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jueves, 29 de agosto de 2024

TARDE DE TOROS (Capítulo I)

 

Este relate está basado en hechos reales y quiero dedicarlo a Paco Duato, mi amigo, y a Paco Camino, ese gran torero del que fui seguidor y que estoy seguro de que no conoce parte de esta historia.

 

Capítulo I



              25 de Agosto de 1.970 en Benicarló, las Fiestas Patronales en honor a San Bartolomé, Abdón y Senén, estos dos últimos conocidos por “Els Sants de la Pedra” (Los santos de la piedra). Quiero hacer un inciso para explicar el por qué. Estos dos santos en la comunidad Valenciana, fueron considerados protectores de la agricultura y como tales se les invocaba protección contra el granizo (pedrisco), pedra en valenciano.

              es un bonito pueblo de la costa norte de Castellón, entre Peñíscola al sur y Vinaroz al norte, población de tradición marinera y agrícola con grandes playas y un puerto que se construyó entre 1932 y 1944.

              En 1970 Benicarló contaba con unos 13.000 habitantes

              Todo está preparado para “els bous a la mar”, fiesta típica, en un recinto cerrado por tres sitios y el cuarto, abierto, pero encima de una explanada del muelle y con la única salida el mar.

              Se suelta una vaquilla y los mozos se dedican a citarla y correr delante de ella para intentar que llegando al borde del mar, el animal caiga al agua.

              Paco y su mujer, llegaron a Benicarló el día anterior, estaban de paso, venían de Valencia y habían salido de Zaragoza donde se acababan de casar, la idea era seguir subiendo por la costa hasta llegar a la frontera de Francia, luego ya verían.

              Aquella mañana decidieron acercarse al puerto para ver las vaquillas, una vez allí, su mujer se sentó en unas gradas instaladas para ver el espectáculo, Paco, aficionado a los toros y animado por el ambiente se descolgó por las barras de las gradas y se quedó al pie de donde estaba su mujer.

              La vaquilla a la que estaban corriendo, la citaron con un jersey rojo desde el lado de Paco, el bicho se dio por aludido y corrió hacia el mozo que la citaba, varios mozos que por allí estaban, se dispusieron a trepar por los barrotes, Paco no anduvo muy ligero y en su barra subieron dos mozos, cuando él quiso empezar a trepar, tuvo problemas, subió, pero no tenía espacio suficiente, además la barra estaba mojada se supone que por el sudor de los que treparon delante de él, el caso es que resbaló y terminó cayendo, con tan mala fortuna que su muslo derecho fue a parar sobre un cuerno del animal y hasta sin quererlo, le clavó el asta abriéndole una herida que le tuvieron que dar treinta y tantos puntos de sutura y que estuvo muy cerca de perforarle la femoral.

              Fue llevado de urgencia a Castellón. Donde calificaron la cornada de “pronóstico reservado”.

              Allí estuvo internado tres días, al cabo de los cuales, un compañero de trabajo de Paco, a petición de éste se trasladó a buscarlo, para que lo siguiesen tratando en Zaragoza ya que la mujer no tenía carnet de conducir.

              Junto con una ambulancia que trasladó a Paco, el amigo llevó el coche de Paco y a su mujer.

              Llegaron a Zaragoza y Paco fue internado en el hospital Miguel Servet, conocido en el año que ocurrieron los hechos como “Residencia Sanitaria José Antonio” para ser internado puesto que había síntomas de infección en la herida.

              Allí estaría hasta que le diesen el alta.

jueves, 22 de agosto de 2024

ENTRE FANTASMAS (CapítuIo VI)

 

ENTRE FANTASMAS

Pedro Fuentes

Capítulo VI

 

 

                A la mañana siguiente, nada más levantarme llamé de nuevo a Lucía le dejé un nuevo mensaje: Lucía, por favor, dime algo, estoy preocupado, luego pasaré por tu casa, porque tengo que salir.

               Lo primero que hice fue ir a lavar el coche por si quedaba alguna mancha de polvo y barro de los caminos del día anterior, luego me fui a una gran superficie a comprar y llegué a casa como hacía una vez por semana. Después de descargar el coche me fui andando hasta la casa de Lucía, llamé por el portero automático, Me respondió Conchita que estaba limpiando, al día siguiente vendría a limpiar a mi casa.

               Conchita, ¿Está Lucía?

               No, no está, ha debido salir muy temprano porque no la he visto.

¿              No ha dejado ninguna nota? Ayer por la noche le dejé un mensaje y no me ha contestado, esta mañana le he vuelto a llamar y tampoco ha respondido.

               No, no ha dejado nada, además, me fijado que la cama estaba hecha, no ha parecido dormir aquí, pensé que estaba con usted.

               No, no la he visto desde anteayer, ayer tenía que ir por la mañana a la agencia de viajes y no he sabido nada más de ella.

               Encima de la mesa hay un sobre grande de una agencia de viajes, pero no hay ninguna nota.

               Volví a casa y llamé a su hermano, no sabía nada y no había tenido noticias de ella desde hacía por lo menos quince días.

               Esperé cuarenta y ocho horas y entonces fui a la policía, me comunicaron que no podían hacer nada, que era una persona mayor de edad y no había nada que hiciese sospechar que la marcha fuese forzada.

               Pasaron las Navidades y el año nuevo y nada se supo. A primeros de Febrero vino su hermano, estuvo hablando con la policía, puso una denuncia, le pidió las llaves del piso a Conchita y se hizo cargo de todo. Habló conmigo, le conté lo mismo que a todos.

               A los pocos días vino la policía, me preguntó por mi relación con Lucía, le conté lo de la amistad que había habido entre los dos matrimonios y la que había seguido después de enviudar ambos, le conté que habíamos tenido alguna salida al cine y a cenar o comer y que teníamos previsto irnos de vacaciones juntos, pero había desaparecido unos días antes y que yo mismo anulé las reservas el día de antes, con lo cual perdimos casi todo el importe del viaje, en un sobre, en mi despacho estaba el importe que correspondía a Lucía.

               Era en Mayo cuando unos excursionistas se encontraron unos restos humanos en las ruinas de la iglesia templaria, el rigor del invierno, que llovió muchísimo y las alimañas del bosque habían hecho su labor, no se pudo completar ni medio esqueleto, pese a eso, llamaron a la familia por si podían recordar algo sobre alguna cicatriz o dentaduras postizas. La policía descubrió por el hermano de Lucía la habitación del macho cabrío. Inmediatamente todo se convirtió en un crimen satánico y se dejó el caso por si más adelante se podía descubrir algo.

               Nunca se resolvió el caso, lo escribí todo, lo metí en mi caja fuerte con una nota diciendo que se abriese el sobre y se leyese a mi muerte.

               Si alguna vez este escrito cae en manos de alguien, será que ya he muerto y que se sabrá mi venganza por lo que Lucía me hizo sufrir.

FIN



jueves, 15 de agosto de 2024

ENTRE FANTASMAS (Capítulo V)

 

ENTRE FANTASMAS

Pedro Fuentes

Capítulo V

               Pasaron cuatro semanas, las salidas al cine y a cenar con Lucía, cada vez se hicieron más a menudo, aquella tarde habíamos quedado porque quería comprarse un vestido y quería que le dijese como le quedaba.

               Después de recorrer varias tiendas, terminó comprándose un conjunto de falda y blusa a juego que verdaderamente le quedaba muy bien, era de unos tonos pastel, pero a la vez alegre y que le realzaban sus encantos personales.

               Estoy cansada de andar, ¿por qué no vamos a mi casa, preparo algo para cenar y nos quedamos allí a charlar? Me dijo.

               Bueno, la verdad es que yo también estoy un poco cansado, casi perdonaría la cena por no andar.

               Entramos en su casa, como tantas veces había ido siempre, tanto su casa como la mía eran viviendas habituales y casi comunes cuando vivíamos los cuatro.

               En la nevera tengo un vino blanco buenísimo, abre la botella y pon dos copas mientras me cambio. Me dijo.

               No hacía falta nada más, sabía dónde estaba todo, abre botellas, copas, cubitera, salva manteles, en fin, todo.

               Cuando Lucía entró en el salón, venía con una bandeja con pan tostado, pan normal, patés, queso, jamón, y pastas saladas. Nos sentamos en el sofá, el uno junto al otro y nos pusimos a picar mientras charlábamos animadamente, cuando acabamos con las viandas también se terminó el vino, Lucía se había descalzado y se sentó a medias sobre su pierna izquierda, cuya rodilla me rozaba la mía derecha.

               ¿Quieres un whisky con hielo?

               Si, le contesté, pero poco whisky y mucho hielo, he bebido mucho ya. Le contesté.

               Volvió con los vasos y se sentó a mi lado, más cerca e los que estaba antes, nuestros muslos se tocaban, su falda se quedó bastante corta y un botón de la blusa desabrochado dejaba entrever un sujetador negro de copa que cubría lo justo de sus pechos, me ofreció un vaso y brindamos, bebimos un sorbo y me besó, ese fue el comienzo de una larga noche, en todo momento me sentí seducido, comprendí que todo aquello estaba preparado, pero el caso es que no me acordé de mi mujer, no creía que eso fuese posible.

               Los encuentros se repitieron, Lucía tenía perfectamente calculada cada cita, siempre en su casa, yo me quedaba toda la noche y luego marchaba a mi piso, donde seguía con mi rutina hasta el encuentro siguiente.

               Faltaba poco para Navidad y decidimos marchar a Canarias para pasar diez días y celebrar las fiestas allí. Unos días antes, después de un encuentro en su casa, cuando desperté, vi que no estaba a mi lado en la cama, pensé que estaría en la ducha o en la cocina, pero el piso estaba en completo silencio, en la mesa del comedor una nota me decía que había ido a la agencia de viajes a recoger los billetes, así que me duché, me arreglé y cuando ya me iba para casa, vi una habitación cerrada, la verdad es que nunca había visto aquella puerta abierta, intenté abrir la puerta y noté que estaba cerrada por dentro, el pestillo estaba puesto y cerrada de un tirón, busqué un palillo, lo metí por el pequeño agujero del pomo e hice saltar el muelle, con lo que la puerta se abrió, volví a cerrar el pestillo con la puerta abierta y me preparé para dejarlo todo a punto para cerrar si era sorprendido. La habitación estaba totalmente a oscuras, palpé la pared para encontrar el interruptor de la luz y encendí, un repelús recorrió mi columna vertebral, aquello parecía una capilla, pero en lo alto del ara, había la imagen de un macho cabrío a dos patas, todo estaba lleno de signos demoniacos, en un rincón había dos muñecos de unos diez centímetros de altura, hechos en cera que representaban a Lucía y a mí, cogidos de la mano. En un rincón, en el suelo se encontraba una caja llena con cinco o seis muñecos más pero descabezados y seccionados los brazos y las piernas, me pareció ver en aquellos restos las figuras de Fidel, Rosa Mary y María del Pilar.

                ¡Dios mío! Grité y aquella habitación pareció agitada por un terremoto, cerré la puerta y salí corriendo.

               Llegué a mi casa y me senté en mi sillón del despacho, estaba tiritando, no sé si de frío o de miedo, pese a lo temprano del día y que no había desayunado, cogí un vaso, le puse cuatro dedos de whisky y tomé dos sorbos largos de un tirón, luego me senté de nuevo y me puse a pensar.

               Lucía practicaba cultos al diablo, las muertes de mis seres queridos habían sido provocadas por magias negras o vudú, estaba aterrorizado, iría a la policía. No, no podía demostrar nada, las gentes no creen en eso, me harían pasar por loco y si le decía algo a ella, me eliminaría como había hecho con los demás.

               Tenía que trazar un plan, había que eliminar a aquella servidora de Satán, de pronto me acordé de algo, había leído de un pueblo abandonado en la provincia de Tarragona donde se decía que había habido dos muertes, una parecía un ritual satánico, la otra no se sabía, además era una zona boscosa donde era posible que habitasen alimañas de todo tipo, así que preparé todo, incluso cogí un cuchillo de grandes dimensiones de cocina y desparejado de los dos juegos que había en casa, preparé ropa vieja y otra mejor por si tuviese que cambiarme, lo llevé todo al coche y lo escondí en una bolsa, luego, a eso de las doce, cuando me llamó Lucía para decirme que ya tenía los billetes, le invité a una excursión, a hacer unas fotos en unas ruinas, a eso de unos tres cuartos de hora donde había habido una iglesia templaria que me gustaría retratar para el libro que estaba preparando.

               Le dije que iría al parquin a por el coche y que me esperase en un cruce cerca de su casa para recogerla y que comeríamos por el sitio porque si no la luz no sería buena para las fotos y que se pusiera ropa cómoda y calzado para el campo porque tendríamos que andar un poco.

               Bajé a por el coche, lo puse en marcha y salí al encuentro de Lucía.

               Llegamos al sitio y bajamos del coche, lo dejé aparcado entre unos matorrales y no se veía desde el camino de tierra, después de pasar un pequeño bosque, aparecieron ante nosotros las ruinas de una edificación que parecía un templo del siglo XIV. Las paredes estaban invadidas por hiedras y zarzas, saqué de una bolsa una cámara Réflex y otra más pequeña, me las colgué al cuello y le día a Lucía para que lo llevase un trípode, en el fondo de la bolsa, envuelto en una toalla vieja estaba el cuchillo.

               Mientras le hacía preparar el trípode frente a una pared de las ruinas, cuando estaba de espaldas, le asesté una puñalada en el omóplato izquierdo con toda la fuerza que pude, el cuchillo se hundió más de veinte centímetro, antes de que rodase por el suelo le di dos puñaladas más, una vez muerta, la arrastré hasta un viejo colchón medio quemado que había en el interior del edificio, le quité toda la ropa y cualquier tipo de joya o anillos que pudiese llevar, me limpié con la toalla también el cuchillo, me quité toda la ropa y el calzado que llevaba, manchados de sangre y lo metí en otra bolsa. Empezaba a oscurecer, me dirigí al coche, con un tuvo de goma saqué gasolina del depósito del coche y me dirigí a un camino secundario, con las luces apagadas, a unos cincuenta quilómetros de allí y en un descampado que se había convertido en un basurero incontrolado, hice un montón con toda la ropa y toallas y lo rocié de gasolina, hasta que quedó todo bien empapado, le prendí fuego y marché lo antes posible, di otro rodeo y pasé por Tortosa, ya era de noche y con el viento que hacía, no había nadie por las calles, paré cerca de un puente y tiré el cuchillo al Ebro así como los carretes velados de las cámaras fotográficas.

               Llegué a casa y revisé toda la ropa que llevaba por si había manchas de sangre, llamé varias veces al teléfono de Lucía, la segunda vez le dejé un mensaje en el buzón de voz, le dije:

               Lucía, ya he llegado, Si llegas antes de las doce, por favor, llámame.

               Me duché y me fui al despacho biblioteca y me tomé un par de whiskys.

jueves, 8 de agosto de 2024

ENTRE FANTASMAS (Capítulo IV)

 

ENTRE FANTASMAS

Pedro Fuentes

 

Capítulo IV

               Fueron unos días terribles, anduve como sonámbulo un par de semanas, suerte de la ayuda que en todo momento me prestó Lucía, era incapaz de hacer nada, estaba cansado y dormido todo el día.

               Le pedí a Lucía que no me protegiese tanto, que tendría que salir adelante solo, no podía estar dependiendo de ella y más cuando parecía que se hubiese trasladado a mi casa, venía a primera hora de la mañana, se iba a media tarde y me dejaba la cena preparada, se encargaba de todo, la casa, la ropa, la comida.

               Lucía, por favor, no me puedes proteger tanto, tengo que salir adelante por mi mismo, siempre he sido bastante autosuficiente, mira, a partir de mañana, voy a vivir solo, te juro que si necesito algo te llamaré y lo mismo te digo a ti, si necesitas algo, llámame.

               Pareció sentarle mal lo que le dije, así que como ya al día siguiente no vino a casa, me las arreglé para llamarle y pedirle unos consejos y solución a mis dudas con la lavadora, eso suavizó un poco las cosas y quedó más contenta.

               Al cabo de una semana, me llamó para decirme que había encontrado una señora para las faenas de la casa, que quizás me pudiera interesar, le dije que sí, pero solamente unas cuatro horas un día a la semana, quedó en que me la traería por la tarde para que la conociese.

               A las cuatro de la tarde vino con la señora, Conchita. Era una mujer de más de cincuenta años, un poco gruesa y no muy agraciada, pero parecía saber lo que se hacía, trabajaba en varios sitios y sus referencias eran buenas, incluidas las de Lucía para la que también trabajaba. Quedamos que pasaría por casa los jueves por las mañanas, de nueve a una.

               Empecé de nuevo con mis escritos de historia, frecuentaba la biblioteca y de vez en cuando asistía a conferencias.

               Un día que había decidido ir al cine, cuando fui a comprar la entrada, me encontré a Lucía que también había decidido ir a aquella película, así que entramos juntos, cuando salimos, ya a las nueve y media de la noche, le dije:

¿              Quieres que vayamos a tomar algo a algún sitio?

               De acuerdo, ¿qué quieres hacer, una cena en serio o a tomar unas tapas?

               Creo que han abierto aquí cerca un sitio nuevo, con una variedad importante de tapas muy elaborada, ¿Quieres que probemos?

               De acuerdo, vamos, me cogió del brazo y nos echamos a andar, el sitio estaba a unos quince minutos, la noche era agradable pese a estar en invierno. Llegamos al bar, la verdad es que el sitio estaba bien, las tapas eran apetitosas y la cerveza en su punto.

               Volvíamos para su casa y como no hacía frío, aunque nos alejábamos un poco, buscamos el paseo marítimo y fuimos subiendo por él hasta la casa de Lucía. Cuando llegamos me dijo:

               Lo he pasado muy bien, ya no me acordaba de cuando salíamos los cuatro, espero que lo repitamos, aunque sea para recordar viejos tiempos.

                Llegamos a su casa, abrió el portal, me besó en la mejilla y se marchó.

               Me dirigí a mi casa, a 10 minutos de allí, pasé por la puerta del hospital, cuantas veces había estado allí en menos de cuatro meses y cuanta gente había perdido, Fermín, María del Pilar a la que hacía 23 años que no veía y que tuvo que venir al pueblo donde vivo para morir, luego murió mi mujer, dos lágrimas cayeron de mis ojos y mi tristeza apareció de nuevo y encima, esa misma tarde había estado con Lucía, la viuda de mi mejor amigo, en el cine y tomando tapas y lo habíamos pasado bien, a ella no parecía influirle todo lo pasado.

               Por mi mente pasaron los sucesos ocurridos en el momento de las tres muertes, simple casualidad, yo no creo en nada de eso, pero fue tan extraño todo, ¿Era real todo lo que me había ocurrido? ¿Lo había soñado? ¿Estaba equivocado y fueron señales? Lo había hablado con Lucía, ella si que decía creer en ello, su comentario fue:

               Han venido en espíritu antes de emprender el camino para despedirse de ti, he leído que eso ha pasado muchas veces.

               Si, pero se han despedido de mí y no de ti.

               Quizás tú sin saberlo ni creer en ello eres más receptivo, tienes una sensibilidad mayor, tendríamos que probar, a lo mejor tienes muchas aptitudes para ser un buen médium, ¿No has tenido nunca la sensación de conocer a una persona o sentir que sabes lo que está pensando alguien que pasa por delante de ti?

               Si, pero eso nos pasa a todo el mundo, a veces ves a alguien y no te fijas y luego, lo ves de nuevo y piensas que lo conoces de algo y otras veces crees conocerlo porque se parece a alguien que en algún momento has conocido.

                Llegué a casa bastante fastidiado por los recuerdos y pensamientos, vi la luz del buzón de voz del teléfono encendida, cogí el auricular y esperé.

“              Tiene un mensaje nuevo. Mensaje número 1, recibido hoy a las 23 horas 10 minutos: Hola, Raúl, quiero que sepas que lo he pasado muy bien contigo, tendremos que repetirlo. Buenas noches”.

               Algo se estremeció dentro de mi, no quería pensar lo que aquella llamada significaba, Lucía era la viuda de mi mejor amigo y la amiga de mi difunta esposa, no la había visto nunca como una persona del sexo opuesto que me pudiese interesar, además, el dolor que me había dejado la muerte de Rosa Mary, estaba en mi corazón, no creía que pudiese asociar el placer con el recuerdo de mi esposa, siempre había sido un esposo fiel y ahora me costaría tener relaciones con otra mujer.

               Me fui a dormir, pero a la media hora estaba levantado leyendo una novela de ciencia-ficción, nada, no podía dormir, estaba desvelado, los hechos acaecidos en los últimos meses me martilleaban la cabeza, ¿Cómo me cambió la vida placentera que llevaba con lo que se me había venido encima? ¿Era posible que el ser humano tuviese tal capacidad de aguante? ¿Habría terminado todo o todavía podían empeorar las cosas? ¿Y los sentimientos? ¿Quedaba en mi corazón espacio para volver a amar?

               Fui a la cocina, me preparé una taza de leche caliente con cacao, cogí unas galletas y me senté en la mesa hasta terminarlo todo, luego me metí en la cama y lentamente me fue entrando un sopor que me hizo quedarme dormido.

jueves, 1 de agosto de 2024

ENTRE FANTASMAS (Capítulo III)

 

ENTRE FANTASMAS

Pedro Fuentes

Capítulo III

               El día 10 de Noviembre, estaba en una biblioteca pública, cerca de mi casa, donde iba bastante a menudo, por lo menos dos veces por semana, a consultar algún dato que necesitaba para mis trabajos de historia contemporánea, cuando andando por un estrecho pasillo, con estanterías llenas de libros a ambos lados, cuando empezando por un extremo de las filas superiores y luego siguiendo por las demás al llegar al final, pero en dirección contraria, saltaban los libros como si alguien los estuviese empujando con fuerza al pasillo, de tal forma que si llego a permanecer allí hubiese sido enterrado por los libros, algunos de considerable tamaño y peso.

               Corrí hacia el final más cercano, hacia la sala donde estaban los pupitres, nadie se movió, nadie parecía sentir el estruendo, me quedé mirando el pasillo y ante mi asombro, los libros volvieron a su posición original. Solamente yo presencié la movida, no quedaba ningún libro fuera de su lugar. Lo primero que pensé fue que me había quedado dormido leyendo y lo había soñado, pero ni estaba en mi pupitre ni tan solo sentado, me encontraba de pie justo a la entrada del pasillo de más de cincuenta metros de largo por dos de ancho. Miré para atrás y vi como el bibliotecario seguía escribiendo en unas fichas, impávido al follón organizado, las personas que había en la sala, desde jóvenes de catorce o quince años, a venerables ancianos, nadie levantó la cabeza ni para verme mover de un lado para el otro. Fui hasta el bibliotecario y le dije:

               Se me han caído unos libros en el pasillo.

               Me miró por encima de sus gafas de cerca, luego al pasillo y me contestó:

               Veo que ya los ha recogido ¿Los ha dejado en su sitio?

               Si, perfectamente, ya sabe que me conozco este local casi tan bien como usted.

               Me fui a sentarme pero vi que eran las ocho de la tarde y había quedado con Rosa Mary en una cafetería a la vuelta de la manzana, así que me despedí del funcionario, fui a mi mesa, recogí mis cosas, las metí dentro del portafolios, me puse el abrigo y el sombrero y salí del local.

               Al dar la segunda vuelta a la esquina, casi enfrente del bar donde había quedado, vi como un montón de gente se arremolinaba, por un lado apareció una ambulancia y un par de motos de la Policía Local permanecían con las respectivas luces azules encendidas, los agentes intentaban apartar al gentío.

               Un sudor frío corrió por mi espalda, apreté el paso y terminé corriendo en dirección a los policías, al llegar al primero, al que conocía de vista, le dije:

               ¡Agente! ¿Qué ha pasado?

               Han atropellado a una mujer.

               Por favor, ¿Saben quién es? Mi mujer ha quedado conmigo aquí mismo y a las ocho, ¿Puedo ver a la atropellada?

               Pase conmigo, de dijo mientras me estiraba por un brazo para poder pasar por el corro de gente, luego levantó la cinta delimitadora y nos acercamos al lugar donde una figura humana yacía oculta por el consabido envoltorio metalizado dorado. Apartó un poco y pude ver la cabeza ensangrentada de Rosa Mary.

               ¡Dios mío, es ella!

               Caí de rodillas frente al cadáver y con las manos en mi cara comencé a llorar.

               No sé cuanto tiempo pasó, cuando me vi rodeado por los brazos de Lucía que había llegado y al verme se arrodilló junto a mí y me abrazó.

               Fueron unos momentos terribles, luego llegó la ambulancia y dijo que no podía hacer nada hasta que llegase el juez para el levantamiento del cadáver.

               Al fin llegó el juez, venía acompañado por dos policías y el secretario que resultó ser el mismo que el de mi visita al anatómico forense con la identificación del cadáver de María del Pilar.

               Algo le dijo el secretario al juez, me miró y se acercó a mí y me dijo:

               ¿Conoce a esta mujer?

               Si, es mi esposa.

                ¿Iba usted con ella cuando ocurrió el accidente?

               No, yo estaba en la biblioteca, había quedado con ella a las ocho y salí de allí unos minutos más tarde, cuando llegué aquí todo había pasado, pero no sé lo que ocurrió.

               Según algún testigo, los hechos fueron los siguientes:

               Un coche avanzaba por la calle a una velocidad correcta, de pronto perdió el control y se subió a la acera, con tan mala fortuna que pilló en su camino a la mujer que ahora yacía muerta, no fue fuerte el atropello, pero al caer había dado con la cabeza en un bordillo de un alcorque donde hay plantado un cerezo rosa ahora pelado por el otoño recién estrenado.

               Tanto el conductor, que lloraba en un rincón apenado, como algún testigo, coincidían en el relato del accidente.

               El conductor no paraba de decir:

               Iba solo en el coche, pendiente de todo, aminoré la velocidad porque sé que hay un paso de peatones, ni tan siquiera oía la radio ni llevaba prisa, de pronto noté como si alguien tirara del volante hacia la derecha, quizás reventó una rueda, tal vez la suspensión se rompió, fue algo extraño, el golpe fue muy pequeño, ni el capó del coche está abollado.

               La policía hacía mediciones y comprobaba todo lo que habían dicho el conductor y los testigos.

               Al fin se hizo el levantamiento del cadáver y lo llevaron al anatómico forense para hacerle la autopsia.

               Yo estaba ido, no sabía qué hacer, Lucía me cogió del brazo y me metió en el bar, allí me pidió una tila y para ella un café, mientras tanto me cogió la mano y me intentaba consolar.

               ¿Sabes que esta vez también tuve a la misma hora una presencia extraña?

               ¿Qué te pasó?

               Estaba en la biblioteca y se cayeron cientos de libros que luego se pusieron solos en su sitio, pero nadie más lo vio, aunque había bastante gente y el bibliotecario tiene la mesa mirando hacia aquel pasillo.

               Después me acompañó a casa, me dio dos valium con un vaso de leche tibia e hizo que me acostara.

               Me quedaré aquí mientras tú duermes, por si llaman por teléfono, mientras tanto, antes de meterte en cama haz una lista de a quién tengo que llamar y lo haré por ti.

               Los amigos ya los conoces, en cuanto a los familiares te doy el teléfono de su hermano y del mío, diles que avisen a toda la familia, además, toma ésta es la tarjeta del seguro de la funeraria para que des el parte y ellos se encarguen de todo