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miércoles, 23 de agosto de 2017

Queridos lectores, a partir de hoy, por motivos técnicos, dejo de publicar relatos, espero que la pausa sea lo más breve posible.

Hasta pronto.

jueves, 17 de agosto de 2017

LUCÍA (Capítulo XVI)


Un capítulo más de la vida de Lucía, la muchacha que tuvo que marchar de su pueblo por culpa de las habladurías de las gentes que más tenían que ocultar.



LUCÍA  

Pedro Fuentes

Capítulo  XVI


Al día siguiente, a las cuatro y media, Lucía estaba esperando a su prima cuando ésta llegó, se dieron sendos besos en las mejillas y Lucía, cogió del brazo a Rosario y tiró de ella hasta la cafetería, allí pidieron dos cafés y se sentaron en una mesa.
Quería hablar contigo antes de subir, para comentarte que hablé con mi madre sobre Ricardo y se puso hecha una fiera, desde entonces no me dirige la palabra, dice que soy una puta, que trabajo en un bar de alterne, que para eso no hacía falta venir a Madrid, en fin, de todo, solamente le ha faltado decirme que para eso hubiese consentido con Antoñito y quizás ahora sería la mujer del hijo del notario, no se si recuerdas a Genaro, el primo de tu padre y a la vez primo de mi padre, él nos ha ayudado mucho aquí en Madrid, es socio del bar en el que trabajo y me protege todo lo que haga falta.
Genaro ¿No salió del pueblo por un jaleo en este caso de pantalones? Dijo Rosario.
Si, creo que si, pero yo no se que sea marica ni me importa, yo solo se que me ha ayudado y protegido, pues bien, hoy ha venido a ver a mi madre y le ha puesto las cosas claras sobre el bar y mi reputación, le ha dicho que conoce a Ricardo y le parece que es un buen chico, aunque no sabe que cuando termine se marchará.
¿Pero te ha dicho algo de un futuro en común? Cortó de nuevo Rosario.
No, todo lo contrario, me ha dejado las cosas claras, además, me ha dicho que casi sin darse cuenta, tiene un noviazgo con una chica a la que no se atreve a decirle que quiere romper y cuando se marche, después de la mili, aprovechará para abandonarla y poner tierra de por medio.
¿Y dices que no es un “cara”?
No, no lo es, simplemente dice que eso que siente no es amor.
¿Sabes que te está destrozando tu vida?
No, me está dando algo que yo no había sentido nunca, yo lo quiero, pero es verdad lo que él dice y mientras dure yo soy feliz, cuando se marche ya veremos lo que siento, pero mientras tanto disfruto de él y de la vida.
Bueno, ahora cuando subamos, no le digas a mi madre los rumores del pueblo, cuéntale las novedades, bodas, bautizos, muertes, cosas de esas y sobre todo, ni a tu madre le cuentes lo de aquí y tampoco a Fernando.
Vale, te prometo que no diré nada a nadie, espero que tu madre no me pregunte nada que no deba saber.
Si lo hace, con decirle que llevas este tiempo fuera del pueblo, que te marchaste unos veinte días después de nosotros y que no te enteras de nada aquí en Madrid, ya está.
Bueno, venga, vamos a subir, se supone que después de ayer, que vinieron Genaro y mi jefe, estará más calmada, porque lleva desde el otro día sin hablarme y no hace más que llorar cuando está a solas conmigo, luego, con las enfermeras y los médicos es otra persona.
Cuando entraron en la habitación. Estaba mirando para el otro lado, hacia la ventana, Rosario, sin decir nada se puso en su campo de visión y entonces le dijo:
¡Hola!, tía, te veo muy bien. ¿No me vas a dar un beso? Y se agachó a la altura de su cara.
Lucía permaneció al lado de la puerta y no dijo nada, esperando la reacción de su madre.
¡Hola! Rosario, cuanto tiempo sin verte, a ti si que se te ve bien, estás más delgada y muy elegante. ¿Qué haces en Madrid?
Servir, ¿se acuerda de los señores de Aspirigüeta? Si, que venían al pueblo a veranear y se quedaban en la fonda mientras le arreglaron la casa de su abuelo, Venancio. En la calle Mayor.
Engracia asintió y sus ojos parecieron alegrarse.
Si, ya me acuerdo, que él era médico aquí en Madrid y ella una gran señora, creo que tenían un hijo, ya mayorcito que no vivía con ellos porque estaba estudiando fuera, a punto de terminar la carrera de medicina.
Esos son, pues bien como la criada que tenían aquí era muy mayor, se iba a jubilar, preguntaron por una moza joven para traerla y que fuese aprendiendo. Mi madre se enteró y como iba a la fonda a trabajar, habló con la señora de mi y me contrataron, así que me vine a final del verano y estuve tres meses aprendiendo de la criada, hasta que se jubiló, ahora estoy yo sola para todo, pero me dejan bastante tiempo libre y me tratan muy bien, además ellos dos solos no dan gran trabajo. Salgo los jueves por la tarde y el domingo todo el día, pero si necesito salir para algo, de cinco a ocho puedo salir cualquier día. Salvo que tenga que acompañar a la señora al médico o a algún recado.
¿Y qué sabes del pueblo? Yo no he vuelto a saber nada de nadie, como nos marchamos de prisa y corriendo. Ya te habrá contado tu prima.
No, solamente que os apetecía cambiar de aires y que aquí ella podría tener más porvenir que en el pueblo, lo mismo que me pasaba a mí. Allí no quedan ya sino gentes mayores, los jóvenes en cuanto se marchan a la mili, ya no vuelven, se vienen a Madrid o a Barcelona y eso si no se marchan a Alemania. Si regresan, es de vacaciones y casados.
¿Así Lucía no te ha dicho nada?
No, que trabaja en una cafetería, hace su turno y el resto del día y los domingos libre. Yo estoy muy bien donde estoy, pero así cambiaría para tener más tiempo libre.
¿Tienes novio aquí?
No, a veces salgo con un chico del pueblo que trabaja aquí en Madrid, el hijo de la panadera. Pero nada serio.
¿Y mi hija, dónde está? ¿No ha subido contigo? Se pasa el día abajo fumando, no para de fumar, no se de dónde ha sacado esa manía.
Estoy aquí, madre, no quería interrumpiros.
Mire, tía, le he traído esto. Mientras hablaba, metió la mano en el bolso y sacó una caja de bombones. Supongo que los puedes comer.
Si, Si puedo, pero hace mucho tiempo que no me regalan bombones, solamente disgustos.
Gracias, hija. Dijo Engracia mientras con manos torpes abría la caja, luego, cuando quitó la tapa, puso la caja delante de Rosario y le ofreció a su sobrina, luego, cogió ella otro y puso la caja en la mesita al lado de la cama.
Lucía miró a su madre, pero ésta no hizo ningún ademán, solo dijo:
Cuéntame cosas del pueblo, Rosario.
No hay nada nuevo, cada vez queda menos gente, los mayores se van muriendo y los jóvenes se marchan, si sigue así, para el curso que viene, cerrarán la escuela, ya no habré niños suficientes, todo el que puede, se marcha a la capital, o al pueblo de al lado, allí han abierto un taller bastante grande y una fábrica de muebles, dicen que lo iban a hacer en nuestro pueblo, pero como no tenemos tren y ellos si, les va mejor para todo.
Siguieron hablando toda la tarde, pero Engracia no se dio cuenta de que su hija se iba a fumar, su prima si la vio porque estaba de frente, pero no dijo nada.
Engracia no sacó para nada el tema de su hija, solamente dijo:
Tu prima creo que sale con un soldado que no es de aquí, por lo que creo que se marchará cuando acabe la mili.
Cuando Lucía volvió de fumar, su prima le hizo una seña y dijo:
Bueno, tía, ya me tengo que ir, como me ha dicho prima que seguramente el fin de semana ya estarás en casa, ya la llamaré e iré allí a veros.
Si, Rosario, ya te llamaré, como tienes el domingo libre, quizás puedas venir a comer y quedarte todo el día. Ahora te acompañaré, ya que ahora que está mejor, me ha dicho el doctor que mejor me vaya a dormir a casa, ya que cada noche en un sofá me va a hacer caer enferma. Mientras esto decía Lucía, fue recogiendo las cosas, abrigo, bolso y una pequeña bolsa para llevar algo de ropa a casa.
Adiós, tía, hasta el domingo.
Adiós, madre, hasta mañana.
Adiós, Rosario, hasta el domingo.
Salieron las dos muchachas y fueron hasta el autobús, como vivían relativamente cerca, fueron hasta la casa de Rosario y Lucía se marchó andando después de despedirse de su prima.





miércoles, 9 de agosto de 2017

LUCÍA XV




LUCÍA 

Pedro Fuentes

Capítulo  XV


Lo primero que hizo al llegar a su casa fue llamar a Genaro, le habló de lo que había dicho el médico sobre las arritmias y que se tendría que quedar más días, luego le comentó sobre su encuentro con su prima y le pidió consejo por si creía que era bueno visitar a si madre o esperar unos días o a que estuviesen en casa.
Genaro le contestó que no pensaba que pudiese empeorar la situación, pero que mejor se lo comentaba al cardiólogo.
Luego llamó a Pepe y le comentó también lo de las nuevas pruebas que le tenían que hacer a su madre a causa del empeoramiento. Le dijo que continuaba la situación de su madre con respecto a ella y Ricardo y que estaba deseando volver al trabajo, que en cuanto estuviese en casa, buscaría alguien que le hiciese compañía mientras ella iba a trabajar. También le comentó lo de su prima y le pidió consejo, le dijo lo que le había aconsejado Genaro y Pepe también estaba de acuerdo con él.
Aprovechó Lucía para ducharse y arreglar un poco la casa, luego llamó a la vecina para decirle lo que pasaba con respecto al estado de su madre, cogió algo de ropa y unas galletas para comer en el hospital, luego marchó, cogió el metro en Iglesias y fue hasta plaza de Castilla donde cogió un autobús que le dejó en La Paz.
Cuando llegó a la planta donde estaba su madre y preguntó por el doctor, tuvo la suerte de pillarlo cuando se iba a marchar a su casa, le contó lo de la visita de su prima y el cardiólogo dijo que creía que no había problema, pero que le comentara lo del encuentro pero no le dijese nada hasta saber como reaccionaba.
Cuando entró en la habitación su madre le dijo:
Pensaba que ya no ibas a volver hasta mañana.
No, mamá, he ido a buscarte algo de ropa ya que nos tendremos que quedar más días, si tú no haces por mejorar, tendremos que seguir aquí.
Lo único que deseo es morirme y dejarte que sigas con tu mala vida.
Lucía se tragó las lágrimas y con una sonrisa falsa le dijo:
¿Sabes a quién me he encontrado?
A mi prima Rosario, está en Madrid sirviendo en una casa con un matrimonio que va al pueblo a veranear, Su madre y la hermana pequeña siguen en el pueblo, le he dicho que no contase a nadie que me había visto. Quiere venir a verte, pero no le he dicho nada hasta preguntarte a ti.
¿Quieres que venga?
¿Para qué? ¿Para que se entere de lo tuyo y que trabajas en un bar de putas?
Lucía ya no pudo más, se levantó del sillón donde estaba y salió de la habitación, pero no le dio el gusto de verla llorar, esperó a salir de la habitación y lloró tanto que una enfermera pensó que ocurría algo a su madre y entró corriendo en la habitación, al ver todo bien, volvió a salir y cogiendo del brazo a Lucía, la llevó a la sala de visitas y allí la consoló. Una vez más serena, Lucía volvió a la habitación, cogió el tabaco del bolso y se dispuso a salir, pero antes se puso delante de su madre y antes de que se volviese al otro lado le dijo:
Ya se lo he contado todo, no tengo nada que esconder. Tú eres mala y estás descargando en mí todo el odio que acumulas por tener que irte del pueblo. Me voy a fumar a la calle, pero no temas, volveré para que puedas seguir odiándome.
Dicho esto, no esperó ni a la reacción de su madre. Marchó a la calle a fumar.
Cuando volvió a la habitación de su madre, vio que todo estaba igual, preguntó a las enfermeras si su madre había llamado y le respondieron que no, que había comido correctamente y que luego se había dormido un rato, las constantes eran correctas y le habían bajado la medicación un poco por prescripción del doctor.
Lucía entró en la habitación, su madre como de costumbre se puso de espaldas a ella y su hija se dio la vuelta, le miró cara a cara y le dijo:
Voy a llamar a Rosario para que venga a verte, yo también deseo verla y que me cuente cosas, así también te enterarás de los cotilleos del pueblo y todo lo que se ha encargado el notario de difundir por allí, todo rumores con la peor mala leche del mundo.
Además me ha dicho que está en Madrid Fernando, el hijo de Pepita la panadera, aprobó para cartero y está por aquí.
Así que ya sabes, el jueves por la tarde, mañana, tienes visita.
Dicho esto, como su madre no dijo ni que si ni que no, es más, no movió ningún músculo de la cara, Lucía salió y fue al final del pasillo, donde estaba la sala de espera, se acercó al teléfono publico que allí había y llamó al número que le dio Rosario.
Le respondió ella misma:
Casa de los señores de Aspirigüeta ¿Quién llama?
Rosario, soy yo, Lucía, era para decirte que puedes venir mañana por la tarde, además antes de subir a la habitación quiero hablar contigo, porque está de muy mala uva. ¿A qué hora vendrás?
A las cuatro y media si te parece bien.
De acuerdo, yo te esperaré abajo, en la puerta principal. Hasta mañana si Dios quiere.
Adiós, prima, hasta mañana.
Volvió a la habitación, su madre en ese momento estaba charlando con la enfermera que había entrado ya que el médico dijo que había que levantarla y sentarla en el sillón, que ya era hora que se moviese algo y que si se encontraba con fuerza estuviese allí más tiempo que acostada.
Bueno, ya está, vendrá mañana por la tarde a verte.
Yo no quiero ver a nadie.
No terminó de decirlo cuando por la puerta entraron los inseparables Genaro y Pepe.
Ah, ¿Quieres que nos marchemos? Dijo Genaro.
No, no era por vosotros, es que quiere que venga a verme su prima Rosario, la hija de tu prima Amparo, que está sirviendo aquí, en Madrid y yo no quiero que venga para que no vaya al pueblo contando que mi hija trabaja en un bar de alterne y tiene un amante.
Los dos hombres miraron a Lucía los miró a los dos y luego se encogió de hombros.
Engracia, dijo Genaro, No es ninguna lacra trabajar allí, todos nos ganamos la vida decentemente, nadie allí se dedica a la prostitución ni a nada deshonroso, además, tu hija está de encargada y no tiene ni que hablar con los clientes si no le apetece, las chicas que allí trabajan son tan honradas y decentes como cualquiera. Luego, en su vida privada, hacen lo que quieren.
Pepe continuó:
Yo conozco al chico que sale con tu hija y es un hombre normal, trata a tu hija con todo el cariño del mundo y es el que ha estado corriendo con su coche para ir de arriba para abajo ayudando a Lucía mientras tú estás enferma. Por cierto, este domingo “Juran la Bandera” los “reclutas” y no saldrá hasta el domingo por la tarde, pero a partir del miércoles por la tarde ya estará licenciado y estará en Madrid.
Engracia parecía estar mas animada e incluso estuvo charlando de juventud en el pueblo con Genaro, ya que la habían compartido.
Pepe se marcho temprano ya que tenia que abrir el bar. Lucia salió con el con la intención de acompañarlo al parquin y así hablar sobre todo lo sucedido con su madre y todo lo que se habían dicho.
Igualmente, cerca de las nueve se fue Genaro y ella le acompañó hasta la parada del autobús y tuvieron tiempo de hablar de todo lo ocurrido.


miércoles, 2 de agosto de 2017

LUCÍA (Capítulo XIV)




Pero antes, quisiera volver a publicar un alegato contra la mala educación vial de algunos ciclista.


¿DE QUIEN ES LA BICICLETA?
Este alegato no va ni en contra de la bicicleta ni de las personas que deciden ir a pasear con bicicleta para hacer deporte y divertirse un rato. Va contra aquellos ¿progres? Que deciden ir en bicicleta porque ellos son así de modernos y no contaminantes o porque se ha puesto de moda o porque sí, aunque creo que el día que van en coche, se pasan las normas por el forro, porque ellos están por encima del bien y del mal.
1º.- La educación vial, como la otra, la principal, la “sin adjetivos” no se aprende en los colegios, se “mama” en casa. Pueden aprender de memoria todos los códigos, pero si no le enseñan en casa a usarlos, es como el que tiene tos y se rasca la barriga.
2º.- Los pasos de cebra son para dar preferencia de paso a los peatones, no para los ciclistas que pasan montados en bici estos NO tienen preferencia. (Ver código de la circulación).
3º.- Cuando hay un carril bici es para que vayan los ciclistas.
4º.- Los paseos son para las personas, los ciclistas, si hay peatones tienen que apearse de la bicicleta o ir a una velocidad tan moderada que no molesten ni pongan en peligro a ningún peatón, incluidos niños que están dando sus primeros pasos. Por supuesto, si al lado del paseo hay carril bici, que lo hay en muchos, tienen que ir por ese carril si van montados en la bici.
5º.- Los vehículos tienen que pasar a más de metro y medio de separación con las bicis, y viceversa, ya empieza a verse coches con cámaras para filmar a los ciclista que además de adelantar a los coches por la derecha, no respetan el metro y medio.
6º.- Los niños, menores de 16 años, si van en bicicleta, tienen que llevar en todo momento casco. Los mayores de esa edad también en vías interurbanas.
7º.- Los ciclistas también tienen la obligación de conocer y respetar las más elementales reglas del Código de la Circulación, como respetar los semáforos, los stop, los ceda el paso, las direcciones obligatorias, los pasos cebra cuando cruzan los peatones, las preferencias de paso, etc.
8º.- Los ciclistas tienen la obligación de llevar luces y ropa reflectante cuando circulan después de la puesta de sol o días sin visibilidad.
9º.- Cuando van por caminos y senderos, los ciclistas tampoco tienen preferencia si hay caminantes.
10º.- No estaría de más que obligasen a los ciclistas a llevar espejo retrovisor para que vean cuando otro vehículo quiere adelantarlos y faciliten la maniobra, es por la seguridad del ciclista y no del vehículo, a veces, yendo por vías estrechas, además, algunos, el lugar de ir por su derecha van por el centro.
11º.- En los casos de circulación muy densa, si hay coches parados, no dudan en adelantarlos por derecha e izquierda invadiendo el carril contrario.

12º.- Lo mismo pasa en pasos a nivel cerrados, e incluso pasan las vías del tren con el consiguiente peligro.


Y ahora................................................


LUCÍA

Pedro Fuentes

Capítulo  XIV

 El martes, la madre de Lucía tuvo un empeoramiento de su estado, ya le iban a dar el alta cuando tuvo unas arritmias totalmente descontroladas, los médicos no sabían muy bien lo que ocurría, hasta que Lucía le explicó al cardiólogo lo que había pEl martes asado.
Lucía se culpaba de la situación y la amargura le invadía, además, su madre, desde el sábado no le dirigía la palabra y si necesitaba algo, o llamaba a las enfermeras o se lo pedía a su hija en plan ordeno y mando y desde luego sin ninguna señal de gratitud.
Cuando Genaro y Pepe fueron el domingo por la tarde a ver a la enferma, Lucía en un aparte les contó lo ocurrido. Los dos socios, en principio dijeron que ya se le pasaría, que eran los primeros momentos, pero no era ese el parecer de Lucía, que conocía muy bien a su madre.
Por si no se le pasaba, pidió a Pepe, que era al que llamaba diariamente Ricardo, que el fin de semana próximo, no se acercara por el hospital si estaban allí o por el piso de las dos mujeres, hablarían a través de Pepe y quedarían para verse sin que se enterase Engracia.
Lucía, cuando el martes los médicos le dijeron que tendría que quedarse unos días más, quizás una semana, se hundió totalmente y adoptó una postura totalmente pasiva, se sentaba al lado de la cama a leer una revista y de vez en cuando, miraba por encima de la lectura a su madre, si ésta estaba mirando para el lado que estaba ella, se daba la vuelta hacia el otro lado. La muchacha fumaba ocasionalmente, no era una fumadora habitual, pero en vista del mal humor de su madre, se dedicó a salir de la habitación y bajar a la calle a fumar. Además, si se le ocurría que necesitaba algo, cogía el autobús y bajaba hasta su casa, aprovechando para darse una vuelta.
Aquella mañana, decidió dejar el autobús en la plaza de Emilio de Castelar y subir por Martínez Campo dirección a la Glorieta de Iglesias, hacía buen día y pese al frío del otoño que ya estaba dando paso al invierno madrileño, apetecía andar. A la altura de Fernández de la Hoz, decidió desviarse de su camino hasta García de Paredes, allí, en la Iglesia de La Milagrosa, decidió entrar a hacer una visita, estaban en misa, se arrodilló en el último banco y pidió por su madre y por ella. Cuando salió a la calle, casi tropieza con una muchacha de más o menos su edad.
¡Rosario!
¡Lucía, prima!
¿Qué haces por aquí?
Eso digo yo, ¿Vives por aquí? ¡Cuánto tiempo sin verte!
¡Ven! Vamos a tomar un café y charlamos. Entraron en una cafetería en la esquina de Fernández de la Hoz, se sentaron y pidieron dos cortados.
A ver, Rosario, tú primero. ¿Qué haces aquí?
¿Recuerdas que yo siempre quise venir a vivir aquí? Pues bien, un matrimonio que viene a veranear al pueblo, necesitaba una criada, mi madre que lo oyó y sabiendo que en el pueblo no hay ningún porvenir, habló con ellos y me contrataron, así que cuando terminaron las vacaciones, me trajeron con ellos a Madrid y aquí estoy, son muy buenas personas y además ellos dos solos, con lo cual el trabajo no me mata, vivimos aquí al lado, en Martínez Campos. ¿Y tú? ¿Qué pasó? Se habló mucho de lo que os pasó, pero nadie sabía nada, alguien hizo correr que tu madre había…cogido algo en casa del notario o que tú habías tenido un lio con su hijo, pero nadie sabía nada ni a dónde habíais ido.
¡Hijos de la gran puta! El hijo del notario, una noche que me recogió cuando salí de la academia, paró el coche en medio de la carretera, en un camino y me quiso forzar, me rompió la ropa y salté del coche, cuando llegué al pueblo, mi madre quiso que fuésemos al cuartelillo a denunciarlo, el cabrón del guardia llamó al notario y entre los dos lo arreglaron todo para darnos cuatro perras por la casa y el huerto y que nos marcháramos porque ellos negarían todo y con testigos. Nos marchamos y no le dijimos nada a nadie, solamente mi tío Genaro sabía algo, él nos ayudó aquí y me buscó trabajo. Vivimos aquí, cerca de la Glorieta de Iglesias, en Raimundo Lulio, al lado del mercado de Olavide. Mi madre ha tenido un problema del corazón y está ingresada en La Paz. Yo ahora voy para casa a buscar ropa, normalmente llego en autobús, pero hoy he bajado antes por andar.
Fernando ¿Ye acuerdas de Fernando? Siempre que me ve me pregunta por ti, está también aquí, en Madrid, aprobó la oposición y es cartero, alguna vez nos vemos y salimos alguna tarde.
Ni se te ocurra decirle que me has visto, ni a él ni a nadie. A tu madre, si acaso le dices que estamos bien y nada más, que no sabes ni donde vivimos ni nada.
¿Puedo ir a ver a tu madre?, el jueves tengo fiesta por la tarde.
No se, estando como está no se si será aconsejable. ¿Sabes que ha pasado? Verás, yo tengo un amigo al que conoció con eso del ataque y no le sentó bien, dice que somos amantes…….. Lucía le contó toda la historia a su prima Rosario.
¡Dios mío! Pues lo tienes mal, tu madre no se quiere hacer a la idea de que los tiempos cambian y esto no es el pueblo, además, ya somos mayorcitas como para saber lo que queremos. ¿Y con él no habéis hablado del futuro ni de vuestras relaciones?
No, lo que hemos hablado es que mientras dure lo aprovecharemos, además, él cuando acabe la mili se marchará.
¿Y tú lo quieres?
Es el primer hombre de mi vida, me ha ayudado mucho y no sé muy bien si es amor, cariño o agradecimiento, pero desde un principio dice que no está enamorado, que le gusto, que me tiene mucho cariño, que lo pasamos bien juntos, pero que esa llama que arde cuando estás enamorado no la siente.
¿No será un “cara dura” que quiere aprovecharse de ti?
No, porque ya me habría mandado a paseo y sin embargo se desvive por ayudarme a mí y a mi madre. Además, fui yo la que empezó todo, él se encontró en una encerrona cuando me eché en sus brazos la primera vez.
Lucía, se me hace tarde y me tengo que ir, voy a un recado de mi señora.
¿Tienes teléfono? Te llamaré para ver si puedes ir a ver a mi madre y además seguir en contacto, te daré el mío y sobre todo, ya sabes, ni a Fernando ni a nadie de dónde estoy ni qué hago.
La dos muchachas se intercambiaron los teléfonos y salieron de la cafetería, fueron juntas hasta Martínez Campos, donde Lucía marchó hacia Iglesias y Rosario bajó un par de casas más hacia Castelar.