La semana que viene, a petición de varios lectores, publicaré un capítulo de una historia nueva y además se publicará una historia antigua pero entera, ya que como sabeis, para seguir las historias por capítulos, hay que ir a días anteriores y leer de atrás para delante o ir imprimiendo para leerlas de seguido, así que para facilitaros la labor, repondré historias enteras de las ya publicadas por capítulos.
Y ahora........
LA MUCHACHA DE UNA SOLA PIERNA
(Pedro Fuentes)
CAPITULO II
Ricardo llegaba a Madrid el viernes, se duchaba y cambiaba y se iba a buscar a Mary Paz. Cada vez le costaba más, quería decirle que no se sentía bien, que no sentía por ella sino una buena amistad, pero las veces que lo intentó, no tuvo el valor suficiente, a veces pensó en desaparecer, pero ¿cómo? Ella sabía todo de él y además estaba verdaderamente enamorada, solo con insinuarle que un día no se verían, era un verdadero drama, no sabía si era por él o era un chantaje emocional.
Después de cenar, Ricardo marchaba hacia su casa, dejaba el coche lo más cerca posible de ésta y se iba a Magallanes, que le quedaba a unas 5 manzanas. Llegaba allí y se quedaba hasta las dos aproximadamente, luego marchaba hasta su casa y dormía hasta que Mary Paz le iba a buscar.
Salían, tomaban el aperitivo y marchaban a casa de ella a comer, luego iban al cine o a pasear hasta la noche, en la que Ricardo volvía a sus salidas nocturnas.
Una noche, en el bar, Lucía recibió una llamada, su vecina le avisaba que su madre había sufrido un desvanecimiento y la habían llevado a la Paz, se lo contó a Pepe y le dijo que marchase, Ricardo, que aquel día tenía el coche bastante cerca se ofreció a acompañarla.
Cogieron el Renault Dauphine y salieron hacia La Paz. Llegaron pronto porque pese a ser viernes no había mucho tráfico, la madre de Lucía había tenido una arritmia, estaba en la U.V.I en observación y solamente le dejaron entrar un momento, le dijeron que la situación era bastante grave y las primeras y que las primeras veinticuatro horas eran cruciales, así que Lucía decidió quedarse allí, Ricardo se ofreció para ir a buscarle unas cosas que le preparó la vecina, lo hizo y decidió acompañarla aquel día por si necesitaba algo. Llamó a Mary Paz, le puso una escusa de que había tenido que volver al campamento.
Ricardo pasó todo el fin de semana con Lucía. A su madre le dieron el alta a mediados de la semana siguiente y entre él y Lucía nació una relación de ternura y empezaron a verse los fines de semana a partir de las tres de la madrugada.
Mary Paz no se enteró de nada, Ricardo le mentía, Lucía sabía de la situación pero ella sabía que para él era una amiga íntima pero que duraría lo que el tiempo dijera o cambiara.
En Diciembre Ricardo salió del campamento y fue destinado al “enchufe” que su familiar lejano le había conseguido y rara vez tenía que ir por el cuartel, salvo que tuviese alguna guardia o revisión.
Desde ese momento su vida fue más fácil, podía salir con Mary Paz, varias noches veía a Lucía y podía trabajar en su empresa casi a jornada completa.
Las visitas al bar eran casi diarias, pero allí su trato con Lucía era el normal de siempre, solamente los viernes y sábados por la noche esperaba a que cerrasen, como un cliente más y luego la acompañaba a su casa y se quedaba allí hasta la mañana siguiente, temprano, por si a Mary Paz se le ocurría ir a su casa.
Estas situaciones no se le hubieran ocurrido nunca a Ricardo, era un hombre de una sola mujer, jamás había engañado a nadie y menos tener dos mujeres a la vez, pero lo achacaba a que la mili lo había desquiciado, además, sentía con todo que personalmente estaba solo, a sus padres casi no los conoció era muy niño cuando murieron, primero su padre, luego su madre. le recogió su hermana, que vivía en Madrid. Se llevaba bien con su cuñado, ellos no tenían hijos y lo trataban como tal. Un día que iban al pueblo, viaje en el que él tenía que haber ido y no lo hizo por estudiar, un camión sin frenos atropelló el coche en el que viajaban y murieron los dos. Gracias al militar que ahora lo recomendaba y familiar lejano de su cuñado, que fue nombrado su tutor y albacea, pudo seguir viviendo en el piso heredado, el militar, viendo que era un chico responsable, de 17 años, con su supervisión le dejó hacer una vida independiente. Su mujer y él mismo, tenían llave de la casa e iban de vez en cuando y lo supervisaban en los estudios hasta que fue mayor de edad, luego lo dejaron andar libremente aunque sin perderlo de vista.
Cuando ya solamente le quedaban tres meses de mili, en el trabajo le ofrecieron irse a Barcelona con un cargo en la empresa que trabajaba, inmediatamente dijo que si, aunque se había estabilizado bastante e incluso había vuelto a su hobby, el teatro, vio abierta la puerta a la solución de su vida amorosa.
Fue un tanto cobarde con respecto a Mary Paz, nunca se atrevió a decirle que no, le tenía un miedo atroz, si alguna vez insinuó algo, ella entraba en cólera y le amenazaba incluso con sus hermanos, además, se encolerizaba y le chillaba y lloraba, así que pensó que la distancia es el olvido, como decía la canción y pensaba marcharse sin decirle nada, luego, a 700 kilómetros y por carta sería más fácil.
Llegó el momento, arregló todo, alquiló el piso y estuvo unos cuantos días despidiéndose, de sus amigos, de verdad solo dos, Vicente y Pedro, sus compañeros de trabajo, su media familia el militar y su esposa, el grupo de teatro y en último lugar el bar donde trabajaba”la muchacha de una sola pierna” aunque nadie la llamaba así, pero si con mucho respeto Lucia “la encargada”.
No creyó nunca Ricardo que en esa despedida Pepe el Jefe, Lucía la Encargada, las tres chicas que allí trabajaban, Pepi, Sole y Rita y él mismo terminasen llorando. De Lucia se había despedido el día anterior.
En aquella despedida Lucía le dijo: Espero, Ricardo, que encuentres la felicidad, tú y yo sabíamos que lo nuestro tenía fecha de caducidad, fue bello mientras duró, ambos hemos sido felices, te recordaré siempre.
Al día siguiente, con el coche ya cargado, se despidió de Mary Paz y de sus dos hermanos, un beso y un hasta pronto.
Subió a su Renault Dauphine, salió por Francisco Silvela buscando la Nacional II y cuando estuvo en ella, conectó un casete de Peter Pol and Mary la primera pieza en sonar fue “500 millas”.
FIN
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