¿Cuantas veces nos avisan o visitan fantasmas, o quizás espíritus? ¿Qué nos quieren decir? ¿Es posible que sea más a menudo y no nos enteremos?
Y ahora..................
ENTRE FANTASMAS
Pedro Fuentes
Capítulo II
Cuarenta y cinco días después, estaba sentado delante del televisor cuando en la habitación del fondo de la casa, la de Rosa Mary y mía, se abrió la ventana de golpe, miré por el balcón y no noté que hubiese aire como para hacer corrientes.
¡Rosa Mary!, ¿Qué ha pasado? Nadie me respondió, entonces recordé que había salido con Lucía de compras. Llegué a la habitación y la ventana estaba abierta de par en par, pero la persiana se encontraba bajada, solamente se veían las rendijas entre las lamas separadas.
No puede ser la corriente, no pasa ningún aire por esas rendijas. Sin saber por qué razón miré el reloj despertador de la mesilla de noche, eran las siete y cuarenta y ocho minutos. Cerré la ventana y me fui de nuevo al salón.
Al momento entró mi mujer y Lucía, venían pálidas como la cera, les pregunté:
¿Qué os pasa? Parecéis asustadas.
¿No has oído nada? Me dijo Rosa Mary.
Sí, he oído algo, pero no ha sido ruido, la ventana de la habitación, que estaba cerrada y con la persiana semi bajada, se ha abierto de golpe.
Aquí delante, tres casas más abajo ha habido una explosión, no se sabe de qué, parece que ha sido una bombona de gas, pero ha sido aquí delante, no detrás. Dijo Lucía.
No, aquí delante no he oído nada, tenia la televisión puesta, pero el volumen no estaba tan alto. De todas formas, no he oído nada, solamente he notado como una onda expansiva, pero imposible que abriese la ventana por detrás y sin embargo ésta, que está más cerca no se hubiese enterado.
Voy a bajar a la calle, pare ver qué ha pasado, Dije
Espera, bebemos agua y bajamos contigo, dijo Lucía.
A los tres minutos llegamos a la calle, la policía había acordonado la zona, una casa, el último piso de una casa de cinco alturas, estaba reventado, de la cocina solamente quedaba la mitad de dentro, lo que era la fachada y ventana estaban en la calle derruidas, la mujer que vivía allí, por la explosión, había muerto, había sido arrojada por el derrumbe producido y yacía en la calle, entre cascotes tapada con una especie de manta dorada, estaban esperando al juez, mientras tanto, los expertos casi aseguraban que era una bombona de gas que había explotado.
Se oían comentarios de todo tipo, los que más hablaban y hacían conjeturas eran los recién llegados.
Uno de los habitantes de la casa, de un piso inferior, que había corrido al oír el ruido, como lo conocía de haber hablado con él alguna vez le pregunté:
¿Se sabe que ha pasado?
Oficialmente no, pero a las siete cuarenta y cinco, lo sé porque estaba sonando el reloj carillón que tengo en el salón, se ha oído un estruendo, luego el ruido de los cascotes y demás que llegaban a la calle, me asomé a la ventana y vi a la muerta en la calle, parecía chamuscada por todo el cuerpo, salí corriendo y aquí estoy, que no podemos entrar hasta que vengan los técnico por si hay peligro de derrumbe.
Lo que pasó en casa, le dije a Rosa Mary y Lucía, ocurrió justo a la misma hora, debió ser un efecto extraño de la onda expansiva, le preguntaremos a los vecinos de aquí y de casa a ver si alguien más lo sintió.
Nosotras estábamos en la tienda que hay cinco casas más abajo y nos enteramos porque una clienta entró corriendo y gritando, estaba un poco más cerca y lo vio todo, incluso cómo salía despedida la mujer, pero no sentimos sino un ruido, no muy fuerte, pero nos pareció cualquier otra cosa, como cuando descargan el contenedor de vidrio. Comentó Rosa Mary mientras Lucía asentía.
El día siguientes, por la mañana, llamaron a mi puerta, un policía preguntaba por mí.
¿Don Raúl Fernández?
Sí, yo soy, ¿qué desea?
Traigo una citación judicial para que me acompañe, tiene que identificar el cadáver de la vecina suya que ayer falleció en la explosión.
¿Yo? ¿Por qué?, si yo no la conocía, me parece que solamente la he visto una vez y por la calle.
Bueno, eso se lo tendrá que decir al secretario del juzgado cuando vea el cadáver. Ahora, ruego me acompañe, un coche nos espera en la calle, luego le devolveremos a su casa, es un puro formulismo, al parecer no se ha encontrado documentación que pueda demostrar quién era ella.
Permítame que le deje una nota a mi esposa que ha ido a comprar, para que no se asuste cuando llegue. Dicho esto, tomé un bloc de notas de una mesita del recibidor y le dejé una nota.
“Cariño, he salido a hacer una gestión, ahora vuelvo”.
Cogimos el ascensor y bajamos a la calle, donde nos esperaba un coche. Subimos y nos fuimos al Anatómico Forense.
Dos veces he estado en ese sitio y si volviese mil veces, siempre me impresionaría.
Cuando llegamos, un forense y el secretario del juzgado me acompañaron a la sala donde estaba, encima de una mesa de mármol el cadáver boca arriba y tapado con una sábana.
El secretario me dijo:
Le hemos llamado, porque en el bolso de la mujer muerta hemos encontrado un diario en el que en la última página le nombran a usted.
¿A mí?
Si, ¿Es usted don Raúl Fernández?
Si, yo soy, pero hay muchas personas con el mismo nombre.
¿Vive usted en el paseo Marítimo nº 46 – 5º - D?
Si, efectivamente.
Acérquese, me dijo e hizo una seña al forense que destapó la cara de la difunta.
Mírela atentamente, al parecer hace años que no se ven.
La miré fijamente, me fijé en sus facciones, barbilla, orejas, nariz, pelo y de pronto dije:
¡Dios mío!, si es María del Pilar hace por lo menos 20 años que no la veía.
¿Entonces la ha identificado?
Sí, creo que sí, fue una novia que tuve en mis años jóvenes.
Eso es lo que pone en el diario, lea, me dijo el secretario:
“Hoy le he visto, menuda sorpresa, resulta que me traslado y tengo por vecino a Raúl Fernández, después de 23 años que me dejó, mi corazón ha dado un vuelco, creo que todavía le quiero. He pasado por su lado, casi nos hemos rozado y no me ha conocido, tengo que hablar con él, me abandonó pero yo le sigo queriendo. Hablaré con él e intentaré reconquistarlo”.
Me quedé de piedra, qué pequeño es el mundo y qué grandes las casualidades, otra vez alguien parece anunciarme su muerte. Pensé mientras el secretario rellenó un informe y me preguntó todo lo que supiese de María del Pilar. Le di todos los que recordaba y luego me acompañó a la salida donde me esperaba el guardia con el coche, montamos y me llevó de nuevo a casa.
Cuando llegué, mi mujer me esperaba nerviosa, alguien le había dicho que iba acompañado de un policía.
Le conté todo lo sucedido y encima me puso mala cara al saber que había tenido relaciones con otra mujer y que encima vivía a nuestro lado.
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