Mi lista de blogs

lunes, 30 de noviembre de 2015

1 + 13 Relatos

Ya está a la venta el Tomo  I de "Las historias del búho" se vende a través de Internet, su precio son 15 € más los gastos de envío y se puede solicitar a Editorial BUBOK al siguiente enlace:





viernes, 27 de noviembre de 2015

ASALTO AL CAMION (Yo confieso)

YO CONFIESO

Asalto al camión

Como decía Francisco Umbral, “Iba a por el pan” y delante de mi casa había un camión aparcado, de él dos hombres con mono descargaban unas cajas de tabaco, dejaban abierto el camión y marchaban a un estanco, a unos cien metros, como dejaron abierto vi que iba cargado hasta los topes.

Compré el pan, pasé otra vez por el camión seguían descargando, me paré en una esquina como si estuviese esperando, incluso consulté para despistar, dos veces el reloj que no llevo, terminaron de descargar, subieron a la cabina y se marcharon, subí a casa, eran las diez y media en el reloj de pared, me preparé un bocadillo de jamón y una cerveza y me fui al ordenador.

Terminé el relato antes que el bocadillo.

Pensé menos mal que soy una persona decente y no me dedico al crimen.

                    RELATO

ASALTO AL CAMION

Pedro Fuentes

CAPITULO  I

Eulogio  caminaba por una calle de una pequeña capital de provincias cuando se paró en un semáforo en rojo.

Al otro lado de la calle aparcado había un camión de gran tamaño con cabeza tractora.

Paró un momento con el pretexto de encender un cigarrillo y mientras tanto observaba como dos personas, el conductor y otro hombre descargaban cajas  y las ponían en sendos carros de mano, luego, entornando la portezuela del camión, con las carretillas se dirigieron a la acera de enfrente donde le estaba esperando un hombre, dueño de un estanco.

 Descargaron y volvieron para hacer dos viajes más, Eulogio se dio cuenta de que el camión iba hasta los topes.

Como vivía cerca de allí, se dedicó a vigilar, una vez por semana, siempre los lunes, aparecía el vehículo, cuando ya controló eso, un lunes se preparó y siguiendo al camión hizo toda la ruta y terminaron en el local de destino, cuando tuvo todo, calculó la hora de salida y se dedicó a esperar al camión a las horas de salida del local de distribución de la empresa tabacalera.

Vio que allí llegaban martes y jueves grandes camiones cargados de cajas, luego, de lunes a viernes salía el otro camión y hacía cada día una ruta diferente. Los lunes pasaba por su población y repartía en todos los estancos, luego iba a otras diez poblaciones más y hacía la misma operación, pero invariablemente empezaba enfrente de su casa.

Eulogio midió el camión, midió las cajas, sabía lo que medían los cartones y los paquetes, un camión de aquellos podía rendir neto, a mitad de precio, 1,8 millones de €.

Una vez planeado todo hasta el último detalle, se decidió a llamar a los que serían sus colaboradores, dos, Fermín y Gaspar, que no se conocían entre sí,  dos individuos que andaban siempre a salto de mata, vividores a base de chanchullos y pequeños hurtos y fraudes, pero poco conocidos y no fichados, obedientes y buenos “trabajadores” pero que necesitaban alguien que les mandasen.

Bueno, les dijo cuando los reunió en otra provincia, el un hostal de carretera a donde fueron llegando los tres por separados y se inscribieron con nombres  falsos.

A partir de ahora somos “A”, tu,  “B”, tu, y yo “C”. Os voy a explicar la operación, pero paso por paso, hasta no haber realizado una parte no sabréis la segunda y así hasta terminar.

Vais a recibir 400.000 € para los dos, yo me encargaré de los gastos y la distribución del producto, de hecho ya está apalabrado. Cobrareis dos semanas después de la operación, no hay armas, solamente tres pistolas, una de fogueo y dos de imitación, no tiene que haber violencia de ningún tipo.

El golpe se realizará el lunes 28, para lo cual, el domingo por la tarde estaréis concentrados en vuestras casas, a las diez de la noche. Sabréis que al día siguiente os  llamaré por teléfono a las cuatro de la mañana y os diré:

Dentro de media hora en tal sitio, tendréis tiempo de llegar, iremos “B” y “C” en un coche, tú, “A” anteriormente, te avisaré y ese día tendrás que llevar una tractora que previamente yo dejaré en un sitio donde tú la recogerás  y la llevarás  donde te diga, esperarás allí a nuestra llegada en un camión, desengancharemos la caja y nos iremos con la tractora y el botín, en el camión llevaremos a dos rehenes a los que dormiremos y dejaremos en su tractora durante tres o cuatro horas drogados, cuando despierten habremos desaparecido del todo.

Los detalles los iréis conociendo en su momento.

Cualquier cosa que digamos será escueta y sin identificarnos, en el momento oportuno os daré una careta a cada uno.

Ahora marcharemos cada uno por su lado hasta la llamada el domingo 27. Mientras tanto, nada de meteros en jaleos ni comentar nada con nadie, ni con vuestras parejas, procurad que no se os vea.

Y recordad que por nuestra seguridad, lo mejor que puede pasar es que no nos conozcamos entre nosotros y que nadie nos relacione juntos, las caretas llevarán en la frente una gran letra que nos indicarán quienes somos.

Ahora marchemos cada uno a su lado y no nos veremos hasta el momento que os avise, ya sabéis que no me conocéis sino de vista, pero si queremos que salga perfecto todo, tenemos que confiar en nosotros mismos, de la misma forma, cuando repartamos los beneficios, os aconsejo que no hagáis ningún gasto hasta pasado por lo menos seis meses y luego ir sacando el dinero poco a poco. Por ahí es por donde suelen caer todos, así que si queremos dar el golpe de nuestras vidas, tenemos que ser prudentes.


CAPITULO  II

El día 27, por la noche, a la hora fijada, Eulogio llamó por teléfono a sus compinches “A” y “B”, quedaron para el día siguiente a las cuatro de la madrugada para la siguiente llamada y quedar en dos puntos donde los recogería.

Pasó con un pequeño utilitario blanco que había alquilado una semana antes con nombre falso por quince días.

Una vez recogidos a los colaboradores, le dio un mono azul a cada uno, igual al que él llevaba, también unas caretas iguales, las cuales llevaban una A y una B en la frente.

Recorridos unos 2 kilómetros, paró el coche e hizo bajar a “A”, le dio un sobre y unas llaves de una tractora que había aparcada en un parquin de camiones, solamente le dijo:

“A”, coge este camión y trasládalo al sitio de reunión que te indicará el GPS que llevas en el sobre, cuando llegues, verás un pajar abandonado, déjalo detrás.

Espéranos allí unas dos horas, si pasase algo, o te llamaré al móvil que va en el sobre o si es imposible, a las tres horas y media desapareces después de incendiar el camión y todo lo del sobre, careta y mono con la garrafa que llevas en la caja de herramientas de la tractora, coges una bicicleta que hay en el pajar y te vas tranquilamente hasta el pueblo más cercano, allí coges el tren y no te dejas ver en quince días.

Una vez hecho esto, cogió el coche y junto con “B” marcharos, por el retrovisor vio como salía el camión del aparcamiento.

Se dirigieron al primer pueblo donde llegaría el camión de reparto, aparcaron lejos de donde aparcaría el camión, en una calle que se podía aparcar sin levantar sospechas y marcharon a pie.
Se pararon en la acera como quien está esperando que vengan a recogerlos  para marchar a trabajar, cosa que parecía que hiciesen cada día por las manchas de los monos.

Cuando llegó el camión, el chofer y el operario bajaron y abrieron el portón trasero, en ese momento “B” y “C” se pusieron las caretas y “C” con la pistola de fogueo encañonó a los hombres y los hicieron subir a la caja.

“C” sacó un estuche del bolsillo y mientras “B” les ponía unas esposas y  cinta americana en la boca.

Del estuche sacó dos jeringuillas y pausadamente les dijo, os voy a poner una inyección para que durmáis unas horas, así no os pasará nada y podréis conservar la vida.

Mientras “C” hacía esto, “B” entró en la cabina, enchufó un GPS que llevaba en otro sobre como el de “A”, luego conectó un des inhibidor para el GPS localizador que llevaba el camión y se puso en marcha.

No habían pasado ni dos minutos.

Tres cuartos de hora después, el camión llegó al pajar abandonado, en cuestión de minutos cambiaron la tractora, mientras “A” y “C” hacían el cambio, “B” cambió las matrículas y puso a la caja las mismas falsas que a la tractora que les esperaba.

Los tres en colaboración, cogieron el royo de plástico adhesivo que llevaban en el que había un anuncio de transportista y los pegaron en la caja, en los laterales.

Trasladaron a los dos hombres dormidos a la tractora de reparto y metieron ésta en el pajar. “C” les volvió a pinchar para que durmiesen cinco o seis horas más y en menos de 15 minutos desaparecieron en el camión después retirar y destruirlos GPS, móviles, caretas, monos e instrucciones con el ácido que llevaba “C” en la caja de herramientas del camión.

Salieron a la carretera y marcharon rumbo al puerto que distaba a unos 40 kilómetros viendo de no pasar nunca de las velocidades marcadas y cumpliendo escrupulosamente el código de la circulación.

Al entrar en la gran ciudad, dio órdenes de que “A” bajase en un semáforo, tres paradas después dio la orden a “B”.

 “C” siguió veinte minutos más, en un polígono anexo al puerto, alguien le abrió el portón de un local y entró con el  camión, bajó de la cabina y casi sin decir ni adiós marchó rumbo a la estación.

Volvió a la población donde había dejado el coche de alquiler, lo cogió y marchó hasta el aeropuerto donde lo devolvió alegando que tenía que volar al extranjero.

Por las noticias de la noche, supo que los repartidores habían despertado bien, al cabo de seis horas, salvo tremendos dolores de cabeza.

 Se deshicieron de la cinta americana de la boca, ya que una vez dormidos les habían sacado las esposas.

No pudieron usar los teléfonos móviles porque le habían quitado las baterías, encontraron las llaves de la tractora y la pusieron en marcha y salieron hacia el primer pueblo donde dieron la voz de alarma, llegó la policía, no encontró huellas por ningún lado, el camión junto con el cargamento de tabaco había desaparecido.

A los diez días una llamada le comunicó que tenía el dinero en la consigna de la estación de ferrocarril de una gran ciudad, la llave se la habían dejado en un sobre en el buzón de su casa.
Al día siguiente, en su coche marchó hasta la capital donde recogió el dinero, en una caja de seguridad que había alquilado hacía varios meses, depositó todo el dinero salvo los dos paquetes de 200.000 € para sus colaboradores.

Marchó al aeropuerto más cercano y depositó las cantidades es sendas cajas de consigna, de la misma forma que a él le hicieron llamó a “A” y “B” y les dio instrucciones para que recogieran los paquetes en diferentes días y les volvió a hacer la recomendación de dejar pasar mínimo seis meses y no sacar el dinero de golpe.

A los cinco días, a Eulogio se le terminaron las vacaciones, volvió al trabajo a la mañana siguiente. Cuando entró en el trabajo, en la puerta le saludaron.

Buenos días, señor comisario,  ¿Otra vez al trabajo?

FIN







viernes, 20 de noviembre de 2015

LA BODA (Relatos palmeros)

Un nuevo RELATO PALMERO, "La boda". Este relato y el resto de los que componen la serie "Relatos Palmeros" se podrán seguir en el segundo tomo de "Las historias del búho" que saldrá a la venta el próximo año 2016.

La boda

Otro relato palmero, los personajes son ficción, pero no los hechos, dentro de las similitudes, yo estaba allí, en el Santuario de Nuestra Señora La Virgen de las Nieves, ya en otro relato comenté que al lado, en la casa de mis padres,  vivía todo el verano.
                                                                             Finca Las Nieves

El Fiat Balilla no era verde, era negro, licencia del autor.

Un día, hablando con mi madre me decía que no era verdad, le tuve que decir lo que decía en esos casos, “Bueno, pues no, lo habré soñado”


RELATO PALMERO
La boda

Pedro Fuentes

Corría el año 1.956 en Santa Cruz de la Palma, cuando la pareja formada por Iraya y Norberto, estaban preparando las cosas para casarse.
Iraya era de muy buena familia, su padre, D. Ramón, un rico terrateniente se dedicaba a la exportación de frutas, principalmente plátano, pero también tomate y empezaba a experimentar con aguacate, el abuelo, Eusebio, era el que había empezado a comprar fincas cuando la gente empezó a emigrar a Cuba y Venezuela.
Ramón se casó con su novia de toda la vida, Adelaida y al cabo de un año, tuvieron a Iraya, luego, a los 6 años nacieron los gemelos, Eusebio y Roque como los abuelos.
Norberto había terminado derecho y trabajaba en el bufete de su padre, D. Alonso, pero a la vez estaba  preparando oposiciones a Notaría, era bastante estudioso y estaba seguro de que las aprobaría, él hubiese esperado más para casarse, pero Iraya le apremiaba y pese a contar tan solo con veinte años, decía que quería ser la primera amiga en casarse y además por todo lo alto en la Basílica de Nuestra Señora de las Nieves.
D. Alonso, el padre de Norberto, no estaba muy de acuerdo en tan temprana boda, pero él lo veía con otros intereses, pensaba que cuando se casase, se olvidaría de las oposiciones o no tendría tantas ganas de estudiar, sobre todo si venían niños pronto; y así podría contar con él en el bufete, ya que cada vez iba a más y si aprobaba para notario, lo enviarían a cualquier sitio de España.
Doña Concha, la esposa de D. Alonso, no estaba tampoco muy de acuerdo, veía a Adelaida, su consuegra una nueva rica y una metomentodo, en cuanto a la niña, su futura nuera, una cursi de tomo y lomo y lo único que quería era un novio con una carrera y guapo como Norberto, su niño, hijo único y tan honrado y trabajador.
Iraya, era una jovencita guapa y con bastante buen gusto. Había hecho los estudios elementales en La Palma, en el colegio de las monjas Dominicas de la Sagrada Familia, más conocido por “La Palmita” donde adquirió una base cultural que amplió con clases de piano, bordados, cocina, etcétera.
Muy coqueta y presumida, solamente pensaba en casarse con Norberto, chico de buen ver y también bastante estirado y lucirlo en las fiestas del Casino y de la alta sociedad palmera, así como pasear los domingos después de la misa de doce en S. Salvador por la calle O´Daly más conocida por calle Real.
La boda, prevista para el 15 de Mayo, iba a ser un gran acontecimiento en La Palma, Adelaida e Iraya lo estaban preparando todo, sería por la tarde, a las seis, tenían ya contratada una rondalla canaria y una soprano, ésta cantaría durante la boda el Ave María de Schubert, la marcha nupcial estaría tocada al órgano por la profesora de piano de Iraya y también acompañaría a la soprano, luego, saliendo de la Basílica tocaría la rondalla y se serviría un vino de honor a los asistentes y curiosos, que se acercasen por Las Nieves. Luego bajarían al Santa Cruz donde se serviría un coctel de bienvenida en el Parador de Turismo y luego la gran cena con baile a continuación.
Aquella tarde, Norberto, tuvo que dejar en su casa su Fiat Balilla verde y con guardabarros negro recién comprado porque tenía solo dos puertas y tenía que llevar a Iraya y a su mamá a hacer recados para la boda, y coger el de su padre, el flamante Fort Taunus tipo familiar del 55.
Ya sabes, le decía Iraya a Norberto, cuando nos casemos, te compras otro coche más grande, además, si tenemos niños pronto, necesitaremos uno como el de tu padre por lo menos.
Cariño, si el coche que tenemos, para nosotros dos es lo mejor, además, está nuevo, me lo acabo de comprar, no tiene ni tres mil kilómetros.
No, cielo, fíjate, no podemos ni llevar a mamá.
Y así quedó zanjada la cuestión del coche.
La tensión iba en aumento a medida que llegaba la fecha de la boda, primero las invitaciones que ya llevaban varios días de retraso, el vestido que no terminaba de quedarle bien, al final habían decidido ir a Tenerife a buscarlo, pero entre pruebas y que a Adelaida también le había gustado uno allí, ya llevaban cuatro viajes a Tenerife  en el “crucerillo” La Palma para pruebas y demás.
Norberto, cariño, tienes que acompañarnos a los Llanos  a encargar unas flores para decorar la iglesia.
¡Norberto!, cielo, vamos a Fuencaliente para busca vino para después de la boda en Las Nieves.
¡¡Norberto!!, que hay que escribir los sobres de las invitaciones y ponerles los sellos.
¡¡¡Norberto !!!, ¡¡¡¡Norberto!!!!,  ¡¡¡¡¡Norberto !!!!!.
 ¡¡Cariño!! Ya he vendido el Fiat, se lo he vendido a mi amigo Raúl, lo estrenará el día de la boda para ir a Las Nieves.
¡¡¡Cariño!!! No te puedo acompañar porque tengo que ir a Tazacorte por un problema de una herencia.
Bueno, pues cuando vengas pasarás por El Paso que tengo encargada una seda para hacer unos pañuelos.
Y al fin llegó el catorce de Mayo; y entre todos fueron a Las Nieves para arreglar la Basílica con las flores, Doña Adelaida parecía un comandante en jefe dando órdenes, hasta D. Antonio, el párroco iba de un lado para otro preparando cosas, Norberto iba y venía a Los Llanos a buscar flores con el Taunus de su padre.
La Virgen de Las Nieves relucía, toda la plata del altar fue limpiada, había flores por todos los lados, hasta las maderas del artesonado del techo parecían recién barnizadas, los blusones blancos de los monaguillos habían sido lavados y almidonados, iba a ser seis, Pedrito, el titular y cinco chiquillos más  y dos sacristanes, el fijo y el hijo mayor del fijo.
A las cuatro de la tarde hicieron que se marchara Norberto por aquello de no ver a la novia 24 horas antes de la boda.
¡Amorcito! Vete ya a casa que no me puedes ver hasta mañana y no te olvides, tienes que estar mañana a las seis menos cuarto en la Basílica esperándome. ¿Quién te va a traer?
Me traerá Raúl con el Balilla.
¿Con ese coche vas a venir?
Si, así me despido de él, además mi padre vendrá con el grande con mi madre y los abuelos, llegaremos juntos y aquí mi madre me acompañará al altar como está previsto.
Y llegó el día y la hora, tal como estaba dispuesto, Norberto llegó con su amigo y detrás Don Alonso con el resto de la familia. Antes de entrar, Norberto y Raúl se fumaron un cigarrillo y luego, del brazo de su madre entró hasta los asientos que a tal fin se habían colocado delante del altar, la iglesia estaba rebosante de luz y los invitados, con sus grandes galas llenaban todos los bancos esperando a la novia.
A las seis y diez, Pedrito hizo una seña a D. Antonio y se preparó, que junto con otro monaguillo para abrir paso al cortejo de la novia, que iría acompañada de su padre, dos primos de la novia delante, después dos crías de más o menos la misma edad, una con las alianzas y otra con las arras, a continuación la novia y su padre, ella con un traje elegantísimo, con un pequeño escote que dejaba lucir en su cuello una gargantilla con brillantes y zafiros y luego una especie de corona adornada con pedrería y flores de azahar con un pequeño velo por delante que no dejaba sino ver la boca. Llevaba una larga cola que sujetaban cuatro niñas dirigidas por Anita y Eloísa, las dos amigas de Iraya.
Al entrar por entre las filas de bancos se oyó un murmullo que D. Antonio intentó acallar con un dedo llevado a sus labios por respeto al sitio donde se encontraban.
Llegó al altar, miró a Norberto y comenzó la ceremonia.
Don Antonio empezó con el clásico: Nos hemos reunido aquí para celebrar este santo matrimonio…..
Llegó D. Antonio a la parte de: “Si alguien tiene algo que objetar, que hable ahora o calle para siempre” y guardó uno segundos de silencio mientras los presentes se miraban unos a otros por el rabillo del ojo, sin atreverse a moverse por si alguien sospechaba algo. Un estremecimiento corrió por la espalda de los novios.
Raúl, el amigo del novio, que estaba sentado en los últimos bancos, viendo que perdía a su mejor amigo, salió a la puerta a fumar.
Luego, D, Antonio pidió las arras y las alianzas, y ya con los anillos en la mano, los bendijo y dijo: ¿Iraya, quieres a Norberto como esposo en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las tristezas hasta que la muerte os separe?
Si quiero, dijo Iraya a punto de empezar a llorar por la emoción.
Luego dijo: Y tú, Norberto, quieres a Iraya como esposa en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y las penas hasta que la muerte os separe?
Norberto dijo en voz baja que solamente lo oyó D. Antonio :”NO”
Y salió corriendo hacia la puerta lateral que le quedaba más cerca y que Raúl había abierto antes de la boda.
Allí lo esperaba su amigo con su Fiat Balilla con el motor en marcha, subió y salieron disparados hacia Santa Cruz.
Los más rápidos que salieron vieron como el Fiat Balilla verde reluciente con los guarda barros negros se perdía detrás de la curva de la Dehesa.
Dicen que lo vieron embarcar en “el crucerillo” La Palma. Otros dicen que se fue con la goleta “Evelia” que zarpó aquella tarde noche hacia Tetuán con un cargamento de plátanos.
Se supo que Norberto, al cabo de un año aprobó “notarías” y se fue a Galicia destinado.

FIN




miércoles, 18 de noviembre de 2015

LAS HISTORIAS DEL BUHO

El primer tomo de “LAS HISTORIAS DEL BÚHO” Titulado “EL VIAJE” y 13 Relatos más, ya está a la venta.

Este volumen se puede comprar a través de Internet en www.bubok.es y para mayor información, en el enlace: http://www.bubok.es/libros/243574/La-misteriosa-dama-de-negro-y-13-relatos-mas .
Este es el único medio de distribución.

El tiempo de espera son nueve (9) días más el que  se necesite para el envío, suelen ser 48 horas.

El precio por ejemplar viene especificado en el enlace.


Como veréis, llega a tiempo para poder hacer un bonito regalo por Navidad y Reyes.


lunes, 16 de noviembre de 2015

LIBRO NUEVO

Está apunto de salir el libro "LA MISTERIOSA DAMA DE NEGRO Y TRECE RElATOS MÁS" Este libro es el primero de una trilogía del autor de este blog. Os iré informando de la forma para hacerse con él y el precio, mientras tanto, os mado una foto de la portada y contraportada.


viernes, 13 de noviembre de 2015

EL ENTIERRO (Relatos palmeros)

Un día más y un relato ya publicado en su día, pero ahora en la sección "YO CONFIESO", una pequeña explicación de qué fue lo que me llevó a escribirlo.

Y ahora.............

El Entierro

Este relato está incluido en el capítulo de “Relatos Palmeros” esa tierra en la que nací y a la que llevo en mi corazón pese a haber estado vagando por el mundo durante casi sesenta años.

Vivía yo en mi infancia en la calle San Telmo, cerca de la Plaza de Santo domingo, donde me pasaba la mayor parte de mis ratos libres jugando. Pues bien, tal como se cuenta en el relato, casi todos los entierros pasaban por debajo de mi casa y los veía desde la ventana, efectivamente, porque allí empezaba una pequeña subida o por costumbre, paraban debajo de la ventana y rezaban un responso, el resto, la caída del ataúd y demás es fruto de mi mente y de mi sentido del humor un poco macabro.



EL ENTIERRO

Pedro Fuentes

CAPITULO I

Hace ya bastantes años, en el pueblo donde vivía, para ir al cementerio, había que pasar por delante de mi casa.
Entonces  un entierro era un acontecimiento social.
A veces, por los acompañantes, sabías quién se había muerto, otras veías con quién se hablaba o no el muerto, alguna vez vi a la viuda enlutada y llorosa siguiendo al coche fúnebre y al final, medio a escondidas veías a “otra viuda” que confirmaba el “vox pópuli”.
Otras te dabas cuenta de que a partir de la tercera o cuarta fila, se contaban chistes, si había sobrinos lejanos, llorando había herencia por medio, en fin, el balcón de mi casa era toda una cátedra de observación y psicología del género humano.
La calle empezaba una pequeña cuesta a partir de mi casa, con lo que teniendo en cuenta que hasta el Camposanto había todavía unos 2.500 metros, era parada obligada para coger aire y poder llegar arriba sin asfixiarse.
En aquellos tiempos, había muy pocos coches, además era costumbre  llevar el féretro en un coche fúnebre más o menos elegante según el poderío económico y aparente de la familia.
Delante iba un sacerdote, todos lo llevaban, hasta los ateos más recalcitrantes, acompañado por un par de monaguillos, a veces más y si era un entierro de postín llevaba tres curas, varios sacristanes y media docena de monaguillos.
Inmediatamente detrás iba el coche, a continuación la viuda o el viudo, de estos hay menos normalmente, y luego los familiares, por orden de mayor a menor grado, luego los amigos o amigas y detrás los conocidos, empleados, sirvientes y ya los curiosos y los “amigos de los entierros” u otros “familiares no reconocidos”
Yo era entonces un crío, uno de esos críos callados, de mirada lánguida que parecía no fijarse en nada, pero que oía y procesaba todo lo que entraba en su cerebro.
Muchas veces, ahora, con mi madre, y mis hermanos mayores, soy yo el que se acuerda de esos pequeños detalle e incluso, a mis años, he reconocido trastadas que quedaron impunes por falta de culpable.
 Con esto quiero decir lo que ya he dicho, un entierro era un acontecimiento social digno de estudio.
Pero nada tan importante como el entierro que os voy a contar. Viví de pequeño la primera parte, la más importante, pero años más tarde, por mi manía de coleccionar historias, para estar más documentado y ceñirme a los hechos, contacté uno de los protagonistas principales y me contó su historia.
Cuando el sacerdote y los dos monaguillos, pararon delante del balcón en el que yo estaba, todo hacía presagiar un entierro normal, el sacerdote, como tenía por costumbre, hacía la paradita para respirar y coger fuerzas para la cuesta, pero aprovechaba el momento para pedirle a los monaguillos el acetre y el hisopo.
 Con ellos se puso al lado derecho del coche fúnebre, una plataforma con cuatro columnas que sujetaban el techo, que terminaba a cuatro vientos y en el vértice central una especie de jarrón con un penacho negro.
Mojó el hisopo en el acetre del agua bendita y mientras recitaba un responso bendecía el ataúd negro azabache.
Desde la posición que yo estaba pensé que el coche se había calado, porque todo él tembló en el momento que el cura lanzaba agua con el hisopo en todas las direcciones.
Para mi gran fantasía, luego, cuando vi el humo en el tubo de escape, pensé: “La caja se ha movido”.
El sacerdote se colocó delante del coche y siguió la marcha, detrás, la viuda, de unos cuarenta y tantos años y de buen ver, acompañada de unas amigas, no tenía más familia, suspiró y sollozó detrás de unas gafas negras y emprendieron la marcha.
Cuando la cuesta empezó a ser más fuerte, lo vi claro, la caja se volvió a mover. Cuando lo dije en voz alta, alguien por detrás me dio un capón de campeonato y me dijo:
 ¡Calla, coño! que no dices sino tonterías.

CAPITULO  II

“Dentro de la caja me desperté, estaba totalmente a oscuras, no recordaba nada, me moví, de pronto oí la voz de alguien que rezaba un responso, guardé silencio para ver si averiguaba algo y comprendí, me había dado un ataque, estaba en la calle, llegando a mi casa, antes de perder el conocimiento vi que varias personas corrían a socorrerme, alguien dijo:
Es Miguel, vive aquí, en el número nueve, avisad a su mujer. Allí perdí el conocimiento.
Ahora me daba cuenta, creen que he muerto y me llevan a enterrar, pero no puede ser, mi mujer y el doctor saben que soy cataléctico, ¡¡Socorro!!! ¡¡¡Socorro!!!, ¡que no estoy muerto! A la vez que gritaba intentaba moverme, saltaba lo que podía, pero el forro y la guata del ataúd amortiguaban los golpes, ¡lloré!, ¡salté!, ¡grité!, ¡empecé a arrancar el forro y la guata!, ¡me rompía las uñas contra la madera!, ¡me faltaba el aire!, ¡me estaba ahogando!, ¡iba a perder el conocimiento y entonces no tendría escapatoria!, ¡intenté con todas mis fuerzas golpear con las rodilla!, noté que aquello se había desplazado, contuve la respiración para coger fuerzas, me concentré y di dos golpes seguidos contra la madera que había a los pies, entonces sí, todo el ataúd se desplazó y fue cogiendo velocidad, noté cómo resbalaba y caía desde una cierta altura golpeando contra el suelo, allí se rompió la caja, lo primero que vi fue la cara de espantado de un niño en el balcón de un primer piso, luego vi gente que corría despavorida, luego me empecé a incorporar y noté que había caído encima de alguien. ¡¡Dios mío!! ¡¡He caído encima de Marisa, mi mujer!!”
Hasta aquí el relato de Miguel.
En el balcón de casa yo increpé al del capón ¡Lo ves! Yo tenía razón.
Mi madre intentaba llevarme para dentro para que no tuviese pesadillas. Yo seguía agarrado a la barandilla del balcón, pese a lo aterrado que estaba no quería perderme detalle, en aquel momento supe que aquella sería una de las historias de mi vida.
Cuando Miguel se levantó intentó ayudar a su mujer, llamó al médico que iba en la comitiva y éste tomándole el pulso a Marisa dijo: Está muy mal, hay que llevarla a la casa de socorro.
Llamaron un coche y en él subieron  Miguel, ya restablecido. Evaristo, el doctor y en medio colocaron a Marisa.
Ya en la camilla del hospital, Miguel, que no había soltado la mano de su esposa le dijo: Marisa, ¿Por qué no esperaste para enterrarme sabiendo que soy cataléptico?
En un susurro dijo:
Evaristo firmó el acta de defunción porque te hizo pruebas.
En ese momento llegó el cura y le dijo a la moribunda:
Marisa, hija, ¿quieres confesarte?
Si. Padre, pero no quiero que se vaya Miguel, sé que voy a morir y quiero que sepa la verdad. Cuando vimos que Miguel tenía el ataque, Evaristo y yo decidimos deshacernos de él, porque llevamos tres años de amantes y queríamos casarnos.
El sacerdote, haciendo la señal de la cruz dijo: Ego te absorbo in nómine………
Marisa espiró en ese momento.
Después de la confesión de ella Evaristo confesó ante la policía y fue condenado.
Miguel marchó del pueblo y vive feliz y contento, no ha vuelto a tener ataques de catalepsia.

FIN