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miércoles, 10 de enero de 2018

DECÍAMOS AYER

Volvemos hoy con la continuación de este relato de la vida de Lucía, una muchacha que se vio obligada a marchar a la gran ciudad, marcada por las malas lenguas de unos paisanos que no lograron hacer de ella lo que querían. En los capítulos anteriores, podéis conocer los capítulos anteriores.

Y ahora........


LUCÍA

Pedro Fuentes

Capítulo XVII



Cuando Lucía se quedó sola, pensó:
Bueno, no me apetece meterme sola en casa, es temprano, me voy a acercar al bar a charlar un rato con mis compañeras y con Pepe.
Estaba llegando a la Glorieta de Iglesias, así que tomó Eloy Gonzalo hasta Quevedo, eran las ocho y media de la tarde, hacía mucho frío, se subió el cuello del abrigo, se apretó la bufanda y marchó con paso decidido.
Cuando llegó a Magallanes, a la puerta del “Wayquiqui”, tiró de la puerta y abrió, una nube de humo de tabaco le dio en la cara y le irritó los ojos, dio un paso hacia dentro y al verla las tres muchachas y Pepe pensaron que lloraba, una exclamación salió de sus bocas pensando que traía malas noticias, dejaron lo que estaban haciendo y salieron de la barra para abrazarla, cuando Lucía se dio cuenta del pensamiento de sus compañeros, sonrió y les dijo:
No son malas noticias, al contrario, es el humo del tabaco que ya no estaba acostumbrada.
Las cuatro muchachas se abrazaron al unísono, Pepe se quedó un paso atrás esperando su momento, los clientes que la reconocieron se alegraron de verla de nuevo, ahora ya la conocían como Lucía “la encargada”, aquella chica seria pero leal y de trato agradable. Pepe cuando llegó su turno le dijo:
¿Qué tal, Lucía, como va todo?
Bien, mejor, este fin de semana la enviarán a casa y la vecina me ha dicho que ella la cuidará mientras yo vengo a trabajar.
Entraron a la barra y cada una de las muchachas siguió con lo que estaba cuando llegó Lucía, Pepe la cogió de la mano y estiró de ella hasta hacerla llegar al final de la barra, donde no había nadie, allí pudieron mantener una conversación sobre la enfermedad de la madre y el estado de ánimo de la hija, también preguntó por Ricardo, que no había llamado desde hacía unos cinco días.
Bueno, son los últimos días antes del fin de semana que juran bandera y los tienen más ocupados, hasta el domingo por la tarde no sale del campamento y luego tendrá una semana de permiso hasta incorporarse a su unidad, según me dijo, luego tendrá más tiempo libre. Dijo Lucía.
Parece un buen chico, no me gustaría que te hiciese daño.
No, Pepe, yo ya se el final de esta historia, estoy preparada para ello y no me hará más daño que el de una despedida como amigos, es bonito mientras dure y aprovecharé la felicidad ese tiempo, sé que somos de mundos  diferentes y que él se tiene que ir, pero es tan bonito cuando estamos juntos.
Bueno, Lucía, veo que lo entiendes y que estás hecha a las circunstancias.
Nuestro mundo está lleno de prejuicios, las gentes no piensan nada bueno de nosotros y no admiten las circunstancias que nos traen a este ambiente, se aprovechan de nosotros, viven de nosotros y con nosotros, pero no esperan que salgamos de detrás de la barra. Antes de conocer a “Geny”, yo tuve varias relaciones, pero éstas no querían sino un rato de placer, mientras todo fuera en las penumbras y a escondidas, no había problemas, en nuestro mundo hay mucha promiscuidad, casi nadie quiere ser de una sola persona y o te adaptas a eso o tienes que vivir solo y sin amor, yo he tenido la suerte de encontrar el amor de mi vida y él también, pero lo normal es vivir solo y desesperado. Si tú comprendes eso y sabes que lo tuyo con Ricardo ha tenido un principio y un final, búscate unas metas para cuando esa bonita historia termine.
Si, Pepe, lo se, el final de la historia de  Ricardo y yo se acerca, pero pienso exprimir este tiempo que nos queda hasta el último momento. Mi madre dice que soy una puta porque mantengo esta historia con un hombre sabiendo que no hay futuro, dice que somos unos amantes, que soy la querida de Ricardo, pero no me importa lo que diga, cuando estoy con él, abrazada a él y sintiendo sus besos y caricias, soy la mujer más feliz de este mundo y que solamente de sus recuerdos podré vivir el resto de mi vida y no me importará lo que digan de mi, y si antes de que llegue el fin de mi vida, noto que su recuerdo ya no me hace vibrar, será el momento de planteárselo de otra manera.
Veo que tienes claros tus sentimientos, sigue adelante y se feliz mientras puedas al fin y al cabo la felicidad son breves momentos rodeados de bellos recuerdo.
En fin, dijo Pepe, espero que sepas lo que hacer en cada momento y cuando llegue el día del adiós, sepas que ha llegado.
Así el lunes ¿ya puedo contar contigo?
Si, según me ha dicho el cardiólogo, el sábado nos iremos para casa, quizás pueda venir ese mismo día, pero como mi madre está tan rara, esperaré a que se serene un poco. Por cierto, el domingo ha quedado en venir a casa Rosario, una prima segunda mía, amiga además del pueblo y sobrina de Geny, me la encontré en la calle, se vino del pueblo después que yo y está aquí sirviendo, se empeñó en ir a ver a mi madre y vino a la residencia, mi madre, que está cabreada conmigo, le hizo un gran papel, ya veremos que  pasa el domingo.
A lo mejor, dijo Pepe, pero lo mismo le da por ponerla contra ti y entre las dos te hagan la vida imposible.
Yo espero que mi prima esté de mi parte, Rosario ya el otro día estuvo hablándole en mi defensa y haciéndole ver que los tiempos han cambiado.
De todas las formas, coméntale esto a Geny y seguro que él le dará un repaso a tu madre, el otro día en el hospital, le habló muy bien y la dejó suave. Asimismo, procura hablarle al cardiólogo por si eso fuera un problema para su corazón.
Ya lo he hecho, me ha dicho que yo tengo que hacer mi vida y que mi madre intentará ahora hacerme un chantaje emocional, que si se pone a llorar, no me preocupe y si veo que le suben las pulsaciones, yo le diga que tenemos que volver al hospital, con el miedo a tener que volver y quedarse diez o quince días y dejarte sola, mejorará automáticamente.
Bueno, Pepe, me voy para casa, ya te llamaré y diré algo, en cuanto vengamos a casa.
Pasaron por el lado de fuera de la barra y Lucía se fue despidiendo de sus compañeras.
Cuando salió a la calle, el frío le dio en la cara, se apretó la bufanda, se puso los guantes y subió el cuello de su abrigo, apretó el paso, llegó hasta la  glorieta de Quevedo y subió por Eloy Gonzalo hasta Juan de Austria y empezó a bajar, prefirió ir por ese camino, por la noche, siempre hacía ese recorrido, era el más iluminado y transitado.
Cuando llegó a su casa, llamó a la vecina por si había novedades. Nada, todo seguía igual.
Le comentó a la vecina que todo seguía bien y que seguramente llegarían el sábado por la mañana.
Cuando se quedó sola, ya en su casa, se preparó un poco de cena, luego se encontraba tan cansada que se metió en la cama y durmió hasta que es despertador le llamó, eran las ocho, arregló un poco la casa, y fue a comprar al mercado de Olavide cuatro cosas por si el sábado venía su madre, tener algo para comer y para el domingo atender a su prima Rosario que vendría a comer.
Le encantaba ir al viejo mercado de Olavide, ya por poco tiempo, pues se hablaba de que lo iban a tirar.
Para Lucía había dos cosas que le daban carácter a aquella parte del barrio, el mercado de Olavide en la misma plaza y Las Hermandades del Trabajo en la calle Juan de Austria lugar donde se reunían por las tardes trabajadores de todas las especialidades para hacerse compañía disfrutando con sus hobbies. Ella y su madre aprovechaban para ir a comer algunos domingos allí, era limpio, barato y acogedor.
Cuando tuvo todo comprado, cogió algo de ropa para muda, para su madre y marchó andando hasta la plaza de Emilio Castelar, donde cogería el autobús. Parecía que alargara el tiempo de llegar a La Paz, ya sabía el panorama que se encontraría.
El día era frío, pero el sol estaba en todo lo alto y apetecía andar. Llegó a la parada del autobús y a los tres minutos pasó éste, a aquella hora no había mucha gente y se pudo sentar. Lo hizo,  al lado derecho, el de la acera y estuvo todo el viaje relajándose viendo a la gente que pasaba.


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