El Fiat Balilla no era verde, era negro, licencia
del autor.
Un día, hablando con mi madre me
decía que no era verdad, le tuve que decir lo que decía en esos casos,
“Bueno, pues no, lo habré soñado”
RELATO PALMERO
La boda
Pedro
Fuentes
Corría el año 1.956 en Santa
Cruz de la Palma, cuando la pareja formada por Iraya y Norberto, estaban
preparando las cosas para casarse.
Iraya era de muy buena familia,
su padre, D. Ramón, un rico terrateniente se dedicaba a la exportación de
frutas, principalmente plátano, pero también tomate y empezaba a experimentar
con aguacate, el abuelo, Eusebio, era el que había empezado a comprar fincas
cuando la gente empezó a emigrar a Cuba y Venezuela.
Ramón se casó con su novia de
toda la vida, Adelaida y al cabo de un año, tuvieron a Iraya, luego, a los 6
años nacieron los gemelos, Eusebio y Roque como los abuelos.
Norberto había terminado derecho
y trabajaba en el bufete de su padre, D. Alonso, pero a la vez estaba preparando oposiciones a Notaría, era
bastante estudioso y estaba seguro de que las aprobaría, él hubiese esperado
más para casarse, pero Iraya le apremiaba y pese a contar tan solo con veinte
años, decía que quería ser la primera amiga en casarse y además por todo lo
alto en la Basílica de Nuestra Señora de las Nieves.
D. Alonso, el padre de Norberto,
no estaba muy de acuerdo en tan temprana boda, pero él lo veía con otros
intereses, pensaba que cuando se casase, se olvidaría de las oposiciones o no
tendría tantas ganas de estudiar, sobre todo si venían niños pronto; y así
podría contar con él en el bufete, ya que cada vez iba a más y si aprobaba para
notario, lo enviarían a cualquier sitio de España.
Doña Concha, la esposa de D.
Alonso, no estaba tampoco muy de acuerdo, veía a Adelaida, su consuegra una
nueva rica y una metomentodo, en cuanto a la niña, su futura nuera, una cursi
de tomo y lomo y lo único que quería era un novio con una carrera y guapo como
Norberto, su niño, hijo único y tan honrado y trabajador.
Iraya, era una jovencita guapa y
con bastante buen gusto. Había hecho los estudios elementales en La Palma, en
el colegio de las monjas Dominicas de la Sagrada Familia, más conocido por “La
Palmita” donde adquirió una base cultural que amplió con clases de piano,
bordados, cocina, etcétera.
Muy coqueta y presumida,
solamente pensaba en casarse con Norberto, chico de buen ver y también bastante
estirado y lucirlo en las fiestas del Casino y de la alta sociedad palmera, así
como pasear los domingos después de la misa de doce en S. Salvador por la calle
O´Daly más conocida por calle Real.
La boda, prevista para el 15 de
Mayo, iba a ser un gran acontecimiento en La Palma, Adelaida e Iraya lo estaban
preparando todo, sería por la tarde, a las seis, tenían ya contratada una
rondalla canaria y una soprano, ésta cantaría durante la boda el Ave María de
Schubert, la marcha nupcial estaría tocada al órgano por la profesora de piano
de Iraya y también acompañaría a la soprano, luego, saliendo de la Basílica
tocaría la rondalla y se serviría un vino de honor a los asistentes y curiosos,
que se acercasen por Las Nieves. Luego bajarían al Santa Cruz donde se serviría
un coctel de bienvenida en el Parador de Turismo y luego la gran cena con baile
a continuación.
Aquella tarde, Norberto, tuvo
que dejar en su casa su Fiat Balilla verde y con guardabarros negro recién
comprado porque tenía solo dos puertas y tenía que llevar a Iraya y a su mamá a
hacer recados para la boda, y coger el de su padre, el flamante Fort Taunus
tipo familiar del 55.
Ya sabes, le decía Iraya a
Norberto, cuando nos casemos, te compras otro coche más grande, además, si
tenemos niños pronto, necesitaremos uno como el de tu padre por lo menos.
Cariño, si el coche que tenemos,
para nosotros dos es lo mejor, además, está nuevo, me lo acabo de comprar, no
tiene ni tres mil kilómetros.
No, cielo, fíjate, no podemos ni
llevar a mamá.
Y así quedó zanjada la cuestión
del coche.
La tensión iba en aumento a
medida que llegaba la fecha de la boda, primero las invitaciones que ya
llevaban varios días de retraso, el vestido que no terminaba de quedarle bien,
al final habían decidido ir a Tenerife a buscarlo, pero entre pruebas y que a
Adelaida también le había gustado uno allí, ya llevaban cuatro viajes a
Tenerife en el “crucerillo” La Palma
para pruebas y demás.
Norberto, cariño, tienes que
acompañarnos a los Llanos a encargar
unas flores para decorar la iglesia.
¡Norberto!, cielo, vamos a
Fuencaliente para busca vino para después de la boda en Las Nieves.
¡¡Norberto!!, que hay que
escribir los sobres de las invitaciones y ponerles los sellos.
¡¡¡Norberto !!!, ¡¡¡¡Norberto!!!!, ¡¡¡¡¡Norberto !!!!!.
¡¡Cariño!! Ya he vendido el Fiat, se lo he
vendido a mi amigo Raúl, lo estrenará el día de la boda para ir a Las Nieves.
¡¡¡Cariño!!! No te puedo
acompañar porque tengo que ir a Tazacorte por un problema de una herencia.
Bueno, pues cuando vengas
pasarás por El Paso que tengo encargada una seda para hacer unos pañuelos.
Y al fin llegó el catorce de
Mayo; y entre todos fueron a Las Nieves para arreglar la Basílica con las
flores, Doña Adelaida parecía un comandante en jefe dando órdenes, hasta D.
Antonio, el párroco iba de un lado para otro preparando cosas, Norberto iba y
venía a Los Llanos a buscar flores con el Taunus de su padre.
La Virgen de Las Nieves relucía,
toda la plata del altar fue limpiada, había flores por todos los lados, hasta
las maderas del artesonado del techo parecían recién barnizadas, los blusones
blancos de los monaguillos habían sido lavados y almidonados, iba a ser seis,
Pedrito, el titular y cinco chiquillos más
y dos sacristanes, el fijo y el hijo mayor del fijo.
A las cuatro de la tarde
hicieron que se marchara Norberto por aquello de no ver a la novia 24 horas
antes de la boda.
¡Amorcito! Vete ya a casa que no
me puedes ver hasta mañana y no te olvides, tienes que estar mañana a las seis
menos cuarto en la Basílica esperándome. ¿Quién te va a traer?
Me traerá Raúl con el Balilla.
¿Con ese coche vas a venir?
Si, así me despido de él, además
mi padre vendrá con el grande con mi madre y los abuelos, llegaremos juntos y
aquí mi madre me acompañará al altar como está previsto.
Y llegó el día y la hora, tal
como estaba dispuesto, Norberto llegó con su amigo y detrás Don Alonso con el
resto de la familia. Antes de entrar, Norberto y Raúl se fumaron un cigarrillo
y luego, del brazo de su madre entró hasta los asientos que a tal fin se habían
colocado delante del altar, la iglesia estaba rebosante de luz y los invitados,
con sus grandes galas llenaban todos los bancos esperando a la novia.
A las seis y diez, Pedrito hizo
una seña a D. Antonio y se preparó, que junto con otro monaguillo para abrir
paso al cortejo de la novia, que iría acompañada de su padre, dos primos de la
novia delante, después dos crías de más o menos la misma edad, una con las
alianzas y otra con las arras, a continuación la novia y su padre, ella con un
traje elegantísimo, con un pequeño escote que dejaba lucir en su cuello una
gargantilla con brillantes y zafiros y luego una especie de corona adornada con
pedrería y flores de azahar con un pequeño velo por delante que no dejaba sino
ver la boca. Llevaba una larga cola que sujetaban cuatro niñas dirigidas por
Anita y Eloísa, las dos amigas de Iraya.
Al entrar por entre las filas de
bancos se oyó un murmullo que D. Antonio intentó acallar con un dedo llevado a
sus labios por respeto al sitio donde se encontraban.
Llegó al altar, miró a Norberto
y comenzó la ceremonia.
Don Antonio empezó con el
clásico: Nos hemos reunido aquí para celebrar este santo matrimonio…..
Llegó D. Antonio a la parte de:
“Si alguien tiene algo que objetar, que hable ahora o calle para siempre” y
guardó uno segundos de silencio mientras los presentes se miraban unos a otros
por el rabillo del ojo, sin atreverse a moverse por si alguien sospechaba algo.
Un estremecimiento corrió por la espalda de los novios.
Raúl, el amigo del novio, que
estaba sentado en los últimos bancos, viendo que perdía a su mejor amigo, salió
a la puerta a fumar.
Luego, D, Antonio pidió las
arras y las alianzas, y ya con los anillos en la mano, los bendijo y dijo:
¿Iraya, quieres a Norberto como esposo en la salud y en la enfermedad, en las
alegrías y en las tristezas hasta que la muerte os separe?
Si quiero, dijo Iraya a punto de
empezar a llorar por la emoción.
Luego dijo: Y tú, Norberto,
quieres a Iraya como esposa en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y
las penas hasta que la muerte os separe?
Norberto dijo en voz baja que
solamente lo oyó D. Antonio :”NO”
Y salió corriendo hacia la
puerta lateral que le quedaba más cerca y que Raúl había abierto antes de la
boda.
Allí lo esperaba su amigo con su
Fiat Balilla con el motor en marcha, subió y salieron disparados hacia Santa
Cruz.
Los más rápidos que salieron
vieron como el Fiat Balilla verde reluciente con los guarda barros negros se
perdía detrás de la curva de la Dehesa.
Dicen que lo vieron embarcar en
“el crucerillo” La Palma. Otros dicen que se fue con la goleta “Evelia” que
zarpó aquella tarde noche hacia Tetuán con un cargamento de plátanos.
Se supo que Norberto, al cabo de
un año aprobó “notarías” y se fue a Galicia destinado.
FIN
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