He abierto un correo para que todo aquel que quiera enviarme algún relato o simplemente desee saludarme y no quiera entrar en espacio de comentarios de cada publicación.
lashistoriasdelbuho@hotmail.com
Hoy además quiero saludar a un nuevo lector incorporado a este blog desde Bielorusia.
Y ahora....
EL EXTRAÑO CASO DE F.N.B.
Pedro Fuentes
CAPITULO III
Ya en Madrid, lo convencimos para que se alojara en casa de un amigo y colaborador nuestro que utilizaría la técnica de hipnotismo para hacer una regresión y averiguar si se podía qué había ocurrido.
Las secciones de hipnotismo eran muy largas pero bastante espaciadas unas de otras para evitar cansar a Fernando y al hipnotizador.
Lo primero que conseguimos fue una descripción de lo ocurrido cuando las visión.
Paré el 600 en la zona que estuvimos el otro día, la noche era muy oscura, por eso no apagué las luces del coche cuando me alejé un par de metros mientras me preparaba para orinar, cuando ya terminaba me vinieron un par de temblores, la noche era muy fría, 8 ó 10 grados bajo cero, miré al cielo despejado, de pronto vi como se movía una estrella bastante grande, no era una fugaz, además no dejaba rastro, un escalofrío me recorrió la espalda y pensé en las gentes de los pueblos cercanos que decían que allí se veían luces.
Todo ocurrió muy rápido, con la luz cegadora miré al coche y las luces estaban apagadas, el motor del coche no lo sé, porque el zumbido de aquello no me dejaba oír otra cosa, llegó hasta casi el suelo, pero no se posó, se sujetaba como por tres patas de humo como un metro sobre el suelo, era como dos platos soperos unidos por el borde, parecía color metálico pero no puedo asegura que lo fuese por la luz que parecía desprender todo él, por la parte más estrecha, y por arriba y abajo tenía luces blancas, verdes y rojas que giraban vertiginosamente,
De pronto, en el lado que daba hacia mi se abrió como una puerta, hacia abajo con escaleras y hacia arriba totalmente lisa y blanca, yo estaba petrificado, no podía moverme ni gritar ni nada, soy valiente pero hubiese salido corriendo como alma que lleva el diablo,
Del interior vi como salían unos como seres a dos patas, de unos dos metros, con los brazos muy largos, plateados, pero era lisos, completamente lisos, no tenían nariz, ni orejas, a la altura de los ojos eran como los de las serpientes, estaban como debajo de la piel, eran pequeños y redondos.
O llevaban un mono que les cubría todo el cuerpo, sin ningún bolsillo ni abertura ni nada o iban completamente desnudos pero sin “nada”, los pies eran anchos por delante y estrechos por detrás, como los patos, no parecían andar sino deslizarse.
El primero que llegó a mi, acercó su mano, solo le vi cuatro dedos, pero eran como tubos y luces verdes en su extremo, me tocó con uno en el cuello, donde tengo la cicatriz y noté como si me perforase, a partir de ahí, perdí totalmente el conocimiento, pero no caí, entre los dos me cogieron por los sobacos y los tobillos como si fuese una pluma, mi cuerpo estaba rígido, a partir de ahí, no recuerdo nada, era como cuando me operaron de apendicitis, solamente notaba como si me pusiesen tubos o quizás fuesen los dedos, sé que me hablaron y los entendía, les contestaba sin hablar, no sé lo que decía pero si que no podía esconder nada.
Cuando desperté no sabía qué me pasaba, fue como cuando sales de la anestesia, pero no tenía ni ganas de devolver ni de otra cosa, me costaba andar como cuando te despiertas después de dormir muchas horas, pero sentía dentro como paz, tranquilidad, no estaba asustado, solamente pensaba en coger mi coche y marcharme.
Hasta aquí fue la primera sección de hipnotismo, decidimos dejarlo descansar y nos fuimos a comer y luego por la tarde fuimos a recorrer un poco de Madrid y por la noche, después de cenar llevamos a Fernando a una sala de fiestas, nos interesaba verlo en algún sitio alegre y divertido, a veces se entera uno de más cosas así que en la consulta.
Nada, era una persona seria, según los amigos con los que hablamos en Ayerbe, desde los sucesos ocurridos, era otra persona, intentamos que se divirtiera, que bebiera, incluso que bailara con una de nuestras colaboradoras, no hubo forma, incluso nos pidió retirarse temprano para seguir al día siguiente con los estudios.
Ya no hubo forma de poder sacar nada más, parecía totalmente como si después de la primera pérdida de conciencia, hubiese entrado en otra más profunda, recordaba solamente luces, grandes luces que le hacían daño a los ojos, no oía nada, solamente la sensación de que una música suave y adormecedora le invadía todo el cuerpo.
A los diez días, desistimos de seguir analizándolo, todo era normal, solamente aquel pequeño índice de radiación, que sería normal si lo hubiesen sometido en los últimos días a varias radiografías, cosa que al parecer no ocurrió.
La cicatriz que tenía en el cuello parecía antigua salvo una pequeña inflamación. Nada extraño, salvo lo contado y la pérdida de memoria que sufrió durante diez días que no podía recordar.
Por los casos ocurridos de los que nosotros teníamos constancia, eran muy similares y siempre o casi siempre, al cabo de unos meses o años habían empezado a tener flashes de imágenes o recuerdos y al someterlos a otra sección de regresión se averiguaba algo más.
Decidimos acompañarlo al pueblo, fuimos de nuevo Julián con él en el 600 y yo con mi Renault Dauphine color crema, queríamos hacer unas fotos sobre el terreno, porque muchas de las que hicimos en el campo, por una extraña circunstancia, estaban veladas.
A los dos días volvimos a Madrid y nos reunimos todo el equipo de la revista que editábamos sobre estos temas, hicimos un pequeño reportaje y lo publicamos con el título de “El extraño caso de Fernando N.F.” Omitimos la situación geográfica y algunos detalles para evitar que otros estudiosos nos fuesen a pisar el caso. Habíamos hablado con Fernando sobre este tema y nos aseguró que no lo comentaría con otros medios, esperaríamos unos meses para intentar seguir con las regresiones.
MR. HYDE Y EL DR. JEKYLL
Pedro Fuentes
El gato de Luisa, Mini, era un gato tranquilo, como todos los gatos, le gustaba jugar con cualquier cosa o más bien practicaba en un piso su instinto de caza, una pelota era el más divertido de los ratones, solamente había que tocarlo un poquito para que echase a correr y saltar sobre él y cazarlo, un moscardón volando era ejercicio para toda una mañana, cuando estaba solo, porque su ama estaba trabajando y él era el dueño de toda la casa, cuando se cansaba iba a la cocina, bebía un poco de agua, comía algo de pienso si tenía hambre y luego era la hora de que diera el sol en el sofá, allí se echaba a dormitar hasta que se aburría o un moscardón le pasaba cerca con su zumbido.
Un día, ya avanzada la primavera, se dio cuenta de que en la cocina, la puerta del pequeño balcón que había estaba abierta, salió fuera y vio que desde allí con un pequeño salto, podía pasar, a través de una pequeña cornisa a una terraza llena de plantas y pajarillos que se acercaban, un paraíso, allí era totalmente feliz, además, con tantas macetas, el sitio ideal para hacer sus necesidades, sin tener que recurrir a aquel cajón lleno de arena y mal oliente que tenía en su casa.
Cada mañana, cuando su ama se iba y no oía ningún ruido en los pisos de al lado, cuando el sol empezaba a dar, hacía la excursión diaria hasta la terraza nueva, allí estaba hasta que presentía, con ese sexto sentido que tienen los gatos, que su ama estaba al llegar, cruzaba la cornisa y entraba a la casa justo para salir de la cocina y saludar a su dueña.
Luisa que no sabía de las escapadas de Mini, se fue dando cuenta de que el animalito cada día estaba más contento, además, le seguía a todos lados, cuando se ponía en la mesa a comer, Mini no paraba de arrastrarse y refregarse por entre su piernas maullando y runruneando. Los días siguientes saltaba hasta el sofá, de allí pasaba hasta un sillón, corría como un loco hacia su pelota y la perseguía.
Un día persiguiendo una mosca, se subió encima de la mesa, cosa que jamás había hecho y no se le metió en el plato de Luisa de milagro, luego saltó detrás de la mosca y no se estrelló contra el cristal de la puerta del balcón de casualidad.
Al cabo de unos días Luisa empezó a preocuparse, se dio cuenta de que Mini comía poco de su pienso y estaba algo más delgado, pensó que sería debido al ejercicio que hacía. Además, alguna vez vio que Mini no coordinaba sus movimientos, iba andando y saltaba sobre sus cuatro patas a la vez como si tuviese hipo.
Se dedicó a estudiarlo, intentaba fijarse en lo que hacía, alguna vez lo encontró en el pasillo apoyado a la pared, llegó a pensar que estaba borracho. Se recorrió toda la casa buscando cualquier bebida, o algo que comiese, incluido detergente, nada, no dejó nada a su alcance, luego por la noche dormía como un vendito, tenía la costumbre de echarse a los pies de la cama e incluso si hacía frío se metía debajo del edredón, estas costumbres no las cambió, pero de vez en cuando le notaba un sueño agitado, como si tuviese pesadillas.
Cuando llegó el primer fin de semana y no tuvo que ir a trabajar, el animal hizo una vida totalmente normal, jugaba lo normal, se tumbaba en el sofá a dormitar, si Luisa se sentaba a ver la televisión se acurrucaba en su regazo, era el gato equilibrado de siempre, era un gato feliz.
Pero llegó el lunes y a las tres y cuarto de la tarde, cuando Luisa llegó de trabajar, Mini había vuelto a las andadas parecía Mr. Hyde y el Dr. Jekyll.
No se lo pensó más, preparó el transportín, metió a Mini dentro, con muchísimo trabajo, cosa extraña porque era un animal muy dócil y esa vez terminó con las manos y muñecas llenas de arañazos, cogió el coche y se fue al veterinario.
Después de un rato de espera en una salita, Mini pareció irse calmando, luego pasó a la consulta con el veterinario.
Luisa le contó el extraño comportamiento del gato y mientras tanto colocó la jaula encima de la mesa, el veterinario abrió la puerta y sacó al minino, cuando el animal se vio en sus manos, se dio cuenta de quién mandaba allí y le runruneó.
Después de un breve análisis visual dijo: Este gato ha comido algo extraño, tiene las pupilas dilatadísimas y los latidos de su corazón son muy rápidos pese a su aparente estado de tranquilidad, ¿Puede ser que haya algo a su alcance que coma sin que usted se de cuenta?
Eso pensé al principio, recogí y guardé todo aquello que no fuese su agua y su comida, no hay nada comestible ni parecido a su alcance, todo está guardado en sitios que él no puede abrir.
¿Y dice que solamente le pasa de lunes a viernes cuando está solo?
Si, cuando llego a casa está como una moto, luego se va tranquilizando y se queda tranquilo, salvo de noche que parece que sueñe y dormido y todo pega unos votes tremendos, como si se asustase.
Los fines de semana ¿Está tranquilo?
Si, lo normal, juega con su pelota, me sigue por la casa, intenta jugar con el mocho si friego, luego se tumba en el sofá y allí pasa el día tan tranquilo, como siempre ha hecho desde que dejó de ser cachorro.
Pues yo no le veo nada anormal salvo lo que le he dicho, le voy a dar un jarabe que es más bien un tranquilizante y purgante, sería conveniente que si vomita recogiese los desechos y me los traiga para analizarlos. De todas formas, intente controlar lo que hace.
Luisa a la vuelta hacia casa iba pensando en lo que le había dicho el veterinario, no podía imaginar qué le pasaba a Mini, pero de pronto le vino una idea a la cabeza, su amigo Damián llevaba por lo menos un mes dándole la paliza con lo que estaba vendiendo. Damián era un comercial con agencia propia, representaba varios productos, de hecho cuando una fábrica quería introducir un producto en el mercado, recurría a agencias de distribución como la suya y últimamente tenía la exclusiva de un vigilante electrónico para las casas, como alarma o control de interiores de casa.
Cuando llegó a casa llamó a su amigo Damián y le contó lo que le estaba pasando con el gato pero tampoco quería gastarse ningún dinero más solamente por controlar al gato.
Damián se comportó como un buen amigo y le dijo que aquel fin de semana le instalaría un equipo como si fuese de prueba.
Aquella semana Mini siguió con sus costumbres, vomitó un par de veces pero la primera era la clásica bola de pelo y la siguiente jugos gástricos, Luisa los recogió y se los llevó al veterinario que le dijo que tendría que esperar semana y media.
El sábado a media mañana llegó Damián con una serie de mini cámaras y un receptor tipo vídeo, se pasó el resto de la mañana instalándolas, una en el salón, otra en el pasillo, otra en la habitación grande, otra en la pequeña, una en la cocina y otra en el cuarto de baño, cuando terminó las sintonizo en el receptor y las probaron con el televisor. Era justo la hora de comer y a Luisa le tocó invitar a Damián a comer.
Salieron dejando todo montado y fueron a un restaurante del barrio. Luego volvieron a la casa y comprobaron los movimientos del gato, no pasó nada raro, las cámaras funcionaron correctamente cuando el gato se ponía en la zona de grabación, pero Mini no hizo ningún movimiento extraño ni comió nada que no fuese su comida.
El lunes Luisa conectó las cámaras y se fue al trabajo, durante todo el fin de semana el gato pasó por un gato modelo.
Cuando el lunes a las tres y media llegó Luisa el minino le salió a recibir con aquella cara alegre y feliz de los días de entre semana. Su dueña lo saludó y se fue a conectar la televisión para ver la filmación.
Allí se enteró de parte de la doble vida de Mini, le perdió de vista a la media hora de salir ella, vio como se iba a la terraza de la cocina y desaparecía por el lado derecho y volvía a entrar un cuarto de hora antes de llegar ella y totalmente convertido en Mr Hyde.
Así fue durante toda la semana, el sábado volvió a la serena vida del hogar. Luisa por más que miraba, no sabía qué hacía el gato, porque el punto de la terraza donde saltaba era un ángulo muerto, tendría que llamar a Damián para cambiar alguna cámara. Estaba en esto cuando sonó el timbre del piso, salió a abrir y se encontró con un chico joven, su vecino.
Luisa, ¿Sabes que he encontrado las macetas de mi terraza llenas de caca de gato y un olor apestoso a meados de tu animalito?
No puede ser, si Mini no sale de casa sino para ir al veterinario.
Pues de alguna forma lo hace, ¿Quieres pasar a verlo?
Entraron los dos en el piso de enfrente y ya en el balcón vio Luisa lo que le decía el vecino y desde allí se veía mejor la cornisa. Pero había algo más, en un rincón del balcón Luisa vio unas plantas medio comidas y le dijo ¿Esto también ha sido él?
¡La madre que lo parió! Dijo el vecino, ¡Se me ha comido la mariguana
FIN
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