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jueves, 18 de julio de 2019
jueves, 11 de julio de 2019
AMOR VERDADERO Capítulo III
AMOR VERDADERO
Pedro Fuentes
CAPITULO III
Ya está terminando el invierno, la primavera se empieza a
notar en las plantas, pequeños brotes salen en los árboles, cuando vamos al
Retiro, que así llaman al gran parque que vamos, le explico a Elisenda cosas
sobre los árboles y la naturaleza, le enseño que hay pájaros muy peligrosos
porque comen toda clase de insectos, entre ellos pulgas.
Al principio Elisenda no distingue un animal de otro, ella
solamente conoce a los perros y sabe que hay grandes y pequeños, de mucho pelo
y de poco pelo. De los árboles y plantas no sabe nada, no conoce, porque nunca
se ha fijado, la hermosura de las flores y lo embriagador de los olores, es
más, no conoce ni otro tipo de insectos, una vez que estuvimos de visita en
otro perro, le enseñé una garrapata, cuando le dije que era una especie, prima
lejana nuestra, no se lo creía.
Las ovejas ya deben de pasar pronto, Charo se lo ha dicho a
Paco, su amigo, y como los dos son de campo, han dicho que irían a verlas, como
el pretexto es pasear a Tobi, podremos ir con ellos.
El nerviosismo se respiraba en el ambiente, Elisenda no las
tenía todas consigo, lo de abandonar la ciudad no era para ella, veía que iba a
perder toda la vida de lujo y farándula que había llevado hasta aquel momento,
no entendía el campo, no veía que pueda ser bonito el verde de los prados, el
color de las rosas, ¿Cómo podía oler bien la hierva después de la lluvia? Las
ovejas, el pelo de las ovejas olía que apestaba cuando estaba mojado y tener
que vivir allí soportando la humedad, no había saboreado la sangre del pastor,
pero si era más fuerte incluso que la de aquel amigo de Charo, que sí la había
probado, no podía ser más desagradable, alguna vez, después de picar a Paco
tuvo que devolver, yo le decía que era debido a que estaba a punto de poner
huevos, pero yo sabía que no.
¡Rodolfo! Por favor, no vayamos al campo, es más divertida
la vida en la ciudad, me decía.
No, Elisenda, la vida en el campo es más libre, toda está
llena de olores, sabores, colores, aventuras, la alimentación es más sana, la
sangre no te hace emborrachar. Le contestaba yo.
Las discusiones entre nosotros eran cada vez mayores, ella
gritaba y lloraba por cualquier cosa, yo no podía seguir en la ciudad, mi vida
en la ciudad era monótona, además siempre terminaba yendo a picar a aquellos
que más parecía que sabían a alcohol, incluso una vez piqué a uno que olía
raro, era algo que me hacía sentir exultante, lleno de vida, más ágil que
nunca, luego caía en la cuenta de que a la persona que picaba le pasaba lo
mismo y luego tenía tanto él como yo volver a saborear aquella sustancia, cada
vez necesitaba picar más veces y cada vez la resaca era peor.
Decididamente volvería al campo, no quería que la ciudad me
devorase.
Aquella mañana supe que era el día, Charo cantaba, se
arregló, peinó a Tobi con más esmero que nunca con el consiguiente peligro para
Elisenda y yo, oí a la vedette como le daba permiso para estar todo el día
fuera, pero tenía que sacar a Tobi toda la mañana para que luego estuviese
tranquilo el resto del día.
Paco le vino a buscar y nos fuimos con Tobi, miré a la casa
por última vez y se me alegró el corazón.
Noté que Elisenda lloraba por dentro.
nos pusimos en un sitio donde se estrechaba el paso y
estaríamos más cerca del ganado, al fondo, por arriba veíamos una puerta muy
ancha,
de piedra, con unos arcos y unos jardines alrededor protegido con vallas para que el ganado no entrase, al otro lado, más abajo estaba la señora de piedra con el carro de piedra y los leones de piedra donde salté por primera vez sobre Tobi.
de piedra, con unos arcos y unos jardines alrededor protegido con vallas para que el ganado no entrase, al otro lado, más abajo estaba la señora de piedra con el carro de piedra y los leones de piedra donde salté por primera vez sobre Tobi.
Cogí a Elisenda de una pata y le dije:
Ven, Elisenda, saltaremos sobre las primeras, son las más
fuertes, las que mandan, además si no nos gustan, podremos bajar y dejar que
pasen hasta encontrar alguna que nos guste.
No, Rodolfo, no saltaré, lo he pensado mucho, yo no podré
vivir sin mis comodidades, vete tú, yo comprendo que la ciudad te está matando.
Me dijo
No, Elisenda, sin ti no podré vivir. Le contesté
Y conmigo te estás matando. ¡Vete! ¡Vete y que seas feliz!
No, no puedo así, ¿Qué será de mi vida?
Encontrarás una pulga de campo y serás feliz, yo me moriría
allí, ¡Vete! ¡Te juro que no te olvidaré!
De pronto sentí un empujón, corregí el salto en el aire y
caí sobre una mullida lana de una oveja merina.
Miré hacia detrás y ya no vi ni a Elisenda, ni a Tobi ni a
Charo ni a su Paco, dos lágrimas cayeron de mis ojos, me acurruque en la lana y
dormí, cuando desperté ya salíamos de la ciudad y un inmenso campo invadía todo
el horizonte.
La oveja en la que cabalgaba corría perseguida por un perro
pastor porque nos estábamos separando del rebaño.
FIN
jueves, 4 de julio de 2019
AMOR VERDADERO Capítulo II
AMOR VERDADERO
Pedro Fuentes
CAPITULO II
El invierno fue muy duro para Rodolfo, si no hubiese sido porque
amaba locamente a Elisenda, se hubiese marchado a su tierra aunque fuese a
lomos de un jabalí.
Tobi era un desastre, se pasaba el día en la casa corriendo
detrás de una pelota y ladrando siempre que oía el más mínimo ruido.
Tres veces al día, la chica de servicio que tenía la dueña
de Tobi lo sacaba a la calle, entonces se pasaba todo el rato yendo de árbol a
farola y a cualquier cosa vertical marcando el terreno, una vez estuvieron a
punto de partirle el lomo pese a que iba atado, porque la muchacha se despistó
y el animal vio la escoba de un barrendero y no se lo pensó dos veces, le marcó
la escoba y el buen señor se puso hecho una furia. Suerte que Charo, la chica
estiró de la correa y lo subió a sus brazos con el peligro que tuvimos Elisenda
y yo de caer al vacío.
Lo único bueno del día es cuando vamos al teatro de
revistas, la dueña de Tobi lo arregla, le pone sus mejores ropas y lo lleva
donde actúa ella, por lo visto es una gran vedette, aunque a mi no me gusta,
prefiero el canto de los grillos y las cigarras en el campo, luego, cuando
llegamos hay entre los pasillos y escaleras del teatro muchas personas muy
raras, todas vestidas o más bien desvestidas con cuatro plumas, parecen
disfrazadas de gallinas y los hombres, con unas medias ajustadísimas y hablan
muy raro, no como los hombres que pastorean a las ovejas y si te subes a sus
brazos tienes que tener mucho cuidado para no caerte, porque los mueven mucho,
luego, a veces no sabes a quién picas, porque estás tan tranquilo pegándote un
lingotazo de sangre y de pronto se ha arrimado otro y sin querer te vas con el
nuevo, luego están los que beben algo que si los sorbes mucho te entra alegría
y luego mucho sueño.
Una vez, mes estaba poniendo morado de sangre con coñac y
restos de un perfumen que llamaban “nosequé 5” y después de ponerme a bailar,
me caí borracho como una cuba y me dormí, cuando desperté había pasado un día y
estaba entre unas plumas.
Elisenda se puso hecha una furia, pensó que la había
abandonado, me chilló, y chilló, y chilló y a mi me dolía todo el cuerpo. Cuando
volví a Tobi se puso a llorar como una loca y me dijo que me había echado mucho
de menos y pensó hasta no volver a Tobi, pero luego se arrepintió y volvió a
casa con él.
Desde entonces voy con mucho cuidado con lo que libo, no sea
que me siente mal, pero si no fuese por esos ratos y otros mejores en compañía
de Elisenda no podría resistir hasta la primavera.
Elisenda ya ha puesto algunos huevos en el teatro, porque
dice que quisiera que nuestros descendientes fueran artistas como toda su
familia, pero yo quisiera que fuesen pulgas campestres como yo, así que en
cuanto pasen por aquí las ovejas camino de la Sierra de Gredos, nos iremos con
ellas y luego, después del verano iremos a Extremadura para llenar, junto con
otras congéneres los establos.
El invierno se hace cada vez más largo, mirándolo fríamente,
no se puede vivir mucho tiempo a ese ritmo, he conocido a muchos congéneres en
el teatro y en un parque muy grande al que vamos a pasear con Tobi, gracias a
nuestros enormes saltos, si andas con cuidado puedes apearte de tu guarida y
pasear por la arena y otros perros, hay algún conocido que se ha atrevido a
montarse en una paloma y ha volado, dice que es fabuloso, pero yo no me atrevo,
si no tuviese una familia a lo mejor lo haría e iría a correr aventuras, pero
perdería a Elisenda, además, aunque las pulgas cuando ponen los huevos se
desentienden de ellos, te gusta que tus descendientes estén poblando sitios
cerca de ti.
Ahora salimos más veces a pasear con Charo, porque ésta ha
conocido a un humano, es joven como ella y viste de una forma muy rara y lleva
botas y gorro. Como a veces se sientan los dos muy juntos, bajé de Tobi y me
acerqué a él, tuve que dar un gran salto para evitar las botas, pero luego,
cuando le piqué saboreé la sangre, es parecida a las de los humanos que llevan
el ganado, fuerte, espesa y de sabor más natural.
Se enfadó mucho el humano cuando le piqué, dio un manotazo y
por poco me pilla, pero no le echó la culpa a Tobi sino al sitio donde se
aloja, me pareció entender que decía “cuartel”.
Ahora no subo a él si no está con las manos ocupadas con las
de Charo o en cualquier otro sitio.
Elisenda dice que prefiere chupar la sangre de Charo, que
sabe como a desinfectante pero con buen olor y no hace daño.
Lo peor son los días que llueve, entonces no nos sacan de
casa y si tenemos hambre tenemos que chupar a Tobi y se pone como una fiera a
dar patadas por la zona de picada, por lo que Elisenda y yo nos ponemos cada
uno a un lado para que no sepa donde rascarse. Tenemos que hacerlo cuando no
hay humanos porque si no, dicen que el chucho ha cogido bichos y le ponen una
colonia que te deja casi para morir.
jueves, 27 de junio de 2019
AMOR VERDADERO
AMOR VERDADERO
Pedro Fuentes
Capítulo I
Aquella mañana, cuando desperté no pude imaginar lo que me
deparaba el futuro a partir de aquel momento, el sol estaba apareciendo por el
horizonte, éste estaba teñido por un tono entre rosado, malva, anaranjado y
rojo, no había ninguna nube en el cielo.
Un bucólico día de campo, como tantos otros pero tan
diferente, me felicité por otro día que veía el alba, no siempre es a gusto de todos, pero, si ves
amanecer, es que estás vivo y si estás vivo ya es un milagro.
Cuando llegó el pastor, con sus dos perros, ya noté algo
diferente, los pastores estaban más arreglados, sus ropas eran más típicas, luego
me enteré, hoy toca la etapa de pasar por las calles principales de Madrid, hoy
se celebra la fiesta de las trashumancia, el ganado pasará por la Cañada Real y
yo también a lomos de una oveja como llevo haciendo desde que salimos de
Extremadura, si, soy una pulga y habito en una oveja desde que nací, mi madre
me puso en forma de huevo en un establo, allí pasé mi etapa de huevo, pupa y
larva, cuando terminé mi desarrollo, ya convertido en pulga, salté sobre una
oveja y desde entonces la habito, hay alguna otra, pero este ganado está
bastante cuidado y no somos muchas, además, en el tiempo que estamos de
trashumancia, los establos son gaseados y pocas colegas sobreviven al asesinato
colectivo, yo fui una de las sobrevivientes a la etapa anterior y la verdad es
que desde entonces he llevado una vida apacible en el campo, donde me gustaría
llegar al final de mis días, aunque ya adulto, hecho de menos la compañía de
una pulga hembra que quiera perpetuar la especie en mi compañía.
Ya nos ponemos en marcha, son muchas las ovejas que caminan
siguiendo a las guías, van apretadas unas contra otras porque se orientan muy
mal y se perderían, además tienen miedo a los perros que las acompañan.
Yo viajaba en una oveja merina, al lado justo de la acera,
las gentes, y sobre todo los humanos pequeños estaban en primera fila, sus
padres detrás les ayudaban a alargar la mano para que no tuviesen miedo a
acariciar las ovejas, una de aquellas manitas me pasó rozando y a punto estuve
de quedar enganchado a ella, solamente me salvó que estaba fuertemente trabado
con la especie de garfios que tenemos al final de las extremidades, para evitar
que si la oveja echa a correr me deje en el suelo.
En un rato de tranquilidad, al pasar por una plaza donde en
el centro hay una fuente en forma de mujer en un carro tirado por leones,
estuve paseándome de un lado para otro por ver si alguno de mis congéneres
viajaba en el mismo animal que yo.
Iba distraído por la barriga de la oveja cuando la calle se
volvió a estrechar y el ganado se entorpecía para poder tomar el nuevo camino.
De pronto, sin saber ni cómo ni por qué un perro de los que
yo no había visto jamás, pequeño, peludo, con un lazo en la cabeza y vestido
como si fuese una persona, se acercó a mi cabalgadura, sorprendiendo a su dueña,
que lo llevaba atado e intentó morder a la oveja, con tan mala fortuna que al
ir distraído y medio sujeto, al agarrarme fuertemente, me encontré en las
barbas de aquel fiero animal.
La experiencia me ha enseñado que cuando subes a un perro,
el sitio más seguro es en la parte inferior del cuello, allí, si no lleva uno
de esos collares tan desagradables que nos repelen, no nos puede morder y además la sangre que
pasa por allí es la más rica en nutrientes.
Al pasar por entre la ropa que llevaba, ya al final, a la
altura del cuello del abrigo, divisé algo, me acerqué y vi una hermosa pulga de
color más claro que yo, lo que la distinguía como las conocidas pulgas del gato
y del perro, mi color, como pulga del ganado es más oscura, un marrón oscuro
que a veces parece negro.
¡Hola! Preciosa, le dije.
Me devolvió un mohín y miró para otro lado.
¡Hola! Preciosa, ¿quizás los ladridos de este fiero animal
no te han dejado oír?
Ya le he oído, pero no esperará que me dirija a una pulga de
campo que se alimenta de sangre de oveja y que no me han presentado.
Vaya con la señoritinga de ciudad, me llamo Rodolfo, vengo a la ciudad desde una extensa
explotación ganadera y soy descendiente de una estirpe de pulgas que habitamos
no en cualquier sitio sino en un rebaño de ovejas merinas, lo más selecto del
ganado lanar y no en un perro chillón de ciudad que lo tienen que vestir como
un humano para que no se muera de frío.
Sepa usted, que ese delicado perro, que no comparto con
nadie, pertenece a una actriz de revista que me lleva cada día al teatro donde
actúa y allí he tenido ocasión de picar a las más bellas vedettes de la
capital, además, tenemos un cuplé dedicado a una tatarabuela mía, porque yo soy
descendiente directa de la famosa pulga de la Chelito
y mi abuela hasta hace
poco picó a Olga Ramos y por si le interesa, mis abuelos, tíos y mucha familia
trabajaron en el Circo Price a las órdenes de un famoso domador de pulgas,
además de que allí han picado hasta fieros leones que también trabajaban allí.
Vaya, y ¿qué es eso comparado con la apacible vida en la
campiña, donde los colores y olores no se desvirtúan con nada? Y ¿Qué tiene la
señoritinga que decir de dormir envuelta en pura lana virgen? Solamente con
escuchar el estridente ladrido de semejante aprendiz de perro, ya me cansa
vivir en la ciudad, menos mal que solamente pasamos dos veces al año.
Para que usted lo sepa. Me llamo Elisenda y no sabe lo que
es cada noche ir a la revista y dedicarse a saltar por el patio de butacas de
tobillo en tobillo tanto de señoras como de caballeros y muchas de las veces
con un leve sabor a alcohol creando un delicioso cóctel que te alegra el
corazón y luego, cuando vuelves a tu amada cabalgadura el limpio y aseado
perrito, como ya vas bien alimentada, no tienes necesidad de picarlo, con lo
cual no se entera de que vives allí y no te molesta con violentos rascados con
las patas.
Como se nota que no sabes de la belleza de un bonito
amanecer, del canto de los pájaros y del vuelo, yo sé de algún compañero que ha
logrado habitar un ave y ha volado por los cielos, contemplando las montañas y
los prados desde arriba, vosotros los de ciudad y que habitáis perros y gatos
no sabéis nada de la naturaleza, si alguna vez tengo hijos, me gustaría que
disfrutasen de la sana y bonita vida en el campo.
Si, si piensas así, lo que no tendrás será una pulga fina i
delicada, para unirte a ella, sino una que no tenga olfato y no distinga el
pestazo a lana sucia y que sea ciega para no ver todos esos pelos enmarañados
de las ovejas y sorda, para no oír ese balar continuo y encima esos perrazos
persiguiéndote todo el día.
Me parece que la gente de ciudad no sabe de las maravillas
de vivir en el campo, así que yo, ahora, te invito a pasar una temporada en el
campo, todavía estamos a punto de coger una oveja y en dos días estaremos en
casa.
¡Huy!, ¡No! Ahora viene el invierno y no estoy dispuesta a
pasarlo en medio del campo o en corrales apestando a oveja, con lo calentita
que estoy yo en el invierno en mi casa de Madrid, además, ahora empieza la
temporada de teatro y revista y estaré cada día de marcha, hasta es posible que
vea algún familiar mío.
Bueno, si es así y me invitas, podré pasar el invierno
contigo y en primavera, cuando las ovejas pasen por aquí camino de la montaña
podemos ir con ellas.
En ese momento, el perro salvaje, que se llama Tobi, pegó un
salto detrás de una oveja y si no llega a ser por los reflejos y la fortaleza
de Rodolfo, que sujetó a Elisenda hacia sí para protegerla, ésta hubiese caído
a tierra.
Elisenda se agarró a Rodolfo con todas sus patas y éste
aprovechó para abrazarla cariñosamente.
Al fin, después del abrazo que duró más de lo previsto, las
dos pulgas, decidieron unir sus vidas y quedarse el invierno a vivir en Madrid.
jueves, 20 de junio de 2019
LA HUELGA
LA HUELGA
Pedro Fuentes
Ayer, mi mujer y yo hablamos sobre la huelga general del día
siguiente, como no estábamos de acuerdo al cien por cien, decidimos mediante el
sistema de moneda al aire qué haríamos.
Salió huelga sí, por lo que decidimos que habría que poner
unos servicios mínimos, ya que alguien tendría que hacer las cosas.
Al no estar de acuerdo en los servicios mínimos volvimos a
ser democráticos, así que recurriendo nuevamente al sistema de la moneda al
aire, decidimos quién haría huelga y quién servicios mínimos.
Moneda al aire, yo pido cara, ella cruz.
A mi me toca huelga, a ella servicios mínimos.
A las siete de la mañana del día siguiente, la perrita
Linda, una caniche que lleva 14 años con nosotros, se acerca a mi lado de la
cama y con su patita empieza a rascar hasta que me despierta, es la hora en que
cada día me levanto para sacarla a pasear.
Linda, no, ves con tu ama, yo estoy de huelga y no me toca a
mí, despiértala a ella.
Maldito el caso que me hace, se alía con mi mujer y ésta
medio despierta y medio dormida zanja la cuestión de la siguiente manera.
Si no sacas a Linda como siempre no te hago comida.
No es justo, a ti te han tocado los servicios mínimos.
Linda no es un servicio mínimo, en un animalito y también
tiene sus sentimientos
.
Media hora más tarde Linda y yo salíamos a la calle
solitaria, los bares empezaban a abrir, las basuras seguían en los portales de
las casas, solamente estábamos paseando los dueños de perros.
Cuando Linda se puso a hacer sus necesidades fisiológicas
pensé por un momento no recogerlas, más que nada por hacer algo de huelga.
Pudo más mi sentido cívico y lo recogí.
Cuando llegamos al paseo, un gracioso conocido me dijo:
Como te vea un piquete paseando al perro te va a decir que
hay que hacer huelga.
Mira, le dije, mira, mi perra tiene las ideas políticas y
sindicales que quiere, que para eso es libre.
Además, con lo extremista que es, si no la saco, se hará sus
necesidades en casa acordándose de sus amos, así que no me venga un piquete a
tocarme las narices.
Una hora después llego a casa dispuesto a tumbarme a la
bartola durante el resto de la mañana.
Ya era hora, dijo mi mujer, te estaba esperando porque ha
llamado la niña, (treinta y pico de años) que tenía que ir a trabajar y el
colegio de los niños ha hecho huelga, que tenemos que ir a quedarnos con ellos,
así que vamos que los tiene la vecina pero también tiene que marchar.
Cogemos el coche y noventa kilómetros y hora y media después
estamos liberando a la vecina de los niños.
Los niños muy majos y buenos, pero son tres y hay que
entretenerlos con algo, además la pequeña ha decidido hacerle perrerías a la
perrita, como meterle el dedo en el ojo, tirarle de las orejas, cogerle la
lengua, morderle una pata, etc.
Linda decide exiliarse a un balcón y permanecer lo más lejos
posible de la preciosa niña.
En esta casa, normalmente al medio día no hay nadie a comer
y además suelen ir a comprar el viernes por la tarde, por lo que la de los
servicios mínimos decide que hay que ir a comprar algo, así que hace una lista
y me dice:
Ves a comprar que yo me quedo con los niños.
Voy a la tienda de al lado y está cerrada por miedo a los
piquetes.
Cojo el coche y me voy a una gran superficie que hay lejos
de la población y a la que no llegan los piquetes.
Vuelvo a casa y mi mujer está con los niños ya arregladitos,
va a ir a un parque cercano para que se entretengan, así que me toca hacer la
comida para cuando lleguen coman y no se pongan nerviosos, sobre todo la
pequeña que es como una carcoma.
Al medio día nos sentamos a la mesa y como tanto mi mujer
como yo tenemos práctica en niños, comen bien y sin jaleos.
A las seis de la tarde llega la hija y su marido a las ocho,
hacemos traspaso de poderes y niños y nos vamos.
Con las prisas, no me he dado cuenta de que la aguja de la
gasolina está en reserva, bueno, a tres kilómetros hay una gasolinera.
La gasolinera, por miedo a los piquetes o por huelga, está
cerrada, bueno, no importa, a cinco kilómetros hay otra. A dos el coche da tres
trompicones y se queda parado, hay un poco de campo al lado y lo dejo bien
aparcado.
Me pongo en la carretera a hacer señas a los coches que
pasan, el que hacía el número ocho para y me lleva hasta la gasolinera que esta
vez si está abierta, pido un bidón de cinco litros y vuelvo a hacer auto stop,
ahora más fácil desde la misma gasolinera. Llego al coche, echo la gasolina y
voy hasta la gasolinera a terminar de llenar.
A las nueve llegamos a casa, pongo la tele para ver las
noticias y el éxito de la huelga. Se calcula que la ha seguido un 18% Total un
fracaso.
La próxima huelga general
iré a trabajar, se lo juro ahora mismo a Méndez y Toxo y lo haré sobre
todo por 3 razones.
Primera.- Si voy a trabajar puede ser que haya un piquete a
la puerta del trabajo y no me dejen entrar, por lo que visto lo visto me iré
con ellos a tomar cervezas.
Segunda.-Si puedo entrar, como seremos cuatro, pediremos
unas pizzas y unas cervezas y nos pasaremos la mañana jugando a las cartas y
fumando, ya que no habrá nadie con autoridad para prohibirnos fumar en el
puesto de trabajo.
Tercera.- Porque ya estoy jubilado y solamente trabajo en
casa en mi blog.
FIN
jueves, 13 de junio de 2019
EL TIOVIVO
EL TIOVIVO
Pedro Fuentes
Esta historia ocurrió allá por mediados de los 50, en un
pueblo de unos 1.800 habitantes y que en aquellos tiempos vivía
mayoritariamente de la agricultura.
Se encontraba situado a unos 18 km de una capital de
provincias pequeña, omito el nombre para que no sirva de escarnio entre las
poblaciones cercanas.
El protagonista de este relato, se llama Anselmo, hijo de
un agricultor, sus ideas no eran seguir viviendo toda su existencia de un
trabajo tan duro y sacrificado, por lo cual por su mente discurrían ideas para
montar algún negocio.
Ocurrió que siendo las fiestas de la capital de la
provincia, fue allí para divertirse.
Dando vueltas por la feria, se paró delante de un tiovivo
no muy grande, con sus caballitos que giraban y subían y bajaban al compás de
una música llamativa y monótona pero alegre.
Anselmo vio que subían muchas personas, padres con niños,
parejas y algún grupo de chicos y chicas.
Casi cada vez el lleno era absoluto, miró el precio, lo
multiplicó por las personas que subían, vio que muchos repetían, calculó lo que
podían gastar de luz, en fin, preguntó, se informó del fabricante e incluso
supo de alguno que se vendía de segunda mano.
Como tenía algunos ahorros pensó que con una
financiación, al fin y al cabo, tenía tierras para poder ofrecer garantías, lo
consultó con su padre, a éste no le supo muy bien, pero, Anselmo era su único
hijo, él ya era mayor y pensó que mejor eso a que cansado del trabajo de
agricultor, se marchase, además, si salía mal, quizás el dinero perdido le
haría afianzarse más en el trabajo de la tierra.
Anselmo tenía hasta el sitio perfecto, casi al lado de la
plaza Mayor, su abuelo les había dejado una casa ruinosa y que tenía el solar
lo suficientemente grande para montar su feria particular, tiró lo que quedaba
de ruinas, acondicionó el terreno, pidió los permisos y empezó los trámites de
la compra del tiovivo, empezaría por uno de segunda mano, que le daban
garantías y luego, según cómo fuese, quizás hasta podría ampliar el negocio.
La inauguración iba a ser a principios de Junio y como
aquello, para el pueblo era un acontecimiento, Anselmo invitó a todas “las fuerzas vivas” del lugar, allí
estaba el alcalde, el cabo de la guardia civil, el cura, el médico, la maestra, la hija del farmacéutico, ya que
éste está muy mayor y su hija ya ha acabado la carrera y le va a sustituir al
mando de la farmacia.
Eran las cinco de la tarde de un día muy caluroso para el
tiempo que estaban, cuando todos ellos se reunieron en el solar que ya no
aparecía yermo, una valla verde de madera lo rodeaba, una parte estaba plantada
de césped y alrededor, por dentro de la valla, la madre de Anselmo había puesto
su toque femenino plantando unas flores.
Se había acercado al evento casi todo el pueblo, incluso
algún vecino del pueblo de al lado, más pequeño, pero que tenía una
central eléctrica que daba luz a varios pueblos del contorno y del cual dependían para la energía.
Para la inauguración, el alcalde, D. José diría primero
unas palabras, luego pasaría D. Francisco el cura a bendecir las instalaciones,
después todas las autoridades subirían a
los caballitos y darían unas vueltas, para finalmente el público en general
podría subir previo pago de la entrada correspondiente.
Los caballitos tenían alrededor un toldo que bajaba y
cubría todo el tiovivo y lo protegía de las inclemencias del tiempo y que
estaba echada hasta el discurso del Sr. Alcalde, éste, dirigiéndose a la
concurrencia les habló de los años de progreso que esperaban a todas las
poblaciones de España, gracias al
Caudillo que dirigía los destinos del país.
Alabó la actitud
emprendedora que había llevado a Anselmo a ser precursor de la industria del
pueblo y había abierto la puerta del turismo en aquella magnífica villa que él
tenía el placer de dirigir.
Al grito de Viva Franco y arriba España, Anselmo que
sujetaba las cuerdas del toldo, tiró de ellas y lo subió, dejando al descubierto el tiovivo
resplandeciente, con unas barras que brillaban con el sol de la tarde y unos
caballos de todos los colores.
El señor cura, un orondo personaje de unos cincuenta y
cinco años de edad, se acercó al tiovivo, le hizo señas aun monaguillo
escuálido de unos 13 años y éste le acercó la estola que se puso encima del
alba que ya llevaba, el monaguillo sujetó el acetre con su mano izquierda y le
acercó a D. Francisco el hisopo, éste lo cogió, lo introdujo en el recipiente y
sacudiéndolo sobre los caballitos dijo: In nomine patri et fili…… cuando
hubo terminado, Anselmo pidió a los presentes que se subiesen para dar una
vuelta de honor.
D. José, el alcalde, con buen criterio dijo a Anselmo y a
los demás invitados:
Yo creo que no es conveniente que subamos, delante de
todo el pueblo, me parece que seremos pasto de las risotadas del personal.
Todos asintieron menos el monaguillo que se aferraba al
cura y que estaba viendo que iba a perderse lo mejor.
Anselmo, hombre de negocios y de mundo, viendo que se le
terminaría el acto en un momento contestó:
No, Sr Alcalde, está todo previsto, como han visto Uds.
Hay un toldo que cubre todo el
artilugio, así que cuando ustedes estén en la plataforma, yo bajaré el toldo,
suben a los caballitos y cuando hayan dado unas vueltas, cuando bajen,
subiremos de nuevo el toldo y haremos que la gente aplauda.
Bueno, si es así, sea por el progreso, dijo el Alcalde y
todos asintieron, menos el monaguillo que quería pasar lo más desapercibido
posible no fuese a quedarse en tierra.
Todos subieron a la plataforma, bajó el toldo y se
subieron a los caballitos, primero el alcalde, luego el sacerdote, a
continuación el cabo de la guardia civil; la farmacéutica, a quien gustaba el
médico, joven, recién llegado al pueblo, se subió delante de él tomando pose de
experta amazona, después se montó la joven maestra, también recién llegada y en
su primer año en el cargo, subió luego el monaguillo, con los bártulos de la
bendición y procurando que no se le viese.
A la voz de adelante, dicha por el cabo, que ya había
visto al monaguillo y al que estuvo a punto de descabalgar pero no le dio
tiempo, el tiovivo se puso en marcha.
Había dado el artilugio siete vueltas, cuando Anselmo oyó
la débil voz del alcalde que decía:
¡Anselmo!, ¡ya
vale!
Anselmo, presto a obedecer la orden, se acercó a la
palanca del freno, quizás por los nervios, a lo peor por una mala instalación,
se quedó con el hierro en las manos y aquello no frenó, se dirigió a donde
estaba el interruptor general y no lo encontró, eso fue porque con las prisas
del montaje y por falta de luz habían hecho un tendido provisional y directo.
Nadie había para dar órdenes, las personas que lo habrían
podido hacer estaban todas atrapadas en un aparato que a falta de freno, la
inercia iba acelerando.
Ya llevaban como unas treinta vueltas cuando se oyó al
cura que gritaba “¡por Dios!, ¡que paren esto!”. A la vuelta cuarenta el Guardia Civil gritó:
¡¡Paren esto o fusilo a alguien!!.
Anselmo, desesperado, sudando, manchado de grasa, no
sabía qué hacer, a punto del llanto oyó a su padre que le dijo:
Coge el Land Rover
y vete a la central y que corten la luz.
Anselmo una vez más se tuvo que rendir a la sabiduría de
su padre. Cogió el coche y salió a lo
que daba de sí. Pasaban de las cien vueltas cuando llegó a dar la orden de
corte de energía eléctrica, luego, a la misma velocidad, bajó para poder subir
la lona.
Cuando al fin izó el toldo, el espectáculo fue dantesco.
El Sr. Alcalde
estaba a los pies de su caballito vomitando
.
El cura se encontraba arrodillado sobre los talones,
detrás de su caballo, rezando y llorando.
El cabo se mantenía erguido sujetándose a la barra de su
caballo, en sus pantalones se notaba que sus esfínteres no le obedecían.
El médico, bastante desmejorado, arrodillado al lado de la farmacéutica, que
estaba tendida y desmayada, le daba aire.
La maestra, fiel a su magisterio, se había abrazado al caballo, estaba medio inconsciente, pero
enseñando todo su muslamen, por cierto digno de ver.
El único jinete
que se encontraba erguido era Ricardito el monaguillo que se estaba echando un
trago largo de agua bendita.
El pueblo, pese a los años pasados sigue riendo. Anselmo
no ha vuelto de Alemania ni de vacaciones, la farmacéutica se casó con el
médico, al cura lo enviaron a otro pueblo, el cabo solicitó traslado, el
alcalde se retiró de la política y vive de las rentas, la maestra se casó con
un rico terrateniente del pueblo de al lado. Ricardito se fue a Madrid a
estudiar y no se sabe gran cosa de él.
FIN
jueves, 6 de junio de 2019
LOS CARACOLES Capítulo III
LOS CARACOLES
Pedro Fuentes
CAPITULO III
Habían
pasado ya dos meses cuando se volvieron a encontrar Pedro y Vicente, este último
tenía la lectura de unos poemas suyos en una tertulia y Pedro, invitado, no
pudo negarse, a Ricardo no logró localizarlo.
Cuando los
dos amigos se encontraron, se preguntaron por él, ninguno sabía nada, extrañados, decidieron ir a su casa al día
siguiente.
Vicente
tenía las llaves del apartamento de Ricardo, ya que era la persona más allegada
que tenía.
Ricardo que
era muy reservado, nunca hablaba con
nadie de su familia, todos sus amigos, pocos, sabían que había llegado a Madrid
para estudiar y nadie sabía incluso de
dónde era, una vez, en plena borrachera les había confesado a los dos amigos
una historia rarísima sobre un tiovivo, pero como Vicente y Pedro estaban casi
en el mismo estado lamentable que él, tampoco se enteraron mucho de la historia.
Decidieron
ir al apartamento, preguntaron a la portera y ésta les dijo que hacía un par de
meses que no lo veía.
Subieron
ambos al cuarto piso, letra F, seguidos por la portera, que también quería
enterarse y abrieron la puerta, lo que allí vieron les heló la sangre, miles y
miles de caracoles lo invadían todo, unos paseándose por el suelo y las
paredes, otros muertos, caparazones vacío, las plantas, de las que Ricardo era
aficionado, comidas hasta los troncos, pero ningún rastro de Ricardo, parecía
que se lo hubiese tragado la tierra.
La portera
salió corriendo y avisó al presidente de la comunidad. Este, cuando vio lo que
allí pasaba, llamó a sanidad y a la policía.
Cuando Pedro
y Vicente contaron lo que sabían de hacía dos meses al comisario, éste mandó un “Z” a buscar a la
Sra. Herminia.
Una vez
Herminia en la comisaría, contó todo, ella no había hecho nada malo, Ricardo
había ido a pedirle consejo, ella, por buena voluntad, y sin cobrarle nada,
porque ella aconseja pero no cobra, lo que pasa es que la gente que es muy
buena, le da algo, una gallina, un conejo, diez durillos para que se tome algo,
pero ella no cobra, vive de la caridad.
Bueno, el
tal Ricardo llegó con unos fuertes dolores, ella pronto vio que tenía llagas en
el estómago y le dijo lo que su bisabuela le enseñó a su abuela, ésta a su
madre y su madre a ella
Le mandó una dieta de ensaladas, mucha agua y
le dio a tragar enteros, unos cincuenta huevos de caracol repartidos en diez
tomas durante media hora, estos huevos, terminan eclosionando en su gran
mayoría y con sus babas, recorriendo el estómago, tapan las llagas y las curan,
luego, después de 15 días, con los ácidos del estómago mueren los caracoles y
ya está.
Por lo que
dicen, los ácidos no los han matado, puede ser que se pasara de comer lechuga y
beber agua, pero yo al chico, desde aquel día no lo he vuelto a ver, otras
veces he dado el mismo remedio y esto no ha pasado. Dijo la Sra. Herminia con
la fe de quien da una clase magistral de medicina.
El
comisario, oído todo dijo
:
Guardia,
encierre a esta bruja en el calabozo hasta que aparezca el chico y que rece
porque aparezca y bien porque como le haya pasado algo la acusamos de
asesinato.
Luego empezó
las averiguaciones para localizar a la familia de Ricardo, localizó el pueblo
del que era y que allí no le quedaba nadie, al parecer sus padres habían muerto,
y hacía poco, su hermana y su cuñado fallecieron en un accidente, tenía un
tutor que era militar, pero estaba destinado desde hacía poco a Melilla.
Pedro y
Vicente se dedicaron a llamar a todos los amigos y conocidos e ir por los
lugares que frecuentaba Ricardo, pero todos se dieron cuenta de lo poquito que
sabían de él, decía que estudiaba, pero no sabían qué, no trabajaba y sin
embargo, no es que le sobrara el dinero pero parecía vivir desahogadamente.
Diez días
después l
os dos amigos se reunieron en una cafetería en la Glorieta de Iglesias
para intercambiar información. No habían logrado nada.
Pedro
comentó:
Yo no sé qué
ha podido pasar, ¿Tú crees que se lo han comido los caracoles?
No puede
ser, quedarían los huesos, por lo menos. Sentenció Vicente.
Llevaban
media hora elucubrando las muertes más extrañas para Ricardo, cuando Pedro, que
estaba sentado frente a la puerta, se quedó con la boca abierta y balbuceó:
¡¡Mira!!
.
Vicente miró
también y se le cayó la cucharilla del café de las manos.
Por la
puerta, con una sonrisa de oreja a oreja, apareció Ricardo.
Sus amigos
corrieron hacia él, lo abrazaron y lo acribillaron a preguntas, Ricardo no
sabía ni qué ni a quien escuchar. Así que optó por lo más fácil, primero nos
sentamos, pido algo y os cuento todo desde el principio dijo.
Vicente,
según iban para la mesa le dijo:
¿Sabes que
te busca la poli?
Sí, eso ya
está arreglado, contestó.
Bueno,
primero quiero un whisky y vosotros pedid lo que queráis, pero hay que brindar,
que yo invito.
Pidieron
tres whiskys y mientras llegaban, Ricardo sacó tabaco y ofreció a sus amigos,
Pedro cogió un cigarrillo y Vicente pasó porque estaba en etapa de dejarlo, las
etapas de fumo, no fumo, de Vicente eran cortas e intermitentes.
Bueno, coño,
habla ya, dijo Pedro.
Ricardo se
echó para atrás en la silla, exhaló el humo del cigarrillo pausadamente y
empezó.
Una semana
después de lo de la bruja, los dolores de estómago me habían desaparecido, pero
sobre todo, por la noche notaba como si el estómago hirviese, no podía comer
nada, solamente lechuga y agua.
Ya no podía
dormir, notaba como mi estómago se desplazaba, además se me empezó a hinchar,
por la boca y la nariz me salían unas babas pegajosas y rarísimas, al orinar,
el pis es verdoso, y cuando defeco todo son bolitas, al final, cuando vi lo que
me ocurría, dio la casualidad que me llamó mi médico y me dijo que había unos
laboratorios que estaban probando una tratamiento de choque para las úlceras,
que no lo podían sacar al mercado hasta probarlo suficientemente, estaban
buscando voluntarios para internarlos en una clínica particular y someterlos al
tratamiento intensivo durante dos meses.
El ingreso, si
me interesaba era al día siguiente, pero que no se podía decir nada a nadie.
Yo dije que
si, arreglé todo rápidamente, os llamé para deciros que iba a estar fuera pero
no os localicé.
Inmediatamente, sabiendo que lo que tenía en
el estómago sospechaba que eran caracoles vivos, ya que busque en una
enciclopedia y vi que lo que me hizo tragar la bruja, eran huevos de caracol,
me di cuenta de que con tanta lechuga y agua, con el calor del estómago habían
eclosionado y crecido rápidamente, me fui al cajón de los medicamentos, cogí un
frasco de sal de frutas y me tomé medio litro de agua con varias cucharadas, el
efecto fue inmediato, empecé a vomitar, cada vez que lo hacía, salían puñados
de caracoles, unos muertos, otros los más, vivos y muchas cáscaras vacías.
Pasé una
noche de pesadilla, ya de madrugada solamente vomitaba el agua que bebía,
aproveché para comer algo que fuera ácido y salado por matar lo que pudiese
quedar. A la mañana siguiente, después de limpiar lo que pude, le dejé una nota
a la Sra. de la limpieza, que tenía que venir
No pudo
venir porque marchó a su pueblo por enfermedad grave de un familiar, luego pasó
lo que visteis vosotros y la policía, yo me pasé los dos meses en la clínica, a
base de medicamentos, cuando salí de allí y llegué a casa me enteré de todo,
fui a la poli y arreglé el asunto, luego os he buscado por todos los sitio y
ahora entré aquí a buscaros y si no ir a tu casa, Vicente, donde nunca te encuentro y aquí estoy.
Parece que
curado, los laboratorios no lo tienen claro, y yo pienso que gracias a los caracoles.
FIN
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