Espero que os agrade esta nueva historia.
Y ahora...........
EL AFILADOR
Pedro Fuentes
CAPITULO III
A la mañana siguientes, cuando salí a pasear al perro, de dirigí sin dudarlo hacia el puerto, allí me encontré con las personas de siempre, todos hablaban de lo mismo, decían los periódicos que la mujer asesinada, por lo visto era de la población. Al conocerse que era uno de los dos que se encontraron el cadáver, todo el mundo me preguntaba, al final, me marché de allí asqueado por lo macabro de las preguntas y el querer saber de los detalles.
Nuevamente me encontré con Rodolfo y el mastín amigos de Trouvé y mío. Ninguno de los dos, Rodolfo y yo, queríamos volver al río.
Recorrimos el camino comentando lo pasado, Rodolfo estaba un poco indignado, no le había gustado la actitud de la policía, habiendo querido colaborar con ellos, se había sentido acosado por la policía, como se fuese un sospechoso.
¡Che! ¡No querían que leyese la declaración! Me dijo en su acento porteño.
No te preocupes, son formas de hablar, no pasa nada, a mí también me lo hicieron y le contesté y le dije que si no le gustaba que viniese su jefe.
Ya a la vuelta, en el quiosco de periódicos de casa compre el periódico y me fui al apartamento a leerlo.
La prensa no contaba gran cosa, habían identificado a la víctima, era una mujer de mediana edad, le estaban haciendo la autopsia pero no se sabían más detalles, solamente que parecía que había un sospechoso al que estaban interrogando.
Al parecer se estaba esperando a un grupo de la policía científica que llegaría de Madrid, lo que daba veracidad a rumores de que había habido tres casos similares en la provincia pero que se habían acallado por no sembrar el terror entre la población.
Aquella tarde, a eso de las cinco, recibí una llamada telefónica.
¡Sí! ¿Quién es? Contesté
¿Ricardo? Hola, soy José Miguel ¿Te acuerdas de mí? Del caso de “La misteriosa dama de negro”
Estoy en la policía científica y he venido para investigar el caso de “El afilador” y al ver tu nombre relacionado, me gustaría hablar contigo ¿Puedo verte esta tarde? Nada oficial, ¿Puedo acercarme a tu apartamento?
Desde luego, ¿A qué hora vendrás? Además estaré encantado de saludarte.
Vale, te espero en una hora.
A la hora en punto llegó José Miguel, Trouvé pareció conocerle y se lanzó hacia él.
Le saludé como a un viejo camarada y después le ofrecí un café y un whisky que no despreció.
Nos sentamos en sendos sillones, uno frente al otro, encendimos unos cigarrillos, nos contamos las últimas novedades sobre nuestras vidas y brindamos con el alcohol.
El caso es que ya estaba un poco arto de la antiterrorista y conseguí meterme en la científica, una especie de CSI pero con menos medios y más modesta, vamos a la española.
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