EL PRIMER VIAJE DEL "SOLITARIO"
Pedro Fuentes
Capítulo I
Cuando entregamos en Blanes el Furia 25 “Destino”, Gracia y
yo sentimos que algo nuestro llegaba a su fin, pero pese a la tristeza por los
buenos recuerdos que teníamos, ante nosotros se abría otro destino, ahora
tendríamos que ir a Murcia, cuando nos avisasen a buscar el nuevo barco.
Como ya habíamos descargado el barco en Benicarló,
llevábamos un par de bolsa en el que iban las cosas imprescindibles.
Llegamos a la estación y cogimos el primer tren para
Barcelona, allí hicimos transbordo y seguimos hasta Benicarló, llegamos a
primera hora de la noche y bastante cansados. Lo que no habían conseguido tantos días y horas de navegación
lo consiguieron dos trenes.
Cuando llegamos a casa, no teníamos ganas de nada, una buena
ducha y a dormir.
Al día siguiente, a eso de las diez me despertó el hambre,
si no hubiese sido por eso, seguiría durmiendo.
Me levanté, preparé un buen desayuno a base de tostadas,
mantequilla, mermelada y un buen café, lo puse todo en una bandeja y lo llevé a
la habitación, Gracia al olor del café y las tostadas estaba despertándose, no
sentamos en la cama y desayunamos, luego dejamos la bandeja a un lado y nos
dedicamos a dormir un rato más. Sería la una cuando al fin decidimos levantarnos.
Nos dimos una relajante ducha de mutuo acuerdo y nos
marchamos como no, al puerto a ver los barcos mientras hacíamos ganas para una buena paella.
Pasamos una semana haciendo excursiones por los alrededores,
Peñíscola, Vinaroz, Las Fuentes, Morella, Cervera del Maestre, todo el Maestrat. En fin, toda la parte norte
de Castellón, esa gran desconocida.
Cuando al fin nos llamaron, recogimos nuestras cosas y lo
más imprescindible del barco, alquilamos un coche que dejaríamos en S. Javier,
en Murcia, ahora si pensamos en visitar al hermano y los sobrinos de Gracia en
Alicante, así que los llamamos y quedamos con ellos para comer al día
siguiente.
Fieles a nuestra costumbre, salimos temprano y a media
mañana ya estábamos en Alicante, llegamos a la casa, situada en el ensanche,
muy cerca del náutico, como no, a la
familia de Gracia le pasa lo que a mí, tenemos que estar cerca del mar y a ser
posible de nuestro barco.
Mercedes, la cuñada de Gracia y sus dos sobrinos, de 12 y 9
años, niña y niño, nos estaban
esperando, los dos críos se tiraron a los brazos de su tía, Mercedes y yo nos
saludamos y nos pusimos a hablar, era
imposible meter baza entre la tía y los sobrinos.
Ernesto ha tenido que ir al trabajo para arreglar unos
asuntos urgentes.
Lo tengo que llamar para que venga, dijo Mercedes. Pero he
pensado que mejor iremos a buscarlo y tomamos el aperitivo por ahí, luego
vendremos a comer a casa, ¿Os quedáis esta noche aquí?
No, Tenemos que seguir para Murcia para arreglar lo del
barco lo antes posible, pero como tengo entendido que os vais para Menorca, nos
veremos allí que tenemos que ir a arreglar los papeles del barco con Biel y
como serán unos cuantos días, podremos incluso salir a navegar con el nuevo
velero.
Pasó el día en un soplo, pero con Gracia no pudimos contar,
ella y sus sobrinos formaron un mundo aparte, además de ser sus sobrinos del alma, era su
vocación de educadora.
A eso de las siete nos marchamos para San Javier.
Al día siguiente firmamos los papeles del barco y ya nos
hicimos cargo de él, quedamos en seguir unos días en el amarre hasta dejarlo
todo a punto, fuimos a la Capitanía, donde nos extendieron un certificado
provisional de navegación, ya que iríamos a Menorca para arreglar los papeles.
Cuando tuvimos el certificado enviamos los papeles
originales a Biel por medio de un recadero urgente y nos dedicamos a la labor
de limpieza, puesta a punto y avituallamiento para prepararnos para la partida,
decidimos ocupar el camarote grande de popa por lo menos mientras no tuviésemos
clientes. Habituados al Furia 25, allí nos sobraba espacio por todos
los lados.
A los siete días, perfectamente pertrechados y
suficientemente descansados decidimos hacernos a la mar, tardearíamos unos dos
días a vela si el viento acompañaba, pasaríamos rozando el sur de Formentera,
el sur de Cabrera, Punta Salinas en Mallorca y desde allí ya directos a
Ciudadela, rumbo al ENE durante 264 millas, a una media de 5,5 nudos, las
previsiones de viento eran de sur o sur
oeste, con una fuerza de entre 18 y 25 nudos y al final del viaje levante. Si no cambiaba sería una travesía tranquila
para “El Solitario”.
Era la misma travesía a la hecha con el “Destino” pero en
sentido contrario y sin escalas salvo emergencias.
La última noche, después de una opípara cena, nos fuimos a
dormir al barco, como hacíamos desde que lo compramos y al día siguiente, a las
ocho soltábamos amarras rumbo a Ciudadela, habíamos planeado guardias para toda
la travesía.
Llevábamos diez horas navegando sin ningún contratiempo,
cuando a eso de las dieciocho horas el viento que hasta entonces era de sur,
pareció rolar a oeste, fue un suspiro, roló inmediatamente a norte, se notaba
como por el canal entre la península e Ibiza, la Tramontana fue aumentando,
encima, como típico norte, empezó a rachear, tuvimos que rizar la mayor y
cambiamos el génova por un foque, así el través se hizo más soportable y
manejable, aun así, la escorada era importante, podíamos amollar la mayor, pero
no lo suficiente para que el abatimiento no fuera muy importante. De todas las
formas, “El solitario” se portaba bien, aquí se veía la robustez del barco.
Gracia parecía disfrutar y me decía:
Ya era hora de que pudiésemos demostrar nuestra valía, pero
esto no acaba aquí, por esta zona, cuando pasemos el canal, nos encontraremos
con más viento, espero que no role a levante como es habitual, porque vamos a
tener que demostrar hasta qué punto ciñe este barco.
Efectivamente Gracia volvió a adivinar el tiempo, roló y
roló a levante, de pronto nos encontramos con todo el viento por la amura de
estribor, empezamos la ceñida y nos preparamos para pasar una noche
entretenida, decidimos comer algo por si
nos quedábamos sin cenar, nos pusimos los monos de agua ya que los
rociones eran importantes y el toldo anti rociones no paraba lo suficiente, el
viento arreciaba.
Los que dicen que el Mediterráneo es un mar tranquilo y
seguro, no saben lo que dicen.
Pasamos la noche durmiendo a ratos y haciendo bordadas para
poder avanzar un poco.
Por fin amaneció y con los rayos de sol amainó el viento y
roló ligeramente hacia el sur, esperamos que fuese una premonición de lo que
nos depararía el día.
Cuando el viento nos vino por la aleta de estribor, izamos
todo el trapo, desayunamos fuerte y mandé a Gracia a la cama con la promesa de
que cuando despertase me relevaría.
Estábamos pasando Punta Rotja en Formentera y no sabíamos qué nos depararía el canal
entre Ibiza y Mallorca, aunque yo me esperaba el norte de nuevo; por las islas
dicen que la tramontana en este tiempo suele durar tres días.
Llevábamos 24 horas y a duras penas habíamos hecho un tercio
del viaje.
Cuando despertó Gracia decidimos que si seguía la tramontana
en el canal entre Formentera y Mallorca, pondríamos rumbo al NE y nos
meteríamos en la Bahía de Palma, más que nada por coger cobertura y llamar a su
familia por tranquilizarlos, que seguramente sabrían de cómo andaba el tiempo
por aquí.
Efectivamente, en cuanto entramos en el segundo canal roló
nuevamente a norte y cambiamos el rumbo,
ahora teníamos el viento por la amura de babor y comenzamos a ceñir rumbo a
Palma, nos separaban unas setenta millas que esperábamos hacer en unas doce
horas si todo iba bien.
Rumbo al NE decidimos prepararnos para una etapa bastante
dura y con un barco que pese a nuestra experiencia no lo conocíamos del todo,
así que decidimos ayudarnos con el motor, que no podíamos quedarnos sin
baterías ya que entre otras cosas el piloto automático tendría que trabajar de
lo lindo
.
No parecía tener problemas el piloto para mantener el rumbo,
era un buen aparato, le ajustamos la sensibilidad al máximo y nos decidimos a
pasarlo lo mejor posible, hicimos turnos para evitar cansarnos los dos y seguir
adelante.
El “Solitario” es un buen barco, tendré que hacerle algún
apaño para poder gobernarlo una persona sola, cuando no esté Gracia y tenga que
llevar a clientes muchas veces inexpertas, si las cosas se ponen feas, no es
tan fácil, tendré que reenviar unas cuantas maniobras a la bañera, pero bueno,
eso se hará sobre la práctica.
He mandado a Gracia a descansar, no tengo otra labor que
hacer por ahora, solamente vigilar y estar atento a los aparatos, me he puesto
el chaleco auto hinchable y un mosquetón preparado para engancharme a una línea
de vida si hiciese falta desplazarme por cubierta, ya que ésta está totalmente
mojada y un resbalón puede ser fatal si Gracia está dentro durmiendo, cosa de
lo que es capaz pese a la escora y los pantocazos del barco, desde luego su
padre debió de ser un buen marino y profesor.
Es curioso, normalmente cuando navego en solitario o estoy
solo en cubierta, los recuerdos se
amontonan en mi cerebro, ahora no, por lo
menos los recuerdos lejanos, solamente me vienen a visitar los recientes,
siento muchas veces que cuando salí de Blanes rumbo a Maó en solitario con el
Furia empezó una nueva vida, las etapas de mi vida desde que compré el
“Destino” y fui aprendiendo a navegar, todas comienzan o más bien terminan con
una travesía en solitario y muchas de ellas han sido entre la península y
Menorca, esta isla siempre ha estado unida a mi, llena de romanticismo y de
aventura, pero la última vez ha sido quizás la más grande de las aventuras,
partí de Blanes porque no sabía a donde ir y vuelvo a Menorca por segunda vez este
verano, después de encontrar la meta y la felicidad de mi vida.
Me ha pasado el tiempo en un suspiro, ya toca despertar a
Gracia para que tome el mando, salta de la litera rauda y feliz, le hago
ponerse el salva vidas y le indico todas las novedades, que son ninguna porque
todo marcha correctamente, el barco
responde a la perfección.
Gracia, antes de irme a dormir voy a preparar algo para
comer, ¿Qué quieres? ¿Bocadillo y cerveza o café y pasta? Le digo.
Si te parece bien y me acompañas, un bocadillo para dos,
unas cervezas y luego café, cariño.
Bajo a la cocina, preparo las cosas y salgo a cubierta,
charlamos y comemos animadamente, nos fumamos un par de cigarrillos cada uno y
me despido. Despiértame dentro de dos horas.
Bajo al camarote y en menos de cinco minutos duermo como un
niño.
Cuando Gracia me despierta han pasado más de tres horas,
sigue la tramontana, pero parece que ha bajado algo, La Dragonera parece que
nos protege algo del viento, pero la mar se ha levantado mucho y tenemos mar
tendida que hace trabajar más al piloto,
las guiñadas son mayores, pero a la vez el viento que nos viene de través nos
hace andar más, decidimos entrar en el club náutic de s´Arenal.
El resto del viaje hasta El Arenal lo pasamos los dos en
cubierta charlando, comiendo y tomando café, la travesía no era cómoda pero
ambos habíamos pasado peores y ahora estábamos juntos.
En cuanto vimos que teníamos cobertura llamamos a Biel, el
hermano de Gracia y le comunicamos nuestra situación y los planes que teníamos.
Biel nos comunicó que las previsiones no eran muy buenas
para pasar el canal con Menorca, así que decidimos quedarnos dos días
descansando en Mallorca.
Cuando por fin llegamos a puerto volvimos a la rutina de
llegada, rellenar los depósitos de combustible y agua, lavado del barco para
quitarle la salitre, plegar bien las velas, adujar los cabos, pegarnos una
buena ducha con agua caliente y abundante y meternos dos buenas jarras de
cerveza en el bar del club, mientras tanto nos preparamos para la primera comida
que tocaba en tierra, no hay nada como un buen chuletón en tierra y en una mesa
que parece que se mueve más que el barco.
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