Mi lista de blogs

jueves, 7 de septiembre de 2023

LA BARBERIA (Capítulo I)

 

LA BARBERIA

Pedro Fuentes

Capítulo I

Hace muchos años, sobre 1959, en un viaje que hice con mi familia hasta la península, como muchos de vosotros sabéis, soy canario, paseando por una ciudad de Andalucía, acompañado por mi padre, mi madre y mis hermanos además de una tía que residía en aquella ciudad, mi padre, viendo una barbería cerrada, dijo:

Mañana tendremos que buscar una, porque tanto Pedro como yo, y diciendo esto me cogió con la mano un mechón de cabellos, necesitamos un corte de pelo.

Mi tía le dijo:

Pues en ésta es imposible, porque un día no abrió y cuando la gente preguntó por el barbero, había desaparecido, nadie supo dar razón de él, era un hombre soltero, no tenía más familia y era hijo y nieto de barberos.

Mi interés iba en aumento, tenía en aquel entonces unos nueve años y además de una imaginación desbordante, cualquier posible misterio me hacía hervir la sangre. En mi descargo he de decir que al poco de aprender a leer, cayó en mis manos una novela de Agatha Christie a las que mi padre era aficionado y sin que se enterasen ni mis padres ni mis hermanos mayores, las devoraba.

Enseguida me acerqué a mi tía y le pregunté:

¿A dónde se fue?

No lo sé, nadie lo sabe, no se supo nunca más de él, sus herederos, unos sobrinos lejanos, cuando se hicieron cargo de la herencia, abrieron la peluquería y encontraron en el suelo una gran mancha de sangre que no lograron limpiar, y dicen que todavía está, han querido vender el local pero nadie lo quiere comprar y como el edificio es moderno, no lo van tirar para hacer uno nuevo.

¿Y no se supo de quien era la sangre?

Mi madre, protectora, como siempre, dijo a su hermana, mi tía:

¡No le cuentes esas cosas a los niños!

Si, tía, dímelo, ¿No se sabe?

No, no se supo nada ni nadie había desaparecido, hubo alguien que dijo que en el cubo de la basura había aparecido una oreja, pero no era verdad.

Angelita, por favor, deja de contarle tonterías a los niños.

En realidad mis dos hermanos mayores estaban por otras cosas y de mis hermanas una era muy pequeña y la otra jugaba con su muñeca como siempre. La verdad es que desde aquel momento mi tía Angelita se convirtió en mi preferida.

Como conocía a mi madre y sabía perfectamente cómo reaccionaba, cambié socarronamente de tema y le dije:

¿Me llevarás mañana al estanque de los patos en los jardines?

Si, Pedrito, ahora ve con tus hermanos.

No sabía mi madre que no se me escapaban las cosas de la cabeza, hace poco, hablando con ella que ronda los cien años me decía:

Es imposible que te acuerdes de todo eso y que hicieses lo que dices.

Pues sí, me acuerdo y toda la vida, cuando hacía falta, llevaba una doble vida que ninguno de vosotros conocíais, parecía que pasaba de todo pero era como un pozo sin fondo donde guardar los recuerdos.

Cuando ha leído alguno de mis relatos basados en la realidad me dice por norma:

Eso no pasó.

Y yo le contesto invariablemente:

Bueno, pues no, me lo acabo de inventar.

Desde aquel paseo con mi familia, cuando veía a mi tía aprovechaba para preguntarle, no era mucho lo que sabía pero conseguí las fechas y el nombre del peluquero, donde vivía, quienes eran sus sobrinos, todo ello era guardado en mi memoria y un cuaderno que decía que era mi diario pero eran notas de campo de mis vivencias.

Estuvimos en aquella ciudad unos quince días más y me las arreglé para pasar varias veces por la peluquería y gravarlo todo en mi memoria fotográfica.

Todos los datos que tenía bullían en mi cabeza, no sabía por donde cogerlos, además, dada mi edad y encima en una ciudad desconocida, no me dejaban solo en ningún momento, mi madre ejercía un verdadero control sobre sus hijos, para ella todo eran peligros, era eso quizás lo que me hizo crear un caparazón para huir de lo que yo llamaba tiranía de los mayores, ya que incluso mis hermanos mayores influenciados por la estricta educación, se sentían como pequeños perros guardianes para con su hermano “Pedrito”. Pese a tener dos hermanas y luego otra más, yo era el menor de los críos y objetivo de las disciplinas y desahogos de los mayores.

Con los años entendí que yo era la oveja negra y como tal intenté comportarme para no desairarles.

Al cabo de quince días de viaje por la península, llegamos a Alicante, donde teníamos que coger el barco de nuevo hacia las Canarias, era el Miguel Martínez de Pinillos, un mixto, pasaje y carga que acababa de ser botado.

En él cargaron el coche de mi padre, toda mi familia y un par de pasajeros más y aquella noche partimos hacia Melilla para luego salir para Tenerife y después La Palma, nuestro destino.

De esta compañía fue también el Valbanera, que se hundió el 10 de septiembre de 1919 frente a las costas de Cuba, siendo la mayor tragedia de la Marina Mercante Española. De este barco tendremos ocasión de leer un relato que está en preparación y que cuenta las aventuras y desventuras de un abuelo mío.

Como ya he contado, embarcamos y llegamos a La Palma, si desean, en este mismo blog pueden leer los “Relatos palmeros” de este mismo autor, recuerdos y vivencias mías.

Al cabo del tiempo y dada la distancia y la imposibilidad de seguir mis averiguaciones, todos los recuerdos de la peluquería y de aquella población andaluza pasaron al baúl de los recuerdo (Ese pequeño baúl sigue yendo conmigo), es más, uno de mis mejores amigos también tiene uno y cuando una noche, después de una juerga, cuando se desborda la amistad, ante una penúltima copa nos contamos lo de nuestros respectivos recuerdos, y no los de Karina, tuvimos que pedir una penúltima copa para celebrarlo. 

Este amigo es Ricardo, de cuyas aventuras también se cuentan en este blog.

Al poco tiempo, mi familia se trasladó a vivir a Madrid, tenía yo entonces diez años.


miércoles, 6 de septiembre de 2023

LA BARBERIA (Capítulo II)

 

LA BARBERIA

Pedro Fuentes

Capítulo II

En 1969, cuando ya tenía veintiún años, con un grupo de amigos hicimos una excursión de cuatro días a Andalucía, a varias capitales, mis recuerdos de hacía diez años, dormían el sueño de los justos, cuando paseando por aquella ciudad, de pronto algo me sorprendió, allí, frente a mí, había una reja que cerraba un local que parecía abandonado y en los laterales del escaparate se podían divisar todavía los restos inclinados de tres colores, blanco, rojo y azul, encima, donde en su día había unas letras pintadas, a duras penas y con mucha imaginación se podía leer “BARBERIA”.

Mi amigo y compañero de viaje, Antonio, me estiró del brazo y me dijo:

¿Qué te pasa? Parece que hayas visto un fantasma.

Si, lo he visto, delante de mí hay un recuerdo que me impresionó hace diez años, un misterio que aún creo está sin resolver, lástima que mis notas las tengo en Madrid, pero antes de irnos, quiero hacer unas averiguaciones, nos veremos en el hotel a la hora de comer.

Me dirigí a la acera de enfrente y entré en un bar que había, me acerqué a la barra y al camarero mayor que vi le dije después de pedirle un cortado:

¿Lleva usted mucho tiempo aquí, en este bar?

El camarero asintió con la cabeza.

¿Vio alguna vez esa peluquería de enfrente abierta?

No, cuando yo llegué llevaba unos tres años cerrada.

¿Sabe lo que pasó en ella?

Bueno, creo que nadie lo sabe, he oído muchas cosas en este tiempo, pero de verdad, no sé nada serio, la gente hablaba mucho entonces, se dijeron muchas barbaridades, el caso es que el dueño desapareció pareció tragárselo la tierra, pero eso ha pasado muchas veces y no ha tenido que ser un crimen, de pronto a uno se le cruzan las ideas y decide cambiar de vida y hacer lo que hasta entonces no ha hecho. ¿Quién en esta vida no ha querido nunca romper con todo y empezar de nuevo en otro lugar y de una forma distinta?

Sí, pero entre otras cosas, a mí me contaron una historia algo distinta a los dos o tres años de cerrarse la barbería, me hablaron incluso de una gran mancha de sangre y de que nadie quiso comprar el local, pese a que era un buen local y en un sitio inmejorable.

Yo no estuve nunca dentro, pero he conocido a gente que si estuvo y me han contado que la mancha, podía ser hasta una enfermedad del mosaico, lo que pasa es que en esta tierra la gente es muy supersticiosa y empezaron a hablar de un crimen horrendo, de una oreja en la papelera, trapos manchados de sangre, historias de crímenes pasionales, total, que a los herederos les hicieron la puñeta.

Decidí que hasta que no volviese a Madrid y recogiese mis notas, no podría seguir la investigación, pese a ello, entré en varios comercios de los alrededores en los que se notaba que no se habían hecho muchos cambios y en los que había personas algo mayores que yo. El resultado fue más o menos el mismo, así que volví al hotel con mis compañeros y de nuevo aparqué el asunto hasta una nueva y mejor ocasión, aun a sabiendas de que todo el tiempo que transcurriese, corría en mi contra para esclarecer los hechos.

Llegué al hotel y me reuní con mis compañeros, comimos y decidimos hacer la siesta una hora para luego salir de nuevo a ver la ciudad.

Me estiré en la cama y no pude dormir, así que cogí unas hojas de papel y bajé a la terraza del bar, un precioso patio andaluz que en el tiempo que estábamos parecía el vergel que pintaban los poetas andaluces.

Un penetrante olor a azahar, mezclado con el aroma embriagador de los claveles floridos, el color de los geranios rojos y blancos eran una lujuria de olores y colores, mi amigo Vicente se habría pasado horas enteras componiendo poesías sobre la belleza de aquel patio.

Pedí un café y me puse a escribir todo lo que había investigado por la mañana y los recuerdos de mi visita anterior.

Cuando llegaron mis amigos, yo ya había tomado una resolución, volvería a Madrid, reuniría todos mis apuntes y junto con un conocido, sub inspector de la policía, indagaríamos si era posible, sobre los desaparecidos en las fechas que se “ausentó” el barbero y qué se había conseguido, luego, aprovechando unas vacaciones, volvería a seguir sobre el terreno los datos que consiguiese.

Salimos a pasear por la ciudad, visitamos el barrio judío, un museo que nos quedaba por ver y luego estuvimos tomando los finos de la región, como en el hotel solamente teníamos media pensión, con unas cuantas tapas típicas nos dimos por cenados, más tarde nos dedicamos a recorrer la ciudad de noche.

Al día siguiente, domingo, nos levantamos tarde y nos marchamos para Madrid, pararíamos una vez en Despeaperros, para contemplar aunque fuese poco el extraordinario parque Natural y comer sobre la marcha para luego enfilar la carretera Nacional 4 y llegar a media tarde a casa.

Cuando llegué a mi casa, antes de deshacer la maleta, fui a por el baúl de los recuerdos y busqué el libro de notas, allí estaba, ligeramente ajado por el paso de unos 10 años, pero se podía leer con claridad, estaba escrito con una pluma Parker y se notaba en la letra el paso del tiempo, aquel cuaderno lo había terminado en 1959.

Todo estaba allí. Me preparé un bocadillo y una cerveza, me senté en la mesa y me dispuse a releer todo y hacer un esquema resumen de todos los hechos.

Al día siguiente llamé al policía y éste me dijo que intentaría hacer algo, yo, por la tarde, después del trabajo, me fui a la Hemeroteca Nacional a intentar leer los periódicos de aquellas fechas.

Pocos datos pudimos conseguir, efectivamente el barbero había desaparecido y después de las gestiones correspondientes, se le dio oficialmente por muerto, con lo cual sus herederos, dos hermanos, hombre y mujer, sobrinos en segundo grado hicieron las gestiones correspondientes para heredar.



jueves, 31 de agosto de 2023

POR CULPA DE LAS REVISTAS (Capítulo III)

 

 

 POR CULPA DE LAS REVISTAS


Pedro  Fuentes

Capítulo III


Salió del portal de la academia a las diez y cinco minutos, junto a ella salieron varios chicos y chicas, no pude dejar de mirar a uno que iba a su lado hablándole y sonriendo. Era alto y moreno, Enriqueta no parecía hacerle ningún caso mientras me buscaba con la mirada, al fin me vio y se dirigió hacia mi mientras terminaba de abrocharse el abrigo y ajustarse la bufanda.

El paseo se me hizo muy corto, llegamos a su casa y me dijo:

Bueno, ya hemos llegado, siento no tener más tiempo, pero el viernes, mañana, salimos a las nueve y mi padre me deja llegar un poco más tarde.

Entonces……. ¿Puedo venir a buscarte?

Si así lo deseas, ven a las nueve y podremos dar una vuelta mayor.

De acuerdo, le dije mientras extendía la mano para estrechar la suya, Su mano era delicada y suave.


Esa noche y el día siguiente, se convirtieron en una lucha por animar al reloj, por más que lo animaba, no parecía moverse, varias veces puse el de mi pulsera a la altura del oído por ver si se había parado, pero no, su tic tac implacable sonaba rítmicamente, pero las saetas que marcaban la hora, parecía que andaban lentas e inseguras.

Al fin, después de largos paseos por el pasillo de mi casa, e intentar trabajar en lo que estaba escribiendo, llegaron las siete de la tarde. Las prisas y el nerviosismo me atacaron, primero saqué mis mejores galas del armario y las puse encima de la cama, no, no quería eso, busqué algo más informar, no, no era eso tampoco, ¿Más juvenil? ¿Más de entretiempo? No, hacía frío, ¿Y si llovía? Me acerqué a la ventana, el cielo estaba despejado y no parecía que fuese a llover, pero si haría frío. Cuando decidí la ropa y el calzado, pasé a la segunda parte, aseo personal, ducha, afeitado, loción para después del afeitado, una colonia fresca pero que no fuese de aroma intenso, tuve un recuerdo para mi madre que cada cumple años me regalaba una colonia diferente.

Al fin salí de casa con tiempo suficiente para ir al centro de Madrid y volver.


A las nueve menos cuarto llegué a la academia, me parapeté en la acera de enfrente y fumé un par de cigarrillos.

Al fin, a las nueve salió una muchacha y vino hacia mi. ¿Eres Victor?

Si, yo soy.

Enriqueta no ha venido a clase, parece que está con gripe.

Gracias, si hablas con ella dile que se mejore, que vendré la semana que viene.

Se lo diré, adiós.

Metí la cabeza entre las solapas del abrigo y eché a andar. Cuando estaba a punto de dar la vuelta a la esquina, me di la vuelta, del portal de la academia salía Enriqueta acompañada de aquel joven del día anterior.



FIN

jueves, 24 de agosto de 2023

POR CULPA DE LAS REVISTAS (Capítulo II)

 

 

    POR CULPA DE LAS REVISTAS 


Pedro  Fuentes

 

 Capítulo II


Cuando llegué estaba atendiendo a una pareja, me dispuse a esperar, pero su mirada se cruzó con la mía y una sonrisa se dibujó en sus labios; yo sentí cómo de sus ojos salió un destello. 

Cuando la pareja se marchó, alargó su mano hacia un lateral y salió con mi revista entre sus delicados dedos. Me dijo: Toma “Algo”.

Aquella portada de Diciembre de 1973 “Las insaciables pirañas” Quedó grabada en mi mente para toda la vida.

Gracias, las colecciono y me gustan los temas que tratan.

Mi madre me dio ayer la rosa, yo acababa de irme, normalmente vengo por las mañanas y alguna vez, si mis padres están ocupados también por la tarde, pero por lo general, por la tarde voy a clase, voy de siete a diez, aquí al lado. Estudio secretariado en una academia aquí cerca, en Fernando el Católico.

¿Puedo esperar a que termines ahora y acompañarte hasta donde tengas que ir?

Bueno, pero es solamente un momento porque tengo que ir a buscar a mi hermano pequeño al colegio. Espérame en el bar de la esquina, hoy viene mi padre y no quiero que me vea en compañía.

De acuerdo, allí te espero. Estaré leyendo “Algo” sobre las pirañas.

Entré en el bar, pedí un café cortado y me senté en una mesa a leer.

A los diez minutos llegó “ella”, no quiso tomar nada y nos fuimos en dirección al colegio. Al pasar por la academia donde estudiaba Enriqueta me dijo:

Esta es mi academia, salgo a las 10.

¿Puedo venir para acompañarte?

Como quieras, pero no puedo tardar en llegar a casa.

A las diez menos cuarto estaba en la acera de enfrente de la academia entreteniendo el tiempo fumando.

 

jueves, 17 de agosto de 2023

POR CULPA DE LAS REVISTAS (Capítulo I)

 

POR CULPA DE LAS REVISTAS



Pedro Fuentes



Capítulo I



Cuando salí de casa, el día estaba lluvioso y frío, la temperatura no llegaba a los ocho grados, pero con el aire que soplaba, la sensación era bastante más baja que la que marcaba el termómetro, iba al quiosco de siempre a comprar unas revistas, para mi madre, para mi hermana y para mi, de la mía no me olvidarías, pero de las otras no lo tenía tan claro, además por que no se me olvidaran, repetía los nombres mentalmente, esto me recordaba aquella canción de Carlos Mejía Godoy “Una libra de clavos y un formón”.

Como no tenía ganas de andar hasta el quiosco de siempre, fui subiendo por la plaza yendo por debajo de los balcones para evitar el “chirimiri” que caía. El quiosco al que iba, estaba más lejos pero el camino más resguardado.

Cuando llegué al sitio, seguía con mi cancioncilla, pero al ver a la muchacha que estaba atendiendo a una señora mayor, me puse detrás esperando que terminase, cuando al fin pagó y se marchó por mi derecha, yo avancé un paso y me quedé mirando a la dependienta, de aproximadamente mi edad; de verdad era una belleza con unos ojos negros que quitaban el hipo.

Cuando me preguntó por segunda vez, ensimismado y casi atragantado le dije:

Hola, Cariño, Dígame, Algo,

La respuesta no se hizo esperar.

¡¡ IMBECIL !!

Entonces caí el la cuenta de que lo de imbécil iba por mi. ¡UY! ¡Perdón! No sé que me ha pasado, me he quedado obnubilado, quiero cuatro revistas, Hola, para mi madre, Cariño y Dígame para mi hermana y para mi la revista Algo, como temía que me olvidase, venía repitiendo el nombre de las cuatro y la verdad es que no me fijé en lo que decía, pero ahora, en pleno uso de mi razón y apechugando con todas las consecuencias, no tengo más remedio que agradecer a mi subconsciente porque es más valiente y decidido que yo, que sufro una timidez recalcitrante y sería incapaz de hilvanar cuatro sencillas palabras y nombres de revista en un deseo.

Pues le digo que la revista “Dígame” no ha salido, bueno, más bien no ha llegado y “Algo” no sale hasta los jueves y hoy es miércoles, así que tenga, esto es lo que hay “Hola” y “Cariño”

Pues deme “Cariño” y “Hola”, luego, al medio día vendré a buscar el “Dígame” y mañana volveré a por “Algo”

Cuando llegué a mi casa, me senté en la mesa de mi cuarto, delante de unos folios en blanco y escribí:

 

¡Oh ¡ Musa que te encuentro

al albor de la mañana,

cuando el frío invierno

no desluce el primor de tu cara.

 

Mi mente vagaba entre los pensamientos de las casualidades que me hicieron cambiar el recorrido habitual por el de hoy. Muchas veces había pasado por allí y pese a mi afán por la lectura,. Nunca caí en que allí hubiese un quiosco de periódicos y revistas ni mucho menos que fuese atendido por aquella belleza.

Me di cuenta de que había pasado el tiempo velozmente, a toda prisa me puse el abrigo y salí a la calle hacia el puesto de revistas. Pero antes, al pasar por una floristería entré y compré una rosa amarilla.

Cuando llegué, para mi sorpresa descubrí que en lugar de “ella”, que me había atendido por la mañana, estaba una mujer de mediana edad.

Perdone, señora, esta mañana he venido a por unas revistas y la señorita que había aquí, me ha comunicado que faltaban dos, que una llegaría al medio día y la otra mañana.

Si, ya me lo ha contado mi hija, ella no está sino por las mañanas, se acaba de ir, pero aquí tiene la revista “Dígame” que le encargó y ya ha llegado.

¿Me haría usted el favor de darle esta pequeña muestra de mi agradecimiento por la amabilidad que me ha atendido? Le dije alargándole la rosa amarilla a la señora.

¿Sabe usted el lenguaje de las flores? Me contestó

Si señora, lo sé, por lo cual le ofrezco ésta como prueba de mi amistad más limpia y sincera.

Muy amable, se la haré llegar a mi hija Enriqueta.

Agradecido, señora, mañana vendré a por “Algo”.

Marché hacia mi casa, el cuello del abrigo, hasta ahora levantado, me daba demasiado calor.

Cuando llegué a mi casa, mi madre estaba preparando la comida.

Estoy haciéndote unas pechugas a “la villaroy”, tu plato favorito, ¿Quieres una o dos?

No, gracias, no tengo hambre, si hay sopa de primero solamente tomaré un poco.

¿No te sientes bien? ¿No te habrás resfriado por salir desabrigado a la calle con el frío que hace?

No, estoy bien, es que se me ha quitado el apetito, me voy a escribir un poco en mi habitación.

La tarde se hizo larga y tediosa. No conseguí concentrarme en nada, la cara de Enriqueta, ahora sabía cómo se llamaba, en ningún momento se borraba de mi mente, no lograba, por más que lo buscaba, rimar ninguna palabra que me gustase, con Enriqueta.

Al fin a media tarde decidí ir al cine por despejar mi mente.

Salí a la calle y aunque no era el camino más corto, pasé cerca del quiosco, por ver si estaba allí Enriqueta. No, no estaba, había un hombre de mediana edad y la señora que vi al medio día. Supuse que era su padre con su madre.

Saqué una entrada en el cine “Conde Duque”. Ponían la película “El espíritu de la colmena” que la crítica daba por muy buena, no logré seguir el argumento, de pronto la pantalla se llenaba de “ella”.

La noche fue más de lo mismo, supongo que dormí, pero varias veces estuve mirando la hora en el despertador, luego, cuando sonó a la hora de cada día, me desperté de sobresalto.

Pasó la mañana de un día de sol; a las doce menos diez salí de casa rumbo al “castillo de mi adorada”.














jueves, 10 de agosto de 2023

LA HIGUERA (Capítulo IX)

 

  L a Higuera

 

Pedro  Fuentes

 

 

CAPITULO IX



Todos asintieron, Manolo acompañado por Tim, comentó: Mandaré al alguacil a buscar al gitano y yo le explicaré lo que tiene que hacer y que se ganará cien duros.



Cuando Evaristo, el gitano de la cabra fue al ayuntamiento a tratar con el alcalde, no las llevaba todas consigo, eso de tener que ir al ayuntamiento, aunque fuese al pueblo del al lado, porque le van a ofrecer un “negocio” no le suena muy bien, en tratos con payos, puede salir muy perjudicado, pero si además de payos, son políticos….. Su padre se lo ha dicho siempre, si tienes que tratar con payos o políticos, guarda bien la cartera y no te fíes que son muy mala gente.



Manolo le explicó el caso a Evaristo y a éste en principio no le pareció mal pero por menos de cien duros, su cabra y él no trabajaban, porque yo tengo que estar debajo tocando la trompeta para que Rosita esté tranquila, dijo.



Quedaron para el viernes siguiente y por la tarde para que el lado aquel del campanario tuviese sombra, porque Evaristo había dicho que la higuera tendría que estar fría para que no le hiciese mal a Rosita que las higueras y los higos calientes son muy malos.



Se corrió la voz y el viernes, a las seis de la tarde la plaza del pueblo parecía de fiesta mayor.

Eligieron a seis mozos, los más fuertes, la cabra llevaba desde las doce sin probar bocado, la habían ordeñado a las cinco y el bicho no andaba de muy buen humor, lo de subirse a la escalera en fiestas, también con hambre y rodeada de chiquillos no le parecía mal, pero ahora presentía algo, era cabra pero no tonta.



Cuando le ataron las patas, le vendaron los ojos y entre los seis mozos turnándose de dos en dos empezaron a subir las escaleras del campanario, empezó a dar patadas.



Una vez arriba, cuando aquella gente a los que no conocía le pusieron, una especie del cinturón que en principio le apretaba pero a base de saltar se lo soltaron un poco al arnés le ataron una cuerda gruesa, luego, al collar del cencerro ataron otra más fina, para poderla poner de cara a la higuera, a la voz de ya, Evaristo empezó a tocar “España Cañí” y los mozos empezaron a bajar la cabra, que dentro de lo que cabe, se había tranquilizado.



Cuando llegó a la altura de la higuera la cosa empezó a ponerse mal, no podían dirigirla bien y la planta quedaba en el culo de la bestia, cuando la intentaron girar sobre sí misma, le restregaron las ubres por las ramas, y eso no le gustó, empezó a patear para todos los lados.



Los mozos que sujetaban la cuerda fina trataron de enderezarla, Rosita saltó, se desequilibró y no se sabe cómo, se deshizo del arnés y se quedó colgando por el collar, la pobre cabra pateaba, intentaba balar y solamente le salía una especie de chillido, Evaristo dejó de tocar y gritaba ¡Subirla, subirla rápido! ¡Qué me vais a matar a Rosita!



Fue una premonición, cuando Rosita llegó arriba ya era cadáver.



Cuando la bajaron, los mozos iban serios portando al pobre animal, toda la familia de Evaristo, que habían ido a ver la actuación de éste y Rosita, corrieron hacia ella, que yacía en el suelo, todos empezaron a llorar a la vez, si lo hubiesen ensayado no habría salido tan acorde.



¡Rosita!, ¡Rosita!, ¡Era de la familia! Ella nos daba leche y ganaba dinero para nosotros, ahora terminaremos en la ruina y sin Rosita, la mejor cabra en el mundo, y todo por culpa de estos payos que encima se ríen de las desgracias ajenas.



Después de muchos tiras y aflojas, al final Manolo, en colaboración con el cura y la colecta que se hizo en el pueblo, indemnizaron, a Evaristo, que salió llorando del ayuntamiento pero con el dinero necesario para comprarse diez cabras.



Las tórtolas se asustaron y se fueron a hacer el nido en el tejado del Ayuntamiento, la higuera se secó con los calores del verano, que fue más seco de lo habitual.

Evaristo, que vio la oportunidad de su vida ahora se dedica a hacer quesos de cabra de artesanía e incluso se ha comprado a plazos una furgoneta de segunda mano para ir por los pueblos cercanos vendiendo los quesos.



Tim se fue como liberado sindical a la capital y se le augura un gran porvenir en la política. Manolo perdió las siguientes elecciones, abandonó su carrera política y se casó con Julita; por la Iglesia, “como debe ser” Fernando y su equipo ganaron las elecciones por mayoría y entraron al Auntamiento; Isabel y Ricardo se casaron, al fin.





FIN



jueves, 3 de agosto de 2023

LA HIGUERA (Capítulo VIII)

 

 

 

 LA HIGUERA


Pedro  Fuentes

 

CAPITULO VIII



Al fin es jueves, a las siete de la tarde comenzará el pleno municipal, las fuerzas están bastante igualadas, por un lado, Manolo y los suyos, en el otro bando la Iglesia, con Fernando al frente, las Hijas de Santa Marina.



El único que no sabía lo que pasaba ni lo que podría pasar y seguía elucubrando cómo arreglar lo de su campanario, era don Florián. Nadie quería imbolucrarlo. Sabían que él no era partidario de dividir a la comunidad. Prefería que se cayera la torre a enemistar a parte de sus fieles o infieles.



Manolo, en su despacho se sentó en su sillón y abrió el periódico, primero ojeó los titulares, luego fue bajando la vista por la primera página y leyó un titular un poco más pequeño; “LA IGLESIA DE SANTA MARINA EN PELIGRO” Un sudor frío le brotó en la frente, leyó y releyó el artículo que Ricardo había escrito con pelos y señales, además de lo hablado con la maestra, había incluido una encuesta entre varios vecinos de la villa, ese golpe no se lo esperaba, entonces recordó el día del restaurante, eso era cosa de la maestra, se iba a enterar esa…., no se acuerda que es la maestra de la Escuela Municipal.



Cuando se corrió la voz, los periódicos se agotaron, en dueño del kiosco de la prensa dejó a su mujer en el local, cogió su coche y fue al pueblo de al lado a por más ejemplares.



A Tim le avisaron del artículo, corrió a comprarlo, pero ya estaba agotado, por lo que se fue al bar, que siempre lo compraba, allí lo leyó y pensó entre dientes: Manolo me la ha jugado, sabía algo y me echó a los leones para él salir airoso pasase lo que pasase, así que pensó cómo salir del embrollo, se acordó de algo y salió corriendo, llamó a su sobrino, el que había solicitado la licencia para el taxi y le dijo, Efraín, me tienes que llevar ahora mismo al pueblo de al lado, es urgente y además puedes quedarte sin licencia.



A las siete de la tarde comenzó el pleno, la sala de juntas estaba a tope todas las Hermanas de Santa Marina llevaban entre otras cosas el periódico del día. Ricardo estaba allí para seguir el acto. Manolo y Tim habían convocado a todo los “progres”.



Luis, el secretario, leyó el orden del día, el tema de las basuras estaba consesuado con la oposición y se aprobó de inmediato, en lo tocante a las fiestas patronales hubo sus más y sus menos porque las peñas querían más subvenciones; quería la oposición que la corrida de toros fuese con un mejor cartel. Tim se opuso porque estaba intentando crear una ONG antitaurina. Tanto el alcalde y los suyos, así como la oposición le negaron a Tim su solicitud así como la subvención que pedíia para su grupo antitaurino.



La oposición de administrativo, también estaba bastante “concertada”.



Se pasó al punto cuarto, “La higuera”. Abrió el turno de palabras el alcalde haciendo un breve resumen de los hechos. Ya entonce se oyeron algunos silvidos y ligeros abucheos. Cuando le dio la palabra a Tim, éste estaba bastante nervioso, todas las “Hermanas”, que habían copado las primeras filas, se pusieron el escapulario. Rosendo y Rodrigo desplegaron el estandarte, la fila última de la Hermandad, desplegaron unas pancartas pidiendo la protección y cuidado del Patrimonio Histórico del pueblo.



Lo primero que se le ocurrió decir a Tim fue que aquel edificio era el Ayuntamiento era laico y como tal no se permitían signos religiosos, el griterío fue monumental. Al otro lado de la plaza, en la vicaría, el único vecino que no había ido al pleno, oyó el jaleo. Entre las voces, silvidos y exabructos contra Tim, Fernándo, levantando la voz, gritó:



¡Señor Timoteo!, ¿Por qué no preguntamos al pueblo si quier ser laico o no?, además, en este mismo lugar acabamos de tratar de las fiestas patronales de SANTA MARINA. Así que cíñase al orfen del día que es “LA HIGUERA” ¿VAN A SOLUCIONAR LO DEL CAMPANARIO SI O NO?. Porque si es no, habrá que tomar otras medidas más drásticas.



En fin, dijo Tim: he estado en tratos para solucionar el asunto, yo vengo aquí para aportar soluciones y creo que el grupo de gobierno de este Ayuntamiento lo habremos conseguido ¿De acuerdo, Manolo?



Si, el camarada Tim ha hecho un buen estudio del asunto y ha conseguido, con un buen trato que el próximo viernes, a la seis de la tardese solucione el problema, para lo cual todos los vecinos están invitados.