar una explicación lógica a lo vivido. Entre sueños, con el calor que hacía, me había echado sobre la cama, al lado de la ventana y con el torso desnudo, me quedé dormido envuelto en sudor, a eso de las tres se empezó a desencadenar una típica tormenta de verano, cambió el viento y una racha de aire frio, acompañada de la brisa húmeda del mar entró por la ventana abierta del piso en el paseo Marítimo, con la fuerza de la racha, la cortina, de diseño, de translúcidos colores se desplazó sobre mi espalda, rozándome suavemente. Abrí los ojos y las luces del paseo, a través de la transparente cortina color crema y pintada a mano con círculos dispersos e irregulares, me hicieron ver lo que no había.
Tengo por costumbre cuando me despierto por la noche, mirar el reloj despertador y ver a qué hora me despierto, eran las tres y trece minutos, ajusté un poco la ventana para evitar el aire frío de la tormenta y un poco destemplado, me envolví en la sábana y me quedé dormido.
A las ocho de la mañana sonó insistentemente el teléfono, lo cogí y conocí la voz de Lucía, la mujer de Fermín, mis mejores amigos.
¡Federico! Me dijo, Fermín ha muerto esta noche.
¡Cómo! ¿Qué dices? No puede ser, ¿Cómo ha sido?
Anoche, después de cenar, cuando estábamos viendo la tele, empezó a sentirse mal, como no se le pasaba y sabes que tenemos aquí, al lado el hospital, fuimos a urgencias porque decía que no quería meterse en la cama así.
Resultó ser un ataque de miocardio, le volvió a repetir y a eso de las tres y diez falleció. Intentaron todo, pero fue imposible.
No te he llamado antes porque ya no se podía hacer nada, pero ahora no sé ni qué hacer ni a quién recurrir y como sabes que no tenemos familia en la ciudad, te quiero pedir que me eches una mano.
Ahora mismo voy, Lucía, mientras tanto siéntate en algún sillón y mira de relajarte.
Mi mujer, que también se había despertado con el teléfono, al oírme, se sentó en la cama y estaba tapándose la cara con ambas manos y llorando. Cuando me oyó colgar, me dijo:
Me voy contigo, mientras te vistes preparo café y nos vamos.
Así hicimos y en menos de diez minutos salimos a la calle, no tuvimos ni que coger el coche, somos vecinos y en hospital queda entre el piso de ellos y el nuestro, en cinco minutos entramos, preguntamos en recepción y nos enviaron a una habitación habilitada para estos casos antes de que lleguen los servicios funerarios para enviar el cuerpo al tanatorio, ya que en este caso, los médicos habían pensado que no era necesaria la autopsia.
Subimos a la primera planta y enseguida vimos a Lucía, estaba en un sillón, al principio del pasillo, sentada sujetaba su cabeza con las manos y apoyados los codos en las rodillas, su aspecto era lamentable, cuando Rosa Mary la vio, corrió hacia ella y sin dejarla ni levantarse la estrechó entre sus brazos y le acarició la cara y le meció los cabellos. Cuando yo llegué ya estaban levantadas y me uní a las dos en un abrazo.
Fue muy duro, avisamos a su familia y amigos, a los que venían de fuera tuvimos que buscarles alojamiento, salvo a los padres de Fermín y Lucía que se quedaron en su casa, los dos hermanos de ella se vinieron a casa. Arreglamos todos los papeles y preparamos la incineración que se hizo al día siguiente.
Tal como Fermín había dicho siempre, a los dos días, en la embarcación de un amigo fuimos a depositar las cenizas a alta mar.
Mi mujer no se separó de Lucía en ningún momento y la amistad que nos unía se hizo aún mayor.
A los cuatro días, estando en casa, después de cenar le dije a mi mujer:
¿Sabes que la noche que murió Fermín, justo a la misma hora algo me despertó?
Tu sabes que yo no creo en esas cosas, que soy totalmente escéptico en cuestión de apariciones y de fantasmas, pero aquella noche me despertó una corriente de aire frío y me tocó la espalda y el hombro, le eché la culpa al viento y a la cortina, pero cada vez que recuerdo eso y a Fermín, un escalofrío me recorre la espalda y me pone los pelos de punta.
Rosa Mary, mi esposa me contestó:
Yo he leído muchas cosas de eso y ni creo ni dejo de creer, supongo que hay algo después de la muerte, mucha gente dice que han recibido mensajes cuando un ser querido ha muerto, quizás Fermín antes de irse te quiso avisar.
Eso son casualidades de la vida, a veces las casualidades son más numerosas que los hechos, pero preferimos creer cosas más irreales y etéreas, mis sentimientos hacen que al recordar a mi amigo me emocione y quiera creer que lo que fue casualidad fuese el último adiós de Fermín. Además, ¿Por qué iba a despedirse de mí y no de Lucía o de su madre por ejemplo?

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