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jueves, 13 de marzo de 2014

EL NAUFRAGO DE SAN BORONDON (Completo)

Hoy voy a comenzar una nueva etapa, voy a publicar todos los relatos que hasta ahora se han editado en este blogg por capítulos pero ahora enteros para facilitar a los nuevos lectores la lectura y a los amigos de siempre el recuerdo.

La primera fase se va a llamar "RELATOS PALMEROS" todos ellos ambientados en la bonita isla de La Palma, patria chica del autor, espero que os agraden.

EL NAUFRAGO DE SAN BORONDON

Pedro Fuentes

Capítulo  I

1.915 fue un año de mucho hambre en Canarias, sobre todo en las islas periféricas.
Nuestra historia se desarrolla en La Palma y comienza en Tazacorte.
Tazacorte dos años antes, era una zona estratégica para la producción de plátanos y tomates, la Fyffes Límited  de Irlanda había adquirido terrenos y había llegado al acuerdo con una distribuidora, Hudson que tenía conexiones en Canarias y transportaban los productos de Tazacorte, pero la primera guerra mundial abrió un paréntesis de grandes proporciones en Canarias, produciendo en Tazacorte un lamentable estado de hambre y miseria.
En estas circunstancias se desarrolla nuestra historia.
Norberto, un pescador de Tazacorte, que cada día salía a pescar con la barca de D. Elías, un rico pescadero que poseía tres pequeñas embarcaciones, una de ellas la de Norberto, vendía el pescado que cogían y les daba a los pescadores una pequeña parte para que a duras penas sobreviviesen.
Aquel día salió rumbo al suroeste, donde le comentaron que se habían visto bonitos, además, en aquel tiempo las corrientes predominantes venían de allí y así, luego, a la tarde, a la hora de volver no se haría tan pesado y cansado el remar.
Eran ya las cuatro y empezaba a volver, el día no se había dado mal, llevaba una docena de bonitos, al poner proa a Tazacorte, ahora que el sol ya empezaba a declinar vio a semi contraluz algo raro a como una milla por el oeste, en principio le pareció un calderón llamado también  ballena piloto, luego, al ver que estaba estático pensó que estaría muerto y decidió acercarse por si se podía aprovechar.
Puso proa hacia el objeto y ya llevaba media milla cuando se fue dando cuenta de que era algo parecido a una embarcación muy rara, además, por su costado de babor parecía haber una tela o trapo.
Cuando llegó vio que la embarcación era como de cuero impregnado de alquitrán, no había visto nada igual.
Miró dentro y estaba llena de hojas de helechos mayores de lo que vio nunca, algunas frutas estaban medio cubiertas por las hojas, pero éstas de pronto se movieron y no era el viento, vio  aparecer un brazo velludo con una mano grande, fuerte y llena de callos.
Después del susto, con uno de los remos hurgó dentro, el susto fue grande, pero también para el hombre que medio muerto allí estaba.
El hombre era muy mayor, pero no tanto como aparentaba, llevaba unas grandes barbas y vestía con unas pieles que parecían de cabra y calzaba una especie de mocasines también de cabra, olía a demonios y su cara estaba llena de ampollas del las quemaduras del sol.
Sacó Norberto un pellejo en el que llevaba agua y le dio a beber, el hombre sorbió el agua despacio, como si quisiese que le durase lo más posible.
¿Quién eres? ¿De dónde vienes?
Solamente entendió:
Borondón, San Borondón. La Cruz del sur.
No entendió qué quería decir, San Borondón era un barrio de Tazacorte y una isla de la que hablaba la gente, “la no encontrada” o algo así.
Norberto decidió, por prudencia y miedo tirar un cabo y remolcar la especie de chinchorro con el hombre dentro rumbo a Tazacorte.
Así, al remar mirando a popa, siempre lo vería si se movía y podría cortar el cabo si notaba algo sospechoso.

Capítulo II

Cuando llegaron a Tazacorte un grupo de personas le estaban esperando, primero porque era mucho más tarde de lo habitual, y segundo porque alguien había observado que llevaba algo remolcado y los curiosos, que no sabían qué podía ser se acercaron a la playa donde varaban las embarcaciones.
Antes de llegar, antes de nada, Norberto se puso de pie y gritó: ¡Avisen a doña Concepción!
¡Traigo un náufrago medio muerto!
Esta Sra. era medio enfermera, ayudaba en los partos y si había alguna urgencia, lo atendía mientras llegaba el médico, Don Benigno que vivía y trabajaba en los Llanos y no bajaba si no era algo grave.
Cuando vararon, lo primero que hizo Norberto fue dar dos cajas con los bonitos pescados a sus dos hijos mayores para que se los llevasen a D. Elías, que estaría preocupado por si le pasaba algo a su embarcación.
Doña Concepción llegó rápidamente, hizo que bajaran  al náufrago y lo pusiesen en el suelo, encima de unas mantas que a tal fin había colocado, luego lo tapó con otra y le dio agua a beber mientras le decía:
Bebe a sorbitos, despacito, despacito, primero mójate la boca y los labios antes de tragar. ¿Te duele algo?
Le tomó el pulso y lo encontró débil, pero estable, le fue poniendo un paño húmedo por la cara y el hombre empezó a abrir los ojos.
¿Dónde estoy? ¿Quiénes son ustedes?, ¿Dónde me han encontrado?
Tranquilo, te ha encontrado Norberto, un pescador de aquí, estabas a la deriva en este extraño bote. ¿De dónde vienes?
No lo sé, yo vivía solo en la isla, me dejaron allí hace mucho tiempo, había un barco, La Cruz del Sur, una goleta, pero hace mucho tiempo, se marcharon y me dejaron solo, a medida que contaba esto, empezó a llorar y a temblar.
¿Tienes frío?
No, tengo miedo, no me dejen, no me dejen solo otra vez.
Al momento llegó el doctor, Don Benigno se acercó y con la mirada inquirió a Doña Concepción, ésta miró al doctor y le dijo:
No sé, doctor, se lo ha encontrado Norberto en alta mar, estaba medio muerto en este chinchorro tan raro, lo recogió y lo ha traído remolcado, dice que estaba en una isla, donde lo habían dejado, ha nombrado una goleta, La Cruz del Sur.
No puede ser, dijo el doctor, La Cruz del Sur fue una goleta fletada por Mr. Edward Harvey hace medio siglo por lo menos para ir a la isla de San Borondón, El barco regresó a Tenerife.
El capitán creo que se llamaba Mendes y era medio portugués, de Madeira, Contó que había dejado a Mr. Harvey y a su ayudante y traductor Simón a bordo de un vapor con el que se cruzaron y que se dirigía a Funchal, luego, después de arreglar el barco, que tuvo problemas con un temporal, cuando llegaron a Cádiz marchó para Inglaterra con un cargamento de fruta y desapareció en la travesía, hubo un tremendo temporal y al parecer naufragó, había varios palmeros en la tripulación, todos murieron, pero uno, el cocinero, un agricultor también palmero, de Santa Cruz se quedó perdido en San Borondón.
En la estancia allí se adentró en la isla y ya nadie lo vio más.
Al  ver D. Benigno que el náufrago mejoraba lentamente, decidió que lo subieran a su coche y se lo llevó a Los Llanos, al pequeño hospital que allí había e internarlo por lo menos hasta que se recuperase del aturdimiento  y a la vez poder hablar con él puesto que por lo que decía, había estado en S. Borondón.

Capítulo III

Durante el camino por la carretera serpenteante pero bien arreglada, gracias a los buenos años de la exportación de plátanos y tomates, que une a Tazacorte con Los Llanos, El anciano, no dejaba de balbucear palabras de las que solamente se entendía Borondón y Cruz del Sur.
Pronto llegaron al pequeño hospital que estaba atendido por monjas y recién terminado de construir. 
Bajaron al náufrago y lo alojaron en una habitación pequeña e individual, ya que el doctor quería que no se le molestase para nada hasta que recobrase perfectamente la conciencia.
Pidió que lo lavaran y limpiasen las llagas de las quemaduras del sol. Después le dieron una cena suave y lo dejaron dormir hasta la mañana siguiente.
Al día siguiente, cuando despertó, ya entrada la mañana le avisaron que el hombre había despertado.
El doctor llegó a la habitación y acercó una silla a la cama, el anciano quería levantarse, pero el médico le tranquilizó y le explicó que tendría que ser poco a poco para no marearse y le pidió que le respondiese a algunas preguntas, si las sabía.
¿Sabes cómo te llamas? Le preguntó.
Todos en los barcos me llaman “Chino cocinero”
¿De dónde eres?
No lo sé, vivía en una isla, creo que se llamaba Terfe o algo así.
¿Tenerife?
Sí, creo que sí, era cocinero, un día huí de mi casa ya que allí no recibía sino golpes y patadas.  
Me enrolé en un  barco de grumete.
En uno de los barcos que estuve,  un marinero se quiso aprovechar de mí,  lo empujé cuando íbamos de Cádiz a Tenerife y cayó al mar, desapareció.
El capitán me iba a entregar a las autoridades.
Antes de entrar en el  puerto me tiré por la borda y llegué nadando.
Me escondí unos días y cuando vi el Cruz del Sur pedí enrolarme.
 Al saber que era cocinero, el  capitán, el señor   Mendes, un portugués amable me dijo que sí.
No sabía hacia donde zarpábamos, luego supe que el barco lo había fletado un inglés que quería estudiar las plantas, el primer destino era La Palma para coger provisiones y agua. Después salimos rumbo a lo desconocido, cuando supe que íbamos a buscar una isla que nadie había visto y que los marineros creían que era maldita, me arrepentí, hubiese sido mejor la cárcel, pero ya no había remedio.
¿Estás cansado? ¿Quieres que descansemos?
No, ahora parece que me acuerdo de cosas.
Nos sorprendió una gran tormenta, pensamos que moriríamos todos, pero cuando  peor estaba la cosa alguien frito: ¡¡¡Tierra a babor!!! El capitán mandó virar y nos dirigimos a una bahía donde quedamos protegidos.
 El barco tenía grandes desperfectos y aquel lugar desconocido nos venía bien.
Pasamos la noche allí, llovía torrencialmente, la mar había  bajado, además, en aquella rada quedamos protegidos  del mar y del viento que nos azotaba por estribor. Las cámaras, sobre todo la del científico y la del capitán estaban medio inundadas.
A la mañana siguiente el temporal había amainado pero seguía lloviendo, eran unas gotas finas pero persistentes.
Mr. Harvey pidió permiso al capitán para bajar a tierra, preparamos un chinchorro y bajamos  cuatro hombres, un marinero de La Palma, el Sr. Inglés, Simón, su ayudante y traductor y yo, recibimos del capitán la orden de no alejarnos de la costa y estar siempre a vista de los que quedaban en el barco, el capitán y dos marineros más que estaban evaluando los daños del barco.
 Nosotros íbamos armados con un fusil y dos pistolas, yo no llevaba armas.
Mr. Harvey tomaba notas de todo lo que veía, a mí, en mi ignorancia, la vegetación me recordaba a la de Cabo Verde y Canarias, dos sitios que conocía, los helechos eran mucho más grandes y los árboles más gruesos y altos, pero eran diferentes a los que yo conocía.
La tierra era como la de Canarias, negra y las rocas eran de volcán.
Vimos cuevas y algunos animales raros y unas cabras, pero no tenían cuernos, nos extrañó que no  asustarse de nosotros, por lo que D. Simón, que hablaba español nos dijo que el científico afirmaba que era porque no conocían humanos, por lo que nos quedamos tranquilos de que no hubiese salvajes.
Yo me dediqué a recolectar unos frutos que no conocía pero que vi que las cabras los comían, eran dulces si estaban maduros y muy amargos verdes, parecía guayabas, también encontré un fruto verde, como si fuese una mano medio cerrada y con unos pinchos blandos, crecía en una especie de enredadera, corté uno por la mitad y parecía como patatas o boniatos pero más blandos, a una de las cabras, que parecía más amigable y que me seguía le di a comer y lo hizo, con lo cual cogí como unas veinte.
Cuando llegamos al barco el inglés estaba alteradísimo, le preguntó al capitán si sabía dónde estábamos, le contestó que no, que con la tormenta había perdido en control del rumbo y las marcaciones, por lo que habría que esperar a que aclarase y a la vuelta para saberlo.
Mientras arreglábamos el barco, del que se había roto el mástil entre otras cosas, montamos en tierra unas tiendas de campaña y allí se quedaron los ingleses y dos de nosotros que nos turnábamos con el arreglo del barco y acompañar las incursiones que hacían el científico y D. Simón. Yo aprovechaba el tiempo libre para recolectar frutos y “patatas de aire” que resultaron muy apetitosas para acompañar las comidas y hacer puré, además logré ordeñar algunas cabras que cada vez eran más confiadas y también pescar. Un día matamos una especie de lagartos pero bastante grandes y la carne resultó apetitosa.
Un día que estaba solo me fui a buscar alimentos un poco más lejos de lo habitual, por unos acantilados, resbalé y caí, tuve la gran suerte de ir a parar encima de unos matorrales, pero perdí el conocimiento.
Cuando desperté no se cuanto tiempo había pasado, le levanté, no parecía tener nada roto salvo un chichón en la frente.
Fui hacia la rada, el barco no estaba, me pareció verlo desaparecer por el horizonte a  contraluz del sol que aparecía, por lo que deduje que debí pasar allí por lo menos un día y una noche.
¿Sabes dónde estabas? Preguntó el doctor.
No, ellos nombraban a San Borondón, pero no lo sabían de cierto, lo que sí sé es que por allí no pasaban barcos, en todo el tiempo que allí estuve, nunca vi ninguno.
¿Qué hiciste?
Pasé varios días llorando y aterrorizado, luego pensé que peor era si me hubiese matado, así que me puse a arreglarme la vida, comida no me faltaba, dónde guarecerme del mal tiempo tampoco, no parecía hacer frío allí, sabía que era una isla porque la bordeamos toda, había mucha agua dulce. En un gran árbol al lado de donde elegí para hacerme una choza, pelé una gran superficie de corteza y empecé a marcar una raya por cada día que llevaba allí.
¿Te apetece que paseemos un rato? Dijo el doctor.
Salieron al jardín y pasearon un rato, hasta que los avisaron para comer.
El hombre parecía recuperarse por momentos, mientras comían miraba al doctor y le contaba cosas de las que le ocurrieron en la isla, no se acordaba bien de donde era.
Recordaba que sus primeros años de vida los había vivido en La Palma, allí pasó su infancia, una infancia humilde, con mucha hambre y sin cariño, recordaba que su padre le pegaba, así que un día se había metido en un barco, se escondió y cuando zarpó y ya no se veía la isla se presentó delante del primer marinero que vio y le dijo que le llevara al capitán que quería trabajar de grumete, tenía entonces nos catorce años, el capitán aceptó y nombró al cocinero, que era chino mi protector y maestro, de ahí me vino el nombre de Chino Cocinero, ya sabe, en los barcos el cocinero, que suele ser chino además tiene que hacer cualquier tipo de faena.
Aprendí a cocinar y ya, al siguiente barco que me enrolé, fui de cocinero, fui a Cuba varias veces y cuando tuve el problema con el marinero al que tiré al agua, me enrolé en el Cruz del Sur con el señor Edward Harvey.
Yo no quise hacerle mal a aquel hombre, me quiso atacar, me aparté y lo empujé, tropezó con unos cabos y salió por la borda, no sabía nadar y se ahogó, como nadie lo vio me quisieron culpar, por eso huí del barco.

Capítulo IV

 El doctor D. Benigno, le dijo al náufrago que le llamaría Diego a partir de entonces, se lo llevó a su casa y lo puso a su servicio, según lo hablado con Diego, D. Benigno llegó a la conclusión de que tendría unos setenta y dos años, una vez cortado el pelo y las barbas, y curadas las llagas del sol, parecía otra persona, además, estaba delgado y musculoso, por lo que parecía más joven.
Cada tarde, cuando el doctor dejaba de trabajar se reunía con Diego y éste le explicaba cómo era su vida en San Borondón.
El doctor, que siempre dijo que San Borondón era un espejismo, empezó a creer en el mito, incluso empezó a tomar notas y publicó algunos relatos basados en las vivencias de Diego.
Una tarde, D. Benigno le preguntó: ¿Cómo hiciste la canoa en la que viniste y que tenemos guardada  en el cobertizo?
No la hice, la encontré en una cueva, al lado de la que caí, era más grande y accesible, estaba tapada con hojas de unos helechos gigantes que había en la isla, el cuero de que está hecha, no es de cabra, es de vaca y por allí no hay, además, está forrada con brea, que tampoco hay por allí.
Al lado de donde estaba había como un altar con una cruz en medio, parecía un altar y había unas  inscripciones en un idioma que yo no conocía. Las maderas parecían tener cientos de años, pero allí, en esa cueva parecía que todo se conservaba bien, incluso encontré unos frutos que me hicieron sospechar que había alguien más en la isla y que me hizo estar un tiempo escondido vigilando la cueva.
Don Benigno se fue a la biblioteca y rebuscó por todos lados hasta encontrar un libro con grabados de la leyenda de San Brandán, luego encontró unas escrituras y signos celtas, se lo enseñó todo a Diego y éste reconoció parte como los grabados del altar, eran celtas y latín.
El doctor ya no tuvo dudas, alguien había estado en la isla mucho antes y todo hacía parecer que la leyenda de San Brandán que daba nombre a la isla, por lo menos era auténtica.
Otro día, le preguntó si había explorado más cuevas y Diego le contó:
Al costado de donde estaba el altar, había una cueva cuya entrada era muy estrecha, yo, notando que por allí entraba mucho aire y que se veía luz, ayudado por palos y piedras, ensanché la entrada, una vez pasada ésta, se fue agrandando y llegó a una gran nave, en el fondo había un pequeño lago, era agua salada, Me tiré a nadar en él y vi unas piedra blancas, no pudo coger ninguna porque parecían sujetas al fondo, por la marca en las orillas del lago, me di cuenta de que allí dentro también había fuertes mareas, por lo cual concluyó que estaba comunicado con el mar abierto.
No tuvo más que esperar a que bajase la marea, cuando ocurrió vio las piedra al completo, eran blancas y brillantes, muy pulidas, la mayoría eran columnas, había a cientos, eran como una iglesia pero rodeadas de gradas, también de aquel material blanco brillante.
Don Benigno buscó otros libros y le enseñó a Diego un grabado de la Grecia clásica.
Si, así era todo, dijo Diego.
El doctor dio un  respingo de alegría, había descubierto la existencia de la Atlántida.

FIN

miércoles, 5 de marzo de 2014

AMOR VERDADERO (Capítulo III)

Hoy publico el capítulo III de Amor verdadero, ya que estoy fuera de mi residencia habitual y no sé si mañana podré conectarme.

Y ahora.............
AMOR VERDADERO

Pedro Fuentes

CAPITULO  III

Ya está terminando el invierno, la primavera se empieza a notar en las plantas, pequeños brotes salen en los árboles, cuando vamos al Retiro, que así llaman al gran parque que vamos, le explico a Elisenda cosas sobre los árboles y la naturaleza, le enseño que hay pájaros muy peligrosos porque comen toda clase de insectos, entre ellos pulgas.
Al principio Elisenda no distingue un animal de otro, ella solamente conoce a los perros y sabe que hay grandes y pequeños, de mucho pelo y de poco pelo. De los árboles y plantas no sabe nada, no conoce, porque nunca se ha fijado, la hermosura de las flores y lo embriagador de los olores, es más, no conoce ni otro tipo de insectos, una vez que estuvimos de visita en otro perro, le enseñé una garrapata, cuando le dije que era una especie, prima lejana nuestra, no se lo creía.
Las ovejas ya deben de pasar pronto, Charo se lo ha dicho a Paco, su amigo, y como los dos son de campo, han dicho que irían a verlas, como el pretexto es pasear a Tobi, podremos ir con ellos.
El nerviosismo se respiraba en el ambiente, Elisenda no las tenía todas consigo, lo de abandonar la ciudad no era para ella, veía que iba a perder toda la vida de lujo y farándula que había llevado hasta aquel momento, no entendía el campo, no veía que pueda ser bonito el verde de los prados, el color de las rosas, ¿Cómo podía oler bien la hierva después de la lluvia? Las ovejas, el pelo de las ovejas olía que apestaba cuando estaba mojado y tener que vivir allí soportando la humedad, no había saboreado la sangre del pastor, pero si era más fuerte incluso que la de aquel amigo de Charo, que sí la había probado, no podía ser más desagradable, alguna vez, después de picar a Paco tuvo que devolver, yo le decía que era debido a que estaba a punto de poner huevos, pero yo sabía que no.
¡Rodolfo! Por favor, no vayamos al campo, es más divertida la vida en la ciudad, me decía.
No, Elisenda, la vida en el campo es más libre, toda está llena de olores, sabores, colores, aventuras, la alimentación es más sana, la sangre no te hace emborracharte. Le contestaba yo.
Las discusiones entre nosotros eran cada vez mayores, ella gritaba y lloraba por cualquier cosa, yo no podía seguir en la ciudad, mi vida en la ciudad era monótona, además siempre terminaba yendo a picar a aquellos que más parecía que sabían a alcohol, incluso una vez piqué a uno que olía raro, era algo que me hacía sentir exultante, lleno de vida, más ágil que nunca, luego caía en la cuenta de que a la persona que picaba le pasaba lo mismo y luego tenía tanto él como yo volver a saborear aquella sustancia, cada vez necesitaba picar más veces y cada vez la resaca era peor.
Decididamente volvería al campo, no quería que la ciudad me devorase.
Aquella mañana supe que era el día, Charo cantaba, se arregló, peinó a Tobi con más esmero que nunca con el consiguiente peligro para Elisenda y yo, oí a la vedette como le daba permiso para estar todo el día fuera, pero tenía que sacar a Tobi toda la mañana para que luego estuviese tranquilo el resto del día.
Paco le vino a buscar y nos fuimos con Tobi, miré a la casa por última vez y se me alegró el corazón. Noté que Elisenda lloraba por dentro.
Llegamos a una calle muy ancha, al lado del jardín donde solíamos ir a pasear, nos pusimos en un sitio donde se estrechaba el paso y estaríamos más cerca del ganado, al fondo, por arriba veíamos una puerta muy ancha, de piedra, con unos arcos y unos jardines alrededor protegido con vallas para que el ganado no entrase, al otro lado, más abajo estaba la señora de piedra con el carro de piedra y los leones de piedra donde salté por primera vez sobre Tobi.
Cogí a Elisenda de una pata y le dije:
Ven, Elisenda, saltaremos sobre las primeras, son las más fuertes, las que mandan, además si no nos gustan, podremos bajar y dejar que pasen hasta encontrar alguna que nos guste.
No, Rodolfo, no saltaré, lo he pensado mucho, yo no podré vivir sin mis comodidades, vete tú, yo comprendo que la ciudad te está matando. Me dijo
No, Elisenda, sin ti no podré vivir. Le contesté
Y conmigo te estás matando. ¡Vete! ¡Vete y que seas feliz!
No, no puedo así, ¿Qué será de mi vida?
Encontrarás una pulga de campo y serás feliz, yo me moriría allí, ¡Vete! ¡Te juro que no te olvidaré!
De pronto sentí un empujón, corregí el salto en el aire y caí sobre una mullida lana de una oveja merina.
Miré hacia detrás y ya no vi ni a Elisenda, ni a Tobi ni a Charo ni a su Paco, dos lágrimas cayeron de mis ojos, me acurruque en la lana y dormí, cuando desperté ya salíamos de la ciudad y un inmenso campo invadía todo el horizonte. La oveja en la que cabalgaba corría perseguida por un perro pastor porque nos estábamos separando del rebaño.

FIN



viernes, 28 de febrero de 2014

AMOR VERDADERO (Capítulo II)

Ante todo quiero pedir disculpas por no publicar ayer, pero dificultades técnicas con internet lo impidieron.
Y ahora...................

AMOR VERDADERO
Pedro Fuentes
Capítulo  II




El invierno fue muy duro para Rodolfo, si no hubiese sido porque amaba locamente a Elisenda, se hubiese marchado a su tierra aunque fuese a lomos de un jabalí.
Tobi era un desastre, se pasaba el día en la casa corriendo detrás de una pelota y ladrando siempre que oía el más mínimo ruido.
Tres veces al día, la chica de servicio que tenía la dueña de Tobi lo sacaba a la calle, entonces se pasaba todo el rato yendo de árbol a farola y a cualquier cosa vertical marcando el terreno, una vez estuvieron a punto de partirle el lomo pese a que iba atado, porque la muchacha se despistó y el animal vio la escoba de un barrendero y no se lo pensó dos veces, le marcó la escoba y el buen señor se puso hecho una furia. Suerte que Charo, la chica estiró de la correa y lo subió a sus brazos con el peligro que tuvimos Elisenda y yo de caer al vacío.
Lo único bueno del día es cuando vamos al teatro de revistas, la dueña de Tobi lo arregla, le pone sus mejores ropas y lo lleva donde actúa ella, por lo visto es una gran vedette, aunque a mi no me gusta, prefiero el canto de los grillos y las cigarras en el campo, luego, cuando llegamos hay entre los pasillos y escaleras del teatro muchas personas muy raras, todas vestidas o más bien desvestidas con cuatro plumas, parecen disfrazadas de gallinas y los hombres, con unas medias ajustadísimas y hablan muy raro, no como los hombres que pastorean a las ovejas y si te subes a sus brazos tienes que tener mucho cuidado para no caerte, porque los mueven mucho, luego, a veces no sabes a quién picas, porque estás tan tranquilo pegándote un lingotazo de sangre y de pronto se ha arrimado otro y sin querer te vas con el nuevo, luego están los que beben algo que si los sorbes mucho te entra alegría y luego mucho sueño.
Una vez, mes estaba poniendo morado de sangre con coñac y restos de un perfumen que llamaban “nosequé 5” y después de ponerme a bailar, me caí borracho como una cuba y me dormí, cuando desperté había pasado un día y estaba entre unas plumas.
Elisenda se puso hecha una furia, pensó que la había abandonado, me chilló, y chilló, y chilló y a mi me dolía todo el cuerpo. Cuando volví a Tobi se puso a llorar como una loca y me dijo que me había echado mucho de menos y pensó hasta no volver a Tobi, pero luego se arrepintió y volvió a casa con él.
Desde entonces voy con mucho cuidado con lo que libo, no sea que me siente mal, pero si no fuese por esos ratos y otros mejores en compañía de Elisenda no podría resistir hasta la primavera.
Elisenda ya ha puesto algunos huevos en el teatro, porque dice que quisiera que nuestros descendientes fueran artistas como toda su familia, pero yo quisiera que fuesen pulgas campestres como yo, así que en cuanto pasen por aquí las ovejas camino de la Sierra de Gredos, nos iremos con ellas y luego, después del verano iremos a Extremadura para llenar, junto con otras congéneres los establos.
El invierno se hace cada vez más largo, mirándolo fríamente, no se puede vivir mucho tiempo a ese ritmo, he conocido a muchos congéneres en el teatro y en un parque muy grande al que vamos a pasear con Tobi, gracias a nuestros enormes saltos, si andas con cuidado puedes apearte de tu guarida y pasear por la arena y otros perros, hay algún conocido que se ha atrevido a montarse en una paloma y ha volado, dice que es fabuloso, pero yo no me atrevo, si no tuviese una familia a lo mejor lo haría e iría a correr aventuras, pero perdería a Elisenda, además, aunque las pulgas cuando ponen los huevos se desentienden de ellos, te gusta que tus descendientes estén poblando sitios cerca de ti.
Ahora salimos más veces a pasear con Charo, porque ésta ha conocido a un humano, es joven como ella y viste de una forma muy rara y lleva botas y gorro. Como a veces se sientan los dos muy juntos, bajé de Tobi y me acerqué a él, tuve que dar un gran salto para evitar las botas, pero luego, cuando le piqué saboreé la sangre, es parecida a las de los humanos que llevan el ganado, fuerte, espesa y de sabor más natural.
Se enfadó mucho el humano cuando le piqué, dio un manotazo y por poco me pilla, pero no le echó la culpa a Tobi sino al sitio donde se aloja, me pareció entender que decía “cuartel”.
Ahora no subo a él si no está con las manos ocupadas con las de Charo o en cualquier otro sitio.
Elisenda dice que prefiere chupar la sangre de Charo, que sabe como a desinfectante pero con buen olor y no hace daño.
Lo peor son los días que llueve, entonces no nos sacan de casa y si tenemos hambre tenemos que chupar a Tobi y se pone como una fiera a dar patadas por la zona de picada, por lo que Elisenda y yo nos ponemos cada uno a un lado para que no sepa donde rascarse. Tenemos que hacerlo cuando no hay humanos porque si no, dicen que el chucho ha cogido bichos y le ponen una colonia que te deja casi para morir.

jueves, 20 de febrero de 2014

AMOR VERDADERO (Capítulo I)

Hoy publico el primer capítulo de un relato de tres, es una historia de amor, pero algo diferente, algo que creo no se nos ocurriría a la mayoría de los mortales.

A veces te llega la inspiración en el momento que menos te esperas y entonces la aprovechas.

Picasso dijo: "Cuando te llegue la inspiración, es importante que te encuentre trabajando". Muchas veces no pasa eso, este relato, tierno y sencillo me vino cuando compraba un collar antiparasitario a mi perrita Linda.

Y ahora...................

AMOR VERDADERO
Pedro Fuentes
Capítulo  I

Aquella mañana, cuando desperté no pude imaginar lo que me deparaba el futuro a partir de aquel momento, el sol estaba apareciendo por el horizonte, éste estaba teñido por un tono entre rosado, malva, anaranjado y rojo, no había ninguna nube en el cielo. Un bucólico día de campo, como tantos otros pero tan diferente, me felicité por otro día que veía el amanecer,  no siempre amanece a gusto de todos, pero, si ves amanecer, es que estás vivo y si estás vivo ya es un milagro.
Cuando llegó el pastor, con sus dos perros, ya noté algo diferente, los pastores estaban más arreglados, sus ropas eran más típicas, luego me enteré, hoy toca la etapa de pasar por las calles principales de Madrid, hoy se celebra la fiesta de las trashumancia, el ganado pasará por la Cañada Real y yo también a lomos de una oveja como llevo haciendo desde que salimos de Extremadura, si, soy una pulga y habito en una oveja desde que nací, mi madre me puso en forma de huevo en un establo, allí pasé mi etapa de huevo, pupa y larva, cuando terminé mi desarrollo, ya convertido en pulga, salté sobre una oveja y desde entonces la habito, hay alguna otra, pero este ganado está bastante cuidado y no somos muchas, además, en el tiempo que estamos de trashumancia, los establos son gaseados y pocas colegas sobreviven al asesinato colectivo, yo fui una de las sobrevivientes a la etapa anterior y la verdad es que desde entonces he llevado una vida apacible en el campo, donde me gustaría llegar al final de mis días, aunque ya adulto, hecho de menos la compañía de una pulga hembra que quiera perpetuar la especie en mi compañía.
Ya nos ponemos en marcha, somos muchas las ovejas que caminan siguiendo a las guías, van apretadas unas contra otras porque se orientan muy mal y se perderían, además tienen miedo a los perros que las acompañan.
Yo viajaba en una oveja merina, al lado justo de la acera, las gentes, y sobre todo los humanos pequeños estaban en primera fila, sus padres detrás les ayudaban a alargar la mano para que no tuviesen miedo a acariciar las ovejas, una de aquellas manitas me pasó rozando y a punto estuve de quedar enganchado a ella, solamente me salvó que estaba fuertemente enganchado con la especie de garfios que tenemos al final de mis extremidades para evitar que si la oveja echaba a correr me dejase en el suelo.
En un rato de tranquilidad, al pasar por una plaza donde en el centro había una fuente en forma de mujer en un carro tirado por leones, estuve paseándome de un lado para otro por ver si alguno de mis congéneres viajaba en el mismo animal que yo.
Iba distraído por la barriga de la oveja cuando la calle se volvió a estrechar y el ganado se entorpecía para poder tomar el nuevo camino.
De pronto, sin saber ni cómo ni por qué un perro de los que yo no había visto jamás, pequeño, peludo, con un lazo en la cabeza y vestido como si fuese una persona, se acercó a mi cabalgadura, sorprendiendo a su dueña, que lo llevaba atado e intentó morder a la oveja, con tan mala fortuna que al ir distraído y medio sujeto, al agarrarme fuertemente, me encontré en las barbas de aquel fiero animal.
La experiencia me ha enseñado que cuando subes a un perro, el sitio más seguro es en la parte inferior del cuello, allí, si no lleva uno de esos collares tan desagradables que nos repelen, el no nos puede morder y además la sangre que pasa por allí es la más rica en nutrientes.
Al pasar por entre la ropa que llevaba, ya al final, a la altura del cuello del abrigo, divisé algo, me acerqué y vi una hermosa pulga de color más claro que yo, lo que la distinguía como las conocidas pulgas del gato y del perro, mi color, como pulga del ganado es más oscura, un marrón oscuro que a veces parece negro.
¡Hola! Preciosa, le dije.
Me devolvió un mohín y miró para otro lado.
¡Hola! Preciosa, ¿quizás los ladridos de este fiero animal no te han dejado oír?
Ya le he oído, pero no esperará que me dirija a una pulga de campo que se alimenta de sangre de oveja y que no me han presentado.
Vaya con la señoritinga de ciudad, me llamo Rodolfo,  vengo a la ciudad desde una extensa explotación ganadera y soy descendiente de una estirpe de pulgas que habitamos no en cualquier sitio sino en un rebaño de ovejas merinas, lo más selecto del ganado lanar y no en un perro chillón de ciudad que lo tienen que vestir como un humano para que no se muera de frío.
Sepa usted, que ese delicado perro, que no comparto con nadie, pertenece a una actriz de revista que me lleva cada día al teatro donde actúa y allí he tenido ocasión de picar a las más bellas vedettes de la capital, además, tenemos un cuplé dedicado a una tatarabuela mía, porque yo soy descendiente directa de la famosa pulga de la Chelito y mi abuela hasta hace poco picó a Olga Ramos y por si le interesa mis abuelos, tíos y mucha familia trabajaron en el Circo Price a las órdenes de un famoso domador de pulgas, además de que allí han picado hasta fieros leones que también trabajaban allí.
Vaya, y ¿qué es eso comparado con la apacible vida en la campiña, donde los colores y olores no se desvirtúan con nada? Y ¿Qué tiene la señoritinga que decir de dormir envuelta en pura lana virgen? Solamente con escuchar el estridente ladrido de semejante aprendiz de perro, ya me cansa vivir en la ciudad, menos mal que solamente pasamos dos veces al año.
Para que usted lo sepa. Me llamo Elisenda y no sabe lo que es cada noche ir a la revista y dedicarse a saltar por el patio de butacas de tobillo en tobillo tanto de señoras como de caballeros y muchas de las veces con un leve sabor a alcohol creando un delicioso cóctel que te alegra el corazón y luego, cuando vuelves a tu amada cabalgadura el limpio y aseado perrito, como ya vas bien alimentada, no tienes necesidad de picarlo, con lo cual no se entera de que vives allí y no te molesta con violentos rascados con las patas.
Como se nota que no sabes de la belleza de un bonito amanecer, del canto de los pájaros y del vuelo, yo sé de algún compañero que ha logrado habitar un ave y ha volado por los cielos, contemplando las montañas y los prados desde arriba, vosotros los de ciudad y que habitáis perros y gatos no sabéis nada de la naturaleza, si alguna vez tengo hijos, me gustaría que disfrutasen de la sana y bonita vida en el campo.
Si, si piensas así, lo que no tendrás será una pulga fina i delicada, para unirte a ella, sino una que no tenga olfato y no distinga el pestazo a lana sucia y que sea ciega para no ver todos esos pelos enmarañados de las ovejas y sorda, para no oír ese balar continuo y encima esos perrazos persiguiéndote todo el día.
Me parece que la gente de ciudad no sabe de las maravillas de vivir en el campo, así que yo, ahora, te invito a pasar una temporada en el campo, todavía estamos a punto de coger una oveja y en dos días estaremos en casa.
¡Huy!, ¡No! Ahora viene el invierno y no estoy dispuesta a pasarlo en medio del campo o en corrales apestando a oveja, con lo calentita que estoy yo en el invierno en mi casa de Madrid, además, ahora empieza la temporada de teatro y revista y estaré cada día de marcha, hasta es posible que vea algún familiar mío.
Bueno, si es así y me invitas, podré pasar el invierno contigo y en primavera, cuando las ovejas pasen por aquí camino de la montaña podemos ir con ellas.
En ese momento, el perro salvaje, que se llama Tobi, pegó un salto detrás de una oveja y si no llega a ser por los reflejos y la fortaleza de Rodolfo, que sujetó a Elisenda hacia sí para protegerla, ésta hubiese caído a tierra.
Elisenda se agarró a Rodolfo con todas sus patas y éste aprovechó para abrazarla cariñosamente.
Al fin, después del abrazo que duró más de lo previsto, las dos pulgas, decidieron unir sus vidas y quedarse el invierno a vivir en Madrid.

jueves, 13 de febrero de 2014

EL ULTIMO VIAJE DEL "DESTINO" Capítulo XII

Hoy termina el relato que tantos días, once semanas, llevamos leyendo. Espero que os guste y espero también que Menorca os atraiga como atrajo a Ricardo y a mi mismo. Meta de tantos cruceristas que cada verano nos acercamos navegando a esta encantadora isla, así como al resto de las Baleares.

Y ahora.................

EL ULTIMO VIAJE DEL “DESTINO”

Pedro Fuentes

Capítulo  XII
A las siete de la mañana salimos a mar abierta para empezar la última etapa del “Destino”.
Llevamos 20 días desde que nos conocimos, de ellos 11 los llevamos desde Ciudadela al Puerto Tomás Maestre en Murcia y luego subir para Blanes. Toda una vida navegando.
Hemos hablado de todo, de lo divino, de lo humano, de nuestro pasado, de nuestro presente y sin embargo en ningún momento hablamos de nuestro futuro, sí,  ella volverá a la escuela y yo a mi nuevo barco “El Solitario” ¿Será eso una premonición?
Gracia duerme, siempre la primera etapa es mía, hoy el terral es bueno, sopla con fuerza y lo tomo de través, también yo me estoy acostumbrando a no usar el piloto automático, me gusta sentir la caña del timón, parece como si el barco te hablase, te pide el rumbo, sientes el viento al incidir en las velas y parece que de menos guiños.
Me gusta Menorca, me encanta y enamora, pero me encuentro lejos de todos lados, aunque parezca mentira, mi espíritu solitario se deprime cuando llevo mucho tiempo en la isla, es curioso, le pasa a mucha gente, por lo visto las depresiones son más numerosas en las islas que en tierras del continente.
A veces últimamente me he planteado irme a vivir a Menorca, sobre todo después de conocer a Gracia, pero ¿Cuál es el pensamiento de Gracia con respecto a eso?
Faltan diez minutos para las nueve, se abre el tambucho y aparece Gracia con las dos tazas de café humeante y dos magdalenas, parece una diosa, llega hasta mí, me da un beso en los labios, coloca el desayuno en la pequeña mesa portátil que llevamos en la bañera, yo conecto el piloto automático y nos disponemos a desayunar.
¿Cómo lo llevamos?
Bien, ahora empieza a bajar el terral y parece que pronto tendremos el sur. Me parece que pondremos pronto el spi, así se nos verá bien cuando basemos la entrada del puerto de Barcelona.
¿Has visto la cantidad de aviones que hay?
Si, estamos a la altura del aeropuerto del Prat en Barcelona.
¡Gracia! ¿Sabes que llevamos navegando juntos en este viaje 11 días y 9 más desde que nos conocemos?
Si, cariño, pero parece que sea toda una vida.
¿Sigues con la idea de ir a buscar el barco a Murcia y seguir navegando el resto del verano?
Si, claro, en eso hemos quedado, ¿no? Es el mejor verano de mi vida, estoy haciendo lo que siempre me ha gustado y encima lo comparto contigo, creo que mis cicatrices se han curado, pero ¿Tu qué quieres hacer?
Yo deseo navegar contigo hasta el fin del mundo, además deseo que el nuevo barco, aunque se llame “El Solitario” compartirlo contigo.
La conversación terminó con un prolongado beso.
¿No te vas a echar un rato?
No, estoy descansado, además vamos a entrar en la zona de los barcos de Barcelona, te dejaré el timón y me tumbaré un rato en la bañera.
Recogí las tazas y la mesa, puse mi cabeza en el regazo de Gracia, ella empezó a mecerme el cabello, luego acarició mi barba y me quedé dormido.
Cuando desperté estábamos a la altura de las chimeneas de Badalona.
¿Ya estamos aquí? ¿Cuánto he dormido? ¿Has pasado Barcelona tú sola?  ¿Ha habido problemas?
Te contestaré por orden:
Si, mucho, si y no.
Estabas tan bien dormido, parecías un niño de pecho.
Con semejante almohada se relaja cualquiera.
¿Cuánto nos queda?
Unas treinta millas, unas cinco horas, ahora estamos a la mitad del camino más o menos. Sobre las seis de la tarde llegaremos si seguimos a este ritmo. Cuando estemos más cerca llamaré al nuevo propietario para entregarle el barco mañana, no sé si el nuevo armador le cambiará el nombre, pero para mí este viaje será:
EL ULTIMO VIAJE DE “EL DESTINO”
Bueno, cielo, esta siesta me ha dado hambre, ¿Te apetece un bocadillo y una cerveza?
Perfecto, pero no te voy a dar el timón, estoy muy a gusto, y luego, cuando tomemos el bocadillo quiero que vuelvas a la posición de siesta con almohada.
Me levanté, bajé a la cabina y preparé el par de bocadillos, saqué dos cervezas y subí de nuevo con Gracia, ésta puso el piloto automático en marcha y nos dispusimos a comer el bocadillo, las provisiones tocaban a su fin, no tendríamos que dejar nada en el barco, solamente unas cervezas y alguna lata, porque las bolsas de frutos secos que siempre llevamos, volverían a casa con el equipaje, que lo habíamos reducido al máximo para no cargar mucho, puesto que la idea era marchar hasta Benicarló en tren.
Los puertos se iban sucediendo, Badalona, El Masnou, Premiá, Vilassar, ya se divisaba Mataró, de todos los puertos salían y entraban embarcaciones, estábamos a 4 de Julio, el verano estaba allí y el tiempo era bueno.
Ya a la altura de Arenys de Mar llamé al nuevo propietario, me dijo que el amarre era el mismo donde amarré cuando fuimos a probar el barco, iría al club de vela para que estuviese libre, le dije la hora aproximada de llegada y me comunicó que estaría allí para recibirme, avisaría al notario para el día siguiente a primera hora firmar papeles y así poderme marchar para casa.
Gracia y yo esperaríamos aproximadamente una semana hasta que me llamaran del Tomás Maestre para firmar la compra del “Solitario”. Así podríamos descansar y hacer excursiones por toda la zona de Benicarló.
Mira, Gracia, allí al fondo, aquel saliente que hay es el delta del Tordera, cuando pasemos aquel, por cierto, algo abiertos, ya estaremos en Blanes, hay una larga playa y luego unas rocas que salen hacia el mar, aquello es lo que se denomina la Palomera, puerta de la Costa Brava, detrás está la playa del centro de Blanes y luego ya el puerto.
Cuando pasamos la Palomera, pusimos proa al viento, arriamos velas y entramos a motor, por fin Gracia me cedió el timón.
Entramos en el Club de Vela hasta el último pantalán, allí nos esperaba el futuro propietario y un marinero, nos dieron los cabos y amarramos, pusimos las defensas y ayudamos a Fernando, el nuevo armador, a subir a bordo.
Otra vez la rutina de siempre, doblar y adujar correctamente las velas y los cabos, manguerazo a todo el barco y luego nosotros a las duchas.
Nosotros dormiremos en el barco esta noche, le dije a Fernando, ¿A qué hora firmamos mañana?
A eso de las diez, si quieres te vendré a recoger a las nueve y media y vamos juntos.
Correcto, ¿Quieres ver el barco o que te explique algo?
Si, bueno, ya lo conozco, pero no está de más ver todo lo que es mantenimiento, baterías, aparatos eléctricos, equipo de seguridad, etc.
Mira, nosotros ya hemos recogido nuestras cosas en Benicarló, los efectos personales los tenemos en estas dos bolsas, el resto es lo que queda en el barco, balsa de salvamento equipo de seguridad, todo en regla, como ya te dije, la ITB está recién pasada, quedan cuatro años para la próxima y mira, en esta carpeta están todas las revisiones, cambios de aceite, mantenimiento de las baterías, todo.
Además te puedo garantizar una cosa, está a toda prueba, cuando estuve la otra vez, te dije que iría a Benicarló y que volvería para firmar, bueno, pues se me cruzaron un poco los cables y me fui a Menorca, después de darle un par de vueltas a la isla, me avisaron que en Murcia había un barco como el que estaba buscando, que por cierto es de unos que viven en Tordera, así que cogimos el barco y nos fuimos a Cabrera, Formentera, Calpe, donde dejamos el Furia y nos fuimos en coche porque anunciaban mal tiempo, compré el otro barco y tiramos para Blanes, en tres etapas, Puerto Siles, Vilanova y Blanes, todo ha funcionado correctamente y el barco ha respondido. Si cuando te dije de bajar conmigo a Benicarló hubieses dicho que sí, habría sido un fantástico viaje. Por cierto, la carta que hemos utilizado nos la llevamos de recuerdo, y si no te importa nos llevaríamos también el pabellón español.
Mañana cuando firmemos queremos coger el tren para marchar a Benicarló, si te parece, si quieres hoy vamos a cenar.
No, gracias, tengo un compromiso ineludible, otra vez será.
Nos despedimos hasta el día siguiente y nos fuimos a pasear para luego ir a cenar.
Gracia y yo, cogidos del brazo, nos fuimos a pasear por el pueblo, las gentes nos miraban y no sabíamos por qué, luego caímos, además de parecer una pareja feliz, lo éramos y encima estábamos negros como tizones después de 20 días navegando y eso que en ningún momento nos pusimos a tomar el sol, cosa peligrosa cuando tienes que estar tanto tiempo al aire libre.
Cenamos en un restaurante del puerto unas gambas y dorada salvaje al horno, todo ello regado con una sangría de cava. Luego tuvimos que volver a pasear para bajar la comida, después marchamos al “Destino”, era la última noche y había que celebrarla.
Al día siguiente fui a firmar y cobrar, luego el nuevo propietario y yo volvimos al barco donde me esperaba Gracia, hicimos la entrega del barco y bajamos con nuestras bolsas, ya en el muelle volvimos la mirada al barco y nos besamos y en aquel beso se confundieron las lágrimas saladas al “Destino” que tanto había influido en nuestro DESTINO.

FIN

jueves, 6 de febrero de 2014

EL ULTIMO VIAJE DEL "DESTINO" Capítulo XI

Capítulo XI del "Ultimo viaje........." Faltan dos capítulos con el de hoy, espero que os siga gustando, por lo menos como hasta ahora, por fin nuestro Ricardo parece que ha encontrado la felicidad que la vida le ha negado en muchas ocasiones.

Y ahora.............

EL ULTIMO VIAJE DEL “DESTINO”

Pedro Fuentes

Capítulo  XI
A la mañana siguiente, y para no perder la costumbre, salimos rumbo al NE, la idea con las primeras luces del día, aunque tuviésemos que abusar del motor, nos interesaba pasar el delta, rozando la punta de la baña lo más temprano posible para evitar los fuertes vientos que suele haber en aquella zona, luego, casi manteniendo el rumbo, si soplaba el Levante, como estaba previsto, lo cogeríamos de bolina. La intención era llegar a Vilanova a eso de las veinte horas, si nos retrasábamos, entraríamos en Torredembarra.
La primera parte de la etapa, aprovechando el terral y el motor, la navegación fue bastante tranquila.
Me quedé yo al timón y dejé a Gracia que durmiese todo lo que quisiera, ya que luego, sobre todo si se levantaba el viento previsto, lo mismo teníamos que navegar  muchas horas. Queríamos llegar cuanto antes a Blanes ya que nos esperaban y además nos habíamos prometido unos cuantos días de asueto hasta volver a Murcia a por “El Solitario”.
A las nueve teníamos por proa y a babor el cabo de Tortosa, Gracia salió de la cabina con cara de sueño pero con un par de tazas grandes de café humeante y dos bollos.
¡Hola, amor! ¿Qué tal vamos?
Bien, la estamos a medio delta, allí aparece el cabo de Tortosa y por ahora no aparece nada de viento, pero no tardará, ya se empieza a rizar el mar un poquito, tendremos levante.
Nos pusimos a desayunar el uno junto al otro bien abrigados porque el sol todavía no calentaba lo suficiente. A estribor teníamos varios barcos arrastrando y nos íbamos cruzando con las palangreras de San Carlos, Vinaroz y Benicarló.
¡Gracia! ¿Cómo vas de cansada?
No, no estoy cansada, me siento bien, jamás me había sentido tan libre y en paz conmigo misma, el día que nos conocimos en Maó, estaba hundida totalmente, mis amigas me “sacaron” aquella noche porque me veían totalmente hundida, me parece que incluso fue mi madre la que las llamó al verme como estaba, encima era fin de curso, siempre quise ser maestra y lo soy muy a gusto, pero no te puedes imaginar lo que quema, y no por los críos, que al fin y al cabo no son malos, el mayor problema que tenemos los maestros son los padres de los alumnos.
Llevamos navegando un par de semanas, pero te juro que es lo mejor que me ha podido pasar, sería capaz de dar clases durante dos años seguidos sin vacaciones. Parece como si llevase toda la vida en este barco y contigo.
Si, a mi también me parece que llevemos toda la vida juntos, además, disfruto navegando contigo, nos compenetramos del todo, claro que hasta ahora hemos tenido mucha suerte, ya veremos cuando nos pille una rasca buena y en una de esas travesías que llegas al punto de no retorno y tienes que seguir para delante pase lo que pase, o que por avería o mal tiempo nos encontremos a la deriva durante un par de días como les ha pasado a muchos.
No llames al mal tiempo y mientras tanto disfrutemos del bueno.
Supongo que cuando nos encontremos, responderemos como hemos aprendido y con la experiencia necesaria.
Empezaba a arreciar el levante y allí se acabó la charla, a partir de entonces el viento fue subiendo y cada vez la mar se encrespaba más,  los rociones empezaban a ser continuos, el barco se comportaba bien en la ceñida pero la ola era alta y la proa la rompía y de vez en cuando los pantocazos estremecían todo el barco, al final terminamos poniendo el toldo anti rociones.
Gracia reía y me decía:
¿Ves lo que pasa por hablar del mal tiempo?
Aquel día nos movimos más que un garbanzo en la boca de un viejo, pero el barco se estaba portando, bajamos algo la velocidad, pero tampoco tanto que nos hiciese meternos en puerto antes de lo calculado, entramos en Vilanova cuando ya empezaba a oscurecer, las oficinas ya estaban cerradas y el vigilante, al decirle que saldríamos temprano, nos dio amarre en el lateral de la gasolinera, que ya estaba cerrada, le dimos un manguerazo rápido al barco y nosotros una buena ducha, luego nos marchamos al restaurant del club por cenar algo caliente.
Las previsiones para el día siguiente eran de sur, sería una etapa, la última con buena mar y viento a favor, sesenta millas y el único problema cruzar la entrada al puerto de Barcelona, habría mucho tráfico y encima los barcos fondeados esperando para entrar en puerto, o sales mar adentro, con lo cual pierdes mucho tiempo o te dedicas a sortear los barcos y entre ellos al Milenium y similares, que parece no encomendarse a nadie cuando entran y salen.
Después de cenar salimos a pasear por Vilanova y la Geltrú, hacía mucho tiempo que no pasaba por aquí, las sucesivas ampliaciones del puerto deportivo han sido de gran envergadura y la zona de grandes yates algo que se estaba necesitando, han sabido pensar en el futuro y han apostado por un turismo náutico de gran calidad. Cosa que no han sabido hacer en muchas poblaciones que a pesar de estar junto al mar han vivido de espaldas al mar sin saber invertir en un turismo de calidad y con futuro que es el que no va a fallar cuando llega la crisis.
Después del paseo volvimos al barco, nos fumamos un par de cigarrillos y tomamos una copa de hierbas menorquinas y nos fuimos a dormir.