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lunes, 30 de noviembre de 2015
1 + 13 Relatos
Ya está a la venta el Tomo I de "Las historias del búho" se vende a través de Internet, su precio son 15 € más los gastos de envío y se puede solicitar a Editorial BUBOK al siguiente enlace:
viernes, 27 de noviembre de 2015
ASALTO AL CAMION (Yo confieso)
YO CONFIESO
Asalto al camión
Como decía Francisco Umbral, “Iba a
por el pan” y delante de mi casa había un camión aparcado, de él dos hombres
con mono descargaban unas cajas de tabaco, dejaban abierto el camión y
marchaban a un estanco, a unos cien metros, como dejaron abierto vi que iba
cargado hasta los topes.
Compré el pan, pasé otra vez por el
camión seguían descargando, me paré en una esquina como si estuviese
esperando, incluso consulté para despistar, dos veces el reloj que no llevo,
terminaron de descargar, subieron a la cabina y se marcharon, subí a casa,
eran las diez y media en el reloj de pared, me preparé un bocadillo de jamón
y una cerveza y me fui al ordenador.
Terminé el relato antes que el
bocadillo.
Pensé menos mal que soy una persona
decente y no me dedico al crimen.
RELATO
ASALTO AL CAMION
Pedro Fuentes
CAPITULO
I
Eulogio caminaba por una calle de una pequeña capital
de provincias cuando se paró en un semáforo en rojo.
Al otro lado de la calle
aparcado había un camión de gran tamaño con cabeza tractora.
Paró un momento con el pretexto
de encender un cigarrillo y mientras tanto observaba como dos personas, el
conductor y otro hombre descargaban cajas
y las ponían en sendos carros de mano, luego, entornando la portezuela
del camión, con las carretillas se dirigieron a la acera de enfrente donde le
estaba esperando un hombre, dueño de un estanco.
Descargaron y volvieron para hacer dos viajes
más, Eulogio se dio cuenta de que el camión iba hasta los topes.
Como vivía cerca de allí, se
dedicó a vigilar, una vez por semana, siempre los lunes, aparecía el vehículo,
cuando ya controló eso, un lunes se preparó y siguiendo al camión hizo toda la
ruta y terminaron en el local de destino, cuando tuvo todo, calculó la hora de
salida y se dedicó a esperar al camión a las horas de salida del local de
distribución de la empresa tabacalera.
Vio que allí llegaban martes y
jueves grandes camiones cargados de cajas, luego, de lunes a viernes salía el
otro camión y hacía cada día una ruta diferente. Los lunes pasaba por su
población y repartía en todos los estancos, luego iba a otras diez poblaciones
más y hacía la misma operación, pero invariablemente empezaba enfrente de su
casa.
Eulogio midió el camión, midió
las cajas, sabía lo que medían los cartones y los paquetes, un camión de aquellos
podía rendir neto, a mitad de precio, 1,8 millones de €.
Una vez planeado todo hasta el
último detalle, se decidió a llamar a los que serían sus colaboradores, dos,
Fermín y Gaspar, que no se conocían entre sí,
dos individuos que andaban siempre a salto de mata, vividores a base de
chanchullos y pequeños hurtos y fraudes, pero poco conocidos y no fichados,
obedientes y buenos “trabajadores” pero que necesitaban alguien que les
mandasen.
Bueno, les dijo cuando los
reunió en otra provincia, el un hostal de carretera a donde fueron llegando los
tres por separados y se inscribieron con nombres falsos.
A partir de ahora somos “A”,
tu, “B”, tu, y yo “C”. Os voy a explicar
la operación, pero paso por paso, hasta no haber realizado una parte no sabréis
la segunda y así hasta terminar.
Vais a recibir 400.000 € para
los dos, yo me encargaré de los gastos y la distribución del producto, de hecho
ya está apalabrado. Cobrareis dos semanas después de la operación, no hay
armas, solamente tres pistolas, una de fogueo y dos de imitación, no tiene que
haber violencia de ningún tipo.
El golpe se realizará el lunes
28, para lo cual, el domingo por la tarde estaréis concentrados en vuestras
casas, a las diez de la noche. Sabréis que al día siguiente os llamaré por teléfono a las cuatro de la mañana
y os diré:
Dentro de media hora en tal
sitio, tendréis tiempo de llegar, iremos “B” y “C” en un coche, tú, “A” anteriormente,
te avisaré y ese día tendrás que llevar una tractora que previamente yo dejaré
en un sitio donde tú la recogerás y la
llevarás donde te diga, esperarás allí a
nuestra llegada en un camión, desengancharemos la caja y nos iremos con la
tractora y el botín, en el camión llevaremos a dos rehenes a los que dormiremos
y dejaremos en su tractora durante tres o cuatro horas drogados, cuando
despierten habremos desaparecido del todo.
Los detalles los iréis
conociendo en su momento.
Cualquier cosa que digamos será
escueta y sin identificarnos, en el momento oportuno os daré una careta a cada
uno.
Ahora marcharemos cada uno por
su lado hasta la llamada el domingo 27. Mientras tanto, nada de meteros en
jaleos ni comentar nada con nadie, ni con vuestras parejas, procurad que no se
os vea.
Y recordad que por nuestra
seguridad, lo mejor que puede pasar es que no nos conozcamos entre nosotros y
que nadie nos relacione juntos, las caretas llevarán en la frente una gran
letra que nos indicarán quienes somos.
Ahora marchemos cada uno a su
lado y no nos veremos hasta el momento que os avise, ya sabéis que no me conocéis
sino de vista, pero si queremos que salga perfecto todo, tenemos que confiar en
nosotros mismos, de la misma forma, cuando repartamos los beneficios, os
aconsejo que no hagáis ningún gasto hasta pasado por lo menos seis meses y
luego ir sacando el dinero poco a poco. Por ahí es por donde suelen caer todos,
así que si queremos dar el golpe de nuestras vidas, tenemos que ser prudentes.
CAPITULO
II
El día 27, por la noche, a la
hora fijada, Eulogio llamó por teléfono a sus compinches “A” y “B”, quedaron
para el día siguiente a las cuatro de la madrugada para la siguiente llamada y
quedar en dos puntos donde los recogería.
Pasó con un pequeño utilitario
blanco que había alquilado una semana antes con nombre falso por quince días.
Una vez recogidos a los
colaboradores, le dio un mono azul a cada uno, igual al que él llevaba, también
unas caretas iguales, las cuales llevaban una A y una B en la frente.
Recorridos unos 2 kilómetros,
paró el coche e hizo bajar a “A”, le dio un sobre y unas llaves de una tractora
que había aparcada en un parquin de camiones, solamente le dijo:
“A”, coge este camión y
trasládalo al sitio de reunión que te indicará el GPS que llevas en el sobre,
cuando llegues, verás un pajar abandonado, déjalo detrás.
Espéranos allí unas dos horas,
si pasase algo, o te llamaré al móvil que va en el sobre o si es imposible, a
las tres horas y media desapareces después de incendiar el camión y todo lo del
sobre, careta y mono con la garrafa que llevas en la caja de herramientas de la
tractora, coges una bicicleta que hay en el pajar y te vas tranquilamente hasta
el pueblo más cercano, allí coges el tren y no te dejas ver en quince días.
Una vez hecho esto, cogió el
coche y junto con “B” marcharos, por el retrovisor vio como salía el camión del
aparcamiento.
Se dirigieron al primer pueblo
donde llegaría el camión de reparto, aparcaron lejos de donde aparcaría el
camión, en una calle que se podía aparcar sin levantar sospechas y marcharon a
pie.
Se pararon en la acera como
quien está esperando que vengan a recogerlos
para marchar a trabajar, cosa que parecía que hiciesen cada día por las
manchas de los monos.
Cuando llegó el camión, el
chofer y el operario bajaron y abrieron el portón trasero, en ese momento “B” y
“C” se pusieron las caretas y “C” con la pistola de fogueo encañonó a los
hombres y los hicieron subir a la caja.
“C” sacó un estuche del bolsillo
y mientras “B” les ponía unas esposas y
cinta americana en la boca.
Del estuche sacó dos
jeringuillas y pausadamente les dijo, os voy a poner una inyección para que
durmáis unas horas, así no os pasará nada y podréis conservar la vida.
Mientras “C” hacía esto, “B”
entró en la cabina, enchufó un GPS que llevaba en otro sobre como el de “A”,
luego conectó un des inhibidor para el GPS localizador que llevaba el camión y
se puso en marcha.
No habían pasado ni dos minutos.
Tres cuartos de hora después, el
camión llegó al pajar abandonado, en cuestión de minutos cambiaron la tractora,
mientras “A” y “C” hacían el cambio, “B” cambió las matrículas y puso a la caja
las mismas falsas que a la tractora que les esperaba.
Los tres en colaboración,
cogieron el royo de plástico adhesivo que llevaban en el que había un anuncio
de transportista y los pegaron en la caja, en los laterales.
Trasladaron a los dos hombres
dormidos a la tractora de reparto y metieron ésta en el pajar. “C” les volvió a
pinchar para que durmiesen cinco o seis horas más y en menos de 15 minutos
desaparecieron en el camión después retirar y destruirlos GPS, móviles, caretas,
monos e instrucciones con el ácido que llevaba “C” en la caja de herramientas
del camión.
Salieron a la carretera y
marcharon rumbo al puerto que distaba a unos 40 kilómetros viendo de no pasar
nunca de las velocidades marcadas y cumpliendo escrupulosamente el código de la
circulación.
Al entrar en la gran ciudad, dio
órdenes de que “A” bajase en un semáforo, tres paradas después dio la orden a
“B”.
“C” siguió veinte minutos más, en un polígono
anexo al puerto, alguien le abrió el portón de un local y entró con el camión, bajó de la cabina y casi sin decir ni
adiós marchó rumbo a la estación.
Volvió a la población donde
había dejado el coche de alquiler, lo cogió y marchó hasta el aeropuerto donde
lo devolvió alegando que tenía que volar al extranjero.
Por las noticias de la noche,
supo que los repartidores habían despertado bien, al cabo de seis horas, salvo
tremendos dolores de cabeza.
Se deshicieron de la cinta americana de la
boca, ya que una vez dormidos les habían sacado las esposas.
No pudieron usar los teléfonos
móviles porque le habían quitado las baterías, encontraron las llaves de la
tractora y la pusieron en marcha y salieron hacia el primer pueblo donde dieron
la voz de alarma, llegó la policía, no encontró huellas por ningún lado, el
camión junto con el cargamento de tabaco había desaparecido.
A los diez días una llamada le
comunicó que tenía el dinero en la consigna de la estación de ferrocarril de
una gran ciudad, la llave se la habían dejado en un sobre en el buzón de su
casa.
Al día siguiente, en su coche
marchó hasta la capital donde recogió el dinero, en una caja de seguridad que
había alquilado hacía varios meses, depositó todo el dinero salvo los dos
paquetes de 200.000 € para sus colaboradores.
Marchó al aeropuerto más cercano
y depositó las cantidades es sendas cajas de consigna, de la misma forma que a
él le hicieron llamó a “A” y “B” y les dio instrucciones para que recogieran
los paquetes en diferentes días y les volvió a hacer la recomendación de dejar
pasar mínimo seis meses y no sacar el dinero de golpe.
A los cinco días, a Eulogio se
le terminaron las vacaciones, volvió al trabajo a la mañana siguiente. Cuando
entró en el trabajo, en la puerta le saludaron.
Buenos días, señor
comisario, ¿Otra vez al trabajo?
FIN
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viernes, 20 de noviembre de 2015
LA BODA (Relatos palmeros)
Un nuevo RELATO PALMERO, "La boda". Este relato y el resto de los que componen la serie "Relatos Palmeros" se podrán seguir en el segundo tomo de "Las historias del búho" que saldrá a la venta el próximo año 2016.
miércoles, 18 de noviembre de 2015
LAS HISTORIAS DEL BUHO
El primer tomo de “LAS HISTORIAS DEL BÚHO”
Titulado “EL VIAJE” y 13 Relatos más, ya está a la venta.
Este volumen se puede comprar a través de
Internet en www.bubok.es y para mayor
información, en el enlace: http://www.bubok.es/libros/243574/La-misteriosa-dama-de-negro-y-13-relatos-mas
.
Este es el único medio de distribución.
El tiempo de espera son nueve (9) días más el que se necesite para el envío, suelen ser 48 horas.
El precio por ejemplar viene especificado en el
enlace.
Como veréis, llega a tiempo para poder hacer
un bonito regalo por Navidad y Reyes.
lunes, 16 de noviembre de 2015
LIBRO NUEVO
Está apunto de salir el libro "LA MISTERIOSA DAMA DE NEGRO Y TRECE RElATOS MÁS" Este libro es el primero de una trilogía del autor de este blog. Os iré informando de la forma para hacerse con él y el precio, mientras tanto, os mado una foto de la portada y contraportada.
viernes, 13 de noviembre de 2015
EL ENTIERRO (Relatos palmeros)
Un día más y un relato ya publicado en su día, pero ahora en la sección "YO CONFIESO", una pequeña explicación de qué fue lo que me llevó a escribirlo.
Y ahora.............
Y ahora.............
El Entierro
Este relato está incluido en el
capítulo de “Relatos Palmeros” esa tierra en la que nací y a la que llevo en mi
corazón pese a haber estado vagando por el mundo durante casi sesenta años.
Vivía yo en mi infancia en la calle
San Telmo, cerca de la Plaza de Santo domingo, donde me pasaba la mayor parte
de mis ratos libres jugando. Pues bien, tal como se cuenta en el relato, casi
todos los entierros pasaban por debajo de mi casa y los veía desde la ventana,
efectivamente, porque allí empezaba una pequeña subida o por costumbre, paraban
debajo de la ventana y rezaban un responso, el resto, la caída del ataúd y
demás es fruto de mi mente y de mi sentido del humor un poco macabro.
EL ENTIERRO
Pedro Fuentes
CAPITULO I
Hace ya
bastantes años, en el pueblo donde vivía, para ir al cementerio, había que
pasar por delante de mi casa.
Entonces un entierro era un acontecimiento social.
A veces, por
los acompañantes, sabías quién se había muerto, otras veías con quién se
hablaba o no el muerto, alguna vez vi a la viuda enlutada y llorosa siguiendo
al coche fúnebre y al final, medio a escondidas veías a “otra viuda” que
confirmaba el “vox pópuli”.
Otras te
dabas cuenta de que a partir de la tercera o cuarta fila, se contaban chistes,
si había sobrinos lejanos, llorando había herencia por medio, en fin, el balcón
de mi casa era toda una cátedra de observación y psicología del género humano.
La calle
empezaba una pequeña cuesta a partir de mi casa, con lo que teniendo en cuenta
que hasta el Camposanto había todavía unos 2.500 metros, era parada obligada
para coger aire y poder llegar arriba sin asfixiarse.
En aquellos
tiempos, había muy pocos coches, además era costumbre llevar el féretro en un coche fúnebre más o
menos elegante según el poderío económico y aparente de la familia.
Delante iba
un sacerdote, todos lo llevaban, hasta los ateos más recalcitrantes, acompañado
por un par de monaguillos, a veces más y si era un entierro de postín llevaba
tres curas, varios sacristanes y media docena de monaguillos.
Inmediatamente
detrás iba el coche, a continuación la viuda o el viudo, de estos hay menos
normalmente, y luego los familiares, por orden de mayor a menor grado, luego
los amigos o amigas y detrás los conocidos, empleados, sirvientes y ya los
curiosos y los “amigos de los entierros” u otros “familiares no reconocidos”
Yo era
entonces un crío, uno de esos críos callados, de mirada lánguida que parecía no
fijarse en nada, pero que oía y procesaba todo lo que entraba en su cerebro.
Muchas
veces, ahora, con mi madre, y mis hermanos mayores, soy yo el que se acuerda de
esos pequeños detalle e incluso, a mis años, he reconocido trastadas que
quedaron impunes por falta de culpable.
Con esto quiero decir lo que ya he dicho, un
entierro era un acontecimiento social digno de estudio.
Pero nada
tan importante como el entierro que os voy a contar. Viví de pequeño la primera
parte, la más importante, pero años más tarde, por mi manía de coleccionar
historias, para estar más documentado y ceñirme a los hechos, contacté uno de
los protagonistas principales y me contó su historia.
Cuando el
sacerdote y los dos monaguillos, pararon delante del balcón en el que yo
estaba, todo hacía presagiar un entierro normal, el sacerdote, como tenía por
costumbre, hacía la paradita para respirar y coger fuerzas para la cuesta, pero
aprovechaba el momento para pedirle a los monaguillos el acetre y el hisopo.
Con ellos se puso al lado derecho del coche
fúnebre, una plataforma con cuatro columnas que sujetaban el techo, que
terminaba a cuatro vientos y en el vértice central una especie de jarrón con un
penacho negro.
Mojó el
hisopo en el acetre del agua bendita y mientras recitaba un responso bendecía
el ataúd negro azabache.
Desde la
posición que yo estaba pensé que el coche se había calado, porque todo él
tembló en el momento que el cura lanzaba agua con el hisopo en todas las
direcciones.
Para mi gran
fantasía, luego, cuando vi el humo en el tubo de escape, pensé: “La caja se ha
movido”.
El sacerdote
se colocó delante del coche y siguió la marcha, detrás, la viuda, de unos
cuarenta y tantos años y de buen ver, acompañada de unas amigas, no tenía más
familia, suspiró y sollozó detrás de unas gafas negras y emprendieron la
marcha.
Cuando la
cuesta empezó a ser más fuerte, lo vi claro, la caja se volvió a mover. Cuando
lo dije en voz alta, alguien por detrás me dio un capón de campeonato y me
dijo:
¡Calla, coño! que no dices sino tonterías.
CAPITULO II
“Dentro de
la caja me desperté, estaba totalmente a oscuras, no recordaba nada, me moví,
de pronto oí la voz de alguien que rezaba un responso, guardé silencio para ver
si averiguaba algo y comprendí, me había dado un ataque, estaba en la calle,
llegando a mi casa, antes de perder el conocimiento vi que varias personas
corrían a socorrerme, alguien dijo:
Es Miguel,
vive aquí, en el número nueve, avisad a su mujer. Allí perdí el conocimiento.
Ahora me
daba cuenta, creen que he muerto y me llevan a enterrar, pero no puede ser, mi
mujer y el doctor saben que soy cataléctico, ¡¡Socorro!!! ¡¡¡Socorro!!!, ¡que
no estoy muerto! A la vez que gritaba intentaba moverme, saltaba lo que podía,
pero el forro y la guata del ataúd amortiguaban los golpes, ¡lloré!, ¡salté!, ¡grité!,
¡empecé a arrancar el forro y la guata!, ¡me rompía las uñas contra la madera!,
¡me faltaba el aire!, ¡me estaba ahogando!, ¡iba a perder el conocimiento y
entonces no tendría escapatoria!, ¡intenté con todas mis fuerzas golpear con
las rodilla!, noté que aquello se había desplazado, contuve la respiración para
coger fuerzas, me concentré y di dos golpes seguidos contra la madera que había
a los pies, entonces sí, todo el ataúd se desplazó y fue cogiendo velocidad,
noté cómo resbalaba y caía desde una cierta altura golpeando contra el suelo,
allí se rompió la caja, lo primero que vi fue la cara de espantado de un niño
en el balcón de un primer piso, luego vi gente que corría despavorida, luego me
empecé a incorporar y noté que había caído encima de alguien. ¡¡Dios mío!! ¡¡He
caído encima de Marisa, mi mujer!!”
Hasta aquí
el relato de Miguel.
En el balcón
de casa yo increpé al del capón ¡Lo ves! Yo tenía razón.
Mi madre
intentaba llevarme para dentro para que no tuviese pesadillas. Yo seguía
agarrado a la barandilla del balcón, pese a lo aterrado que estaba no quería
perderme detalle, en aquel momento supe que aquella sería una de las historias
de mi vida.
Cuando
Miguel se levantó intentó ayudar a su mujer, llamó al médico que iba en la
comitiva y éste tomándole el pulso a Marisa dijo: Está muy mal, hay que
llevarla a la casa de socorro.
Llamaron un
coche y en él subieron Miguel, ya
restablecido. Evaristo, el doctor y en medio colocaron a Marisa.
Ya en la
camilla del hospital, Miguel, que no había soltado la mano de su esposa le
dijo: Marisa, ¿Por qué no esperaste para enterrarme sabiendo que soy
cataléptico?
En un
susurro dijo:
Evaristo
firmó el acta de defunción porque te hizo pruebas.
En ese
momento llegó el cura y le dijo a la moribunda:
Marisa,
hija, ¿quieres confesarte?
Si. Padre,
pero no quiero que se vaya Miguel, sé que voy a morir y quiero que sepa la
verdad. Cuando vimos que Miguel tenía el ataque, Evaristo y yo decidimos deshacernos
de él, porque llevamos tres años de amantes y queríamos casarnos.
El
sacerdote, haciendo la señal de la cruz dijo: Ego te absorbo in nómine………
Marisa
espiró en ese momento.
Después de
la confesión de ella Evaristo confesó ante la policía y fue condenado.
Miguel
marchó del pueblo y vive feliz y contento, no ha vuelto a tener ataques de
catalepsia.
FIN
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