Y ahora......................
ASALTO AL CAMION
Pedro Fuentes
CAPITULO I
Eulogio caminaba por una calle de una pequeña capital
de provincias cuando se paró en un semáforo en rojo. Al otro lado de la calle
aparcado había un camión de gran tamaño con cabeza tractora.
Paró un momento con el pretexto de
encender un cigarrillo y mientras tanto observaba como dos personas, el
conductor y otro hombre descargaban cajas del camión y las ponían en sendos
carros de mano, luego, entornando la portezuela del camión, con las carretillas
se dirigieron a la calle adyacente desde
donde se veía el camión. Les
estaba esperando un hombre, dueño de un estanco. Descargaron y volvieron para
hacer dos viajes más, Eulogio se dio cuenta de que el camión iba hasta los
topes.
Como vivía cerca de allí, se dedicó a
vigilar el camión, una vez por semana, siempre los lunes, aparecía el camión,
cuando ya controló eso, un lunes se preparó y siguiendo al camión hizo toda la
ruta y terminaron en el local de destino, cuando tuvo todo, calculó la hora de
salida y se dedicó a esperar al camión a las horas de salida del local de
distribución de la empresa tabaquera.
Vio que allí llegaban martes y jueves
grandes camiones cargados de cajas, luego, de lunes a viernes salía el otro
camión y hacía cada día una ruta diferente.
Los lunes pasaba por su población y
repartía en todos los estancos, luego iba a otras diez poblaciones más y hacía
la misma operación, pero invariablemente empezaba enfrente de su casa.
Eulogio midió el camión, midió las cajas,
sabía lo que medían los cartones y los paquetes, un camión de aquellos podía
rendir neto, a mitad de precio, 1 millón de €.
Una vez planeado todo hasta el último
detalle, se decidió a llamar a los que serían sus colaboradores, dos, Fermín y
Gaspar, que no se conocían entre sí, dos
individuos que andaban siempre a salto de mata, vividores a base de chanchullos
y pequeños hurtos y fraudes, pero poco conocidos y no fichados, obedientes y
buenos “trabajadores” pero que necesitaban alguien que les mandasen.
Bueno, les dijo cuando los reunió en otra
provincia, el un hostal de carretera a donde fueron llegando los tres por
separados y se inscribieron con nombres
falsos.
A partir de ahora somos “A”, tu, “B”, tu, y yo “C”. Os voy a explicar la
operación, pero paso por paso, hasta no haber realizado una parte no sabréis la
segunda y así hasta terminar. Vais a recibir 500.000 € para los dos, yo me
encargaré de los gastos y la distribución del producto, de hecho ya está
apalabrado. Cobrareis dos semanas después de la operación, no hay armas,
solamente tres pistolas, una de fogueo y dos de imitación, no tiene que haber
violencia de ningún tipo.
El golpe se realizará el lunes 28, para
lo cual, el domingo por la tarde estaréis concentrados en vuestras casas, os
llamaré por teléfono y os diré:
Mañana, a tal hora en tal sitio.
Tendréis tiempo de llegar, iremos “B” y
“C” en un coche, tú, “A” tendrás que llevar una tractora, donde te diga y esperarás allí a nuestra
llegada en un camión, desengancharemos la caja y nos iremos con la tractora y
el botín, en el camión llevaremos a dos rehenes a los que dormiremos y
dejaremos en su tractora durante tres o cuatro horas drogados, cuando
despierten habremos desaparecido del todo.
Los detalles los iréis conociendo en su
momento.
Cualquier cosa que digamos será escueta y
sin identificarnos, en el momento oportuno os daré una careta a cada uno.
Ahora marcharemos cada uno por su lado
hasta la llamada el domingo 27. Mientras tanto, nada de meteros en jaleos ni
comentar nada con nadie, ni con vuestras parejas, procurad que no se os vea.
Y recordad que por nuestra seguridad, lo
mejor que puede pasar es que no nos conozcamos entre nosotros y que nadie nos
relacione juntos, las caretas llevarán en la frente una gran letra que nos
indicarán quienes somos.
Ahora marchemos cada uno a su lado y no
nos veremos hasta el momento que os avise, ya sabéis que no me conocéis sino de
vista, pero si queremos que salga perfecto todo, tenemos que confiar en
nosotros mismos, de la misma forma, cuando repartamos los beneficios, os
aconsejo que no hagáis ningún gasto hasta pasado por lo menos seis meses y
luego ir sacando el dinero poco a poco. Por ahí es por donde suelen caer todos,
así que si queremos dar el golpe de nuestras vidas, tenemos que ser prudentes.
CAPITULO II
El día 27, al medio día, Eulogio llamó
por teléfono a sus compinches “A” y “B”, quedaron para el día siguiente a las
cuatro de la madrugada en dos puntos donde los recogería.
Pasó con un pequeño utilitario blanco que
había alquilado una semana antes con nombre falso por quince días.
Una vez recogidos a los colaboradores, le
dio un mono azul a cada uno, igual al que él llevaba, también unas caretas
iguales, las cuales llevaban una A y una B en la frente.
Recorridos unos 2 kilómetros, paró el
coche e hizo bajar a “A”, le dio un sobre y unas llaves de una tractora que
había aparcada en un parquin de camiones, solamente le dijo:
“A”, coge este camión y trasládalo al
sitio de reunión que te indicará el GPS que llevas en el sobre, cuando llegues,
verás un pajar abandonado, déjalo detrás.
Espéranos allí unas dos horas, si pasase
algo, te llamaré al móvil que va en el
sobre o si es imposible, a las tres horas y media desapareces después de
incendiar el camión y todo lo del sobre, careta y mono con la garrafa que
llevas en la caja de herramientas de la tractora, coges una bicicleta que hay
en el pajar y te vas tranquilamente hasta el pueblo más cercano, allí tomas el
primer tren y no te dejas ver en quince
días.
Una vez hecho esto, cogió el coche y
junto con “B” marcharos.
Por el retrovisor vio como salía el
camión del aparcamiento.
Se dirigieron al primer pueblo donde
llegaría el camión de reparto, aparcaron lejos del estanco a donde iría el
camión, en una calle que se podía aparcar sin levantar sospechas y marcharon a
pie.
Se pararon en la acera como quien está
esperando que vengan a recogerlos para
marchar a trabajar, cosa que parecía que hiciesen cada día por las manchas de
los monos.
Cuando llegó el camión, el chofer y el
operario bajaron y abrieron el portón trasero, en ese momento “B” y “C” se
pusieron las caretas y “C” con la pistola de fogueo encañonó a los hombres y
los hicieron subir a la caja.
“C” sacó un estuche del bolsillo y
mientras “B” les ponía unas esposas y
cinta americana en la boca.
Del estuche sacó dos jeringuillas y
pausadamente les dijo, os voy a poner una inyección para que durmáis unas cinco
horas, así no os pasará nada y podréis conservar la vida.
Mientras “C” hacía esto, “B” entró en la
cabina, enchufó un GPS que llevaba en otro sobre como el de “A” y se puso en
marcha. No habían pasado ni dos minutos.
Tres cuartos de hora después, el camión
llegó al pajar abandonado, en cuestión de minutos cambiaron la tractora.
Mientras “A” y “C” hacían el cambio, “B”
cambió las matrículas y puso a la caja las mismas falsas que a la tractora que
les esperaba.
Los tres en colaboración, cogieron el
royo de plástico adhesivo que llevaban en el que había un anuncio de
transportista y los pegaron en la caja, en los laterales.
Trasladaron a los dos hombres dormidos a
la tractora de reparto y metieron ésta en el pajar. “C” les volvió a pinchar
para que durmiesen cinco o seis horas más y en menos de 15 minutos
desaparecieron en el camión después retirar y destruir los GPS, móviles,
caretas, monos e instrucciones con el ácido que llevaba “C” en la caja de
herramientas del camión.
Salieron a la carretera y marcharon rumbo
al puerto que distaba a unos 40 kilómetros, viendo de no pasar nunca de las
velocidades marcadas y cumpliendo escrupulosamente el código de la circulación.
Al entrar en la gran ciudad, dio órdenes de que “A” bajase en un semáforo, tres
paradas después dio la orden a “B” y “C” siguió veinte minutos más, en un
polígono anexo al puerto, alguien le abrió el portón de un local y entró con
el camión, bajó de la cabina y casi sin
decir ni adiós marchó rumbo a la estación.
Volvió a la población donde había dejado
el coche de alquiler, lo cogió y marchó hasta el aeropuerto donde lo devolvió
alegando que tenía que volar al extranjero.
Por las noticias de la noche, supo que
los repartidores habían despertado bien, al cabo de ocho horas, salvo tremendos
dolores de cabeza.
Se deshicieron de la cinta americana de
la boca, ya que una vez dormidos les habían sacado las esposas.
No pudieron usar los teléfonos móviles
porque le habían quitado las baterías, encontraron las llaves de la tractora,
la pusieron en marcha y salieron hacia el primer pueblo donde dieron la voz de
alarma, llegó la policía, no encontró huellas por ningún lado, el camión junto
con el cargamento de tabaco había desaparecido.
A los diez días una llamada le comunicó
que tenía el dinero en la consigna de la estación de ferrocarril de una gran
ciudad, la llave se la habían dejado en un sobre en el buzón de su casa.
Al día siguiente, en su coche marchó
hasta la capital donde recogió el dinero, en una caja de seguridad que había
alquilado hacía varios meses, depositó todo el dinero salvo los dos paquetes de
250.000 € para sus colaboradores.
Marchó al aeropuerto más cercano y
deposito las cantidades es sendas cajas de consigna, de la misma forma que a él
le hicieron llamó a “A” y “B” y les dio instrucciones para que recogieran los
paquetes en diferentes días y les volvió a hacer la recomendación de dejar
pasar mínimo seis meses y no sacar el dinero de golpe.
A los cinco días, a Nicanor se le
terminaron las vacaciones, volvió al trabajo a la mañana siguiente. Cuando
entró en el trabajo, en la puerta le saludaron.
Buenos días, señor comisario, ¿Otra vez al trabajo?
FIN