Y ahora.........
¿DÓNDE ESTÁS, AMOR?
Capítulo IV
Pedro Fuentes
El martes, que por casualidad era además trece, a las cuatro y media de la tarde se reunieron las cuatro amigas en casa de Carmiña, primero tomaron café y luego pasaron a una habitación pequeña, oscura, iluminada por una docena de velas, en medio una mesa redonda, tipo camilla y encima el tablero de la “ouija”, al lado un vaso pequeño, de los usados para ron en los bares. En el techo, encima de la mesa un espejo circular reflejaba las luces de las velas. En una especie de trinchante que había en la pared del fondo se encontraba extendida la camiseta de Canillo, el delantero centro del Mensajero, alrededor varias imágenes y un cuadro con una foto del difunto Federico flanqueada por dos velas rojas.
Entraron las cuatro amigas y se sentaron alrededor de la mesa en cuatro sillas que a tal fin se encontraban allí.
Mientras os acostumbráis a la penumbra, os vuelvo a repetir que todas las preguntas las haré yo, ya las tengo preparadas para que sean breves y concisas. No os asustéis, no pasa nada, no habléis ni gritéis porque podemos enfadar a los espíritus y entonces la podrían tomar con nosotras y castigarnos. Tú, Aurora te sentarás a mi derecha, pondremos el dedo índice de la mano derecha encima del vaso invertido, tocando cada una con la punta el culo del vaso. Con la mano izquierda, abierta tocareis con los dedos índice y corazón el tablero hacia el centro de la mesa procurando que no se mueva.
Este tablero lo conseguí en Galicia, perteneció a una buena mujer que murió quemada en la hoguera porque la acusaron de bruja. Dijo Carmiña y continuó: si no hay ninguna duda poned vuestras manos como os he dicho y empezaremos.
¿Estamos todas tranquilas?
Las cuatro asintieron con la cabeza.
¿Estamos relajadas?
Nuevamente asintieron.
Sabéis que estamos aquí para invocar el espíritu de Federico o de algún amigo que nos pueda informar.
¡Yo te invoco Federico para que te acerques!
¡Federico! ¿Estás aquí?
Nada pasó, Aurora repitió por tres veces la pregunta y no pasó nada.
¡Yo te invoco a ti, espíritu desconocido para que me informes de Federico!
La llama de varias velas se movieron impulsadas por una corriente de aire frío que giró en redondo sobre las cabezas de las cuatro mujeres.
¿Hay alguien aquí? Preguntó Carmiña.
El vaso movido como por un resorte se desplazó hacia el ángulo superior derecho donde podía leerse “SI”
¿Eres amigo?
El vaso giró sobre sí mismo sin moverse del “SI”
¿Eres Federico?
Ahora el vaso se desplazó al extremo inferior izquierdo donde ponía “NO”
¿Conoces a Federico?
El vaso volvió al “SI”
¿Lo has visto recientemente?
“SI”
¿Está cerca?
“SI”
¿Podrá venir?
“NO”
¿Podremos verlo pronto?
“SI”
¿Dónde?
El vaso pareció volverse loco yendo de letra en letra: C I R C O D E M A R T E R I Ñ A D E G A L L O S
¿Cuando?
Nuevamente el vaso empezó el baile: D O M I N G O 1 8 T A R D E
¿Cómo lo veremos?
E L O S V E R A. Comunicó el vaso y siguió: L L E V A C A M I S E T A C A N I L L O.
Carmiña le preguntó nuevamente. ¿Está bien?
El vaso ya no se movió.
¿Te has marchado?
Nada, ningún movimiento del vaso.
¡Chicas! Esto se ha terminado.
Se levantaron de la mesa y salieron de la habitación, Aurora lloraba sobre la camiseta de Canillo.
Carmiña sirvió agua fría para todas y se pusieron a organizar el domingo y a pensar qué le dirían al marido las dos casadas.
Las cuatro mujeres llegaron al Circo de Marte el domingo a las cuatro de la tarde, todas llevaban gafas de sol y procuraban pasar desapercibidas y que nadie las conociese. Pidieron un palco y allí medio se escondieron, pusieron a Aurora delante con su camiseta de Canillo y esperaron.
Empezaron las peleas, nadie parecía mirar a los palcos, en esto la puerta se abrió y asomó un hombre que se le notaba algo bebido.
Perdón, me he equivocado, buscaba el lavabo.
En ese momento ya empezaba la quinta riña, pesaron a los gallos, les echaron unas gotas de limón en los laterales de los picos, los azuzaron el uno contra el otro y a la señal del árbitro los soltaron, el uno blanco y de nombre Tenisqueño, el otro colorado y por nombre Brutus. Al primer picotazo de Brutus, Tenisqueño debió pensar que más valía vivir sin honra que morir desangrado y pegó un salto y un revoloteo y fue a caer en la falda de Aurora.
Aurora gritó: ¡Federico, amor mío, has vuelto!.
FIN
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