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miércoles, 15 de mayo de 2013

15M de 2011 (Cita en el Retiro (R))

Rompiendo una norma mía, no escrita, hoy voy a publicar un relato que se presentó por primera vez en Noviembre de 2012.

Lo hago por una razón para mi suficiente importante, hoy es 15 de Mayo de 2013 y me recuerda la fecha aquella historía que terminó en su primera parte y dio comienzo a otra el 15 M de 2011.

De todas las formas, mañana tendremos el capítulo correspondiente de "El afilador" con una de las últimas aventuras de Ricardo.

CITA EN EL RETIRO
Pedro Fuentes
Capítulo I
Aquella tarde de domingo se parecía a casi todas las tardes de aquel otoño que ya declinaba, el frío  empezaba a arreciar en el Madrid del año 1967, o cine o guateque, no era tiempo ya para pasear por Rosales, sentarse en algún bar a charlar o salir con alguna chica a recorrer Madrid antes de sentarse en una cafetería y hablar de lo divino y lo humano o del existencialismo próximo al movimiento hippy del que ya se oía hablar a través de las noticias que llegaban sobre la guerra de Vietnam y el rechazo de la juventud a la violencia.
Aquella tarde nos reunimos en casa de Vicente, al final era el sitio ideal, allí celebrábamos la mayoría de los guateques, normalmente cada uno se encargaba de traer a alguna chica, además de las fijas, amigas y amigos de todos, allí nos reuníamos a charlar y bailar, eran los tiempos de Adriano Celentano, Fran Sinatra, Dean Martin, Pino Donaggio, Elvis Presley y tantos y tantos, aunque siempre salía, casi al final de la tarde el Only you de los Platers , aunque ya empezaban a despuntar Los Brincos y otros productos españoles.
No se quien de los nuestros trajo a Matilde y a su hermana, creo que fue uno de los amigos de Vicente que se llamaba Juan Carlos, había otro Juan Carlos, también larguirucho que imitaba a Dean Martin cantando  Everybody love Somebody, el que yo digo estaba enamorado de la hermana de Matilde, yo, desde el momento que vi a Matilde dije: Esta chica me gusta, es una cabecilla loca pero me gusta, tiene estilo.
Era una chiquilla alta, muy alta, delgada, con cara redonda, en la que destacaban unos preciosos ojos verdes casi transparentes, pelo corto muy claro con un tono claro entre rubio y pelirrojo, semi rizado, tez blanca con unas pecas ligeramente remarcadas, en aquellos tiempos estaba de moda pintarse pecas, ella las llevaba naturales. Era una campanilla.
Al poco tiempo de llegar me las apañé para estar bailando con ella. Siempre he sido la antítesis del “bailongo”, es más, siempre me he caracterizado como un fatal bailarín, pero en aquellos tiempos si no bailabas no ligabas, pero yo, con un par de pasos aprendidos de Juan Carlos, el imitador de Dean Martin, que era un gran bailarín, pasaba las tardes bailando si la muchacha merecía la pena.
Matilde tenía un gran estilo, además de su belleza y su gran figura, vestía con una gran elegancia, luego supe que su madre era una gran modista y a las niñas les hacía verdaderos modelos. Su hermana, más joven que ella, no era tan atractiva, pero Matilde, cuando llegó aquella primera tarde, con un maxi abrigo entallado, color burdeos, debajo del cual llevaba una mini falda marrón, un jersey fino de cuello de cisne color beige y unas medias calcetín a juego con el jersey hasta media pierna.
Aquel día no la dejé ni a sol ni a sombra, tenía dieciséis años y yo dieciocho. Quedé con ella para irla a recoger al colegio el miércoles por la tarde y a partir de entonces empezamos a salir.
Aficionado a la fotografía y viendo las posibilidades de ella, al domingo siguiente quedé  para ir al Retiro a hacerle fotos, era una maravilla, Matilde parecía nacida delante de una cámara, le hice cientos de fotografías, era mi modelo.
El parque del Retiro se convirtió en el paseo dominical, entonces, con sus dorados otoñales, sus hojas caídas y el sol que pasaba por entre las ramas de los árboles que perdían sus hojas amarillas y rojas, filtrando rayos de sol que llegaban débiles entre las ligeras neblinas al pelo corto y rizado de Matilde y remarcaban más aquella tez clara, casi transparente. Imaginaba yo que con mi cámara atrapaba a Diana Cazadora, con su túnica, su arco y su cervatillo al lado, eran escenas dignas de David Hamilton.
Por aquel entonces yo estaba metido ya en grupos de teatro de aficionados y empezaba a escribir alguna cosa, Matilde era mi musa, además, cuando tenía tiempo venía conmigo a ensayos y a ver teatro, en aquel entonces existía la claque e ir al teatro, para los aficionados era barato, además conocía a todos los jefes de claque de Madrid.
Bohemio como era, además de que en aquellos tiempos era un joven rebelde dispuesto a luchar por cualquier causa perdida, Matilde, que era una cría que empezaba a salir de casa, me seguía en todas las ocasiones, teniéndome como un héroe revolucionario.
Una mañana de invierno, en una de esas citas en El Retiro le confesé a Matilde mi amor, ella sentada en un banco de madera, con el cuello de su abrigo subido por el frío que hacía, yo con mi chaqueta de pana ancha y una bufanda de punto que me daba tres vueltas al cuello y colgaba todavía medio metro por cada lado, le cogí  su mano izquierda, puse mi rodilla derecha en tierra y mirando hacia ella le confesé mi amor:
Matilde, desde la primera vez que te vi, en casa de Vicente, justo cuando llegaste y te quitaste aquel abrigo burdeos maxi largo y entallado, me enamoré de ti, ha pasado medio otoño en este Retiro al que venimos cada domingo y cada vez que te veo a través del visor de mi cámara y luego, cuando revelo las fotos, sé que no puedo vivir sin ti. Le besé la mano suavemente, ella se puso de pie e hizo levantarme, luego se acercó a mí, me abrazó y me besó en la mejilla primero y luego nuestros labios se rozaron tímidamente. A diez o quince pasos un guardia forestal de El Retiro se ponía el silbato en la boca por si era menester llamarnos la atención. En aquel tiempo esos hechos eran motivo de una multa de 5 pesetas.

Capítulo II
Las clases ya habían empezado, yo aquel año había comenzado Filosofía y Letras en la Complutense de Madrid, en la Ciudad Universitaria, ya desde el primer día de clase se empezaba a rumorear que ese año habría muy pocas clases, el ambiente se estaba caldeando, empezábamos a tener noticias de la crisis económica que empezó en Francia a principios del 67, luego ocurrió que las colonias de los grandes estado, recientemente independientes, se negaban en algunos casos a aceptar el “proteccionismo” americano.
En Cuba había triunfado la revolución, Estados Unidos se comprometía de lleno en la guerra de Vietnam, el movimiento hippy empezaba sus campañas de “Haz el amor y no la guerra”.
Pero el disparo de salida de todo lo que se avecinaba fue el encierro de estudiantes en la Universidad de Nanterre en Francia y sobre todo el enfrentamiento verbal entre el <ministro de La Juventud y el Deporte François Missoffe y Coh-Bendit luego conocido como “Dani el Rojo” cabecilla y fundador del movimiento revolucionario “22 de Marzo”.
En España, en esas fechas de 1967 se vivía un gran momento económico, los Planes de Desarrollo estaban creando empresas y puestos de trabajo, La postguerra había terminado, el gobierno franquista había depositado mucha confianza en Cataluña y Vascongadas apoyando la creación de industria y por tanto puestos de trabajo cubiertos por españoles de Andalucía, Aragón y Extremadura sobre todo.
En el año 66 se aprobó la nueva Ley de Prensa conocida también como la “Ley de Fraga” y en la que se aparentaba una libertad mayor que la real, en el 67 se desarrolló la Ley de Libertad Religiosa, que no realizó Fraga, pero se le achacó por los más adictos al régimen, no siendo del agrado de Carrero Blanco, Fraga pagó los platos rotos y fue considerado un “liberal”.
Pese a la nombrada ley de prensa muchos periódicos y revistas fueron “secuestrados” en alguna ocasión como el ABC, La Codorniz. El diario Madrid que fue cerrado definitivamente.
Todo ello fue el caldo de cultivo para que el curso 67/68 en España y sobre todo en la universidad fuese un curso muy conflictivo.
Yo estaba a mis anchas en aquel ambiente revolucionario. Entre que Filosofía y Letras y Derecho llevaban la voz cantante de todo el follón en la “Universitaria” y además en el mundillo del teatro que empezaba con el teatro de protesta y luego en la música comenzaba la canción protesta, sobre todo en Barcelona.
Para Matilde, con sus dieciséis años recién cumplidos era todo un dios, era el héroe revolucionario, a cada momento me pedía que le contase qué pasaba en la Universidad.
Luego, cuando salíamos por ahí, le llevaba a los sitios más bohemios y progres de Madrid.
Las cuevas de Sésamo era cita obligada para tomar una copa después del teatro, o en la Cervecería Alemana en la plaza de Santa Ana.
Se maravillaba cuando en alguno de esos sitios nos encontrábamos con algún actor ya conocido y nos saludábamos. Alguna noche aparecíamos por Parnaso, en la calle Viriato, cerca de la glorieta de Iglesias.
 Muchas mañana de domingo le llevaba al Rastro, allí le hacía fotografías reflejando su belleza en aquel ambiente y cada vez que las miraba me recordaban a la actriz francesa Marlene Jobert en la película “El arte de vivir…pero bien” de Yves Robert.
 Yo vivía independiente en Madrid, con unos amigos compartíamos un piso y allí, en mi habitación había instalado mi pequeño estudio fotográfico. Ahora, en aquel pequeño espacio seguía haciendo fotografías a Matilde, le hice un gran book de fotografías.
Por aquel tiempo ya estaba lo bastante liado para estudiar, iba a la Universidad en función de los jaleos que se pudiesen liar, en el teatro hacía alguna cosilla, sin importancia, lo importante era estar en todos los sitios posibles, trabajaba esporádicamente en alguna cosa, pero seguía recibiendo de mi familia a final de mes la transferencia correspondiente, no sé si porque pensaban que seguía estudiando o porque así permanecía alejado de casa.
Gracias a mis fotografías y al book, Matilde empezó a pasar modelos para una casa de costura que la contrató, a partir de entonces nuestros encuentros eran cada vez más lejanos, ella fue conociendo otro mundo y yo empezaba a pasar un poco de ella ya que mi vida iba por otros derroteros y vivía en un mundo de bohemia y revolución.

Capítulo III

El día 15 de Mayo de 2011, domingo, llegué a Madrid desde Alicante, me dediqué a recorrer la ciudad como siempre que llego allí después de un largo tiempo de estar ausente.
Paseando fui hacia Sol para recorrer todo el centro, bajé por Preciados y ya noté algo raro, mucha gente joven que iba hacia Sol con mochilas, alguna pancarta todavía enrollada, en sus voces se notaba nerviosismo, hablaban entre ellos muy alto, mientras otros susurraban, Sol estaba tomada en sus alrededores por coches anti disturbios.
Sin comerlo ni beberlo me encontré con el comienzo de la manifestación del 15M. Hice un cálculo de fechas, habían pasado 44 años y 54 días desde que se formalizó el movimiento “22 de Marzo” en la Universidad de Nanterre en Francia, yo, con 62 años me encontraba en otra revuelta que parecía sería de grandes proporciones, mi mente retrocedió ese periodo de tiempo, me pregunté qué sería de mis viejos camaradas, entre ellos uno que perdí de vista allá por 1970 en la Plaza de España, un domingo a las doce del medio día, él terminaba de salir de la Dirección General de Seguridad por revueltas estudiantiles. Nos despedimos entonces y ya no supe más de él, Salvador.
En plena Plaza del Sol, en el comienzo del jaleo tuve un recuerdo para Matilde y todos los amigos y camaradas perdidos. En un principio me alegré de que la juventud empezase a despertar del letargo del consumismo, pensé “El que no es revolucionario a los 17 no es conservador a los 40” No sé de quien era la frase pero me la apliqué, pensaba ya en mi jubilación, mi vida había sido bastante cómoda en lo laboral y me dije: “Esto no es para mí”. Y me marché por la calle Mayor dirección Postas para ir a la Plaza Mayor.
Fuera de la Plaza de Sol se notaba el ambiente de fiesta del día de S. Isidro, patrón de la Villa. Estuve paseando hasta las tantas, Madrid siempre está lleno de gente por las calles, ahora hacía 5 años que no recorría sus calles y todo parecía igual, aunque en el fondo se notaba la profunda crisis en la que andábamos metidos.
El lunes, cuando me desperté, recordé que había estado no sé si soñando o recordando aquel otoño y primavera de 1967/68, miles de escenas pasaron por mi mente, desayuné en el  hotel y como no tenía otra cosa que hacer hasta la tarde que había quedado con mi amigo Vicente, me fui andando tranquilamente al Retiro, ahora en pleno hervidero de la primavera. Paseé por todos aquellos sitios que tan bien conocía de mi juventud.
Encontré el banco en que me había declarado a Matilde y me senté, abrí el periódico que llevaba debajo de mi brazo y me puse a leer.
No habían pasado ni cinco minutos cuando alguien me preguntó:
 ¿Puedo sentarme?
Si, claro. Le contesté sin levantar la mirada de mi periódico.
Al cabo de unos minutos, mientras pasaba de página, levanté la vista, al lado se había sentado una elegante mujer, mayor ya pero con los rasgos de haber sido una gran belleza.
Disculpe, señora, ¿La conozco de algo?
Eso mismo estaba pensando yo, que le conocía pero no sabía de qué.
Yo, cuando tengo un rato o me quiero relajar de mi trabajo, que está muy cerca vengo y me siento aquí.
Pues cuando vengo a Madrid, suelo pasear por el Retiro y a veces me siento aquí, pero no hemos coincidido nunca.
La mujer sonrió y con picardía me miró y dijo: En el otoño de 1967 coincidimos muchas veces.
Le miré a los ojos y dije: Claro, tú…. ¡Tú eres Matilde!
¡Y tú Pedro!

FIN

jueves, 9 de mayo de 2013

LA RECONSTRUCCION DEL CRIMEN (El afilador Capítulo V)

Ha empezado la reconstrucción de los hechos, ¿aparecen sospechosos? José Miguel, con la inestimable ayuda de Ricardo y Pedro se adentra en la investigación, pero a veces ésta se convierte en una árdua labor.

Y ahora.............

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO  V

A las siete cuarenta llegó Pedro. Cinco minutos más tarde apareció un Land Rover conducido por el policía que me había dado la declaración para firmar, al verme puso cara de “por poco me meto en un lío”.
Guardaron silencio hasta llegar al lugar de los hechos, Pedro y José Miguel se saludaron efusivamente. Hubo presentaciones e instrucciones de lo que iba a hacer. La zona estaba acordonada y vigilada desde que se descubrió el cadáver para evitar que se pudiesen contaminar las posibles pruebas.
José Miguel dirigía la operación, de vez en cuando hacía parar y preguntaba alguna cosa. Además había ordenado que un policía de su equipo hiciese fotografías e incluso disimuladamente a las personas que curioseaban al otro lado de la cinta de “no pasar policía”
Pedro, al lado de Ricardo tomaba notas de vez en cuando.
Cuando se repetía por segunda vez hizo parar y le dijo a Ricardo:
Por favor, quiere repetir qué hizo usted.
Ricardo volvió a explicar al pie de la letra lo que había hecho en los siete minutos que tardó en llegar la policía.
¿Qué hizo con el perro ese rato?
El animalito sabía que pasaba algo raro y estaba no sé si por el frío o porque veía que yo estaba nervioso, temblando, lo cogí en brazos y ya no lo solté hasta que nos fuimos.
¿Y usted? Dijo señalando al Rodolfo. ¿También cogió a su perro en brazos?
Hubo un conato de risotadas y Rodolfo dijo:
No señor, como ya lo tenía cogido de la cadena jalé de él y nos alejamos, yo estaba muy aturdido y no sabía lo que hacía.
Perdone, señor comisario, dijo Pedro:
¿Puedo hacerle una pregunta al señor?
Proceda, dijo José Miguel que durante el acto oficial trataba a sus amigos de usted.
¿No se acercó en ningún momento a la víctima?
Rodolfo pareció dudar pero luego dijo:
 No, no sé…… estaba muy aturdido.
Según las fotos del calzado que llevaban cuando encontraron a la muerta, en los zapatos de Ricardo, que confiesa que se acercó al río, había mucho menos barros del que tenía usted, cuando habían andado lo mismo más o menos. Dijo Pedro.
José Miguel miró a Pedro y éste apreció una ligera sonrisa, luego miró a  Rodolfo, se acercó a él, con cuidado de no estar en el terreno de Pibe y le preguntó a boca jarro:
¿No se acercó en ningún momento al cadáver?
¡No!, estaba aguantando a Pibe, además me aturdí mucho, tuve miedo, aunque llevo muchos años en España, con los papeles en regla y trabajo, soy extranjero y a veces, sin quererlo, se mira de otro modo a los sudamericanos.
No, no miramos de otro modo a los extranjeros, nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario. Dijo el comisario y luego le soltó de golpe:
Usted se acercó al cadáver y luego, con esta rama que encontramos detrás de esos matorrales, donde estaba cuando llegó la policía, trató de borrar las huellas, mientras tanto el perro estuvo atado a ese árbol de allí, fíjese en las huellas de la cadena en el tronco y las pisadas inquietas de animal.
Rodolfo, totalmente fuera de sí le contesto:
¡Sí! Me acerqué, ¡pero yo no la maté!, cuando la vi, me pareció conocerla, me acerqué,  no, no era quien yo pensaba, la había visto alguna vez por el pueblo pero no la conocía. Luego me di cuenta de lo que había hecho, me entró el pánico y borré las huellas con unas ramas.
El afilador, que hasta el momento estaba callado, tratando de no llamar la atención dijo:
¡Señor comisario! Ese hombre, el día del asesinato, por la mañana estuvo afilando cuchillos y unas tejeras, uno de los cuchillos era grande, de picar, me dijo que se lo dejara bien afilado, que lo usaba mucho.
Rodolfo, medio llorando dijo:
Sr. Policía, los cuchillos están todos en casa y puede revisarlos.
No se preocupe que lo haré, dijo José Miguel. Y a continuación llamó a un agente que llevaba una carpeta, El comisario abrió la carpeta y sacó una foto, se la enseñó al afilador y le preguntó:
¿Es esta la mujer con la que quedó usted en la cafetería?
Sí, creo que sí, pero no vino, le esperé media hora, el camarero se lo puede confirmar, fue en la cafetería Hamilton, que  está al salir del pueblo por la nacional. Estuve allí desde las siete a las siete y media, primero tomé un café y luego una coca porque me iba a marchar y tenía que conducir.
No se preocupe que también lo comprobaré.
El resto de la mañana estuvieron en la escena del crimen, luego, cuando terminaron, José Miguel dijo:
No pueden marchar de su residencia habitual. Los iremos llamando a todos a comisaría para más interrogatorios.

jueves, 2 de mayo de 2013

COMIENZA LA INVESTIGACION......(El afilador Capítulo IV)

Esto se anima, comenzamos a conocer los hechos, hay algún sospechoso pero no evidencias, José Miguel, el comisario, y Ricardo, su amigo, comienzan a investigar. Veremos cómo se desarrollan los hechos, ¿Quien es el asesino?.

Y ahora..............

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO  IV

He leído en el informe y las declaraciones que tú encontraste el cadáver juntamente con un ciudadano argentino.
Bueno, en realidad fue Trouvé y su perro, un mastín enorme de setenta kilo, de mi amigo y que se llama Pibe.
¿Conoces mucho a Rodolfo?
Hombre, pues no, lo justo desde hace unos meses de pasear con los perros, se llevan bien y juegan bastante y Rodolfo es una persona con la que se puede hablar de cualquier tema y nosotros lo hacemos, hablamos de perros, de lo divino y  de lo humano, pero sabes que me gusta y me precio de conocer a las personas, tanto él como su mujer son una pareja agradables.
¿Pudieron los perros acercarse a la víctima? Es decir, lamer sangre o algo por el estilo, lo digo pos las pruebas de ADN, que no vayamos a encontrar algo que nos despiste.
No, ladraron de miedo, los perros a veces se asustan por el mero hecho de ver a una persona totalmente inmóvil, quien no tiene perros se piensan que los animalitos siempre ladran igual y no es así, por eso, porque los entendimos corrimos hacia allí, comprendimos que algo los había espantado, cuando llegamos estaba a más de tres metros del cadáver, además la tierra estaba húmeda y se hubiesen visto las pisadas por lo menos de Pibe, que pesa unos setenta kilos. Nosotros, como ya habrás visto las declaraciones y por separado, yo, por cierto no sé lo que declaró Rodolfo, vi de lejos que aquella mujer estaba muerta y bien muerta, es más, me fui para atrás y os llamé, luego me fui a un rincón un poco alejado y estuve vomitando.
¿Qué hizo Rodolfo mientras tanto?
No lo sé, no lo vi, cuando llegó la policía estaba a unos cinco metros a mi derecha, no lo veía bien por las ramas pero estaba pálido como la cera y acariciaba a Pibe que estaba muy nervioso.
¿Es verdad lo que dice la prensa de que ha habido tres casos más? Le pregunté.
No,  dos, muy similares pero hay que esperar a la autopsia, en los dos anteriores fue con un cuchillo de picar muy afilado, recién afilado, pero solamente una puñalada fue mortal, la primera, el resto no eran mortales ni de ensañamiento, fueron como para despistar y no hubo avisos, la ropa les fue arrancada después de muerta y en los tres casos, ese mismo día había estado el afilador en el pueblo, ambas mujeres ha reconocido el afilador que fueron con cuchillos grandes a afilar y que incluso una de ellas estuvo coqueteando con él, pero no pasó nada.
Hemos tenido al afilador veinticuatro horas retenido, interrogándolo porque ha dado la casualidad de que en los tres casos ha estado el mismo día en el pueblo donde se cometieron los asesinatos, además se sabe que va detrás de cualquier cosa que lleve faldas, su mujer le dejó hace tres años acusado entre otras cosas de maltratos. Pero no hay forma, lo único que reconoce es que las tres víctimas habían sido clientes suyas el día que murieron, la segunda estuvo coqueteando con él, le dijo cuatro cosas y quedó con ella aquella tarde en un bar de las afueras del pueblo, fue, pero ella no apareció, se tomó un café y al rato una cola y se marchó a su casa.
¿Crees que ha podido ser el asesino? Le dije a José Miguel.
No, no creo, es un perfecto idiota, pero no creo que sea el culpable, aunque todas las evidencias le señalen a él. Lástima que en los asesinatos anteriores no nos encargamos nosotros y las pruebas que hay no son muy fiables, además no se rastreo bien el terreno y no se encontraron ni huellas ni el cuchillo.
Mañana vamos a seguir rastreando el terreno y vamos a intentar reconstruir los hechos, ya hemos avisado al argentino y llevaremos también al afilador y por supuesto tú.
¿Puedo llamar a Pedro? Como sabes vive en una población cercana y es un tipo muy observador y saca unas conclusiones muy acertadas.
Si, además me encantará saludarlo de nuevo, la vez anterior, si no llega a ser por sus fotos, quizás todavía estaríamos como el 11 de Marzo. Por cierto, llevaremos a Trouvé y a Pibe.
Os pasaremos a buscar a las siete cuarenta y cinco para estar allí a las ocho, que es la hora aproximada a la que encontrasteis el cadáver. ¿Avisas tú a Pedro o lo hago yo?
No, ya lo aviso yo porque si no le vais a dar un susto.
José Miguel se levantó y se despidieron hasta el día siguiente.
A continuación llamé a Pedro y le dije:
¿Pedro? ¡Hola! Soy Ricardo, ¿Te has enterado del crimen de mi pueblo? Bueno, no sé si sabes que yo encontré el cadáver. ¿Sabes que ha venido de Madrid un grupo tipo CSI y que el jefe es José Miguel?
Después de contarle todo, le pedí que viniese y aceptó inmediatamente. Como no, Pedro siempre decía que había aprendido a leer con novelas de Agatha Christie.

 

jueves, 25 de abril de 2013

LLEGA LA POLICIA CIENTIFICA "El afilador III)

Bueno, la cosa empieza a animarse, ha llegado la policía científica, un viejo amigo de Ricardo ha llegado a intentar descubrir al asesino, José Miguel es el comisario que investigó la trama de "El viaje I, II y III".

Espero que os agrade esta nueva historia.

Y ahora...........

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO  III
A la mañana siguientes, cuando salí a pasear al perro, de dirigí sin dudarlo hacia el puerto, allí me encontré con las personas de siempre, todos hablaban de lo mismo, decían los periódicos que la mujer asesinada, por lo visto era de la población. Al conocerse que  era uno de los dos que se encontraron el cadáver, todo el mundo me preguntaba,  al final, me marché de allí asqueado por lo macabro de las preguntas y el querer saber de los detalles.
Nuevamente me encontré con Rodolfo y el mastín amigos de  Trouvé y mío. Ninguno de los dos, Rodolfo y yo, queríamos volver al río.
Recorrimos el camino comentando lo pasado, Rodolfo estaba un poco indignado, no le había gustado la actitud de la policía, habiendo querido colaborar con ellos, se había sentido acosado por la policía, como se  fuese un sospechoso.
¡Che! ¡No querían que leyese la declaración! Me dijo en su acento porteño.
No te preocupes, son formas de hablar, no pasa nada, a mí también me lo hicieron y le contesté y le dije que si no le gustaba que viniese su jefe.
Ya a la vuelta, en el quiosco de periódicos de casa compre el periódico y me fui al apartamento a leerlo.
La prensa no contaba gran cosa, habían identificado a la víctima, era una mujer de mediana edad, le estaban haciendo la autopsia pero no se sabían más detalles, solamente que parecía que había un sospechoso al que estaban interrogando.
Al parecer se estaba esperando a un grupo de la policía científica que llegaría de Madrid, lo que daba veracidad a rumores de que había habido tres casos similares en la provincia pero que se habían acallado por no sembrar el terror entre la población.
Aquella tarde, a eso de las cinco, recibí una llamada telefónica.
¡Sí! ¿Quién es? Contesté
¿Ricardo? Hola, soy José Miguel ¿Te acuerdas de mí? Del caso de “La misteriosa dama de negro”
Estoy en la policía científica y he venido para investigar el caso de  “El afilador” y al ver tu nombre relacionado, me gustaría hablar contigo ¿Puedo verte esta tarde? Nada oficial, ¿Puedo acercarme a tu apartamento?
Desde luego, ¿A qué hora vendrás? Además estaré encantado de saludarte.
Vale, te espero en una hora.
A la hora en punto llegó José Miguel, Trouvé pareció conocerle y se lanzó hacia él.
Le saludé como a un viejo camarada y después le ofrecí un café y un whisky que no despreció.
Nos sentamos en sendos sillones, uno frente al otro, encendimos unos cigarrillos, nos contamos las últimas novedades sobre nuestras vidas y brindamos con el alcohol.
El caso es que ya estaba un poco arto de la antiterrorista y conseguí meterme en la científica, una especie de CSI pero con menos medios y más modesta, vamos a la española.

 

jueves, 18 de abril de 2013

EL ASESINO ESTA SUELTO "El afilador" Capítulo II

Ya estamos entrando en materia, la cosa se va poniendo seria.
Vereis que hay referencias a "El viaje I, II y III" Los hechos que se relatan esn "El afilador" y varis de sus personajes son los mismos, si seguís este relato, ya os dareis cuenta de por qué esas referencias.
Espero que os guste y que no descubrais hasta el final quien es el asesino suelto, se lo haceis, me gustaría que me lo contáseis en los comentarios de este blog.
Un saludo a todos y ahora..........

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO  II

Tal y como es costumbre, a eso de las siete y media, Trouvé suele saltar sobre la cama y me despierta para ir a pasear, así que me toca levantarme, arreglarme, tomar un café con leche y salir a la calle.
Aquella mañana, como tantas otras nos fuimos hacia el río, por lo que llamamos familiarmente “la ruta del colesterol” a esas horas hay muchas personas corriendo, otros simplemente andando, muchos siendo paseados por sus perros, uno de ellos, un mastín gigantesco y amigo de Trouvé. Como seguíamos el mismo camino, Rodolfo, su dueño y yo decidimos seguir mientras charlábamos de todo como casi cada día que nos vemos.
Cuando llegamos al río, soltamos a los perros y se dedicaron a perseguirse y jugar. Por lo general Trouvé sale revolcado varias veces, incluso a veces se  mosquea y le gruñe a Pibe el  mastín, el cual no le hace ni caso.
Después de jugar un rato, Trouvé, seguido de Pibe, se adentró por entre la vegetación y a los dos o tres minutos nos sobresaltaron con los ladridos, cosa que no suelen hacer, corrimos hacia donde estaban pensando que no se hubiesen encontrado con alguna alimaña.
Cuando llegamos a donde estaban, nos quedamos parados de golpe, lo que allí vimos era terrible, en el suelo, semi desnuda y cosida a puñaladas había una mujer, su cabeza parecía separada del cuello y un gran tajo corría de oreja a oreja.
Cogimos rápidamente a nuestros perros y los separamos.
Sin hablar cogí el teléfono móvil y llamé a la policía.
Nos separamos del lugar sin mirar aquello.
Yo había visto varios casos de accidentes, y muertes violentas pero aquello me dejó tan mal que me desplacé hacia el río y estuve vomitando hasta que llegó la policía,
A partir de aquel momento empezó a aparecer gente, los que iban llegando al río y veían lo que allí pasaba se quedaron. Siempre me ha horrorizado lo macabra que es la gente cuando hay alguna cosa de estas.
La policía local, rodeó la zona con una cinta de plástico, al poco rato llegó la policía científica, el juez para el levantamiento del cadáver, una ambulancia y varias docenas de personas a las que la policía local trataba de dispersar.
Se hicieron mediciones, se buscaron restos o pistas.
 Rodolfo y yo tuvimos que contar lo ocurrido varias veces, nos hicieron fotos del calzado, ya que aquella noche había llovido algo y había huellas en el barro.
Alguien, de los que miraban comentó:
En mi pueblo dicen que cuando se oye el silbato del “afilaor”, anuncia una muerte.
Otra dijo:
Pues en el mío dicen que va a llover y anoche llovió.
Sí, pero también hubo muerte, replicó otra.
Se nos acercaron varias personas y nos preguntaron si conocíamos a la víctima.
No, no podemos hablar, nos ha dicho la policía que no podemos hablar con nadie.
Al fin, después de varias horas de interrogatorios, tanto “in situ” como en el ayuntamiento, donde habían habilitado un despacho para la policía judicial que había venido de la capital.
Por la tarde, por separado, tuvimos que ratificar las declaraciones tanto Rodolfo como yo.
Cuando llegué allí, otra vez me tomaron todos los datos referentes a nombre, domicilio, carné de identidad, etc. Luego me sacaron tres folios escritos a máquina y un policía me dijo:
¡Firme aquí!
Con mucho gusto, pero antes permítame que lea el escrito. Le contesté.
Ya empezamos mal si no se fía de nosotros. Me dijo.
Oiga, perdone, yo me fio de todo el mundo, pero esto es una cosa muy seria y cualquiera se puede equivocar, así que si no le importa, leeré primero estas hojas, y si no le gusta, avise a su superior y se lo diré a él. Le contesté ya con un tono seco y serio.
Bueno, bueno, ¡Léalo!
Después de leer lo firmé, era mi declaración, igual desde el primer momento.
Bueno, ya puede irse, pero no se marche de la población sin nuestro consentimiento.
Buenas tardes, dije y me apresuré a salir de la habitación.
Ya en la puerta principal, al salir me crucé con el afilador que entraba custodiado por dos agentes.
Aquella noche ni siquiera cené, tenía el estómago bastante revuelto, me metí en la cama, pasé la noche en un duerme vela lleno de pesadillas y escenas del cuerpo cosido a puñaladas, me vinieron a la mente las muertes violentas ocurridas hacía algún tiempo en Menorca y Porto Pino. Trouvé notó mi nerviosismo, saltó sobre la cama y se puso a dormir a mi lado.
Por la ventana, a través de los cristales apareció una luna llena esplendorosa, por mi columna vertebral corrió un escalofrío y empecé a temblar, alargué la mano hacia donde notaba a Trouvé y este me lamió la mano como muestra de cariño.
Los recuerdo pasaron por mi cabeza, todo aquello quedaba atrás, cuanto tiempo parecía haber transcurrido y sin embargo solamente había pasado un año de los hechos relatados en “El viaje I, II y III”.

 

jueves, 11 de abril de 2013

EL AFILADOR Capítulo I

Hoy comenzamos con "El afilador" Esta es un novela corta, la última aventura de Ricardo, son 20 capítulos, con lo cual el que quiera seguir la trama, tendrá entretenimiento hasta después del verano. Como ya he dicho, es una novela corta, llena de misterio, protagonizada por Ricardo y José Miguel, el policía de "El viaje III. A mí, como biografo de Ricardo, me toca también un papel, ya que está escrita sobre la marcha y según fueron ocurriendo los hechos.

Espero que os guste, creo que vais a disfrutarla de principio a fin.

Y ahora....................

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO  I

Martes 18 de Marzo, estaba en mi apartamento,  escribiendo unas notas para mi amigo Pedro, “mi biógrafo”,  cuando oí en la calle, por un megáfono alguien que gritaba machaconamente:
¡Ya está aquí el afilador, se afilan cuchillos, navajas, tijeras, hachas, todo tipo de utensilios de cocina, máquinas de embutidos! Y hacía sonar un característico silbato de varias notas.
La retahíla duró unos 25 minutos hasta que se perdió en la lejanía,  me trajo recuerdos de el Rastro de Madrid, en los años sesenta, cuando en algún puesto se anunciaban “¡Cuchillos, navajas, mecheros, mujeres en cueros!”. Los tres artículos primeros en voz alta y clara y lo último bajo y entre dientes, para burlar a la censura y a la vez hacerlo más misterioso y apetitoso, se refería entonces a calendarios de bolsillo en el que por delante había fotos de chicas muy ligeras de ropa.
Seguí con mis notas y me olvidé del “afilaor”.
El pueblo donde resido, es una población costera de unos veinticinco mil habitantes, con una larga playa y al fondo de ésta la desembocadura de un río en el que escasamente hay agua.
Las edificaciones no llegan sino a la mitad del paseo que continúa unos dos kilómetros más a lo largo de la playa.
Luego en verano, esa parte del pueblo se llena de turistas, ya que es en esa zona donde están los hoteles y apartamentos, pero eso solamente pasa a partir de mediados de junio, cuando los críos terminan el colegio.
Ahora  había perdido el hilo, la cancioncilla del “afilaor” seguía machacona en mi cabeza mezclándose con la del Rastro, así que decidí coger a mi perro, Trouvé y salir a pasear, Trouvé es un pincher enano, mi gran amigo desde que lo salvé de las garras de Satanás en una de mis aventuras, escrita por Pedro, mi amigo de toda la vida.
Como hacía buen día salimos rumbo al río.  Por las mañanas solemos ir en dirección al puerto, para de camino echarle una ojeada a mi barco y asegurarme de que todo estuviese bien. Pero ese paseo había sido por la mañana temprano.
Al final de las últimas edificaciones me encontré de nuevo con la furgoneta y el megáfono del afilador, tenía las puertas traseras abiertas y con una piedra de afilar iba trabajando, mientras por el megáfono seguía el eslogan. Media docena de mujeres esperaban turno para afilar mientras el individuo les contaba chistes y anécdotas subidas de tono.
Llegamos al río por donde solamente había un hilo de agua, allí solté a Trouvé y estuvo corriendo de un lado para el otro persiguiendo una pelota de tenis que yo le tiraba y con la que él soñaba que era el mejor de los conejos por cazar.
Era la una del medio día cuando volvimos a casa.
Después de comer y hacer diez minutos de siesta frente al televisor me metí en el despacho hasta las ocho que mi perro se puso a pasear nervioso ante mí. Era la forma de decirme que ya era hora de salir a pasear. La verdad es que aquel animalito gozaba sacándome a pasear.

jueves, 4 de abril de 2013

¿DONDE ESTAS, AMOR? Capítulo IV

Esta semana tenemos el desenlace del relato ¿Dónde estás, cariño?  espero que os guste. Es uno de mis relatos preferidos, son muchos los escritos, pero hay algunos por lo que siento un cariño especial, cuando tuve conocimiento de los hechos que sirvieron de base a esta historia, tenía unos ocho años, de eso ya hace muchísimo tiempo, pero sigo sintiendo como un pequeño escalofrío cuando lo releo.

Y ahora.........

¿DÓNDE ESTÁS, AMOR?
Capítulo IV
Pedro Fuentes

El martes, que por casualidad era además trece, a las cuatro y media de la tarde se reunieron las cuatro amigas en casa de Carmiña, primero tomaron café y luego pasaron a una habitación pequeña, oscura, iluminada por una docena de velas, en medio una mesa redonda, tipo camilla y encima el tablero de la “ouija”, al lado un vaso pequeño, de los usados para ron en los bares. En el techo, encima de la mesa un espejo circular reflejaba las luces de las velas. En una especie de trinchante que había en la pared del fondo se encontraba extendida la camiseta de Canillo, el delantero centro del Mensajero, alrededor varias imágenes y un cuadro con una foto del difunto Federico flanqueada por dos velas rojas.
Entraron las cuatro amigas y se sentaron alrededor de la mesa en cuatro sillas que a tal fin se encontraban allí.
Mientras os acostumbráis a la penumbra, os vuelvo a repetir que todas las preguntas las haré yo, ya las tengo preparadas para que sean breves y concisas. No os asustéis, no pasa nada, no habléis ni gritéis porque podemos enfadar a los espíritus y entonces la podrían tomar con nosotras y castigarnos. Tú, Aurora te sentarás a mi derecha, pondremos el dedo índice de la mano derecha encima del vaso invertido, tocando cada una con la punta el culo del vaso. Con la mano izquierda, abierta tocareis con los dedos índice y corazón el tablero hacia el centro de la mesa procurando que no se mueva.
 Este tablero lo conseguí en Galicia, perteneció a una buena mujer que murió quemada en la hoguera porque la acusaron de bruja. Dijo Carmiña y continuó: si no hay ninguna duda poned vuestras manos como os he dicho y empezaremos.
¿Estamos todas tranquilas?
Las cuatro asintieron con la cabeza.
¿Estamos relajadas?
Nuevamente asintieron.
Sabéis que estamos aquí para invocar el espíritu de Federico o de algún amigo que nos pueda informar.
¡Yo te invoco Federico para que te acerques!
¡Federico! ¿Estás aquí?
Nada pasó, Aurora repitió por tres veces la pregunta y no pasó nada.
¡Yo te invoco a ti, espíritu desconocido para que me informes de Federico!
La llama de varias velas se movieron impulsadas por una corriente de aire frío que giró en redondo sobre las cabezas de las cuatro mujeres.
¿Hay alguien aquí? Preguntó Carmiña.
El vaso movido como por un resorte se desplazó hacia el ángulo superior derecho donde podía leerse “SI”
¿Eres amigo?
El vaso giró sobre sí mismo sin moverse del “SI”
¿Eres Federico?
Ahora el vaso se desplazó al extremo inferior izquierdo donde ponía “NO”
¿Conoces a Federico?
El vaso volvió al “SI”
¿Lo has visto recientemente?
“SI”
¿Está cerca?
“SI”
¿Podrá venir?
“NO”
¿Podremos verlo pronto?
“SI”
¿Dónde?
El vaso pareció volverse loco yendo de letra en letra:  C I R C O  D E  M A R T E  R I Ñ A  D E   G A  L  L O S
¿Cuando?
Nuevamente el vaso empezó el baile:  D O M I N G O  1 8  T A R D E
¿Cómo lo veremos?
E L  O S  V E R A. Comunicó el vaso y siguió: L L E V A  C A M I S E T A  C A N I L L O.
Carmiña le preguntó nuevamente. ¿Está bien?
El vaso ya no se movió.
¿Te has marchado?
Nada, ningún movimiento del vaso.
¡Chicas! Esto se ha terminado.
Se levantaron de la mesa y salieron de la habitación, Aurora lloraba sobre la camiseta de Canillo.
Carmiña sirvió agua fría para todas y se pusieron a organizar el domingo y a pensar qué le dirían al marido las dos casadas.
Las cuatro mujeres llegaron al Circo de Marte el domingo a las cuatro de la tarde, todas llevaban gafas de sol y procuraban pasar desapercibidas y que nadie las conociese. Pidieron un palco y allí medio se escondieron, pusieron a Aurora delante con su camiseta de Canillo y esperaron.
Empezaron las peleas, nadie parecía mirar a los palcos, en esto la puerta se abrió y asomó un hombre que se le notaba algo bebido.
Perdón, me he equivocado, buscaba el lavabo.
En ese momento ya empezaba la quinta riña, pesaron a los gallos, les echaron unas gotas de limón en los laterales de los picos, los azuzaron el uno contra el otro y a la señal del árbitro los soltaron, el uno blanco y de nombre Tenisqueño, el otro colorado y por nombre Brutus. Al primer picotazo de Brutus, Tenisqueño debió pensar que más valía vivir sin honra que morir desangrado y pegó un salto y un revoloteo y fue a caer en la falda de Aurora.
Aurora gritó: ¡Federico, amor mío, has vuelto!.

FIN