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jueves, 10 de agosto de 2023

LA HIGUERA (Capítulo IX)

 

  L a Higuera

 

Pedro  Fuentes

 

 

CAPITULO IX



Todos asintieron, Manolo acompañado por Tim, comentó: Mandaré al alguacil a buscar al gitano y yo le explicaré lo que tiene que hacer y que se ganará cien duros.



Cuando Evaristo, el gitano de la cabra fue al ayuntamiento a tratar con el alcalde, no las llevaba todas consigo, eso de tener que ir al ayuntamiento, aunque fuese al pueblo del al lado, porque le van a ofrecer un “negocio” no le suena muy bien, en tratos con payos, puede salir muy perjudicado, pero si además de payos, son políticos….. Su padre se lo ha dicho siempre, si tienes que tratar con payos o políticos, guarda bien la cartera y no te fíes que son muy mala gente.



Manolo le explicó el caso a Evaristo y a éste en principio no le pareció mal pero por menos de cien duros, su cabra y él no trabajaban, porque yo tengo que estar debajo tocando la trompeta para que Rosita esté tranquila, dijo.



Quedaron para el viernes siguiente y por la tarde para que el lado aquel del campanario tuviese sombra, porque Evaristo había dicho que la higuera tendría que estar fría para que no le hiciese mal a Rosita que las higueras y los higos calientes son muy malos.



Se corrió la voz y el viernes, a las seis de la tarde la plaza del pueblo parecía de fiesta mayor.

Eligieron a seis mozos, los más fuertes, la cabra llevaba desde las doce sin probar bocado, la habían ordeñado a las cinco y el bicho no andaba de muy buen humor, lo de subirse a la escalera en fiestas, también con hambre y rodeada de chiquillos no le parecía mal, pero ahora presentía algo, era cabra pero no tonta.



Cuando le ataron las patas, le vendaron los ojos y entre los seis mozos turnándose de dos en dos empezaron a subir las escaleras del campanario, empezó a dar patadas.



Una vez arriba, cuando aquella gente a los que no conocía le pusieron, una especie del cinturón que en principio le apretaba pero a base de saltar se lo soltaron un poco al arnés le ataron una cuerda gruesa, luego, al collar del cencerro ataron otra más fina, para poderla poner de cara a la higuera, a la voz de ya, Evaristo empezó a tocar “España Cañí” y los mozos empezaron a bajar la cabra, que dentro de lo que cabe, se había tranquilizado.



Cuando llegó a la altura de la higuera la cosa empezó a ponerse mal, no podían dirigirla bien y la planta quedaba en el culo de la bestia, cuando la intentaron girar sobre sí misma, le restregaron las ubres por las ramas, y eso no le gustó, empezó a patear para todos los lados.



Los mozos que sujetaban la cuerda fina trataron de enderezarla, Rosita saltó, se desequilibró y no se sabe cómo, se deshizo del arnés y se quedó colgando por el collar, la pobre cabra pateaba, intentaba balar y solamente le salía una especie de chillido, Evaristo dejó de tocar y gritaba ¡Subirla, subirla rápido! ¡Qué me vais a matar a Rosita!



Fue una premonición, cuando Rosita llegó arriba ya era cadáver.



Cuando la bajaron, los mozos iban serios portando al pobre animal, toda la familia de Evaristo, que habían ido a ver la actuación de éste y Rosita, corrieron hacia ella, que yacía en el suelo, todos empezaron a llorar a la vez, si lo hubiesen ensayado no habría salido tan acorde.



¡Rosita!, ¡Rosita!, ¡Era de la familia! Ella nos daba leche y ganaba dinero para nosotros, ahora terminaremos en la ruina y sin Rosita, la mejor cabra en el mundo, y todo por culpa de estos payos que encima se ríen de las desgracias ajenas.



Después de muchos tiras y aflojas, al final Manolo, en colaboración con el cura y la colecta que se hizo en el pueblo, indemnizaron, a Evaristo, que salió llorando del ayuntamiento pero con el dinero necesario para comprarse diez cabras.



Las tórtolas se asustaron y se fueron a hacer el nido en el tejado del Ayuntamiento, la higuera se secó con los calores del verano, que fue más seco de lo habitual.

Evaristo, que vio la oportunidad de su vida ahora se dedica a hacer quesos de cabra de artesanía e incluso se ha comprado a plazos una furgoneta de segunda mano para ir por los pueblos cercanos vendiendo los quesos.



Tim se fue como liberado sindical a la capital y se le augura un gran porvenir en la política. Manolo perdió las siguientes elecciones, abandonó su carrera política y se casó con Julita; por la Iglesia, “como debe ser” Fernando y su equipo ganaron las elecciones por mayoría y entraron al Auntamiento; Isabel y Ricardo se casaron, al fin.





FIN



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