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jueves, 18 de julio de 2013

EL ASESINO ATACA DE NUEVO (El afilador Capítulo XV)

Otra mujer ha estado a punto de ser asesinada ¿Quizás se ha salvado gracias a la intervención de Ricardo?

En esta nueva entrega parece que algo se va aclarando para nuestro amigo Ricardo.

Ya queda menos para el desenlace final.

Y ahora..........

EL AFILADOR

Pedro Fuentes



CAPITULO XV
Ricardo llegó a su casa, recogió a Trouvé y se fue a pasear por el conocido paseo “La ruta del colesterol” donde habían encontrado el tercer cadáver.
Ordenando sus ideas no se dio cuenta de que estaba casi en el bosquecillo al lado del río, cabizbajo y pensativo, iba intentando recordar todos los detalles del día del crimen y no se dio ni cuenta de que llegaba a la última farola, al lado del bosque y que la bombilla estaba fundida, ya empezaba a entrar la noche cuando de pronto oyó in grito y vio una figura que corría hacia él, era una mujer que lloraba y gritaba, se tiró en sus brazos y entre llantos e hipos le contó que le había salido de detrás de un árbol una figura de hombre, encapuchado y con un cuchillo en su mano.
Ricardo puso la correa de Trouvé en manos de la mujer, le dio el teléfono móvil y le dijo: ¡Llame a la policía! ¡No se mueva de aquí, no pasará nada!
Dicho esto se internó en el bosque corriendo en la dirección que le indicó la mujer.
La valentía de Ricardo se confunde con la imprudencia, y le hace ser más decidido de lo que en realidad es.
Después de una carreta de unos treinta metros en la que a cada momento sentía pánico cuando las ramas le golpeaban en la cara y el pecho, sintió el petardeo de una moto que arrancaba y desaparecía en dirección contraria con las luces apagadas.
Volvió sobre sus pasos y llegó a donde estaba la mujer, sentada en el suelo llorando y Trouvé la observaba inclinando la cabeza hacia el ladeo derecho como signo de curiosidad. A lo lejos, al otro extremo del paseo aparecieron dos luces azules que se aproximaban mientras sonaban las sirenas.
Cuando llegaron los dos coches, del primero bajó el comisario y tres policías, del otro cinco agentes más.
¿Qué ha pasado? Dijo José Miguel.
La mujer intentó hablar y no le salió sino un suspiro lastimero.
Cuando yo he llegado al bosque salió corriendo de él, lloraba y gritaba, decía que le había salido al paso un hombre encapuchado y con un cuchillo en la mano, salí corriendo hacia él pero fue demasiado tarde, una moto, sin ninguna luz salió a toda marcha en la otra dirección.
El policía se dirigió a los agentes y les dijo:
Llamad que venga todo el mundo de la comisaría y con linternas buscad cualquier huella o rastro que haya dejado el hombre y la moto.
Y tú, Ricardo, ¿Qué te ha pasado? ¿Te has peleado con un gato? Y dicho esto se acercó al maletero de uno de los coches y sacó una toalla y una botella con agua. Anda, lávate la cara que la llevas llena de arañazos.
Si, ha sido de correr por entre las ramas.
¿Viste la moto?
No, pero por el petardeo era una moto de trial o motocrós.
¿Y qué pensabas? ¿Pelearte con él? Si es lo que pienso ha matado por lo menos a tres personas, va armado con un cuchillo de grandes dimensiones, que además sabe utilizar y tú decides machacarlo con tu limpias manos.
De acuerdo que nos estás sirviendo de una gran ayuda, pero la acción nos la dejas a las fuerzas del orden, que para eso estamos.
Dicho esto, le dio a la mujer un vaso con agua de otra botella y le dijo:
Bueno, ¿Estás más tranquila?
Era una mujer de unos cuarenta años, rubia, alta y de aspecto extranjero.
Si, ya estoy mejor, dijo con un cierto acento inglés. Me llamo Elisabeth.
¿Qué hacía por aquí sola y a estas horas?
Vengo cada tarde a correr, hoy se me ha hecho un poco tarde.
¿No sabe que aquí mataron a una mujer el otro día?
¿Vio al hombre que le atacó?
No, al principio me pareció que alguien se movía detrás de un árbol, luego me salió al paso unos tres metros delante de mí y levantó el cuchillo amenazador, yo me di la vuelta y empecé a gritar y correr. Pero el hombre y no pareció seguirme.
¿Cómo sabe que era un hombre?
No lo sé, era alto y corpulento, llevaba un pasa montañas oscuro y no le vi la cara, supongo que era un hombre por el físico.
¿Podría indicarnos detrás de qué árbol estaba?
Sí, creo que sí.
Pues vamos. Se volvió a sus hombres y les dijo:
No os acerquéis que hay que estudiar las huellas.
Se dirigieron al lugar y como allí estaba húmedo todavía se vieron las huellas, que fueron estudiadas, fotografiadas y hecho moldes de escayola además de las de la moto que había estado tumbada en el suelo tapada con ramas.
Bueno, dijo José Miguel, ahora la acompañaremos a su casa en coche ¿Vive sola?
Sí, vivo sola al otro lado del paseo.
Bueno, le pondremos una pareja de agentes que vigilen su domicilio.
Por favor, no lo comente con nadie, mañana tendrá que venir por la comisaría a firmar la declaración. ¿Trabaja?
Sí, tengo una tienda de ropa de niños.
Bueno, pues venga cuando cierre al medio día, ¿Le va bien?
Si, perfecto, allí estaré.
Dio las órdenes oportunas para que dos agentes la acompañasen y montaran la guardia hasta que más tarde los fuesen a sustituir.
Luego, después de patearse de nuevo, sin ningún resultado positivo salvo las huellas de zapatos y moto, volvieron a la comisaría, Ricardo y el comisario se fueron en otro coche.
La próxima vez, antes de actuar, esperas a que lleguemos nosotros, ¿Entendido?
Perfectamente, ha sido una imprudencia por mi parte, pero ya sabes que soy así.
Ya he dado orden de buscar la moto, lo extraño es lo de las luces, salen de fábrica para que se enciendan según se ponen en marcha.
Salvo que alguien corte dos cables, respondió Ricardo. Esas motos son muy características y ningún asesino va a utilizar la suya para cometer un crimen, y recuerda que en los anteriores no había moto, esto ha sido un simulacro, el autor sabía  que iba a dejar una testigo.
Explícate, “Poirot” Dijo el policía.
Elemental, querido “Watson” Las veces anteriores no necesitaba moto porque no iba a dejar testigos, la moto es robada las tres veces anteriores atacó por detrás, esta le salió a la  víctima tres metros por delante, cuando ésta huye, no le persigue. Está diciendo:
 ¡Eh! ¡Soy el asesino de mujeres! ¡Seguiré matando cuando quiera! ¡Huye y cuéntalo!
Seguro que el afilador ha estado hoy en el pueblo.
¿A qué te has dedicado en esta vida, Ricardo?
A muchas cosas, pero sobre todo a sentarme y observar a las gentes, he hecho de todo en esta vida, pero no hay nada como observar al género humano.


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