LA HIGUERA
Pedro Fuentes
CAPITULO III
El lunes siguiente Fernando se presentó en el ayuntamiento para interpelar al alcalde sobre el problema de la higuera, se fue hacia el secretario y éste le dijo que Manolo no le podía recibir, pero que lo mejor que podía hacer es un escrito, que lo llevaran al registro, para darle carácter oficial y se estudiaría para incluirlo en un pleno.
Fernando salió bastante quemado de la charla con Luis el secretario, el cual era más partidario de Manolo que de la oposición, por lo menos durante lo que quedaba de esa legislatura, lo primero que hizo fue dirigirse a su suegro, D. Melquiades, su protector político, pero cuando iba en su busca al casino se encontró con Julita, a la que conoce por ser amiga de su mujer, Mª Carmen, también de la Hermandad de Santa Marina.
¡ Julita!, tu novio es un tonto del haba, le dijo Fernando antes incluso de saludarle.
Yo no tengo novio, le respondió. Una persona que antepone el qué dirá el partido a la felicidad de su novia, o es tonto o lo parece, así que lo he mandado a paseo.
Fernando, cada vez más quemado, le dijo:
Tonto no, imbécil, me ha dicho que lo de la higuera habrá que discutirlo en un pleno. ¿Qué se ha creído? Pues si quiere guerra la tendrá.
Julita, que entre otras cosas vio la oportunidad de tocarle la narices a su Manolo le espetó:
Ahora mismo voy a reunir a las hermanas de Santa Marina y va a tener guerra. ¿Cuándo será el pleno?
Bueno, es el primer jueves de cada mes, así que quedan quince días, le contestó Fernando.
Yo voy a hablar con mis chicas esta tarde, y mañana, si quieres nos vemos y comentamos lo que hay, dijo Julita.
Toda esta escena la había visto Manolo desde el despacho del Ayuntamiento, medio escondido detrás de la cortina desde que Fernando salió de allí, le gustaba “estudiar” a sus enemigos políticos por si acaso.
Cuando vio a su novia con la oposición, empezó a especular y la experiencia le dijo que iba a ser más difícil reconquistar a Julita.
Fernando se reunió en el casino con D. Melquiades y le contó lo ocurrido.
D. Melquiades, persona reflexiva, le dijo que no se implicara mucho en el asunto, que se dejase una puerta abierta por si tenía que tirar para atrás, que al fin y al cabo, Manolo tenía las de ganar, ya que aunque se había pedido, todavía no le había sido concedida a la iglesia de Santa Marina el título de Patrimonio Nacional, aunque ya hacía tiempo que se había solicitado, mientras tanto, la iglesia pertenecía al obispado. Por el único lado que podía hacer fuerza era que Manolo viese peligrar la alcaldía en las próximas elecciones, que ya estaban a diez meses vista y las fuerzas del pueblo estaban bastante equilibradas.
Con el consejo de su suegro, aquella tarde reunido con su grupo, acordaron hacer una interpelación a modo de pregunta, solicitando al Ayuntamiento que como bien del pueblo y por tanto de sus habitantes, se habilitara un presupuesto extraordinario para solucionar el problema de la higuera, que tampoco parecía que fuese muy elevado. Dejando en manos de la brigada municipal que estudiase la forma más rápida y económica para erradicar la higuera y por tanto que las tórtolas no pudiesen anidar allí.
Así se hizo y al jueves siguiente, una semana antes del pleno, llevó al registro del Ayuntamiento la interpelación. para su estudio en el próximo pleno.
Cuando Manolo tuvo conocimiento del escrito, llamó a su socio de gobierno, Timoteo, de Izquierda-Los verdes, único representante de su partido.
Timoteo, trabajador del campo y representante sindical del Sindicato Agrario y Ganadero (SAG) era a su vez el cabecilla e impulsor de Izquierda-Los verdes del cual era el cabeza de lista en las municipales, concejal electo, funcionaba como partido bisagra ya que las fuerzas de la derecha y la izquierda estaban equilibradas, aunque el número de votos de la derecha era superior en doscientos.
Timoteo era el concejal de urbanismo del ayuntamiento que gobernaba Manolo.
Desde que salió elegido, estaba intentando cambiar el sentido del tráfico de las calles del pueblo ya que no le gustaba que siendo un pueblo que había crecido de forma circular, casi todas las calles eran radiales que desembocaban justo en la plaza de la Iglesia, también era la plaza del Ayuntamiento, pero éste quedaba al otro lado y las calles que llegaban a la plaza Mayor, según Timoteo, cuando entraban allí lo primero que veían era la iglesia, por lo cual, quería que las calles adyacentes a la iglesia fuesen de entrada para que el ayuntamiento quedase enfrente, las lindantes a la casa consistorial fuesen de salida y las dos calles laterales, una por cada lado fuesen de giro obligatorio a la izquierda al entrar en la plaza. Todas las calles eran de doble sentido hasta que se empezó con la reordenación urbanística, pero como en todas ellas se habían desdoblado las aceras para hacerlas más anchas pero luego se habían estrechado poniendo árboles y bancos, el tráfico se estaba convirtiendo en un caos, por lo que Tim, como lo llamaban en el pueblo, estaba intentando hacer zona peatonal y de bicicletas el centro del pueblo, por lo que insistía con Manolo para que el pleno se lo autorizase en los próximos presupuestos.
Por cierto, Tim no tenía carnet de conducir, él decía que la bicicleta era más ecológica.
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