..........Y VOLVER, VOLVER, VOLVER
Hoy, 12 de Octubre, he decidido volver a publicar en el blogg,
Pero antes de nada, quiero felicitar y felicitarme a todos los españoles en el día de la Fiesta Nacional, Fiesta de la Hispanidad y a todas las "Pilares".
Aunque no haya publicado nada en este verano, no por ello he dejado de trabajar. El tercer tomo de "Las historias del buho" ya está casi a punto de editarse, pero además estoy metido en mi primera novela larga y varias más que están pedndientes de datos y fechas, ya que son historias reales. También he estado trabajando con las estadísticas de las visitas al blogg, ya he pasado de las once mil, cifra creo que bastante importante, por lo menos para mí, que empecé por entretenerme mientras hacía la convalecencia de mi operación de cancer. Ya superado, he demostrado que el cáncer se cura y he llegado a la conclusión de que la mejor medicina es el ser positivo y encararlo todo con buen ánimo.
Bueno, pues como decía estas estadísticas me han sorprendido. En muchas los lectores han coincidido con mis gustos, en otras, varias que escribí en noches que no podía dormir, han sido de las más leidas.
En cuanto a los libros, todos aquellos que han leido uno de ellos, han leio el otro y de camino me han pedido ya el tercer volumen.
Hoy empiezo unos micro relatos dedicados a mi vida laboral, espero que os gusten.
MICRO RELATOS BREVES
Pedro Fuentes
El primer día
Ya
hace muchos años, tantos como cuarenta y ocho (48) si, cuarenta y
ocho años, ya no me acordaba, pero hoy, rememorando anécdotas, me
han venido a la cabeza.
Pues
como digo, en los tiempos de Mary Castaña, entré a trabajar en una
empresa, una gran empresa en la que ya hace unos años me jubilé, mi
vida laboral en serio empezó allí y terminó allí, eran otros
tiempos.
Bueno,
podríamos decir:
Como
decíamos ayer, el lugar donde yo trabajaba era un edificio entero,
lleno de despachos, unas mil y pico personas, o sea (este o sea) se
lo dedico al padre Rufino, mi profesor de gramática y Literatura que
se ponía de los nervios cada vez que lo oía. Pues bien, o sea, como
un pueblo de nuestra querida España.
El
día que entré en la empresa, llegué desde la oficina de personal a
las 11,30 horas, salíamos a la una y por la tarde no se trabajaba
porque era sábado.
El
jefe, Pedro Rojo me dijo:
Bueno,
tocayo, para la hora que es no te voy a explicar nada porque el lunes
ya no te acordarás, siéntate en esta mesa y observa a tus
compañeros y el ambiente, cuando veas que la gente se levanta y sale
de prisa, sal también que es la una y hay que salir.
El
lunes, a las nueve, cuando vengas, te pondré con un compañero que
te enseñe el trabajo.
Me
puse a observar a los compañeros.
En
aquella sala habría unas setenta personas, hombres y mujeres de
todas las edades, cada uno en su mesa, era un departamento de
contabilidad y de vez en cuando se levantaban e iban a una mesa más
pequeña, varias distribuidas estratégicamente, en cada una había
una calculadora Hispano Olivetti manual, llevaban unas hojas y hacían
sus operaciones, se levantaban y volvían a su lugar, por lo visto,
el presupuesto no daba para más.
Observé
que varias personas iban de una mesa a otra con unas pequeñas
tarjetas en la mano, comprobaban unas listas con sus compañeros y se
las cambiaban, yo conocía las tarjetas perforadas de IBM, pero
aquello no se parecía en nada, ni en tamaño ni en color, al fin,
después de varios días vi lo que eran las “fichas” eran cromos
de una colección de coches que había salido y se cambiaban los
“repes”, no sé si para ellos o para sus hijos.
A
la una, a la una en punto según el reloj que había en la pared al
principio de la sala, un reloj de madera, grande, que tenía un
minutero que andaba a saltos, por cierto, al lado de una foto grande
de Franco, si, Franco, el militar, pues bien, saltó la aguja del
minutero a las doce, para marcar la saeta de las horas la una en
punto y todo el personal se puso de pié, como si un muelle los
hubiese hecho levantarse y tres chorros de gente saltaron hacia las
tres puertas que había.
A
la salida, los cuatro que entramos aquel día en diferentes
departamentos, habíamos quedado para contarnos las experiencias y
tomarnos unas cañas para celebrar nuestro primer día de trabajo.
“Alucinábamos por un tubo” como se dice ahora.
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