EN BUSCA DE LA PUERTA DEL INFIERNO
Pedro Fuentes
CAPITULO V
Ya en el
apartamento, se dedicó a buscar la dirección del convento donde estaba el p.
Lázaro, era un antiguo monasterio, en el que había una pequeña representación
de monjes de clausura, no se encontraba lejos de allí, así que decidió, al día
siguiente marchar hasta allí para localizar al sacerdote y ver qué se podría
hacer el caso que le ocupaba.
Quedaban
diez días para la luna llena, cogió el coche y se dirigió al convento. Llegó a
él y llamó a la puerta.
Salió a
recibirle un hermano de unos sesenta años, de baja estatura, pelo blanco,
abundante y bien cortado.
Buenos días,
vengo buscando al padre Lázaro, traigo esta carta para él y otra para el superior,
mire, son éstas, tenga y por favor, se las entrega al superior.
Mientras me
dan contestación, le esperaré aquí, si no le importa, dijo Ricardo.
El hermano
cogió las dos cartas y sin mediar palabra cerró la puerta dejando fuera al
visitante y se le oyó como sus pasos se perdían en el interior.
Al cabo de
media hora apareció de nuevo el hermano y le dijo que pasase al día siguiente,
ya que el superior tendría que preparar al sacerdote para la visita.
Ricardo,
contrariado marchó hacia el coche, el miedo se apoderó de él al pensar que ya
solamente quedarían nueve días.
Al día
siguiente, a primera hora de la mañana volvió al convento, el hermano le
franqueó la puerta y lo llevó a presencia del superior.
Buenos días,
ya he leído la carta y también la del p. Lázaro, he hablado con él y le ha
reconocido por el nombre, le ha alegrado la futura visita, así que le está
esperando, creo que un buen sitio para que puedan charlar tranquilamente es el
claustro, así que lo llamaré y lo llevaré allí, antes le acompañaré a usted
allí para que lo espere.
Ricardo pasó
al claustro, éste era muy amplio, rodeado de arcos apuntados, gótico, del siglo
XIV, con un pozo de extraordinaria belleza en el centro y rodeado por cuatro
cipreses que indicaban los puntos cardinales y unos cuidados jardines con
césped y parterres de flores y un seto
de boj alrededor y haciendo cuatro círculos entre los cedros y equidistantes
entre el seto principal y la línea imaginaria que unía los cedros.
El día era claro y caluroso pero allí dentro
estaba fresco y se respiraba esa paz que se siente solamente en los cementerios
y los conventos.
El padre
Lázaro apareció por la puerta que conducía al refectorio acompañado por el
superior, se acercaron y se dieron la mano con fuerza y cariño.
El p. Lázaro,
pese a sus ochenta y tantos años, seguía siendo una persona fuerte, algo más
delgado pero erguido y en su cara no se veían arrugas profundas, era una faz
relajada, ojos grandes y nariz puntiaguda.
Se fue el
superior y al quedarse solos los dos, se sonrieron y el sacerdote dijo:
Bien, hijo,
ya he leído la carta del padre Hidalgo, lo que tú sientes en esas pesadillas,
¿No será que te has alejado de Dios y ves el gran peligro que corres?
No, padre,
he tenido que decir alguna pequeña mentira para poder venir, el problema es más
grave que todo eso, es una larga historia.
Ricardo le
contó con pelos y señales todo lo ocurrido desde que Lara llegó al barco.
El cura
cambió la expresión de su cara, ya no era ni relajada ni sonriente, parecía que
le hubiesen echado diez años encima.
Cuando
Ricardo terminó la historia el padre le dijo
:
¿Sabes qué
es todo esto? El maléfico te ha elegido para conducirte a mí, Satán es más
listo de lo que parece, tiene unos poderes extraordinarios, no me ha podido
localizar porque no he vuelto a pensar en él, y mi estado ha sido de gracia
desde que vine aquí, pero la última vez que lo eché de un ser humano, juró
vengarse y llevarme con él, ahora sabe donde estoy y para librarme de él, tengo
que acabar enviándolo al infierno, así que necesito unos días para prepararme,
además, no puedo hacer un exorcismo sin permiso de mis superiores y no sé si me
lo van a dar porque en el fondo piensan que estoy loco, dame tu teléfono y te
llamaré, tú también tienes que colaborar.
Tenemos que
aprovechar la luna llena, tiene que actuar a través del perro y será en la
primera luna llena. Mientras tanto, tú tienes que estar también en estado de
gracia, así que tendrás que volver al redil y arrepentirte de todos tus actos
antes del día.
Si, padre,
así será, pero hay una cosa, solamente quedan ocho días y doce horas para la
luna llena.
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