EL ULTIMO VIAJE DEL "DESTINO"
Pedro Fuentes
Capítulo III
Al atardecer me
desperté recuperado, me arreglé y marché andando, subí hacia el muelle de
Ponent hasta llegar a las escaleras del carreró Costa de ses Voltes, inspiré
profundamente, me di ánimos y empecé la subida por las escaleras centrales, las
subí en una sola etapa, no hubo descanso, porque cuando llegué a los cruces,
tuve la suerte de que no pasaban coches que me hiciesen parar. Cuando llegué
arriba, respiré profundamente y me relajé.
Las luces empezaban a encenderse, los días eran ya bastante
largos, nos acercábamos a la noche de San Juan.
Todavía quedaban algunas tiendas abiertas, aproveché para
comprar un par de botellas de gin menorquín y las famosas hiervas, luego, pasé
por la iglesia del Carmen, a aquellas horas ya estaba cerrada, bajé otra vez al
puerto.
Me senté en la terraza del bar del Náutico y pedí una
cerveza, a mi lado, alrededor de una mesa, varias mujeres hablaban y bebían.
Por un par o tres de veces mis ojos se cruzaron con los de
una morena muy peinada, como si acabase de salir de la peluquería pero la cara
limpia, solo una pequeña raya envolvía sus grandes ojos azul turquesa, pensé,
es la primera rubia que veo teñida de morena, porque esos ojos pegan más con
una rubia.
Tras coincidir un par de veces más, pensé, me acercaría a
hablar con ella, pero con todas las demás alrededor me puedo llevar un gran
corte, así que seguí observando, tenían una edad indefinida entre treinta y
cuarenta años, la dueña de aquellos ojos permanecía como un poco al margen de
las demás, parecía pertenecer a otro ambiente y además, cuando sus compañeras
reían, ella solamente esbozaba una pequeña sonrisa forzada porque parecía estar
en otro lado.
Por un momento me pareció que la que estaba a su derecha,
más frente a mi, le hizo un comentario y comprendí que le hablaba de mi.
Al poco rato, la que estaba enfrente de mí, se levantó y me
pidió un cigarrillo del paquete que tenía encima de la mesa, se lo ofrecí y le
dije:
Coge, y si alguna de tus amigas quiere, puede cogerlo
.
De acuerdo, pero vente a nuestra mesa y ofrécelo tú.
Me cogió del brazo e hizo que me levantase, fue por delante
de mí y me hizo sitio al lado de la morena “ojos turquesa”
Me fue presentado a todas una por una yendo por su derecha,
ella que se llamaba Carmen, Rosa, Elena, Isabel y Gracia.
Yo me llamo Ricardo y acabo de llegar a Menorca.
¿Has venido solo? Dijo una de las muchachas.
Si, acabo de llegar, bueno, esta mañana, pero estaba muerto
de sueño y me he pasado la tarde
recuperándome, he ido a comprar un par de
botellas de gin y las consabidas hierbas menorquinas como hago siempre que
vengo.
¿Cómo es que no has ido a Ciudadela?, dentro de seis días comienzan las fiestas de
S. Joan. Dijo Gracia.
Bueno, pensaba ir, pero siempre vengo antes a Mahón, me
gusta más, es más típico, más recogido, más marinero y las mujeres más bonitas.
¿Has venido solo? Dijo Carmen.
Si, he venido completamente solo, ayer estaba dando una
vuelta con mi velero y como no tenía nada que hacer y unos días libres, vi que
el barco estaba enfilado a Faváritx y me dije:
¡Capitán! Nos esperan en Menorca, así que me vine.
¿De qué o quién huías? Dijo Gracia.
Del pasado, cuando quiero pasar página o llego a un cruce de
caminos me embarco, la mar en solitario te ayuda a ponerte en paz contigo
mismo. Es un encontrarse de nuevo para comenzar una nueva etapa. De todas las
formas, ¿No estamos todos huyendo continuamente? De lo único que no se puede
escapar es de los recuerdos, pero éstos solo son escalones que nos sirven para
llegar más alto y perfeccionarnos.
¡Buena filosofía! Brindemos por el encuentro. Dijo Carmen
levantando su copa. Todos la imitamos y brindamos.
Pasaron las horas sin pensar, la charla fue amena pero una a
una se fueron marchando a sus casas, al final quedamos Gracia y yo que también
nos levantamos pero nos fuimos paseando por la orilla del mar.
Al fondo se veían las luces de la Base Naval y de vez en
cuando una barca salía rumbo a la Mola, a la salida del puerto.
Cuando salió el ferry de Barcelona, los dos, cogidos del
brazo, sacamos nuestros pañuelos y saludando los despedimos mientras Gracia
decía: ¡Adiós! , ¡Adiós! ¡Aprovechad el viaje para comenzar una nueva vida!
¿Es eso lo que deseas? ¿Huyes tú también del pasado? Le dije
parado frente a ella y mirando aquellos preciosos ojos turquesa.
Si, hace muy poco he terminado una relación que resultó muy
traumática, mis amigas me sacan de paseo para entretenerme y hoy nos han dejado
solos porque esta tarde me llevaron a una echadora de cartas, cosa que no creo,
y me dijo que un marino llegaría para llevarme con él. Carmen, que es una
psicóloga tremenda, al verte, tan quemado por el sol, en la terraza del Náutico
me dijo:
Ese es tu marino, voy a traértelo
.
¿Sabes como se llama mi barco? “Destino” así, a secas.
También acabo de salir de una tortuosa relación y además la empresa en la que
trabajaba cerró.
Buen nombre, ¿Se lo pusiste tú? Dijo Gracia.
Si, este es mi primer
barco, ya llevo unos años con él y ya llega la hora de cambiarlo, ahora que me
he quedado sin trabajo y sin ataduras, estoy buscando un velero más grande para
dedicarme a hacer charters, tengo experiencia y todos los permisos suficientes,
ahora solamente falta buscar un barco para ello. Por aquí se encuentran buenas
oportunidades, cuando me salga alguna, el mío lo tengo vendido. Y ¿Tú? ¿A qué te dedicas?
Soy maestra en una escuela pública en Alayor, me quedan ocho
días para las vacaciones, no sé lo que haré todavía pero quisiera aprovechar el
verano para salir de Menorca y cuando vuelva en septiembre ser una persona
nueva.
Volvimos sobre nuestros pasos y cuando llegamos al Club
Marítimo, Gracia preguntó: ¿Te apetece tomar una copa en Villacarlos? Tengo el
coche aquí, además mañana es sábado y no hay que madrugar.
De acuerdo, me encanta Villacarlos por la noche
.
Llegamos hasta un 205 aparcado en la orilla del mar y subimos.
Marchamos hacia Villacarlos a unos tres kilómetros. Llegamos, pasamos por la
plaza y en cuanto pudo Gracia aparcó,
estábamos frente al hotel Hamilton a unos trescientos metros del pequeño
puerto.
Cuando pasamos la última curva, siempre bordeando el mar nos
encontramos con el pequeño bullicio de las tiendas, bares y restaurantes. Fuimos
hasta el fondo y allí, a la orilla del mar nos sentamos en una terraza.
Pedimos un gin y una coca cola y charlamos animadamente como
si nos conociésemos de toda la vida, cuando empezaron a cerrar los chiringuitos
nos dimos cuenta de la hora que era y marchamos nuevamente a Mahón. Una vez
allí, Gracia paró el coche al lado del pantalán donde estaba mi barco.
Antes de bajar le dije:
¿Quieres que salgamos a navegar este fin de semana? Le dije.
Si, encantada. Me voy a casa en Alayor, cojo cuatro cosas y
a las once puedo estar aquí de nuevo, ¿Te parece bien?
Perfecto, según el tiempo que haga, si es bueno iremos al
norte y si hace mucho viento tiraremos al sur.
Nuestras mejillas se rozaron suavemente y bajé del coche.
Hasta dentro de un rato.
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