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jueves, 30 de junio de 2022

EL ULTIMO VIAJE DEL "DESTINO" (Capítulo V)

 

 

EL ULTIMO VIAJE DEL "DESTINO"

 

Pedro  Fuentes

 

CAPITULO  V

 

No sé cómo pasó pero sí cómo empezó todo, yo acababa de ducharme, luego se duchó Gracia y salió envuelta en una toalla, con el pelo negro brillante, mojado, cayéndole sobre los hombros desnudos, el bronceado de su piel y aquellos ojos turquesa.

Se acercó a mí que estaba mirando por detrás de la ventana aquella preciosa cala llena de llaüts y entre ellos mi Furia 25 “Destino” como dice el refrán “El hombre es fuego, la mujer estopa, llega el diablo y sopla” y antes de que me diese cuenta caí en sus brazos, nos besamos apasionadamente y terminamos en su habitación.

Ya al atardecer nos levantamos y nos fuimos a dar un paseo por la urbanización, Gracia conocía a todo el mundo y fue saludando a unos y otros, llegamos a una torre de vigilancia al borde del mar, donde se separan las dos calas, la de cala en Pitt y la que entra hacia el puerto de Addaia. Nos sentamos en el pequeño muro de piedra que bordea a la pequeña plaza que rodea la torre y que separa a la plaza de las rocas y el mar.

Gracia, dije, lo que ha pasado entre nosotros no me lo esperaba ni lo buscaba, ha sido fabuloso, no me arrepiento en absoluto, pero creo que tanto tú como yo estamos en un momento en el que quizás la necesidad de afecto nos haga confundir una atracción con algo más importante, no obstante, somos lo suficientemente adultos como para saber todo lo que puede pasar o no pasar entre nosotros.

Estoy completamente de acuerdo contigo, me he sentido muy bien, ha sido algo que ha venido sin buscarlo, bueno, salvo la encerrona que te preparó Carmen, dijo Gracia riendo, pero también sé como tú que es algo que puede durar mucho tiempo o  ser un suspiro, así que si te parece, siendo como somos dos personas maduras podemos seguir mientras los dos queramos, pero con la sinceridad de que si uno de los dos decide pararse, ha de decirlo lo antes posible.

Nos acercamos el uno al otro y sellamos nuestro pacto con un beso.

Ya empezaba a oscurecer cuando no dirigimos al chalet. Cuando llegamos allí, vimos luces, en principio pensamos que las habíamos dejado encendidas, luego supimos que no, al llegar encontramos  a Biel, el hermano de Gracia sentado en el porche con dos mujeres a su lado, una, algo mayor y la otra joven, María Cinta, la madre de Gracia y Teresa, la cuñada, esposa de su hermano.

Pese a que me considero persona de mundo y que he vivido bastante, creo que me puse colorado y pensé que mejor me tragaba la tierra.

Gracia, con todo el desparpajo del mundo y como si fuese un político profesional cogido en renuncio dijo:

Mamá, hermanos, os presento a Ricardo, acaba de llegar de la península en el velero que está en nuestro amarre, hacía muchísimo tiempo que no nos veíamos y hemos decidido venir hasta aquí sin que nadie nos molestase.

Vaya, dijo Biel riendo ¿Quieres decir que nos tenemos que ir?

No, hermano, vosotros sois de la familia y la familia nunca molesta aunque te meta el dedo en el ojo. Bueno, sigo, ella es mamá, María Cinta y mí cuñada Teresa, y él Biel, mi hermano de Ciudadela.

Saludé a todos correctísimamente  y Biel, sin decir nada, se levantó, me hizo una seña a la que yo asentí y me trajo una cerveza.

Nosotros nos iremos mañana temprano para Maó porque tengo el coche allí y el lunes trabajo, por cierto, como Ricardo estará por S. Joan en Ciudadela, ¿por qué no nos haces el favor de llamar al club para que le reserven un amarre?

No, haré algo mejor, yo tengo fiesta esta semana, hemos venido a traer a mamá, pero mañana voy a por el barco, así que cuando tú llegues, te das a conocer y te pondrán en mi sitio, pero con una condición, el domingo, después de  S. Joan, os tenéis que venir a comer una caldereta de langosta que nos va a hacer mamá, que ya sabéis que es la mejor caldereta de Menorca.

 Por cierto, ¿tú tienes que volver a la península,  Ricardo?

Si, voy a estar por aquí hasta que Gracia coja las vacaciones  y luego nos iremos los dos a navegar, dije mirando de reojo a Gracia, ésta primero puso cara de sorpresa, luego sonrió, se acercó algo más a mí, me apretó el brazo, me atrajo hacia ella y me besó, luego dijo:

Ricardo está buscando un barco de dos palos, un ketch para dedicarse a vivir el resto de los días en el mar, así que este verano lo dedicaremos a ir de puerto en puerto buscando la ocasión.

¡Jo! El sueño de la mitad del mundo, dijo Biel. ¿Cómo lo has conseguido?

Bueno, ha habido muchas circunstancias, pero la última fue que la empresa donde trabajaba quería hacer una reestructuración y me ofrecieron una buena indemnización y algo que había ahorrado, además de que el Furia lo tengo apalabrado para el mes que viene. Precisamente salí de Blanes para Menorca porque fui con el futuro dueño a probarlo, pero normalmente vivo en Benicarló. Y en cuanto a lo de la caldereta acepto encantado, bueno, si Gracia da su consentimiento.

Al momento las tres mujeres se fueron a hacer la cena y nos quedamos solos Biel y yo, que congeniamos rápidamente.

Biel, tengo en el barco unas botellas de vino del Somontano, ¿Me acompañas a coger alguna para la cena?

Encantado, así de camino chafardeo tu barco.

¿Has dejado el timón a Gracia? Cuando asentí  se echó a reír y me dijo:

Entonces te habrá acongojado pasando por dentro de les illes d´Addaia.

Pasó, pero estaba tranquilo, con tu hermana de patrón me siento seguro, soy capaz de dormir, cosa que no hago fácilmente cuando lleva mi barco otra persona.

Me gusta este barco, para el tamaño que tiene es muy amplio y muy marinero, dijo Biel.

Bueno, con mucho viento o lo rizas o no tocas el agua. ¿Qué barco tienes tú?

Un Beneteau 35s5. No está mal, es muy marinero y amplio y con mucha luz, mi mujer no es muy marinera, es una “tripusol”.

Las tres mujeres hicieron un gran trabajo en la cocina, María Cinta era una gran cocinera y tanto su hija como su nuera no le iban a la zaga, pese al poco rato que pasaron en la cocina como la sencillez de la cena.

Buen vino, apostilló Biel, ¿Lo llevas en el barco y no se pica?

Bueno, hasta ahora no ha pasado nada malo, ocurrió que una vez me olvidé una botella en un tambucho durante un año, no era un gran vino, era un vino corriente de mesa, cuando me di cuenta lo abrí, al ver que había ganado, se lo di a probar a un vecino de barco, dueño de un restaurant bastante exclusivo, sin decirle  de qué vino se trataba, lo alabó muchísimo, cuando le enseñé la botella, un rioja de precio bajo, no se lo creía. Lo malo es que a las pocas horas de  abrirlo, se convirtió en un vinagre excelente, así que o acabamos con la botella que queda o lo dejamos en la cocina como vinagre puro de vino. Dicho esto, escancié el resto de la botella en los vasos y Biel fue a la cocina a por la tercera botella que  quedaba entre las quejas  de María Cinta que no quería que quedase vinagre sino que no terminásemos demasiado alegres.

El resto de la cena transcurrió entre charlas y anécdotas sobre todo de navegación, cosa habitual entre gentes de la mar. Luego fui al barco a por la guitarra que entonces siempre llevaba conmigo y terminamos en la terraza de la casa cantando habaneras, algunos vecinos, pero suficientes aparecieron por allí y la juerga  terminó a las tres de la madrugada.

A media mañana del siguiente día, nos levantamos gracias a Dios sin resaca y bajamos a desayunar, la madre de Gracia nos estaba esperando, nos hizo unas tostadas y unos café con leche y nos preparó unos bocadillos para la travesía.

¡Venga, muchachos! Tenéis una pequeña brisa de norte, podéis llegar con buen viento a Maó si no va a más, aunque en este tiempo no suele soplar tramontana, nos dijo mientras nos hacía sentar a desayunar.

Biel y Teresa habían salido a pasear y cuando terminamos, recogimos nuestras cosas y fuimos al barco acompañados de María Cinta, que en realidad era solamente un poco mayor que yo, se puso a mi lado izquierdo, el brazo que tenía libre y lo rodeó con el suyo derecho, en el izquierdo llevaba la bolsa de los bocadillos.

No paséis por  dentro de las rocas, dijo mirando a Gracia, ya me dijo Biel que ayer vinisteis por allí, acuérdate que tu padre hundió un llaüt y no llevaba orza.

Sí, mamá, con esta brisa es mejor salir hacia el norte y luego llegaremos  con viento por la aleta. Además, ayer íbamos a motor y soy mejor patrón que Biel, dijo Gracia riendo.

Llegamos al barco, subimos y empezamos a soltar amarras. Os espero el domingo, y si queréis venir antes mejor, dijo María Cinta.

Coge el timón, Ricardo, quiero ver cómo navegas, dijo Gracia con una sonrisa.

Adiós, hijos, buena travesía.

Adiós, mamá besos a todos.

Adiós, María Cinta, gracias por todo.

 

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