LA HIGUERA
Pedro Fuentes
CAPITULO V
Al mismo tiempo, en el local que al lado de la sacristía, en el ropero parroquial, donde las Hijas de Santa Marina se reunían, trataban el tema de la higuera sin que D Florián se enterase.
Acudirían todas al pleno municipal y en el momento de tratarse el tema, todas ellas se pondrían el escapulario de la Hermandad de Santa Marina y si se ponían impedimentos a la obra, abuchearían al alcalde o al concejal que tratase el tema.
Además, mientras llegaba el día del pleno, había que echar leña al fuego para caldear el ambiente y meterle presión a Manolo y los suyos. Dijo Julita.
Isabel, la maestra, comentó que podían avisar a Ricardo, el corresponsal del periódico La Provincia, para que escribiese una nota de lo que pasaba en el pueblo.
Lolita, la mujer del boticario, dijo:
Si llega el caso, si no dan vuelta atrás los del ayuntamiento, podemos organizar un movimiento de “fuerzas vivas” y amenazar a nuestros maridos con una huelga de amas de casa con todas las “consecuencias”, hasta que los maridos apoyen la causa.
Después de una hora hablando sobre el tema, quedaron en empezar la campaña en sus casas.
Mª Carmen quedó en informar a su marido, sobre las ideas que pensaban llevar a cabo.
Isabel, desde allí mismo, llamó a Ricardo y quedó con él para el día siguiente, después de la escuela. Ricardo que bebía los vientos por la maestra, no dudó ni un momento.
Desde su mesa del despacho, la cual había sido puesta por el alcalde de manera estratégica para contemplar a todas las personas que pasaban por la plaza y con quién se reunían; Manolo vio como por el lateral de la iglesia salían las mujeres de la Hermandad de Santa Marina, no podía saber de qué hablaban, pero usando los prismáticos que siempre guarda en un cajón de la mesa, pudo ver que los rostros encendidos de las mujeres y el corrillo que se formó alrededor de su Julita, no era lo normal, algo se traían entre manos y sospechaba de qué iba el asunto.
Maldita higuera, malditas tórtolas y maldito cura, pensó; sacó un cigarrillo y lo encendió mientras del mueble bar que se hizo instalar en su día, se sirvió un trago largo de “Chivas”.
Decidió ir a la farmacia a comprar alguna cosa, quería hablar con Servando, anticlerical de izquierdas y esposo de Lolita, una de las más radicales de la Hermandad de Santa Marina; quizás pudiese sacar algo en claro, pero no iría en ese momento, esperaría al día siguiente para darle tiempo a la mujer a contarle algo al farmacéutico.
Manolo, llamó al secretario, Luis; y le pidió que le informase sobre el orden del día del próximo pleno y cómo estaban los diferentes temas. Este le dijo que a media mañana del día siguiente le informaría al detalle.
Al final, se disolvió el corro y quedaron Lolita, Isabel y Julita, las tres llevaban casi la misma dirección y siguieron hablando del mismo tema, Isabel les contó que había quedado con Ricardo al día siguiente para tratar del asunto; Lolita les dijo que nada iba a explicarle a su marido de lo tratado, porque sospechaba que dada su amistad con Manolo, lo mismo le sonsacaba algo de los planes de las “Hermanas”.
Cuando llegaron a las escuelas, Isabel se despidió de sus amigas y se fue a su casa, Lolita y Julita siguieron cien metros más hasta la farmacia donde quedó sola la presidenta hasta su casa.
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