Plan 2
Yo confieso
Este relato está basado en la
cabalgata de mujeres que se organizó hace unos años en un pueblo precioso del
Pirineo de Huesca, Plan, y que a su vez copiaba la película de 1951
interpretada por Robert Taylor.
Quise con este relato hacer un
homenaje a uno de mis directores preferidos, Luis García Berlanga, e intenté
retratar el ambiente de un pequeño pueblo y a la vez sacar una moraleja, a veces
no valoramos lo que tenemos cerca y vamos a buscarlo en otros sitios.
PLAN 2
Pedro Fuentes
Capítulo l
Mi
nombre es Alfredo y voy a contaros una historia como todas, medio verdad, medio
fantasía y donde lo real parece un sueño y los sueños, sueños son, como dijo
Calderón.
En Altozano
del Monte, en pleno Pirineo, entre Huesca y Navarra, se vive muy bien, hay
bastante buen ambiente entre los vecinos, cosa muy necesaria porque los
inviernos son crudísimos, de hecho por lo menos un mes al año nos quedamos
incomunicados por culpa de la nieve y el hielo.
Vivimos
de la ganadería, vacas y corderos, tenemos muy buenos prados, en invierno
bajamos el ganado al pueblo y cuando llega la primavera, con el deshielo los
empezamos a subir a los pastos altos y van subiendo a medida que pasa el frío.
Los
inviernos, tan duros y sin el pastoreo, solamente darles de comer y mantenerlos
en los establos.
El
mayor problema que tenemos es que no hay mujeres, éstas, en cuanto tienen edad,
se suelen ir a las ciudades, ya que en el pueblo no hay mucho trabajo para
ellas.
En
la actualidad hay solamente dos mozas casaderas, una es la hija del tío Paco,
dueño del bar de la plaza, precisamente “El tío Paco”.
La
otra moza es la sobrina de Candela, la dueña del colmado que también está en la
plaza.
Estas
son las dos únicas muchachas casaderas que quedan en el pueblo, luego, más
pequeñas hay varias, pero los mozalbetes que vienen detrás, también son muchos
más que las niñas.
Los
mozos solteros salidos de quintas y de menos de cincuenta años, son 43 contando
a Genaro, joven de unos treinta años, pocos saben cuántos, y que tiene sus
facultades mentales muy disminuidas.
Una
noche, viendo la tele en casa del Tío Paco, pusieron un reportaje de hacía no
sé cuantos años, de Plan, un pueblecito de Huesca que había organizado unas “caravanas de
mujeres” para atraer a mujeres dispuestas a conocer a mozos del pueblo y
quedarse allí si llegaba la ocasión.
Dejamos
las partidas de dominó y de guiñote y se hizo un silencio sepulcral mientras
veíamos la tele.
Cuando
terminó el reportaje empezamos a comentarlo y decidimos que se podría intentar con el
ayuntamiento.
Como soy el secretario decidimos que lo tantearía
con el alcalde.
Al
día siguiente, en cuanto vi al alcalde le comenté la noticia y me dijo que
también la había oído y que lo podrían comentar el próximo viernes en el pleno
que tocaba.
Los
mozos del pueblo, cuando se enteraron que el viernes siguiente se incluiría en
el pleno municipal, se empezaron a poner nerviosos, alguno ya soñaba con tener
un harén en su casa, otros se veían con una despampanante rubia del brazo,
entrando a casa del Tío Paco, ya no tomaría el tinto o la cerveza que tenía por
costumbre, pediría un dry Martini, agitado, no mezclado.
La
hija del tío Paco, Carmela, moza de buen ver, con mucho desparpajo, estaba por
las tardes , hasta las 12 de la noche, en verano, detrás de la barra y
atendiendo a las mesas si así hacía falta, los hombres que entraban en el bar,
tenían mucho cuidado con lo que decían, porque Carmela no se amedrentaba, sabía
qué responderles y hasta se diría que le tenían miedo, la consideraban muy
arriada para cortejarla y llevarla al altar, no se le conocía ningún
acompañante ni pretendiente.
Pepita,
la sobrina de Candela, la dueña del colmado, era también buena moza, más
modosita y callada que Carmela, pero ambas eran amigas, tenían la misma edad,
24 y cuando podían salían juntas, tampoco Pepita tenía pretendientes en el
pueblo, aunque a ésta si se le había conocido un acompañante hacía unos años,
era un mozo del pueblo de al lado, 23 kilómetros montaña abajo, pero cuando le
tocó ir a hacer el servicio militar se marchó a la capital y ya no volvió, se
colocó allí y le escribió que la iría a buscar cuando saliese adelante.
Salió
adelante pero en compañía de una paisana con la que se supo que también
tonteaba.
Después
de esa experiencia, no se le volvió a ver con compañía masculina, los hombres
del pueblo se comportaban con ellas como la zorra de la fábula “están verdes”,
e incluso, algún envidioso y poco hombre se atrevió a decir de ella que él la
había visto en el pueblo de al lado, en fiestas cuando festejaba con aquel
mozo, en actitud demasiado cariñosa y que al romper él, ella se refugió en la
amistad de Carmela.
En
el pleno del viernes, se aceptó por mayoría que se organizaría una “caravana de
mujeres” al estilo de la de Plan, se haría en un fin de semana, se recibiría la
caravana el sábado por la tarde, con una recepción en el ayuntamiento, luego se
les asignaría a las invitadas una casa donde dormirían y desayunarían. Estas
casas serían siempre de matrimonios mayores que se ofreciesen, irían de dos en
dos y si faltaban casas, se le alojaría en casa del Tío Paco que tenía
habitaciones para huéspedes.
Luego
se haría una cena para todo el pueblo, en la plaza y después baile mientras el
personal aguantase, a la mañana siguiente, después del desayuno, se reunirían
en la plaza, el párroco les hablaría, solamente cuatro palabras, sobre las
bondades del matrimonio cristiano y se irían en el o los autobuses que vinieron,
a sus lugares de residencia.
Como
secretario del ayuntamiento, me tocó informarme de los pasos a seguir, así que
me puse en contacto con el secretario de Plan que me remitió a un agente que se
encargaba de organizar todo tipo de actos y festejos.
El
agente, Don Cesar, no era barato, pero lo organizaba todo hasta el mínimo
detalle, prepararía incluso alguna entrevista en radio y televisión a las que
irían varios representantes de los mozos, los más presentables; además, unos
días un par de días antes, una televisión enviaría a unos, un locutor y un
cámara, para hacer un reportaje que entraría cada día en directo a nivel
nacional y luego grabaría la llegada del grupo y entrevistaría a las mozas y
mozos en el momento de la despedida.
Fue
un mes de preparativos, D. Cesar la verdad es que sabía hacer las cosas, nada
más llegar al pueblo, se puso al mando de la operación, primero se reunió con
el alcalde y conmigo, traía un guión de toda la operación, supervisó el terreno
y eligió los sitios donde se celebrarían los actos, cómo sería el recibimiento,
en fin, todo.
Se
seleccionaron a las personas que organizarían la cena, D. Cesar traería un par de conjuntos del que era
representante, para la cena y el baile.
Hizo
un casting para elegir a los mozos que irían a la televisión, les organizó
hasta la forma de vestir, buscó el mejor ganado para filmar y usarlo en el
“anuncio” del evento que saldría en los canales de televisión, eligió un catering
para el agasajo de la llegada y la cena, para el bar de la fiesta, fue el Tío
Paco, que reforzaría con tres personas más además de su mujer, su hermano y su
hija para atender la barra, parte de las consumiciones iban a sufragar los
gastos de la fiesta.
El
área de Festejos y Juventud, correría con parte del gasto y los mozos que
quisiesen participar en el evento, tenían que contribuir.
El
Tío Paco habló con Candela, su marido y Pepita la sobrina para ayudarles en el
bar, cosa que ya hacían habitualmente los
días de las Fiestas Patronales.
El
bar del Tío Paco recibió sillas y mesas nuevas con sombrillas, con la marca de
una conocida cerveza, todo ello gracias a D. Cesar a cambio de la publicidad
que le harían con las tomas de televisión en la terraza.
A
medida que llegaba la fecha de la fiesta, el pueblo cambiaba, se pintaron
casas, se arregló la fachada del ayuntamiento, la plaza mayor parecía otra,
limpios los porches, ya no calzaban abarcas, se estaban acostumbrando a los
zapatos de las fiestas muy importantes.
Las
madres que tenían hijos solteros y en edad de merecer, se habían hecho trajes
nuevos e incluso sus maridos lucían el traje de los domingos.
En
fin, se diría que hasta lavaron y peinaron al ganado y en las calles ya no se
veían “boñigas”.
Los
mozos en el bar hablaban más alto, todos decían como querían que fuesen las
mozas, a Carmela ni se la miraban.
El
cura, D. Jonás, desde el primer domingo que se supo lo de la caravana, en la
misa de doce todos los sermones iban dedicados a la castidad y al sagrado lazo
del matrimonio.
Capítulo II
Por
fin llegó la semana de la caravana, era el final del invierno, unas tres
semanas antes de subir al ganado a los pastos para pasar la primavera y el
verano.
Todo
hervía de emoción, habían salido en todos program
as de cotilleo de las
televisiones, varias veces se entrevistó al alcalde y a los mozos, tanto en el
pueblo como en los platós de televisión.
D. César
sabía lo que hacía, no perdía detalle de nada, todo lo llevaba él, todo pasaba
por sus manos.
Lo
único que no consiguió fue vestir con el traje regional de fiesta a Carmela y a
Pepita, éstas se negaron en redondo diciéndole que si los mozos no se habían
fijado nunca en ellas, no iban a colaborar ahora en “su fiesta”.
Yo, trabajaba en colaboración directa con D.
Cesar, era un hombre que no paraba para
nada, yo me preguntaba cómo podía estar gordo, pesaba unos cien kilos y no era
excesivamente alto, comía como un
pajarito y mientras iba de un lado para otro.
Se
le había habilitado un despacho en el ayuntamiento, al lado del mío.
Las
tres administrativas, el alguacil y yo mismo, no parábamos.
Ya
se empezaban a recibir cartas y telegramas pidiendo plaza en los autobuses que
saldrían de Madrid y Barcelona desde donde vendrían las candidatas, luego había
otro grupo de las que irían en transporte propio, se calculaba que llegarían
unas doscientas mujeres de todas las edades, aquello se podría desbordar si no
hubiese sido por el buen hacer de D. Cesar y la colaboración de todos los
vecinos del pueblo.
Y
amaneció el día señalado, era un día caluroso para las fechas en que se estaba,
y las predicciones eran muy buenas, sería así durante todo el fin de semana,
por la noche refrescaría pero con la carpa instalada en la plaza mayor, no
habría problemas.
Los
primeros en llegar fueron los instaladores del sonido y luces de los conjuntos,
dos grupos de mediana calidad pero que
sonaban durante el verano, tocaban música de todo tipo y llevaban entre los dos
cuatro señoritas que además de cantar lucían su palmito bailando en el
escenario.
La
banda de música del Ayuntamiento tocaría algunos pasacalles de bienvenida y de
despedida, pero estaban algo diezmados porque unos cuantos músicos estaban en
el grupo de los solteros y no querían vestir el uniforme porque decían que eso
le daría ventaja a los que vestían de fiesta, aunque don César no paraba de
decirles y asegurarles que los uniformes les ayudarían a ligar.
El
director de la banda, sesentón y casado, también les quiso convencer de lo que
le gustaban a las mujeres los hombres con uniforme, pero no convenció a nadie
salvo a Genaro, que aunque no toca en la banda ni viste uniforme, siempre ha
sido el mayor fan de la banda y la acompaña a todos lados.
Los
solteros paseaban por la plaza hablando unos con otros, era por la mañana y
todavía andaban vestidos de trabajo,
entraron en el bar, volvían a salir, el Tío Paco les preguntaba qué querían
tomar pero decían que nada, si acaso algún cortado y otros, los más pacíficos
una tila, hasta que algún entendido les comentaban que la tila les apaciguaría
demasiado y a la noche no tendría fuerza para nada.
A la
hora del vermut nadie tomó nada, solamente los casados siguieron los rituales
habituales, los solteros querían sentirse serenos, que la noche sería muy
larga.
A
las cinco de la tarde ya habían llegado los músicos y estaban haciendo pruebas
de sonido en la carpa, todo estaba dispuesto, lo que quedaba de la banda ya
estaba dispuesta a rendir honores a las quizás dispuestas sabinas, los mozos,
vestidos con sus mejores galas llegaban a la plaza, parecían niños de primera
comunión pero con perversas intenciones.
El
alcalde ya se estaba poniendo la banda del Ayuntamiento y el bastón de mando lo
tenía preparado en la mesita del recibidor de su casa, su esposa se repintaba
dispuesta a superar la posible competencia venida de allende la montaña.
No
había en el pueblo ninguna mujer dispuesta a quedar por debajo de las
advenedizas.
Bueno,
si, había dos que decidieron que no se rebajarían a competir con extrañas
venidas de no se sabe dónde. Eran Carmela y Pepita.
Ya
empezaba a llegar algún coche, las cámaras de televisión, porque al final
fueron varias cadenas a las que dirigía D. Cesar como si fuese el Alfred
Hitchock. Iban de un lado para otro
filmando, entrevistando.
Varios
taxi del pueblo de al lado, 23 Km. Traían a mozas que llegaron en tren.
A
las seis y cuarto llegó el autobús de Barcelona, habían quedado que llegarían
al pueblo anterior y se esperarían para llegar juntos.
Llegó
primero el de Barcelona y las chicas de éste convencieron al conducto para
llegar antes a Altozano del Monte.
Cuando
llegó el de Madrid habían pasado diez minutos, la banda emprendió el segundo
pasodoble y bajaron las mozas.
Total
de mozas 235, rubias, morenas castañas, de piel caribeña, blancas de piel
transparente de los países del este, aquello parecía la O.N.U. pero con mejores
intenciones.
Todo
fue como la seda, D. Cesar lo había previsto todo, el recibimiento del alcalde
desde el balcón municipal, después el discurso breve pero intenso de D. Jonás
en el que después de saludar a las llegadas les habló de un sacramento de
entrega y sacrificios pero desbordante de alegría por el fruto de los hijos.
Luego,
D. Cesar se erigió en maestro de ceremonias y dio por comenzado el vino de
honor, previamente le habían entregado al alcalde y compañeros en el balcón
unas copas de vino y brindaron por el éxito de la fiesta.
A
todo esto, mientras tanto, los tres conductores, uno del autobús de Barcelona y
dos del de Madrid entraron al bar del Tío Paco en el que no había nadie,
solamente Carmela, Pepita y yo.
A
los conductores los tuve que atender yo, porque la comisión de la caravana
había decidido que no querían más hombres que los del pueblo, así que invité a
los conductores a cerveza y unas tapas, mientras llegaba la hora de cenar.
Carmela
les llevó a la mesa los vasos y las cervezas y Pepita les traía las tapas.
Jorge,
uno de los conductores de Madrid les dijo: ¿Y vosotras qué? ¿Sois casadas? ¿No
sois del pueblo?
Solteritas
y sin compromiso, dijo Carmela.
¿Los
hombres de este pueblo son tontos?
Capítulo III
La
cena, después del vino de honor, llegó como estaba prevista, en Altozano del
Monte hay muy buena carne, tanto de cordero como de ternera, así que después de
una opípara cena regada con buenos caldos, empezó el baile.
D.
Cesar, que se las sabía todas, contrató a un presentador de renombre al que
también representaba, como animador de la fiesta, éste, con una habilidad
pasmosa hizo que todo el mundo participara, en concursos de belleza, bailes de
la escoba, de farolillos, presentó a los mozos uno por uno y les fue buscando
pareja, a los más votados en “míster” les asignó varias parejas e hizo que la
noche se alargara y a nadie se le hiciese pesada, todo el mundo se divirtió y
muchísimas personas entablaron una amistad de toda la vida.
Las
cámaras desplazadas para el evento, filmaron todo lo que quisieron, se supone
que luego lo darían en pequeños resúmenes.
Ya
de madrugada las gentes se fueron a dormir y así estuvieron hasta casi las doce
del día siguiente.
A la
una tenían que reunirse en la plaza.
El cura, D. Jonás dijo la misa a las doce,
como siempre, pero la concurrencia fue la habitual solamente.
Después
de comer, las muchachas fueron a sus habitaciones y prepararon las maletas para
a continuación partir, mientras la media banda tocaba “Y viva España”.
EPILOGO
Cuando
los autobuses salieron, el Tío Paco llamó a su hija y a Pepita para empezar a recoger,
no aparecieron.
Algunos
mozos aprovecharon para poner alguna teja en la casa que empezaron por el
tejado.
Otros
mozos se hartaron de carne de cordero y vacuno pero nada más.
Genaro
conoció no sabe si bíblicamente o no porque no ha contado nada, a una caribeña
de ochenta y cinco quilos de redondeces.
Desde
entonces a la salida de la misa de doce pide una limosna para irse a Cuba y con
el cachondeo lo conseguirá pronto.
Muchas
de las mozas volvieron al pueblo y se casaron, con los hijos que venían con
ellas y los que nacerán para la próxima primavera se podrá abrir de nuevo la
escuela que será multirrracista.
Carmela
y Pepita se metieron de polizón en el autobús de Madrid. Se casaron con Jorge y
Alejandro, los conductores y viven en Madrid muy felices. Vuelven al pueblo en
vacaciones.
FIN
Hola soy Ramiro, he leido este relato y me ha encantado, jope que bien escribes, lo que te pasa es que disfrutas escribiendo y eso se nota y lo trasmites a los que te leemos.
ResponderEliminarUn abrazo