YO CONFIESO
La primera vez que vi Paris
Este relato es medio verdad y medio
fantasía, la primera parte del relato es verídica, yo llevaba medio año
separado de hecho de mi primera mujer, por cuestión de los hijos, seguíamos
viviendo en la misma casa, esperábamos que me entregaran un piso que había
comprado y quería que fuese lo menos traumático posible para los hijos.
El crío, el mayor tocaba en un grupo
de música y en verano salían con algún grupo de danzas a tocar por diferentes
sitios, aquel verano fueron a Francia a hacer una turné y yo cogí las
vacaciones para acompañarlos de responsable de los músicos.
Jeanette fue una de nuestras guías,
pronto hubo una corriente de simpatía entre los dos, ya no nos separamos en los
días que estuvimos en Francia, efectivamente una noche me llevó a París, era mi
primer viaje a la ciudad de la luz.
Cuando marchamos, me dio la dirección
y el teléfono en un papel, yo quedé en volver cuando arreglase los papeles del
divorcio, llegué a España y perdí el papel, no fui capaz de recordar nada, ella
no sabía sino que vivía en Cataluña, España.
Pasaron veinte años, un día
arreglando unas carpetas encontré la nota, yo ya estaba casado con Azucena, mi
actual mujer, rompí en pedazos el papel, no fui a
Angers.
LA PRIMERA VEZ QUE VI PARIS
Pedro Fuentes
CAPITULO I
Corría el año 1989 cuando en un viaje intercambio
de música y danza, Alejandro tuvo que ir como responsable de un grupo de chicos y
chicas, estudiantes, a diferentes poblaciones de Francia.
Fue un viaje de unos cincuenta alumnos con
cinco responsables.
Aquel año, acababa de cumplir los treinta y
nueve años y llevaba desde Febrero separado de su mujer, seguían viviendo en la
misma vivienda hasta que se pusiesen de acuerdo en el reparto de los bienes y
en la custodia de la hija.
Cuando llegaron a Burdeos, de la organización francesa,
subieron al autobús una señora responsable y una intérprete
Se dirigían a Angers, allí estarían tres días.
Angers, antigua capital de Anjou es una ciudad
moderna pero a los pies de la gran ciudad medieval y unida en historia al reino
de Aragón a través Yolanda de Aragón, duquesa consorte de Anjou.
Al llegar a Angers, subieron al autocar dos
guías, Geraldine y Jeanette, Alejandro y Jeanette, pronto hicieron amistad, era profesora de historia y gracias a
ello, Alejandro se empapó de toda la transcendencia que tuvo Angers como
capital de Anjou.
El español de Jeanette no es muy bueno, el francés de Alejandro peor,
pero lo entiende si lo hablan despacio y lo lee con alguna claridad.
Nada más llegar, con el tiempo justo para
asearse y cambiarse, fueron recibidos en el Hotel du Ville junto a otros grupos
participantes en el festival de danza que empezaría a celebrarse al día
siguiente.
Luego los llevaron a un colegio en el centro
de la ciudad, era una especie de palacio.
En el piso que les tocó alojarse, el segundo, había una gran sala de estar y luego, a la derecha de la escalera un grupo de habitaciones, celdas, individuales para las mujeres y a la izquierda las de los hombres, a la entrada de estas había las duchas, los lavabos y wc, cuatro de cada, los cuales era un poco ajustados para las personas que estaban, pero en Francia, no es muy fácil encontrarse con lujos en ese sentido
En el piso que les tocó alojarse, el segundo, había una gran sala de estar y luego, a la derecha de la escalera un grupo de habitaciones, celdas, individuales para las mujeres y a la izquierda las de los hombres, a la entrada de estas había las duchas, los lavabos y wc, cuatro de cada, los cuales era un poco ajustados para las personas que estaban, pero en Francia, no es muy fácil encontrarse con lujos en ese sentido
El resto de la tarde, quedó libre para poder
salir a visitar la ciudad, se hicieron varios grupos y acompañados por los
guías e intérpretes, salieron a dar vueltas por el casco antiguo. El castillo
de los Anjou se divisaba desde todos los rincones con su majestuosidad.
Alejandro y Jeanette no se separaron para
nada, paseaban viendo los grandes jardines que había por todos lados y llegaron
hasta el río le Maine, surcado por grandes barcazas y alguna que otra
embarcación de recreo.
A la hora de la cena regresaron al colegio
donde les fue ofrecida una cena no muy abundante, de todas las formas, los más
jóvenes del grupo, acostumbrados a otro tipo de comida en sus casas, pasaron
mucho de la cena, los responsables no se preocuparon mucho porque sabían que
luego se hartarían de las galletas que llevaban.
Después de cenar, la gente joven quería salir
a pasear, llegaron a las negociaciones de siempre sobre la hora de llegada.
Los responsables se fueron detrás de ellos, un
poco por vigilarlos y otro poco por dar una vuelta.
Alejandro y Jeanette salieron juntos, Jeanette
no paraba de hablar explicándole la historia de la ciudad durante la edad
media, cruzaron el río y le enseñó el cartel de una calle, Yolanda d´Aragón. Le
estuvo explicando la importancia de la hija de Juan I rey de Aragón.
Había refrescado un poco y Jeanette se
acurrucó en el brazo derecho de Alejandro, pasaban por las calles paseando como
una pareja de enamorados.
Al día siguiente fueron al lago de le Maine,
un lago artificial alrededor del cual había de todo, pistas de atletismo,
campos de futbol, baloncesto, canchas de tenis y de cualquier deporte que se
pudiese imaginar, incluso alguna playa artificial en el mismo lago.
Actuarían allí por la tarde, en un teatro al
aire libre.
Toda la mañana los danzantes y músicos estaban
ocupados con ensayos y el director y coreógrafo quería estar a solas con ellos,
así que Jeanette y Alejandro pudieron pasar hasta la hora de la comida juntos,
luego, a la hora de las actuaciones volvieron a sentarse en unos jardines y
así, velozmente pasaron las horas
.
.
Al tercer día, por la mañana salieron de
Angers hacía Chartres, pasaron por le Mans, la organización tuvo el detalle de hacer
cruzar al autobús por medio de la ciudad, de unos 140.000 habitantes, para que
la viesen.
Jeanette había ido en su coche, un 2 cv porque
según ella, me quería dar una sorpresa.
Ya en Chartres disfrutaron paseando por la
catedral y el centro de la ciudad, Patrimonio de la Humanidad.
Cuando fueron a cenar, Jeanette le dijo a Alejandro
que hablara con alguien de los responsables del grupo porque quería enseñarle
algo y que quizás volverían muy tarde.
CAPITULO II
La gran sorpresa fue que hizo entrar a Alejandro
en el 2 caballos y le dijo: Alexander.
Vous le saves Paris?
No, París no lo conozco.
Eh bien, ce soir nous allons à Paris. La nuit
est belle.
Parfait, avec vous à la fin du monde. Dijo
Alejandro que ya empezaba a defenderse con el francés.
Cuando sales de Chartres por la A11, ya
empiezas a ver por qué a Paris la llaman la ciudad de la luz, a medida que vas
haciendo los 91 km que hay de distancia, entre las ciudades ves
como crece la iluminación.
Dejaron a la derecha Versalles y entraron en
París. Era todavía temprano, las diez y media de la noche de primeros de Julio.
Entraron por el sur oeste y se encontraron con el Sena, siguieron por la Av. De
Versalles y fueron a salir directamente a les Champ du Mars y la torre Eiffel,
la bordearon de izquierda a derecha y al momento se encontraron en Montparnasse.
Dieron la vuelta y fueron hacia Montmartre,
allí buscaron un parquin y dejaron el coche, vieron el Sacré Cour y luego se
dedicaron a callejear por Pigalle.
Entraron a algún que otro local, cantaron, se rieron y ya de madrugada,
cansados, pero felices y contentos fueron a coger el coche, antes de entrar en
él, Alejandro cogió a Jeanette por la cintura, la atrajo hacia él y la besó
apasionadamente.
Llegaron a Chartres cuando empezaba a amanecer,
tuvieron el tiempo justo de ducharse y Alejandro empezó a despertar a su grupo
porque tenían que ir a ensayar.
El día trascurrió con normalidad, Jeanette y
Alejandro seguían aprovechando los ratos libre para estar juntos, durante la
actuación del día se sentaron en el teatro, en una de las últimas filas y
durmieron un par de horas.
Al día siguiente salieron rumbo a Chátelguyon,
un pequeño pueblecito al norte de Clermont Ferran, pasaron por Orleans y
Bourges, Jeanette dejó el coche en Chartres, ya lo recogería a la vuelta. El
grupo de danza se despediría después de dos actuaciones en Chátelguyon y otro
pueblecito.
Los alojaron en un colegio de alta montaña
también con habitaciones tipo celdas, pero en éste las mujeres estaban en el
primer piso y los hombres en el segundo, en la planta baja estaban todos los
servicios de comedores, cocinas, aulas y despachos.
Aquella tarde, cuando los grupos estaban
ensayando en el teatro, al aire libre, Alejandro bajó de su habitación a buscar
a Jeanette para salir a pasear, cuando llegó a su habitación, ella estiró de él
y allí, sin ni siquiera pensárselo, se entregaron el uno en los brazos del
otro.
El día siguiente, aprovechando la actuación,
todo fue más calculado y relajante.
A la mañana siguiente se despidieron, Alejandro
volvía a España, Jeanette a Angers
.
.
Alejandro le hizo apuntarle la dirección y
teléfono en un papel y le prometió que arreglaría del todo lo de su divorcio y
volvería a buscarla.
Cuando llegó a su casa, guardó el papel con
sus cosas, arregló todo el papeleo y se buscó un piso para empezar una nueva
vida.
Pasó un mes cuando ya estaba todo solucionado
y por más que buscó no encontró el papel de los datos de Jeanette donde tenía
el nombre, la dirección y el teléfono.
Cogió una semana que le debían de vacaciones
en el trabajo y se fue a Angers, es una ciudad de unos ciento cuarenta mil
habitantes.
Se la recorrió toda, de arriba abajo, paseó
por las calles principales y por las que había pasado con Jeanette, bares,
teatros, sabía que era profesora, preguntó por ella en todos los colegios y
escuelas, nadie supo darle razón.
Regresó, pero cada vez que reunía más de dos
días libres, marchaba a Angers, nada, parecía habérsela tragado la tierra, al
final la buscó por Chartres, por París, por Chátelguyon, por todos los sitios
por donde pasó con ella él la buscaba, nada, nadie le sabía dar razón.
CAPITULO III
Pasaron veintiún años, un día, haciendo
limpieza de un baúl que tenía de recuerdos, al abrir la tapa, pegado en ésta
por dentro vio un papel amarillo, lo cogió y leyó medio borroso:
Jeanette, Rué de……. Teléf. …………… Angers…. Je
t´aime
Corrió al teléfono, buscó el prefijo de
Francia y marcó, la señal de llamada sonó seis veces que parecieron seis
siglos, de pronto alguien le respondió en francés.
¡¡¡Jeanette!!!!! ¿Eres tú? Dijo Alejandro en
un perfecto francés. No, Soy Annet, su hija, ella no volverá hasta dentro de
una hora.
Dime, por favor, tu madre ¿Está casada?
¿Quién es usted?
Soy Alejandro.
¿De España?
Si, de España, me he vuelto loco buscando a tu
madre, he ido a Angers cientos de veces, había perdido el papel con la
dirección, ahora lo he encontrado en una caja vieja.
Mamá también te buscó, no se ha querido
cambiar de casa porque dice que tú vendrías.
No le digas nada, ahora mismo salgo para ahí,
quiero darle la sorpresa, llegaré mañana por la mañana.
Te esperamos, yo también quiero verte, estaba
preparándome para irme a París pero me iré pasado mañana.
Cuando Alejandro colgó, cogió la nota y la
copió treinta veces y la colgó en todos los muebles de la casa, miró un plano
de Angers y buscó la calle, había pasado por ella cientos de veces, era en el
barrio antiguo.
Luego llamó a su trabajo y pidió diez días a
cuenta de las vacaciones por asunto familiar, sacó el pasaporte de un cajón, se
preparó media docena de sándwich y un termo de café cargado, fue al cajero,
reunió dinero y marchó dirección a Angers, le quedaban unos 1.000 kms por
delante y todos de noche.
A partir de la frontera empezó a llover el
ruido del limpia parabrisas era cansino, a veces se mezclaba con la música de
jazz que sonaba en el CD, no había casi circulación, conocía bastante bien la
carretera y además le gustaba conducir.
Seguía lloviendo, chip-chop, chip-chop, chip-chop,
el agua saltaba por efecto del limpia, chip-chop, caía más que la que salía, chip-chop,
Alejandro empezó a sentir cansancio en sus ojos, chip-chop. Los párpados le
pesaban, chip-chop, pero quería seguir, notaba como a veces no veía las rayas
de la carretera, notó que se desplazaba lateralmente, oyó como pisaba la banda
rugosa del arcén
.
.
Frenó, al lado de la carretera había un poco
de campo, paró allí, apagó las luces y, se preparó un sándwich y un tazón de
café, comió lentamente, luego bajó del coche, seguía lloviendo, agradeció las
gotas de lluvia en la cara, anduvo durante diez minutos, subió al coche y
siguió la marcha.
Llevaba ya cuatrocientos kilómetros, vio el
cartel de una gasolinera a mil metros. Quinientos y flecha indicadora de
derecha a los doscientos, entró en las instalaciones, era autoservicio, llenó el
depósito, cerró el coche y fue al lavabo, cuando salió parecía que no llovía
tanto. A lo lejos se veía una pequeña población.
Subió al coche y arrancó, antes de
incorporarse a la carretera vio como un coche de la gendarmería entraba a la
estación de servicio.
Ahora, más desvelado intentaba mantener una
velocidad no alta pero si constante, paró de llover pero la carretera estaba
muy mojada, por el espejo retrovisor se acercaban unas luces, se acercó un
coche, encendió el intermitente y lo adelantó con holgura, era el coche de los
gendarmes.
La carretera era bastante recta, de vez en
cuando se encontraba con las luces traseras de un camión, los adelantamientos
era fáciles gracias a la visibilidad de
las señales.
Al cabo de dos horas encontró un área de servicio,
entró, cerró el coche por dentro, sacó una pequeña manta de viaje y se puso el
teléfono móvil para que le avisase a la hora y media.
Si hace 21 años hubiese habido móviles
Jeanette y yo no habríamos perdido este tiempo. ¿Cómo será ahora?
Tenía
20 años cuando nos conocimos, ahora 40 y yo 60 ¿Y su hija Annet? No parecía ser
una cría; y sabía de su existencia, ¿Sería mayor? No me dijo nada de que
tuviese una hija, Quizás sea una jovencita y la tuvo después de lo nuestro.
¿Me olvidó?
La cabeza de Alejandro daba vueltas en medio
de la noche, en el CD ahora sonaban unos blues, cuantas noches había pasado
estos últimos tiempos ahogándose en whisky, llorando, oyendo blues y pensando
en Jeanette.
Durmió intensamente, cuando sonó la alarma se
encontró descansado, fue la lavabo, se duchó, se afeitó y salió para el coche,
eran las tres de la madrugada, le faltaban unas cuatro horas.
CAPITULO IV
A las siete y media localizó la calle, pudo
aparcar en la misma puerta, al lado había una panadería, compró dos baguettes y
media docena de croissant. Llamó al timbre insistentemente, respondió Jeanette
y Alejandro le dijo:
Jeanette, j'apporte un cadeau pour vous afin
que je prends à nouveau à Paris.
¡¡¡¡¡Alejandro!!!!!! Le respondió y abrió la
puerta, era una casa antigua, de tres pisos, sin ascensor.
Alejandro empezó a subir lo más aprisa que
pudo, Jeanette, en camisón saltó sobre sus brazos en el rellano del primer
piso.
La bolsa de la panadería voló por los aires,
sus rostros se fundieron en un beso empapado en lágrimas.
¡¡Jeanette!!!!! Estás preciosa, ¿Sabes que
perdí la nota? La encontré ayer, pero he pasado por aquí debajo cientos de
veces buscándote.
No me acordaba del nombre de la calle, ayer
encontré la nota y llamé, se puso tu hija y le dije que no te dijera nada para
darte la sorpresa.
Jeanette, entre risas, llantos y la fatiga de
las carreras, mientras subían le dijo:
Tu hija no me dijo nada, ya la encontré
nerviosa anoche, pero no me dijo nada.
¿Qué quieres decir? ¿Te quedaste embarazada
aquellos días y lo has pasado todo sola? ¿No me buscaste?
¿Sabes lo grande que es Barcelona? Solamente
sabía que te llamabas Alejandro y hablabas muy mal el francés.
Hemos ido unas cuantas veces, pero es tan
difícil.
Subieron hasta el pequeño piso donde les
esperaba Annet, allí se fundieron los tres en un abrazo de alegrías y lágrimas.
FIN
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