Mi lista de blogs

sábado, 15 de octubre de 2011

La misteriosa dama de negro Capítulo IV

Volvemos hoy a "El viaje", parece que ya empieza a animarse, aviso a las personas sensibles que hay momentos en los que pueden sentirse heridos en su sensibilidad, pero recordad que muchas veces la realidad es más dura que la imaginación, no sé si es así en este relato, pero no es mi intención molestar a nadie.




EL VIAJE
LA MISTERIOSA DAMA DE NEGRO
(Pedro Fuentes)


                                                                      CAPITULO  IV




Despuntaba el sol cuando llegó al puerto, la luna llena no se distinguía en medio del cielo, el viaje a Túnez sería con luna llena, no había previstas nubes con lo cual la travesía sería más agradable.
Al subir a bordo, vio a Cerbero echado y con cara de estar aburrido, lo llamó y salió corriendo detrás de él, dieron una vuelta por el muelle y el animal pareció revivir.
Cuando subió de nuevo al barco, se fue a su camarote, no se oía nada, la tarde anterior habría llegado el novio y ahora estarían descansando. Se duchó, preparó el desayuno, luego cogió las cartas correspondientes y marcó el rumbo en ellas, pasarían por el sur de Menorca, por el canal que le separa de Mallorca y luego ya sería rumbo directo, si el tiempo acompañaba, llegarían a Túnez a media mañana del día veinticinco. Gravó los datos en el GPS, recogió todo lo que podía molestar durante la navegación, revisó las velas, comprobó la carga de la baterías, vio que las placas solares que llevaba estaban cargando y luego, desde la puerta que bajaba a los camarotes de popa dio una voz a la pareja para que despertasen y desayunasen mientras él iba a las oficinas, luego zarparían.
En la oficina, que había abierto hacía un momento, la gente, dos administrativas y un marinero, comentaban que en una cala, cerca de Ciudadela, había aparecido esta mañana, los cuerpos destrozados de unas personas, no se sabía ni si eran hombres o mujeres, pero por el tamaño de los cráneos parecían un hombre y una mujer los cuerpos estaban desperdigados por el suelo y la piel y la carne arrancada a trozos, según comentarios de las personas que llegaron a verlos, incluido el juez y el forense, pensaban que habían sido atacados por una jauría de perros salvajes, eran dos por los dos cráneos y esqueletos pelados que aparecieron.
Ricardo, que era por lo natural, persona sensible, se le puso muy mal cuerpo pensando en aquello. Llegó al barco y los chicos no se habían levantado, los llamó de nuevo y como viese que no se levantaban, bajó al camarote y llamó al marco de la puerta, ya que ésta estaba abierta, al no sentir respuesta, entró, la cama sin deshacer, todo estaba en orden, encima de la cama estaba el vestido negro de Lara no vio el chándal azul que llevaba el día anterior, esos eran los únicos vestigios de la pareja además del baúl y un pequeño maletín de piel encima, que pensó que sería del novio. Lo cogió entre sus manos y comprobó que no estaba cerrado con llave, lo puso encima de la mesa y lo abrió, solamente había una muda de ropa interior, un par de camisas y un pequeño neceser con efectos personales, debajo de todo esto, había un Corán.
Eran las diez y media, cogió su móvil y vio el teléfono de Lara, llamó al número y le dio un mensaje de apagado o falto de cobertura.
A las once y medía bajó al camarote grande otra vez por si descubría algo, vio que los candados del baúl se encontraban abierto y miró dentro, estaba lleno de ropa, toda ella parecía no haberse estrenado, era árabe chilabas de hombre y de mujer, algún caftan de gran calidad y vivos colores, babuchas, hiyab de diferentes colores para la cabeza y luego ropa interior de hombre y mujer. Siguió rebuscando y encontró dos pasaportes en una cartera de piel, los abrió y vio que eran nuevos y marroquíes pero además le extrañó una cosa, la única anotación que tenían era el sello de entrada en Túnez con fecha 25/06/2011, es decir, para pasado mañana. Siguió buscando y encontró tres sobres abiertos y con la solapa para dentro, entre los tres calculó que habrían unos quinientos mil € en billetes la mayoría de 500 y luego una parte de 200. Guardó todo como estaba y cuando fue a cerrar descubrió en una bolsa que había con una cremallera en la tapa con un teléfono móvil apagado y otro Corán, pero éste traducido al español.
Ricardo ya no sabía qué pensar, se dirigió a la oficina, por ver si sabían algo, pero con la excusa de ver las previsiones del tiempo, además comentó que el nuevo destino, sería Cartagena.
Poca cosa se sabía más, que los chicos vestían un chándal azul marino  y un conjunto tejano. Cogió una copia de las previsiones y salió de la oficina hacia el barco, tendría vientos del sur, así que sobre la marcha cambió el rumbo, se dirigiría a Córcega.
Llegó al barco, soltó amarras y cuando llegó a la bocana del puerto, tomo rumbo S como si efectivamente fuese a Cartagena, navegaría unas cuantas millas hasta salir de la vista de Menorca, luego iría hacia el E y luego remontaría hacia el NE. Al salir de  la bocana del puerto, se dio cuenta de que Cerbero estaba a su lado. Era un animal muy bonito y cariñoso, pero seguramente tendría un problema, en muchas regiones de España, los perros tienen que llevar un chip identificativo, lo solían poner en una oreja y si no en un lateral del cuello, es del tamaño de un grano de arroz y como está en la epidermis, con tacto se puede localizar. Llamó al perro, que vino solícito, lo cogió en brazos y no localizó en las orejas, palpó por el cuello y después de varios intentos, lo encontró en el lado izquierdo. Localizó en un cajón al lado del timón un cúter que llevaba y con la punta de éste y con gran destreza, con una pequeñísima incisión le extrajo el chip, el animalito dio un pequeño gruñido, Ricardo puso un algodón con alcohol y le limpió la herida que no llegó ni a sangrar. Tiró el chip por la borda y se rió pensando si se lo tragaba un pez.
La navegación era tranquila, cuando a eso de las siete de la tarde ya había cogido rumbo NE  hacia Córcega, bajó al camarote grande, abrió el baúl, sacó el dinero y lo distribuyó envueltos en  tres bolsas de plástico, las selló con cinta aislante y las escondió pegándolas en el suelo, por debajo, de los tres camarotes de popa, cada una en uno, cogió el maletín pequeño y lo metió en el baúl, este con gran esfuerzo, lo subió a cubierta, hizo un repaso por todo el camarote de cualquier resto del paso de la pareja e incluso limpió con un paño cualquier huella que hubiesen podido dejar. Una vez en cubierta, con un taladro de batería, buscó en el arcón de las herramientas una broca tipo corona, de unos 30 centímetros hizo varios agujeros por todos los lados del baúl, luego cortó unos treinta metros del cadenote del ancla de popa, es decir, unos cincuenta kilos de peso, y lo metió dentro. Luego lo tiró al agua en un sitio que las cartas marcan unos mil ochocientos metros de profundidad, le pasó un cabo por las asas, por poderlo recuperar si no se hundía, entró el agua por los agujeros y con el peso de la ropa mojada y el cadenote, se sumergió por completo, soltó uno de los extremos del cabo y estiró del otro hasta recuperarlo.
El resto del día Ricardo lo pasó oyendo la radio por si decían algo de la pareja que él estaba seguro que eran Lara y su novio, lo que más le extrañaba, era las fechas de los pasaportes, parecía como si quisieran entrar en Túnez sin que nadie lo supiese, ¿Y por qué llevaban tanto dinero? ¿Serían delincuentes o traficantes? A Ricardo se le pusieron los bellos de punta, tembló pensando que si el dinero era de la droga, esa gente no se andaba con chiquitas y lo localizarían en el fin del mundo.
Ya había entrado la noche, conectó el radar al piloto automático y la alarma por si daba alguna cabezada, aunque cuando viajaba en solitario dormía en cubierta, al costado del timón. Dio de comer a Cerbero y éste no quiso, incluso le gruñó, se acordaba quizás del corte para quitarle el chip. A la media hora el perro empezó a gruñir a comportarse de una manera extraña, se fue al salón y se quedó allí, no había probado bocado ni bebido agua, seguía gruñendo, cada vez más fuerte. Al fin salió por el horizonte la luna llena y Ricardo entró al salón a buscar tabaco y a prepararse un whisky, no tuvo ni tiempo de entrar, lo que vio le hizo orinarse en los pantalones, una figura monstruosa saltó sobre él, tenía forma de perro, pero de más de un metro de alto, con tres cabezas con unos dientes de más de cuatro centímetros en unas encías rojas como la sangre, una espuma espesa le salía de entre los dientes, en el color del pelo y la pechera eran como Cerbero, las orejas iguales pero más grandes Ricardo saltó hacia atrás y esquivó el primer ataque, luego corrió hacia las escaletas laterales que subían al palo mayor, cuando ya subía, notó como una de las bocas había lanzado un mordisco sobre su pierna izquierda a la altura del gemelo, el traje de agua que se había puesto para evitar la humedad de la noche le salvó de una dentellada y solamente le había clavado un colmillo, esto le hizo correr más y trepar varios metros, al fin se vio a salvo, la fiera gruñía por sus tres bocas, incluso hubo un momento que una cabeza atacó a la del otro costado. Ricardo temblaba y sudaba a la vez, no había visto monstruo más raro en su vida, luego empezaron a pasar imágenes por su mente, de repente le vino una y ya no se borró, estampas de la mitología, un nombre se asoció a la imagen, Cancerbero, el guardián de la puerta de los infiernos. Rezó y rezó para que no pudiese llegar hasta él, estaba ya más arriba de la mitad de mástil, buscó y encontró el cinturón del pantalón que llevaba debajo, con él se sujetó al mástil, los pies le reposaban sobre una cruceta del mástil, esperaba que no soplase más viento que la pequeña brisa que había por que le podría poner en peligro. Suerte que era la noche más corta del año y pronto amanecería. Hombre, pensó, había oído hablar varias veces de la rueda de santa Catalina, un fenómeno que se veía al amanecer del día 24 de Junio, Si era verdad hoy tendría ocasión de verla.
Cuando iba llegando el amanecer, la bestia parecía calmarse, cuando salió el sol, en un amanecer que le pareció a Ricardo el más radiante, comprobó que la bestia iba disminuyendo de tamaño, al igual que sus tres cabezas. Cuando el sol calentó la banda de estribor del barco, el perro había recobrado su tamaño y estado natural y estaba llorando a los pies del mástil.
Ricardo había sacado sus conclusiones, la noche anterior, Lara y su novio habrían sacado a Cerbero a pasear, se encontraron en la cala al lado de Ciudadela con que salía la luna llena y la fiera se abalanzó sobre ellos y organizó la matanza de los dos chicos, luego se retiraría a cualquier rincón y por la mañana volvió al barco.
Ricardo pensó, había visto la luna llena esta noche por segunda vez, todavía quedaban noches con luna llena, bajó con sumo cuidado y vio que el animalito se le acercaba, lo cogió en brazos, no sabía si tenía culpa de nada, pero se fue a sotavento y sin que se diera cuenta lo tiró al agua lo más fuerte que pudo. Vio como no hacía por nadar, se quedó estático a flor de agua y con la cabeza fuera, no hizo ningún movimiento, se diría que sabía que todo movimiento que hiciese terminaría agotándolo. En cinco minutos ya no se veía. Ricardo cambió de rumbo, ya no hacía falta esconderse tanto, sabía cómo había sido la desaparición y nadie podía relacionar a los chicos con él, viró al W, iría a la Costa Brava, allí decidiría el nuevo destino. Cogió el botiquín y se desinfectó la pierna y la curó, luego le puso un vendaje y se dispuso a prepararse una abundante comida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario